Durante el tiempo que yo
estuve haciendo el cursillo de Piloto, donde volví a encontrarme con los
profesores de antaño: D. Mario Vallejo, D. José Bedoya, D. Fernando Portillo,
D. Carlos Cavijoli……la vida a bordo del “Norte” siguió su curso normal. El
Capitán D. Joaquín Palacios regresó de sus prolongadas vacaciones y mi padre
volvió a ocupar la plaza de 1er oficial. La gran novedad y al mismo tiempo gran
sorpresa fue, que D. Joaquín volvió acompañado de su reciente contraída esposa. Nadie sabía que
tenía novia y todo el mundo pensaba que se quedaría para vestir santos ya que
rondaba los sesenta años de edad, pero nunca has de decir “de ese agua no
beberé, ni nunca es tarde cuando la dicha es buena”.
Yo mientras tanto me
encontraba en Málaga esperando la oportunidad de volver al “Norte” cuando
hubiese una plaza libre que cubrir por vacaciones, como me habían prometido.
Hasta el mes de Julio no se produjo esa oportunidad y fue para cubrir la plaza del
tercer oficial que al parecer se encontraba enfermo. El “Norte”, en ese momento, se encontraba en los
astilleros de Cádiz pasando la revisión anual. Como es de suponer fue una
alegría recibir la orden de embarcar, pero al mismo tiempo un contratiempo ya
que acababa de conocer a la que tres años después se convertiría en mi primera
esposa. Pero de esa forma comenzaba a valorar lo que siempre ha sido la esencia
en la vida del marino, vivir separado de las personas queridas para poder
cumplir con la profesión.
Hice las maletas y a
trabajar que ya iba siendo hora. El viaje de Málaga a Cádiz fue accidentado.
Una vez que el autobús dejó atrás Tarifa y tomó los llanos de Maspalomas se le
reventó una rueda delantera, el chófer no pudo hacerse con la dirección del
autobús y fuimos a parar después de dar varias vueltas de campana a un
descampado que afortunadamente no tenía mucho desnivel con la carretera.
Milagrosamente no se produjeron desgracias personales de gran importancia, a
pesar de lo aparatoso del accidente. Yo tuve la suerte por ir sentado en el
primer asiento, de darme cuenta de lo que se nos venía encima, agarrándome a
las barras del portaequipaje soporté las varias vueltas de campana que dimos,
con el único resultado de tener que padecer durante varias semanas una
tortícolis. Algunas ambulancias se llevaron a las personas en peores
condiciones y el resto esperamos pacientemente a que otro coche de la empresa
nos trasladara, y con varias horas de retraso y las maletas completamente rotas
arribamos a la “Tacita de Plata”, así fue mi entrada triunfal en Cádiz donde se
encontraba el “Norte” en el cual me enrolé estrenando el título de Piloto que
justamente había obtenido en el mes de Febrero en dicha ciudad.
A mi regreso al “Norte”,
nada ni nadie había cambiado, solamente -como he mencionado anteriormente- que
el Capitán había contraído matrimonio y que su esposa se encontraba a bordo. El
matrimonio parece ser que le sentó bien ya que su carácter algo había cambiado,
estaba mucho más comunicativo que cuando era un triste solterón.
Salimos del astillero con destino Asturias, era mi primer
viaje como Oficial, la única diferencia era la responsabilidad que como oficial
había adquirido tanto en mis guardias de mar como en el trabajo diario a bordo.
Conocía perfectamente la costa después de dos años haciendo los mismos viajes y
conocía igualmente mis obligaciones durante las guardias de mar, ya que las
prácticas siempre acompañando al tercer oficial D. Pedro, me hicieron actuar
más como oficial que como alumno dado su mal estado físico.
Transcurrieron los meses,
el tiempo pasó volando, continué embarcado hasta finales de 1955 ya que hice
varios relevos seguidos, pero en Enero de 1956 después de haber consumido tres
años de prorroga me decidí por efectuar mi servicio militar, aprovechando las
circunstancias de que el “Norte” se había visto obligado a entrar nuevamente en
dique. En Diciembre de 1955 una denuncia presentada en la Comandancia de Marina
de Gijón alertaba de las malas condiciones en que se encontraba el casco del
buque, la denuncia siguió su curso administrativo y se recibió orden de las
autoridades de marina, para que el buque procediera a Cádiz para pasar una
inspección extraordinaria. Así se procedió y en vista que la reparación sería
larga yo aproveché para desembarcar y efectuar mi servicio militar en el primer
reemplazo de 1956.
Recibí una gran alegría al
tener conocimiento de que coincidiríamos
varios amigos al mismo tiempo en el que habíamos decidido servir a la Patria.
Se trataba de Rafael Moreno, de Eduardo Sanz y de Antonio Bonilla. El día 1 de Enero de 1956, siguiendo
instrucciones de la Comandancia Militar de Marina, a las ocho de la mañana nos
encontrábamos en la puerta del recinto militar una cantidad bastante numerosa
de “quintos” para ser trasladados a San Fernando (Cádiz) para ingresar en el
“Cuartel de Instrucción”. El traslado se iba a efectuar a bordo del buque
transporte de la Armada “Contramaestre Casado” que venía haciendo un recorrido
por la costa andaluza recogiendo a los mozos de dicha zona. El tema comenzó de
mala manera, ya que al mediodía aún no se tenían noticias del ETA (hora de
llegada) del “Contramaestre Casado”, por ese motivo nos dieron permiso para que
fuésemos a comer a nuestros domicilios y que volviésemos a presentarnos a
primera hora de la tarde. Loa amigos citados anteriormente nos fuimos a comer a
un restaurante situado en la misma playa y muy próximo a la Comandancia de
Marina. En aquella época era un chamizo hecho de madera y se llamaba “Antonio
Martín”, fuimos allí pensando en que posiblemente sería la última comida
decente que comeríamos en bastante tiempo.
El “Contramaestre Casado” hizo su entrada triunfal en Málaga sobre las
1800 horas y a las 20 h, “los borregos” que desde la 08 estábamos esperando, fuimos
alojados en el entrepuente del buque. Eso sí, cada cual escogió el rincón que
más le gustaba. Como no estaba permitido salir del entrepuente, no sabíamos en
que otros puertos parábamos, pero la travesía se hizo interminable y una vez
que el buque salió de Estrecho y comenzó el zarandeo, empezaron las vomiteras.
Cuando desembarcamos en la Carraca la dotación del buque supongo que tuvo que
emplearse a fondo para dejar aquello decentemente limpio.
La llegada a la Carraca
tuvo lugar el día 2 de Enero sobre las 16 00 h. Nos pusieron en una explanada
delante del cuartel, parecíamos cadáveres vivientes después de la malísima
noche que habíamos pasado entre tanta vomitera, y en vez de darnos ánimos con
una arenga de tipo patriótico o algo parecido, el Sargento (con cara de
sargento) encargado de recibirnos, las únicas palabras enternecedoras de
bienvenida que tuvo fueron las siguientes textualmente: “ Y una cosa os digo: a
partir de ahora y antes de entrar por esa puerta, los cojones los dejáis fuera
porque dentro no os van a servir para nada”.
A continuación llegó el
momento de pasar por la peluquería, momento inolvidable donde el peluquero con
cara de recochineo te preguntaba que como querías el pelado, cuando al
finalizar te ofrecía un espejo para ver como habías quedado, te daban ganas de
cagarte en todos su muertos porque ni tu madre sería capaz de reconocerte.
Todos los amigos que éramos
Oficiales de la Marina Mercante fuimos destinados a la sexta brigada, que era
la brigada de los analfabetos, en plan de instructores. A la siete de la mañana
del día siguiente escuchamos el primer toque de corneta y la desagradable voz
del cabo de guardia que decía que había que dirigirse a las duchas, menos mal
que los cojones los habíamos dejado fuera el día anterior, porque ducharse en
el mes de Enero a las siete de la mañana con agua casi fría era motivo
suficiente para que se te congelasen.
A la rutina del cuartel de
aprender la instrucción a fuerza de machaqueo impartido por el cabo primero
todos los días y
supervisado por el Capitán los fines de semanas. Nosotros teníamos el cometido
de alfabetizar a los 150 angelitos de la 6ª brigada, e incluso prepararlos para
hacer la Primera Comunión para los que
no la hubiesen hecho.
Voy a terminar mi artículo
narrando una anécdota sobre este tema. Entre mis discípulos había uno de Motril
de profesión cabrero; no me explico cómo vino a parar un cabrero a la Marina,
entre sus historia había una muy singular; contaba que él no tenía ningún
problema sexual cuando se encontraba pastando por el monte con sus cabras, Si
tenía alguna necesidad y le gustaba alguna, “aquí te pillo y aquí te mato”. Y
cuando le pregunté si había hecho la Primera Comunión, me contestó que no
sabía, que solamente recordaba que cuando era pequeño en la Iglesia le dieron
una pastilla muy grande. Este individuo sin duda pertenecía a la España
Profunda. Recordando a este motrileño no puedo dejar de pensar en las duchas,
que era un pasillo largo con tubo de agua fría en un costado y otro de agua
menos fría en el otro, lo peor que te podía ocurrir era que se te cayese la
pastilla de jabón y tuvieras que agacharte para recogerla, sobre todo pensando
que el cabrero pudiera venir detrás de ti.
Hasta el próximo un
saludo
Capitán Arturo de Bonis.
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