Después de
vivir 15 años en Bélgica, en Julio de 1982 fijé mi domicilio en Málaga y desde
entonces venía a pasar mis vacaciones a
la Ciudad del Paraíso como la denomina nuestro amigo Gómez Navas. Un día que me encontraba paseando por el
parque malagueño (no estaba contando las baldosas como solía hacer en mis
tiempos en que estaba esperando embarcar
de alumno junto a mi amigo Rafael Moreno) sino que estaba disfrutando de unas
plácidas vacaciones, cuando de sopetón me encuentro con mi viejo amigo Blas al
que hacia infinidad de tiempo que no veía, ya que por vivir en Bélgica
rara vez solía venir por Málaga de
vacaciones. Fue mucha la alegría de verlo después de tantos años; él ya había
cumplido con creces su vida profesional embarcado en la Campsa y desde entonces
se dedicaba a lo que muchos malagueños en las mismas condiciones: Pasear por el
parque.
Fue
entonces cuando me puso al corriente que solían reunirse en la cafetería
SOLYMAR los Jueves unos cuantos compañeros de profesión, entre los que se
encontraban, Antonio Hernández (el promotor), Miguel Casas, Ángel Cilveti,
Joaquín Jurado, Pedro Bosch y algunos
más cuyos nombres no recuerdo, que formaban la vieja guardia de los marinos
mercantes que residían en Málaga una vez jubilados y que por lo tanto ya se
encontraban cobrando del Erario Público.
Durante mi
estancia en Málaga asistí a varias reuniones, dándome a conocer y conociendo al
mismo tiempo al por entonces pequeño grupo que lo integraban, que salvo Casas y
Archivel para mí resultaban caras
completamente desconocidas. Las reuniones eran muy amenas, solían durar dos
horas, se hablaba de todo un poco incluyendo, naturalmente, temas profesionales;
al final, Antonio Hernández pedía la cuenta de lo consumido y tras hacer la
prueba del nueve ajustaba lo que cada cual tenía que pagar, se pagaba y cada mochuelo a su olivo hasta el
jueves siguiente, así de fácil.
Yo me
incorporé nuevamente a mi trabajo y hasta 1988 en que engrosé la lista de
jubilados, cada una de mis vacaciones solía hacer visitas esporádicas, para
saludar al grupo y ver cómo iba aumentando el número de miembros. En el
intervalo transcurrido entre 1983 y 1988, se habían producido algunas
variaciones, especialmente dos: la primera que las reuniones ya no se celebraban
en la cafetería Solymar y la segunda que el grupo había sido bautizado con el
nombre de “Desguace”. El nuevo lugar de reunión era en el bar de la casa de botes del Club Mediterráneo. Todo
ello según tengo entendido a propuesta de Rafael de la Cámara, marino de
profesión y por aquel entonces empleado de la Junta de obras del Puerto. La
propuesta fue aceptada porque el lugar era más idóneo y el nombre de “Desguace”
además de ser ingenioso resultaba más acorde con nuestra situación profesional,
de cualquier forma aquello seguía siendo un grupo de amigos que se reunían los
jueves para pasar un rato agradable y sin otras miras, ya que el promotor
convertido ahora en Presidente, Antonio Hernández, era completamente reacio a
cualquier cambio que pudiese alterar la forma de ser del grupo, ni estatutos,
ni gaitas, ni nada parecido tenía cabida en su cabeza.
En 1988
también se incorporó al grupo, de forma definitiva, José A. Tentor (él también
en sus periodos de vacaciones solía asistir de forma esporádica a las reuniones,
aunque nunca tuvimos la ocasión de coincidir). Tentor y yo éramos amigos desde
nuestra infancia, ya que vivíamos muy cerca uno del otro y fuimos amigos de
correrías desde nuestra niñez y nos unía una gran amistad. Nos jubilamos el
mismo año y día. Su definitivo ingreso en el grupo supuso un cambio en el plan
recreativo del Desguace, más en plan familiar, ya que disponiendo de una gran
finca agrícola en la pedanía de Campañillas perteneciente a su familia, con
bastante frecuencia organizábamos reuniones incluidas las esposas, donde
solíamos pasar un agradable día de recreo y donde solían hacer paellas, migas, gazpachos….y
se regaba todo con bastante líquido negro. Lo pasábamos estupendamente e
incluso en ocasiones se amenizaba la fiesta con la actuación del compañero Luis
Romero tocando la guitarra.
Esperando la paella
Sin tener
muy en cuenta el orden cronológico, sigo con mi relato comentando que se fueron
sumando nuevos “desguazados” como Julio Pineda que se jubiló después de una
dilatada vida profesional en la Compañía de Butano, Félix Ballesteros que ya llevaba en tierra algún tiempo después
de haber experimentado la navegación por el Caribe y donde según él, aprendió a
manejar el sextante con una maestría difícil de igualar. Pero Antonio Hernández
seguía haciendo la prueba del nueve todos los jueves a la hora de pagar y sin
tener en cuenta los cantos de sirena de algunos miembros que deseaban que aquel
grupo de amigos tomase una forma más oficial.
Miguel Casas, Julio Pineda, Arturo de Bonis y José A. Tentor
Con la
incorporación de Ignacio Ortega, Vicente Gómez Navas, Julio Monedero, y otros,
parece ser que Antonio Hernández comenzó a ceder en su negativa de hacer cambios.
Ignacio Ortega que procedía de la administración de Transmediterránea, donde
creo que ejerció de inspector en el puerto de Algeciras y era amante de la burocracia
y de la vida social, en principio intentó que hubiese un acercamiento con la
Peña Malaguista, cosa que no llegó a cuajar porque la mayoría no deseaba para
nada este acercamiento, todo continuaba desarrollándose de igual forma con
nuestras reuniones en la casa de botes y de vez en cuando con excursiones a la
finca de Campanillas.
Se produjo
un ingreso en el grupo que a lo largo hizo que se produjesen ciertos cambios en
los hábitos del Desguace, se trataba de Sergio Reyes, Capitán de Pesca,
prácticamente su vida profesional dedicada a la pesca del bacalao y como
añadido Cocinero Mayor del Reino. Un pequeño grupo de los que asistían a la
Casa de Botes, posteriormente se quedaban a comer en la camareta del yate “Capitán
Navarrete”, propiedad de Emilio Navarrete que ejercía de cocinero. Pero ese
grupo fue aumentando de tal forma que ya no cabían en la camareta y se optó por
poner mesas fuera junto al varadero propiedad del mismo Emilio y cuya zona era
conocida con el nombre de Chinatown. Cuando
Sergio Reyes propuso hacer una paella los segundos jueves de cada mes, aquello
fue como si tocaran a arrebato, dicho de otra manera, fue el desmadre, las
paellas estaban tan buenas que la publicidad corrió de boca en boca y hasta la
prensa gráfica hizo acto de presencia, el único que faltó a la mesa fue el
Alcalde, cosa rara en él porque suele estar en todos los eventos importantes de
la ciudad. Pero todo tiene su límite y el abuso lo hace a veces insostenible.
Fue por
aquella época cuando apareció Juan Zurita, delegado en Málaga del Apostolado
del Mar, quien nos ofreció el local del Apostolado para que efectuásemos allí
nuestras reuniones semanales. Allí nos trasladamos y allí continuó el jolgorio
de las paellas, con aumento de comensales, se alternaban con migas, con pulpo a
la gallega porque la verdad es que aparecieron cocineros de todos los rincones,
unos con más fortuna que otros a la hora de demostrar sus cualidades, aquello
fue como un anticipo del concurso de Master Chef, pero por encima de cualquier
plato predominaron las paellas inolvidables de nuestro amigo Sergio.
También el
Apostolado se nos quedó pequeño, está visto que cuando la comida es gratis,
acuden moscas de cualquier sitio, los días de paella aparecían gente que ni
siquiera conocíamos, me hacía recordar el chiste de Gila, que decía que en su
casa eran trece y un señor vestido de gris que se paseaba por el pasillo y
nadie sabía quién era.
Después de
algunos años, unas desavenencias con Juan Zurita que nos invitó a abandonar el
Apostolado, nos hizo cambiar nuevamente de ubicación, encontrándonos otra vez en la Casa de Botes durante algunos
meses, pero ya sin el jaleo de las paellas gratis y después nos trasladamos
definitivamente al Club Náutico a un local conocido con el nombre de “la
Pajarera”, donde en la actualidad permanecemos muy tranquilamente y sin
aglomeraciones. Pero cualquiera que lea mi escrito pensará que aquí solamente
hemos pensado en comer, ya hay quien lo piensa, cuando en realidad han ocurrido
muchos acontecimientos como a lo largo de tantos años suelen ocurrir en todas
las sociedades y grupos como el nuestro.
En este
momento ya no somos el Desguace, ahora somos Circulo Marítimo-Junta de
Desguace, pero como el enunciado de mi relato dice, yo solamente me limito a
narrar los acontecimientos ocurridos hasta que se cambió en Circulo Marítimo en
Marzo del 2008 y, como es fácil de comprender, en 25 años de Desguace no solo
de paellas vivió el hombre. La partida más importante corresponde al movimiento
demográfico, con las entradas y salidas del personal, para tener una idea clara
de este movimiento comentaré que yo que tenía el número 13 en la lista, en este
momento tengo el número 2 si no me equivoco y en “capilla”, todos los demás
estarán en el Reino que se hayan merecido. Precisamente el último en emprender
el vuelo ha sido Antonio Hernández que dejó su puesto de Presidente a Ignacio
Ortega, ocupando él el puesto de Comodoro hasta que le llegó su hora, y desde
aquí le doy las gracias por haber tenido la ocurrencia de formar este grupo que
llámesele como se le llame, ha servido para mantenernos en pie. Ignacio Ortega, desgraciadamente nos dejó
demasiado pronto, pero indiscutiblemente su forma de ser y de pensar supuso un
primer paso para que el Desguace fuera adquiriendo otro talante y un camino más
abierto para que su sucesor al mando del grupo, Vicente Gómez Navas se dedicase
de lleno a la transformación que intentaban dar, otro grupo de más interés
social al Desguace, ya que era firme partidario de otorgarle unos estatutos, de
permitir la entrada a personas sin necesidad de poseer titulación náutica, dada
la circunstancia de que cada día hay menos vocaciones para cursar la carrera de
Náutica. Otra de sus grandes aspiraciones era el editar un libro que recopilara
la vida profesional de los componentes del grupo. A todos estos temas se dedicó
en cuerpo y alma y hasta culminar en el cambio no cejó en su empeño y otros
muchos logros posteriores que ya no corresponden a este relato.
Al mismo
tiempo que yo he avanzado en el escalafón, otros compañeros que estaban por
detrás nos han dicho adiós para siempre, para mí la perdida más significativa
ha sido la de José A. Tentor por la amistad que me unía a él desde la niñez, la
de Julio Pineda y la de Julio Monedero por su calidad humana que demostró el tiempo
que estuvo entre nosotros. Por el contrario, una incorporación muy apreciada
por mí fue la de Carlos Navarrete ya que ambos hemos dedicado casi por completo
nuestra vida profesional a la misma Compañía “Marítima del Norte” y, ya
mencioné en su momento al Rey del Bacalao, nuestro amigo y compañero Sergio
Reyes.
Todo esto
forma parte de mi vida como jubilado desde 1988 en que dejé la mar salada y que
han servido para mantenerme a flote, compartiendo mi vida a parte de la
familiar, con personas que hemos vivido en la mar con los mismos problemas y
las mismas ilusiones.
Capitán Arturo de Bonis
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