Creo que
con lo narrado anteriormente, queda más que suficiente claro lo que es un buque
mercante, para lo que sirve, la complejidad de la documentación que es
necesario manejar, las funciones que debe desarrollar el Capitán en cuanto a
administración se refiere, a parte de sus obligaciones profesionales inherentes
al mando del buque.
También
dije en el primer número de este tema, que mi intención es narrar
acontecimientos que no sean estrictamente profesionales, sino simplemente
anécdotas o historias que puedan interesar a cualquier tipo de lector, tanto si
es un profesional como si es un profano de la mar. Voy a intentarlo, y lo
primero que voy hacer es referirme a una palabra que empleé en un capitulo
anterior hablando sobre el Capitán. Decía que un buque era un trozo de España
siempre que ondee en él la bandera española. Pensándolo bien y dejando aparte
el sentido jurídico de esta definición, se me ocurre decir que ese trozo está
formado por muchos trocitos, tantos como tripulantes estén enrolados. Aunque
parezca que es un tema que no tiene importancia, yo opino -después de haber
vivido en estas circunstancias muchos años- que es un tema de primordial
transcendencia ya que por todos es sabidos que los españoles aparte de ser
paridos por diferentes madres, el lugar donde lo hicieron nos diferencia
bastante la forma de ser, de hablar, de pensar, de comer e incluso de nuestra
ideología política. Esto, que muchas veces lo queremos amañar diciendo que
resulta enriquecedor, siempre ha sido y seguirá siendo un problema; más cuando
estas diferencias están metidas en un casco de hierro que es lo mismo que una
caja de zapatos pero a lo bruto.
Se me
ocurren varias historias o anécdotas que dan crédito a lo expuesto hasta este
momento. De antemano digo que: “cuanto
escribo lo hago sin ánimo de ofender a nadie”, porque considero que cada cual
tiene derecho a ser como lo ha parido su madre y a tener las ideas que ha
mamado desde que vino al mundo.
Sea por las
razones que fueran, el mayor número de buques que figuraban en el “Registro de
Buques”, pertenecían a Compañías Navieras afincadas en las vascongadas y por
consiguiente, resultaba normal que el
personal que componían la oficialidad de esos buques, fueran los titulados que
salían de la Escuela de Náutica de Bilbao, que a su vez se abastecían de
alumnos procedentes de Bermeo, Lequeitio, Elanchove, Mundaca, Guernica….y
muchos más. Embarcar en una Compañía vasca,
no teniendo un apellido de esos que figuran en la película ésa que tan famosa
se ha hecho o no siendo hijo de Obispo, resultaba de todo punto imposible. Los
únicos que conseguían embarcar en esos buques, eran los fogoneros y paleros
gallegos que estaban muy bien considerados por el señor Zubizarreta (de la Naviera
Aznar). Se murmuraba en mi época que un alumno andaluz posiblemente hijo de
obispo, tuvo la suerte de obtener plaza de agregado en uno de esos buques y que
cuando llegó la hora de ocupar su plaza en la Cámara para comer, allí todo
quisque parlaba euskera, con lo cual no se lo pensó dos veces, volvió a rehacer
su maleta y dijo “agur” que era la única palabra que conocía.
Gracias a
Dios todo cambia en esta vida y hubo un tiempo de templanza donde este tipo de
situaciones se fue dulcificando. Las dotaciones de oficiales se fueron
mezclando, se hablaba un castellano con los diferentes acentos de acuerdo con
la procedencia pero no existía ningún problema a la hora de entenderse. Yo he
navegado con personal de todas las regiones de España sin ninguna clase de
problema, salvo en una ocasión que la considero la más peliaguda que he tenido
que “torear” en mi carrera como Capitán y sin tener nada que ver con la
profesión.
Lo que
narro a continuación sucedió hace ya más de 30 años. Posiblemente algunos de
los actores estén ya fuera de servicio de este mundo. Era el momento álgido del
terrorismo de ETA, cuando un día sí y el otro también, se recibían noticias de
muertes producidas por los atentados perpetrados por ETA. La oficialidad del
“Sierra Gredos” buque en el cual me encontraba mandándolo, estaba integrada por
siete Oficiales. Yo, Capitán, andaluz de Málaga, 1er Oficial de Lequeitio
(Vizcaya), 2ºOficial asturiano de Gijón, Alumno de Náutica gallego, Jefe de
Maquinas de Lequeitio (Vizcaya), 1er Maquinista asturiano de Gijón y 2º Maquinista
también gallego. Nos encontrábamos tomando asiento en la mesa para iniciar la
comida, cuando de repente el Jefe de Máquinas dirigiéndose al 1er Oficial, su
paisano, le dijo: “Hoy estamos de enhorabuena, acaban de decir por la radio que
se han cargado a un guardia civil”. En ese preciso momento el 1er Maquinista
que era una mole de hombre se levantó
como una centella y cogiendo al Jefe por la solapa casi lo estampa contra el
mamparo. Con la ayuda de todos, incluido el Camarero, conseguimos separarlos y
apaciguar la situación.
Para mí,
como digo anteriormente fue un momento muy difícil ya que se producían al mismo
tiempo dos actos violentos, uno de indisciplina y agresión del 1er Maquinista
al Jefe de Máquinas (más que justificado) y otro las declaraciones del Jefe que
se podían considerar como una exaltación del terrorismo, bastante más difícil
de justificar y que se podían considerar muy graves. Me pasé bastantes horas
delante de la “Biblia” (léase Diario de Navegación) pensando si debía escribir
en la página de acaecimientos lo ocurrido durante la comida o dejar que las
aguas se apaciguaran sin más. Se positivamente cual era mi obligación como
Capitán, pero mi conciencia como ser humano me decía que no lo hiciera, porque
si el Diario de Navegación pasaba por el juzgado de guardia, ello podría
significar prisión para los dos leiquitianos con las posibles consecuencias
familiares. Sinceramente creo que obré bien en conciencia. El Jefe insistía
preguntándome si la agresión sufrida del 1er Maquinista iba a quedar sin
castigo, me entraron ganas de llamarle “hijo de puta”, pero opté por
contestarle que si prefería que lo denunciara por las palabras pronunciadas yo no
tenía ningún inconveniente en hacer una declaración oficial de todo lo
ocurrido.
Como contrapartida
de todo cuanto acabo de contar, también debo decir que en la Compañía había un Capitán que cuando le hacía
transbordo a los atuneros bermeanos, desde por la mañana hasta la noche ponía
los altavoces exteriores de su buque a toda pastilla emitiendo marchas
militares con la única intención de joderlos. En fin, ese es otro tema para
olvidar, porque en los barcos ya hay bastantes problemas como para tener que
hacer frente a los relacionados con la política.
Y para
finalizar el tema de hoy, algo que siempre ha ocurrido en nuestra divertida y
variada España; siempre fue imposible optar a una plaza de Práctico en la Ría
de Bilbao si no eras vasco y lo mismo ocurría en el rio de Sevilla, no
solamente era indispensable ser andaluz, además tenías que ser sevillano. Lo
que sucede ahora lo ignoro. Hace ya muchos años que no visito Sevilla. Un
saludo para los que aún puedan quedar de mis tiempos en que cursé estudios en
la Escuela de Náutica de San Telmo de Sevilla, año 1950/51, que ya ha
llovido.
Saludos para
todos los lectores y hasta la próxima si Dios me da tema que escribir.
Capitán A. de Bonis
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