Yo de atunes no tenía
ni la más remota idea, solo sabía que existía una almadraba en las proximidades
de Tarifa que se dedicaba a la captura de estas especies y que, llegada cierta época del año, desde el
puerto de Bermeo salían barcos y más barcos armados con cañas que se dedicaban
a la pesca del bonito. Algunas veces vi recalar a estos cañeros en el puerto de
Gijón en mi época del carbonero y los recuerdo porque verdaderamente se hacían
notar en El Musel, y para de contar. Hoy día no tienes problemas, entras en
Google con las palabras “túnidos” ó “buques atuneros” y en 30 segundos ó menos
, te ofrecen más de siete mil artículos que te informan de todo lo relacionado con
el mundo de los atunes. Yo que he leído
algunos de esos artículos me ha sorprendido lo poco que conocía del tema a
pesar de haber transportado miles de toneladas por el Pacifico y todo el
Atlántico, llevando la pesca capturada por atuneros españoles y franceses a
diferentes factorías repartidas por Puerto Rico, España, Francia e Italia,
donde se elaboran esas enormes piezas de pescado hasta dejarlas reducidas a la
“casi nada” porción de 112 gramos metidos en una lata.
No obstante, al igual
que he narrado mis experiencias vividas con los marisqueros, deseo hacer lo
mismo con las vividas con los atuneros que, por supuesto, no figuran hasta el
momento en ninguno de los artículos publicados por Google.
Estaba embarcado en el “Sierra
Estrella” cuando, desde el departamento comercial de Marítima del Norte, me
comunicaron que debía contactar por radio con el Patrón de un buque atunero
llamado “Algeciras” que se encontraba pescando en aguas del golfo de Guinea o
proximidades. Hacia esa zona arrumbamos y una vez que el contacto fue
establecido acordamos entrar en el puerto de Abidjan (Costa de Marfil) para
efectuar el transbordo de la pesca que tenía que, si mal no recuerdo, se
trataba de unas 120 toneladas. Así lo hicimos; entramos en Abidjan donde ya se
encontraba el “Algeciras” esperándonos, nos abarloamos y ese fue mi primer
contacto con el mundo del atún. Mundo que -ya por anticipado digo- resultaba completamente diferente al de la
pesca de marisco. El “Algeciras” era un atunero relativamente pequeño comparado
con los que en la actualidad se construyen para este tipo de pesca. El Patrón, un
vasco nacido en Fuenterrabía, fue mi primer informador de todo lo
relacionado con esta actividad pesquera,
por aquel entonces poco desarrollada y donde primaba la flota francesa muy superior a la española tanto en
número de buques como en tecnología. Los franceses siempre nos llevaron
delantera porque se gastaban los cuartos en buques científicos que investigaban
todo lo relacionado con la pesca del atún.
Creo recordar que el
Patrón del “Algeciras” se llamaba más ó menos Endualle o algo parecido, pero de
lo que estoy segurísimo es que el mote que tenía entre los propios pescadores
franceses era el de “Napoleón”, como se puede suponer este mote correspondía a
que por ellos mismos estaba considerado un fuera de serie. Durante el tiempo
que duró el transbordo hicimos bastante y buena amistad. Me contó que el hecho
de saber francés le permitía enterarse de mucha información que se cruzaba
entre los pesqueros franceses y por supuesto de la cruzada entre los españoles.
Cuando en aquellos años los buques no disponían de la gran tecnología de que
hoy disponen, la información que podían recoger de otros barcos era primordial
y naturalmente esta información era a base de ejercer de espía de una forma
continuada las 24 horas del día, intentando interceptar las comunicaciones
entre unos y otros con la intención de saber dónde aparecían las manchas de
atunes. También me explicó cómo se pescaba con el cerco de jarreta y el uso que
se le daba a la embarcación auxiliar llamada panga. De las condiciones de
temperatura del agua del mar para que pudiera darse la posibilidad de encontrar
pesca, de los signos externos que se daban para poder localizarla y muchísimas
cosas más, y como “secreto”. la posibilidad de usar pólvora (petardos) para
hacer salir a la superficie cuando se suponía que el pescado estaba en el
fondo. Según él, esta circunstancia se daba con mucha frecuencia en la
desembocadura del rio Congo. Lo único que no me contó fue lo de la pesca “al
objeto” porque aún no se había descubierto. Finalizado el transbordo salió a la
mar y a los diez días estaba nuevamente abarloado al “Sierra Estrella”. No
recuerdo si realizó una o dos salidas más, pero desde luego sí recuerdo perfectamente
que en menos de un mes nos llenó el barco, unas 450 toneladas aproximadamente. Esta carga fue
descargada en el puerto de Algeciras, para abastecer la fábrica de conservas
Garavilla. De esta descarga recuerdo una anécdota graciosa; un periódico local
publicó en las reseñas de movimientos portuarios la siguiente nota: Se
encuentra en puerto el buque frigorífico “Sierra Estrella” descargando un
cargamento de “tunecinos” congelados…y el cronista se quedó tan pancho.
También efectué varios
viajes entre Arrecife de Lanzarote y Algeciras para transportar el atún que los
barcos cañeros pescaban y vendían directamente a la factoría de Garavilla en
Arrecife, ya que ellos controlaban a la flota bermeana que se desplazaba a la zona de Canarias.
Pero el verdadero boom
del atún comenzó cuando varias compañías de Bermeo empezaron a sacar barcos
para la pesca de cerco. Recuerdo principalmente a Echebastar, Pevasa y los
Albacoras. Toda esta flota se iba desplazando a lo largo de la costa africana
de acuerdo con la época del año, montando bases en puertos que empezando por
Dakar se proyectaban hacia el sur: Freetown, Abidjan, Punta Negra. Incluso
recuerdo que se efectuaron algunos transbordo en el puerto de Mossamedes en
Angola. En todos estos puertos citados se efectuaban los transbordos para
transportar la pesca a los sitios más dispares, unas veces a Italia, otras a
España, muchísimas veces a Puerto Rico (Mayagüez y Ponce), todo dependía del
mercado y el mercado aunque parezca mentira estaba controlado por los
italianos.
Yo, la pesca del atún
la consideraba la pesca de la paciencia, a diferencia de la de arrastre que
puede ser considerada la de la constancia. A esta conclusión llegué después de
pasarme días y más días fondeados en Abidjan esperando que los atuneros
tuvieran la suerte de encontrar los deseados atunes. En Abidjan se concentraba
la mayor parte de la flota; a la mañana los patrones de pesca se reunían en la
oficina que el agente tenía en el puerto y allí esperaban noticias de la batida
que efectuaba la avioneta que tenían contratada, en la cual, además del
correspondiente piloto iba acompañado de un patrón de pesca que era el
responsable del ojeo. Este sistema lo consideraban más rentable que tener a
toda la flota paseándose de un lado para otro. La avioneta tenía una autonomía de
unas cuatro horas, lo cual le permitía hacer un buen recorrido. Cada día se
turnaba el patrón que acompañaba al piloto. Entre los patrones había de todo:
finos, entrefinos……(como dicen los gallegos), había uno que ocupaba el último
escalafón del dicho gallego, que se negaba a montarse en la avioneta alegando
que su órgano genital no entraba en el tubo que tenía habilitado en la cabina
para poder evacuar la orina en caso de necesidad. Había otro bastante zoquete
que le hicieron creer que en la compañía donde solían volar para hacer los
relevos del personal, si pagabas un suplemento tenías derecho a roce con la
azafata. Las mañanas de espera se pasaban de una forma entretenida como se
puede ver De vez en cuando se organizaban buenas reuniones en casa del agente
alrededor de un buen marmitaco que como se puede deducir lo solían bordar
siendo de Bermeo la mayoría. Un punto de coincidencia que tenían muchos de
éstos patrones es que habían hecho el servicio militar enrolados de marineros
en el “Azor”; por lo visto D. Francisco seleccionaba a la tripulación pensando
en la fama de los bermeanos como pescadores de atún.
Con el tiempo, cada año
salían barcos más modernos y cada vez era más difícil encontrar pesca, la
novedad en aquella época fueron los helicópteros que ayudaron bastante a
solucionar el problema. La flota se expandió y una vez fuimos a Cumaná para
realizar un transbordo a un barco que se había abanderado en Venezuela por la sencilla
razón de que el combustible lo tenía más barato que el agua. Pero el transbordo
fue un desastre porque los venezolanos no estaban acostumbrados a manejar esas
piezas de pescado y la solución final fue que los marineros tuvieron que hacer
la estiba. Más tarde pasamos el Canal de Panamá y entramos en el Pacifico donde
ya había llegado buena parte de la flota atunera española, con barcos aún más
modernos y provistos de helicópteros y de spidos, unas lanchas rapidísimas que
se empleaban para llegar lo antes posible a las manchas de pescado detectadas
con lo cual se consideraba que tenía
prioridad. Los transbordos los efectuábamos en la isla de Taboga (en las
inmediaciones del Canal), en Vacamonte y
en el puerto ecuatoriano de Manta. Casi un año pasé llevando atunes al puerto
de Mayagüez proveniente de la flota que operaba en el Pacifico. Hoy día hasta
los helicópteros pasaron a mejor vida; con los medios tecnológicos que disponen
ya no los necesitan. En el Índico, en las proximidades de las islas Seychelles, opera la mayor flota atunera
que uno se puede imaginar que yo mismo me recreo viéndolos en los videos que se
publican.
Capitán
A. de Bonis
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