LA VIDA A BORDO... UN POCO DE TODO. TEMA NUEVE
Transcurridos
los tres meses de embarque en el Dragaminas “EO”, llegó el momento de
licenciarme una vez cumplidas mis obligaciones con la “Madre Patria”. Por
cierto que salí por el portalón con todo mi petate completo, sin que me
obligasen a entregar la mitad del equipo al no haber hecho nada más que seis
meses de servicio militar como según tenía entendido era lo reglamentario,
nunca me hicieron reclamación alguna.
Llegué a
Málaga y solamente tuve tiempo para cambiarme de ropa y salir pitando para
Cádiz, ya que el "Norte" estaba a punto de terminar su gran reparación, se habían
producido grandes cambios en cuanto a la tripulación se refiere. Una agencia de
viajes llamada “BAKUMAR” había reclutado personal para formar dos tripulaciones
que debían embarcar en EE.UU. en dos buques tipo "Liberty" de los usados en la
segunda guerra mundial y abanderados no recuerdo si en Liberia o Panamá. En el "Norte" se produjo una desbandada debido a la enorme diferencia de sueldos que
ofrecían con relación a lo que se ganaba en España. El primero en cambiar fue
el Capitán, D. Joaquín Palacios, con lo cual mi padre ocupó su plaza de forma
fija; el que ejercía la plaza de 1er Oficial interino D. Julio Valderrama y el
Alumno Antonio Terrón también tomaron rumbo a las Américas. Del personal de
cubierta -incluido el Contramaestre- abandonaron el "Norte". Solamente y no me
explico la razón, en el personal de máquinas no se produjeron cambios. En ese
sentido hubo suerte porque buscar y encontrar fogoneros y paleros en Cádiz
hubiera sido harto difícil.
Resumiendo:
La tripulación quedó formada por mi padre como Capitán, yo asumí la plaza de
1er.Oficial. El 2º oficial era inamovible por propio deseo y el tercero seguía
D. Pedro Rodríguez con sus achaques de siempre. Recuerdo que como Alumno
embarcó José Barcelona Marquet, natural
y residente en Cádiz. Los tripulantes de cubierta fueron tantos los cambios que
me resulta difícil enumerarlos y nombrarlos. De Cocinero -para bien y para mal-seguimos con el mismo de siempre, Pedro Vallina, asturiano de Gijón, que era
capaz de hacer cualquier tipo de potaje, todos con el mismo sabor, hay que
reconocer que eso no lo hace cualquiera, ni siquiera esos que se creen dioses
de la cocina y que actúan semanalmente en la tele.
Salimos de
Cádiz para Ceuta para carbonear, allí volví a encontrarme con los Dragaminas
que solamente unas semanas antes habían sido mi domicilio patrio y adverti al
Jefe de Máquinas que tuviese cuidado con el carbón que le daban porque yo había
presenciado durante mi estancia en el “EO” muchas barrabasadas con la
manipulación del carbón. Si no lo tenías en cuenta, te metían más escombros que
carbón. Desde Ceuta nuevamente para Asturias para incorporarnos a la Astur Line
después de una larga temporada.
La vida a
bordo siguió su curso normal, pero con el buque remozado y reforzado de una
forma extraordinaria después ocho meses cambiando planchas, renovando baos,
reforzando trancaniles y bulárcamas y todo aquello que olía herrumbre. Lástima
que no hubiesen cambiado las calderas para que el buque hubiera salido casi nuevo.
Yo
aproveché la primera ocasión que tuve para embarcar a mi amigo de la mili,
Eíias, quien pronto ascendió a Contramaestre, no por amiguismo sino por buen
profesional. Reculando un poco en el tiempo, me encontraba disfrutando de una
vacaciones en Málaga cuando volví a encontrarme con Julio Valderrama y Antonio
Terrón que estaban de vuelta de su aventura americana una vez cumplido el
contrato que habían firmado por un año. Contaban maravillas del país americano,
pero allí estaban de vuelta. Julio ya no volvió a navegar; el año transcurrido
en el buque extranjero lo aprovechó bien para ejercitarse en el inglés y se
estableció como constructor en su pueblo de Benalmádena, que se encontraba en
pleno auge turístico y prosperó muy bien como contratista de obras. Pero toda
la suerte que tuvo con el trabajo le faltó en lo referente a salud, ya que
falleció muy joven como consecuencia de un ataque al corazón que lo dejo
parapléjico durante varios años. Terrón
continuó navegando algunos años más hasta conseguir el título de Capitán.
Contrajo matrimonio y eso hizo que cambiara sus miras profesionales; le tiraban
los negocios más que la mar. Se estableció en Alicante donde abrió un mesón
especializado en tortillas, justamente le puso el nombre de “El mesón de la
Tortilla” y abrió un sinfín de negociaos nuevos, de cerámica, de complementos,
su vida como comerciante la terminó en Mijas y actualmente vive en Madrid,
esperando como todos cambiar de aires pero sin fecha de caducidad. Mantenemos
una relación por teléfono en determinadas fechas del año y un cariño que no
depende de fechas sino que entra en lo que un día escribí con el título “amigos del alma”.
Y la vida
siguió su curso natural, los viajes se sucedieron al servicio de Renfe año tras
año. Llegó el 1958 y nuevamente se volvió a entrar en dique, esta vez fue en
los astilleros Juliana de Gijón donde se hicieron bastantes cambios en el
buque, se cambio el puente de madera por uno de hierro, se cambió el mamparo
del peak de popa con lo cual fue necesario desmontar la Cámara de Oficiales que
era de caoba pieza a pieza para poder rehacerla nuevamente en su forma
original. Pero volvimos a salir de dique sin haber tocado las calderas y sin haber
conseguido instalar siquiera un gonio como ayuda a la navegación en el puente
recién estrenado.
En cuanto a
mí respecta, yo aproveché esta reparación para contraer matrimonio con mi
primera esposa de nacionalidad francesa, y de cuyo matrimonio deseo pasar de
puntillas porque lo único bueno que aportó a mi vida fueron los dos hijos
nacidos de dicho matrimonio. En 1962, aprovechando su nacionalidad francesa y
de que nos habíamos establecido en Casablanca, solicitó el divorcio dando fin a
una vida llena de desavenencias.
La verdad
es que me gustaría seguir hablando del "Norte", ya que fueron tantos años que me cuesta
trabajo decirle adiós, pero lo único que me queda por narrar es la entrada
dramática que hicimos en el puerto de Santander, precisamente porque fallaron
las calderas que tanto habíamos solicitado de ser cambiadas. Y esa entrada ya
la he contado en diversas ocasiones, en el libro MIL AÑOS DE MAR y en el
artículo aparecido en el blog “Su último viaje como Capitán”.
Por lo
tanto doy por terminado una parte muy importante de mi vida profesional y a
partir de ahora continuaré narrando como se me vengan a la memoria el resto
hasta que le diga adiós a la mar, para
establecerme en la Ciudad del Paraíso con mi familia, donde afortunadamente se
había creado una asociación de jubilados de la mar con el nombre más apropiado
que se le pueda poner “El Desguace”, de la cual y sin darme cuenta he llegado a
ser el decano, pido perdón a los que me han dado paso para poder llegar a
ocupar este puesto y de paso mi cariño y un fuerte abrazo allá donde se
encuentren porque de seguro que nos volveremos a reunir y no me importa en
absoluto volver a ser el último de la lista.
Saludos y hasta la próxima
Saludos y hasta la próxima
Capitán A. de Bonis
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