Después de realizar
algunos viajes a Cuba ocupando plaza de 1er Oficial en el “Sierra María”,
desembarqué para disfrutar de unas merecidas vacaciones y a continuación hacer
el cursillo de Capitán, esto ocurría allá por Septiembre de 1964. Me matriculé
en la academia Santa María de Madrid y obtuve el titulo de Capitán en la
primera convocatoria de 1965. Durante mi
estancia en Madrid se produjo el desgraciado accidente del “Sierra Aránzazu”,
que fue atacado por anticastristas y donde murió el Capitán D. Pedro
Ibargurengoitia junto con dos Oficiales cuyos nombres no concibo recordar. Este
abominable hecho junto a la presión ejercida por EE.UU., que incluyó a todos
los buques de la Compañía en una lista negra, hizo que la Empresa reconsiderara su postura y desistiera
de seguir manteniendo la línea con Cuba. Los tres buques que quedaban
efectuando dicho tráfico: “Sierra Andía”, “Sierra María” y “Sierra Madre”,
efectuaron un viaje más y de esa forma quedó cerrado el capitulo cubano.
Una vez finalizado el
examen de Capitán, me incorporé como 1er oficial al “Sierra Aramo”, donde volví
a coincidir con el Sr. Echevarría como Capitán. Él fue quien unos meses después
me notificó que había recibido órdenes de la Empresa de desembarcarme porque
tenía que hacerme cargo del mando del “Sierra Blanca” que se encontraba en
Bilbao. Nunca podré olvidar que a mi paso por Madrid coincidí con mi padre,
quien acababa de desembarcar del V. “ITA” y se dirigía a Málaga para disfrutar
de una merecida jubilación, fue un día entrañable difícil de olvidar.
Como estaba previsto
tomé el mando del “Sierra Blanca” en el puerto de Bilbao. Ya conocía el barco
porque anteriormente había ocupado plaza de 1er Oficial estando al mando de D.
Antonio Olondo Elorduy y además, también había estado embarcado en su gemelo “Sierra
Banderas” durante algunos meses hasta que –desafortunadamente- se hundió en la
entrada de la ría de Suances, cuando salíamos del puerto de Requejada después
de haber tomado un cargamento de mineral para el puerto de Bremen. Por tanto,
ni el tamaño ni el tipo de buque fueron una sorpresa para mí.
Cuando uno cursa la
carrera de Náutica, lo lógico es, que la meta sea llegar algún día a mandar un
buque, independientemente del tamaño de éste. En el momento en que se está
saliendo por primera vez de puerto como Capitán, además de sentir cierto
cosquilleo en el estomago y algo de temblor en las piernas, que nunca antes
sentía, suelen pasar por la mente un sin fin de pensamientos que en cada caso
será distinto, de acuerdo a como le haya ido su vida profesional hasta ese
momento, pero creo no equivocarme si pienso que todos, al mismo tiempo que
sentimos la inmensa alegría de haber culminado nuestro mayor deseo profesional,
sentimos cierta incertidumbre por lo que está por llegar, por lo que nos
deparará la vida a partir del momento en que te conviertes responsable de las
vidas y de los bienes que te han sido encomendados. Es un momento inolvidable e
inenarrable; para mí así fue.
En el “Sierra Blanca” tomé mi primer mando
El cosquilleo y el
temblor de piernas, gracias a Dios me duraron bien poquito, muy pronto tuve que
ponerme las pilas porque desgraciadamente a las pocas horas de salir de Bilbao
se cerró en niebla, niebla que perduró hasta unas horas antes de llegar a tomar
prácticos de Rotterdam. Mi bautizo como Capitán fue un bautizo en condiciones,
difícil de olvidar.
Durante el tiempo que
estuve al mando del “Sierra Blanca”, me pateé todo el Mar del Norte. La línea
regular que tenía establecida la Compañía la cubrían cuatro barcos, que hacían
escala normalmente en Hamburgo, Bremen, Ámsterdam, Rotterdam, Amberes, Pasajes,
Bilbao, Santander Gijón y Avilés y alguno más que te podía tocar de improviso.
Pues bien, esta línea tenía la modalidad de tener un buque “escoba”, que tenía
la finalidad de entrar en todos estos puertos para recoger la carga que por
falta de espacio no habían podido cargar lo buques titulares; la entrada estaba
establecida obligatoria y teníamos que entrar hubiese o no hubiese carga. A
veces era llegar y besar el santo y vuelta a salir. Lo peor de esta
circunstancia es que siempre íbamos a menos de media carga con lo cual la
travesía del Golfo de Vizcaya a veces resultaba bastante penosa. La parte buena
de este sistema es que la Compañía nunca puso reparo a que entrásemos de
arribada en el momento que lo consideráramos oportuno. La seguridad primaba por
encima de cualquier otra circunstancia. Debido a lo cual, a parte de los
puertos reseñados, conocíamos infinidad de rincones donde resguardarnos de los frecuentes
malos tiempos tanto en la costa inglesa como en la costa francesa.
Después de una
temporada haciendo de barrendero, me transbordaron al “Sierra Urbión” que iba a
efectuar algunos viajes a Sudamérica, concretamente a Argentina y Uruguay, para
transportar maquinaria destinada al montaje de ingenios azucareros. La descarga
de toda esta maquinaria se efectuaba en los puertos de Buenos Aires, Ingeniero
White, Puerto Belgrano cuando se trataba de maquinaria extremadamente pesada y
en Paysandú la destinada a Uruguay. Era la primera vez que tenía contacto con
puertos sudamericanos.
Para poder efectuar
esos viajes, nos tuvieron que instalar una emisora de onda corta, recuerdo que
fue un Furuno, no más grande que un maletín de mano, que me hizo perder muchas
horas de sueño, ya que la única posibilidad de conectar con España era de
madrugada y no siempre se conseguía; me salieron callos en los codos de tantas
horas como le dediqué a intentar establecer contacto con Pozuelo del Rey. De estos viajes guardo tres malos recuerdos.
Un temporal que nos las hizo pasar canutas en el golfo de Santa Catalina (en la
costa brasileña) debido a que llevábamos mucha maquinaría en cubierta difícil
de trincar (sin daños que lamentar). Una embarrancada en el rio Uruguay a pesar de llevar dos
Prácticos a bordo y navegar en lastre ya que se había finalizado la descarga en
Paysandú y de la cual salimos por nuestros propios medios, mientras las
autoridades argentinas y uruguayas discutían a quien le correspondía dar el
servicio de remolque solicitado. El
tercer recuerdo al que me voy a referir es más bien un caso anecdótico. Una vez
finalizada la descarga y para no volver en lastre a España, la Compañía buscó y
encontró un flete para transportar un completo de speller de lino desde un
puerto argentino al puerto francés de Granville. El puerto argentino prefiero
omitirlo y sólo diré que es un puerto pequeño y que se suele cerrar en caso de
mal tiempo con mucha frecuencia. En ese puerto había una “Sala de Fiestas” (lo
que vulgarmente llamamos un puticlub) regentada por una catalana, que según las
malas lenguas estaba liada con el Capitán del puerto. Tres días estuvimos con
el puerto cerrado sin poder salir a la mar. Hasta que la tripulación del “Sierra
Urbión” no se dejó el último centavo en
la Sala de Fiestas no dieron las órdenes pertinentes para podernos hacer a la
mar. Recuerdo perfectamente los comentarios que me hacía el 1er Oficial que se lo pasó bomba con todo este jaleo, era
un solterón empedernido muy dado a pasárselo bien en ese tipo de ambiente. En
nuestro viaje de regreso nos cogió bastante julepe ya cuando nos encontrábamos
en el golfo de Vizcaya que nos motivó un pequeño corrimiento de carga, la
escora producida la pudimos compensar con los tanques de lastre y sin más novedad
arribamos al puerto de Granville,
situado muy cerca del famoso Monte Saint Michel, donde tuvimos la
ocasión de apreciar el gran efecto de las mareas en aquella zona. Entrabas en
puerto con la pleamar, cerraban la compuerta
y pocas horas después no encontrabas la mar por donde habías navegado.
Una amplitud de marea parecida solo lo recuerdo en el estrecho de Magallanes.
Después de realizar
algunos viajes más hasta la entrega total de la maquinaria contratada, el “Sierra
Urbión” volvió a su ruta normal del Mar del Norte, y a mí me transbordaron al “Sierra Estrella”, un
buque mixto con una pequeña bodega frigorífica de aproximadamente 120 m3, que
junto con sus gemelos “Sierra Escudo” y “Sierra Espuña” había construido la
Compañía en astilleros de Bilbao, y creo que nunca se llegaron a imaginar que
ese era el inicio del gran cambio experimentado por Marítima del Norte en los años
siguientes, durante los cuales, todo lo que se construyó fueron buques
frigoríficos, los de carga seca se reconvirtieron en frigorífico y Marítima del
Norte se convirtió en la Compañía más fuerte en España en lo que a transporte
frigorífico se refiere. Durante muchos años se prestó servicio de transbordo a
toda la flota pesquera española que faenaban en aguas extranjeras, a los
marisqueros en Senegal, Guinea, Angola, Mozambique y Argentina, a los merluceros
que se encontraban en Sudáfrica, Argentina , Chile y las Malvinas a los
atuneros que se encontraban en el Pacífico, Atlántico o Índico. A todos ellos se le prestó no solo servicio
de transbordo sino de avituallamiento y combustible que se les llevaba desde
España, facilitando su trabajo y contribuyendo de una forma imparable a la gran
expansión que durante algunos años experimento la flota pesquera española.
“Sierra Estrella”
De lo único que no
puedo hablar es de los bacaladeros, ese tema se lo transfiero a mi querido
amigo Sergio Reyes, Capitán de Pesca, que lo sabe todo sobre el bacalao y que
lo prepara espléndidamente. ¡Avante cuando quiera!
Capitán A. de Bonis
Probablemente tomo el mando del Sierra Blanca ,estaria embarcado quien facilitó la foto del barco; Enrique Roza , de ser así , un saludo en su nombre
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