Pues muy
bien. Dejamos Cabo Blanco después de sortear los cientos de pesqueros de todas
las nacionalidades que se encuentran faenando en el inagotable banco sahariano
y arrumbamos en demanda de Cabo Verde, el punto más occidental de la costa
africana, cabo que da resguardo al
puerto de Dakar, nuestra próxima escala y yo diría por adelantado que es
el puerto donde más veces he recalado de toda la costa africana.
Después de
treinta horas de navegación aproximadamente y teniendo muy en cuenta los muchos
bajos existentes en las proximidades del cabo, con toda precaución se procede a
la bahía dejando por babor la pequeña isla de Goree y una vez en posición
fondeamos y dejamos filar unos cuantos grilletes de cadena en el tenedero y
desde ese momento quedábamos en espera de los pesqueros, los cuales ya habían
sido contactados con anterioridad para informarles de nuestro eta. En un
principio, cuando solamente se trataba de transbordar la pesca de cinco o seis
marisqueros, hasta completar nuestra bodega frigorífica del Sierra
Estrella con capacidad para sesenta
toneladas, todas las operaciones de
transbordo se efectuaban fondeados en la bahía donde ni siquiera venían las
autoridades fiscales ni sanitarias para pasar el control reglamentario. Una vez
finalizadas las operaciones se transmitía por telefonía los datos a nuestro
agente y una vez confeccionada la documentación la traían a bordo y zarpábamos de vuelta al puerto de Huelva.
Será algo
complicado escribir sobre el puerto de Dakar, sin hacer mención a temas que ya
fueron narrados en el libro MIL AÑOS DE MAR, intentaré repetirme lo menos
posible, ya que han sido tantas las veces que he recalado en este puerto
incluso de forma alternativa, que creo que siempre habrán detalles que se han
quedado en el tintero.
B/F "Sierra Aramo"
Los
marisqueros españoles en la zona fueron aumentando después de que entre España y Senegal se firmaran acuerdos de
pesca y por consiguiente el número de pesqueros que solicitaban efectuar
transbordos al mercante aumentó de forma considerable. Fue entonces cuando
Marítima del Norte tomó la determinación de reconvertir los tres buques:
Estrella, Espuña y Escudo en buques
totalmente frigoríficos con una capacidad de 400 toneladas de carga
aproximadamente, más que suficiente para atender la demanda de los marisqueros
que operaban en la zona. Pero a partir de este momento las operaciones se
dejaron de efectuar fondeado y nos obligaron a entrar en puerto para poder ser
controladas tanto las descarga de marisco (que ya estaban sujeta al pago de un canon)
y también la descarga de pertrechos destinado al mantenimiento de los pesqueros
(víveres, artes de pesca, cartón, etc.). Por este motivo las operaciones se
ralentizaron de forma considerable, pero al mismo tiempo nos proporcionó la
ocasión de conocer, el puerto, la ciudad y a muchísimas personas que empezaron
a formar parte de nuestras vidas cada vez que hacíamos escala en Dakar.
Y hablando
de personas, en primer lugar deseo mencionar a Ramón Gutiérrez (q.e.p.d.),
trabajador incansable que con su buen hacer como inspector de la flota pesquera
contribuyó de forma inconmensurable a que la operación de Senegal tuviera
éxito. Ramón llegó a Dakar como inspector del motopesquero “Ferrer Tur” del que
había sido jefe de máquinas toda su vida. El armador le confió la inspección
cuando el pesquero se traslado a la zona de Dakar y faenar en los caladeros de
Senegal. Poco a poco fue recibiendo peticiones de otros muchos armadores de
Huelva para que atendiese igualmente a sus pesqueros. En poco tiempo este
hombre se hizo prácticamente imprescindible para la flota marisquera, tanto por
el servicio técnico que les prestaba como también por la ayuda humanitaria y
administrativa que les proporcionaba debido
a la amistad que había establecido tanto con el personal del Consulado de
España y con las autoridades portuarias. Ramón estaba dispuesto a cualquier
hora del día y de la noche para lo que fuese necesario, tanto para resolver una
avería como atender a un enfermo que tuviese que ser trasladado al hospital.
Como su trabajo estaba ligado a las escalas que el mercante hacía en Dakar para
efectuar los transbordos, nuestra relación fue a más con el transcurso del
tiempo, llegando a establecerse una verdadera amistad. El único problema que
tenía Ramón era el idioma pero eso no significó ningún obstáculo para su
trabajo, Cuando algún agente de aduanas le preguntaba algo, él contestaba sencillamente “rian a declareté”
y se quedaba tan pancho, se manejaba muy bien con su gracejo andaluz y sus
obligados regalos de pescado y marisco a las distintas autoridades del puerto,
asunto que al parecer no tiene arreglo en esta vida, cada cual se la busca como
puede.
Gracias a
él llegamos a conocer a un matrimonio español afincados en Dakar, el marido,
Juan Sánchez era director de una factoría textil y su esposa Olga, ama de casa
excelente, dos personas entrañables que el conocerlos supuso para nosotros como
si tuviésemos familia en Dakar. Creo sin temor a equivocarme, que todos cuantos
de Marítima del Norte hemos hecho escala
en Dakar, hemos sido recibidos y acogidos en su casa donde hemos pasado
momentos inolvidables y donde disfrutamos del buen hacer como excelente
cocinera de Olga; inigualable su “pollo a la senegalesa”, nada que ver con el
pollo de la Pantoja. Ahora ellos viven en Málaga disfrutando de un merecido
retiro y yo siento muchísimo que debido a nuestro deterioro físico nuestra
amistad no haya podido tener la continuidad que se merecía. Yo, desde aquí les
doy las gracias por todo el cariño recibido y todas las atenciones que desplegaron
para hacernos la vida más agradable en Dakar cuando nos encontrábamos lejos de
nuestra familia.
B/F "Sierra Grana"
Con el
tiempo, nuestras escalas en Dakar no se limitaron solamente al transbordo de
marisco, con barcos de mayor porte, con el Sierrra Andía, Aramo y Aránzazu, que
también fueron transformados en buques frigoríficos se iniciaron otras líneas
al efectuar igualmente transbordos de buques atuneros, cuyas cargas unas veces
iban destinadas a España, otras a Italia, a Francia y a Puerto Rico (Mayagüez y
Ponce) donde existían grandes factorías conserveras americanas. El embarque de
atún tenía lugar de acuerdo con la época del año, ya que los buques atuneros se
movían y cambiaban su puerto base acorde con el movimiento migratorio del atún
a lo largo de toda la costa africana, lo mismo s encontraban en Dakar que en
Angola, todo dependía como he dicho anteriormente de donde aparecían los
deseados túnidos, y aquí intervenía de forma clamorosa la labor de espionaje
ejercida constantemente por las escuchas a través de la radio que mantenían
todos los atuneros incluidos los franceses.
De Dakar
solamente me queda decir que era una ciudad muy acogedora donde los franceses
como es su costumbre, habían dejado huella de su paso como colonizadores, su
sello de “saber vivir” ya que fácilmente era posible encontrar productos
franceses importados del día (como las ostras) o toda clase de quesos. Existían
magníficos restaurantes europeos o si lo preferías senegaleses con los platos
típicos del país, todo muy picante.
Como último
detalle de mi relato antes de zarpar de Dakar, deseo hacer constar las
buenísimas relaciones que se mantenían tanto con el Consulado como con la
Embajada de España; en varias ocasiones fue el mismo embajador quien se
presentaba a bordo para saludar e incluso para comer y yo fui correspondido
particularmente a comer en la embajada en más de una ocasión. Y doy fin a mi
relato de hoy porque largamos amarras y salimos con dirección a Sierra Leona.
Capitán A. de Bonis
Gracias por tu nueva serie "AFRICA" que estoy seguro será otro éxito.
ResponderEliminarRecuerdo -con nostalgia- aquella época en Dakar y, sobre todo, a las grandes personas que allí conocimos que nos hicieron más fáciles y familiares nuestras estancias en aquel puerto.
Asegurada el exito de la serie.Yo unicamente estuve con el S. Estrella en Dakar fondeado, y seguro que contigo. A la vista de la narración me habría encantado entrar en puerto.
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