Después de desembarcar del “Rita García”
en el puerto de Valencia y de embarcar en el “Sierra Urbión” en el puerto de
Bilbao, comenzó una vida completamente nueva para mí. Como este tema trata de
América, no voy a narrar nada de los dos años que aproximadamente pasé
embarcado en el “Urbión” y el “Banderas” haciendo la línea del Norte de Europa
y África. Voy a contar a partir de mi embarque en el “Sierra María” como 1er
Oficial, con lo cual retomaba mis viajes de “Altura” y precisamente haciendo
viajes a Cuba.
No sé exactamente de quien partió la
idea, solo sé que de la noche a la mañana Marítima del Norte estableció una
línea regular con Cuba, cuando las relaciones comerciales parecían
completamente cortadas debido al bloqueo impuesto por los norteamericanos. El
“Sierra Madre”, el “Sierra María” y el “Sierra Andía” fueron los tres buques
escogidos por la Compañía para cubrir esa línea que -a juzgar por los
principios- auguraba un éxito económico total, ya que éramos la única compañía
española que mantenía contacto comercial
con la isla. La mercancía a transportar era mucha y los fletes muy elevados,
los dos elementos necesarios para que el tráfico fuera considerado un “CHOLLO”.
Recuerdo perfectamente que en La Habana había un judío que parecía manejar todo
el cotarro. Cuando llegábamos ya tenía una lista con las personas a las cuales
había que pasarle invitación para las recepciones que se daban a bordo, y que
los capitanes tenían orden de la Compañía de no escatimar en gastos. Muchos
huevos tendría que dar la gallina, y si eran de oro mejor que mejor.
Yo efectué tres viajes redondos. El
primero bajo el mando del Capitán D. Pedro Ibargurengoitia y los dos siguientes con el Capitán D. José
Manuel Echevarría. Nosotros transportábamos carga general en el más amplio
sentido de la palabra. Desde ajos hasta coches Pegasos (por dar nombres que
demuestran la diversidad del cargamento) y regresábamos a España con
completos de azúcar y tabaco para
diferentes puertos españoles.
Como menciono anteriormente, nuestras
llegadas a La Habana iban siempre acompañadas de recepciones a bordo. Por lo
visto había muchísima gente a la que mantener contenta. Todo esto se preparaba
en la cubierta de botes, para lo cual había sido preparada con anterioridad
zallando los botes hacía el exterior.
Nuestra ruta hacia La Habana, salvo por
razones meteorológicas siempre se hacía recalando en Abaco para abocar el canal
de la Providencia, después navegábamos pegados a la costa de Florida y desde allí arrumbábamos a La Habana. Pero
tres días antes de nuestra recalada en Abaco ya estaban allí los submarinos
norteamericanos y los aviones de reconocimiento dando el coñazo no exento de
algunos sobresaltos. Al final a todo se acostumbraba uno, pero demuestra hasta
qué punto nos tenían controlados y por consiguiente lo mucho que estuvieron
implicados en el ataque que sufrió el “Sierra Aránzazu”.
El "Sierra Aránzazu" después del ataque
De nuestra estancia en puerto, hay
bastantes cosas que contar, buenas, malas y regulares. Entre las buenas, pues
que en La Habana se pasaba estupendamente a pesar de todos los inconvenientes
porque el mercado negro funcionaba muy bien a pesar de los controles existentes.
Un claro ejemplo: Al salir del puerto en la aduana casi te dejaban en cueros,
te controlaban hasta los tacones de los zapatos. Anotaban si salías con una
cadena de oro y un sinfín de requisitos más. Sobre todo si te tocaba en suerte
un aduanero chino que Dios lo tenga en su santa gloria (¡que mala leche tenía y
como se ensañaba con los españoles!). Por el contrario, te dejaban sacar dos
paquetes de cigarrillos americanos que te los quitaban de las manos en
cualquier bar de los muchos que existían frente al puerto. Con lo que te
pagaban ya tenías suficiente para hacer una visita al famoso “Floridita” y
tomarte un Daiquiri y podías pasar la
noche en el mejor cabaret del mundo viendo actuar a unas mulatas
despampanantes; por diez dólares tenías derecho a una botella de ron y todas
las Coca-Colas que fueran necesarias. Que más podías desear. Por otra parte no
había problema en conseguir todo el dinero que quisieras a pagar en España al cambio de siete pesetas
el peso, ellos le daban en la isla el mismo valor que si fuese un dólar. Lo
único a tener muy en cuenta era no volver a bordo con más dinero del que
declaraste al salir.
Entre las cosas malas: Ver como parte de
la mercancía que descargabas, después de pasar por un almacén intermedio se
volvía a cargar en algún barco ruso que se encontraba en un espigón contiguo.
Eso resultaba lamentable, incluso doloroso comprobar en la mierda tan grande
que era todo el comercio. Nuestra llegada a la isla era esperada
impacientemente por algunos sectores comerciales, especialmente por el
cervecero que a menudo quedaba paralizado por la falta de corcho, de esos
corchos redonditos que se solía poner en los tapones de chapas de las cervezas
para aguantar la presión en los botellines. Desde mi primera llegada en el
“Rita García”, casi dos años antes, el ambiente había cambiado muchísimo, el
comunismo se había implantado completamente y faltaba de casi todo en la ciudad.
Un día que salí con el Capitán Ibargurengoitia, nos sentamos en una terraza y
preguntamos por varias bebidas refrescantes que nos fueron negadas, finalmente
el camarero nos informó que podíamos quedarnos sentados consumiendo un vaso de
agua que era lo único que nos podía servir. A través de mi familia sabía que la
situación había empeorado mucho y muchos de ellos habían tomado la de Villa
Diego.
Nuestros viajes a Cuba solamente tenían
un inconveniente: Las comunicaciones no eran las más idóneas. La Compañía había
dotado a los buques que hacían la línea de una estación de radiotelegrafía y
del correspondiente oficial para su manejo, pero el resultado (nunca se supo la
razón) resultaba muy negativo, hasta tal punto, que a nuestro radiotelegrafista
lo bautizamos con el nombre de “BELINDA”, la sordomuda de la famosa película
porque ni transmitía, ni recibía nada o muy poco.
Yo realicé dos viajes más con el Sierra
María, éstos con el Capitán D. José
Manuel Echevarría,; nada digno de mención que se diferenciaran de los
anteriores, salvo que en el último tomamos un cargamento completo de azúcar con
destino al puerto de Melilla. Al día siguiente de salir de puerto escuchamos
unos golpes procedentes de la bodega. Cuando la abrimos nos encontramos con un
polizón que resultó ser el aguador que había estado suministrando agua a los
estibadores. El Capitán tomó la determinación de regresar a puerto para hacer
entrega a las autoridades del polizón encontrado. Yo desembarqué al finalizar
el viaje redondo porque -una vez conseguido los días de Altura que me faltaban-
estaba en condiciones de poder obtener el título de Capitán.
Me encontraba en Madrid haciendo el
correspondiente cursillo, cuando se recibió la noticia del ataque sufrido por
el “Sierra Aránzazu”, nuevo buque incorporado a la línea de Cuba y que
casualmente iba comandado por el Sr. Ibargurengoitia, uno de los tres
fallecidos por el ataque perpetrado por los anticastristas con el beneplácito
de los norteamericanos ya que se encontraban muy cerca de la base de Guantánamo.
El ataque al "Sierra Aránzazu" en la prensa
Deseo incluir en este tema mis dos
primeros viajes realizados a América del Sur, ya como Capitán y muchísimo antes
de que comenzase a cruzar el Atlántico cargado de atunes o en lastre para
cargar merluza o marisco en los puertos argentinos y chileno. Después de
obtener mi título de Capitán en Febrero de 1965, embarque como 1erOficial en el
“Sierra Aramo”. Aquí solamente permanecí un mes
ya que en Mayo la Compañía consideró que tenía toda la confianza en mi
persona como profesional y me concedió el mando del “Sierra Blanca”. Después de
casi dos años embarcado en diferentes buques haciendo la línea del Norte de
Europa con Marruecos, fui llamado por la Compañía para hacerme cargo de “Sierra
Urbión”, buque que ya conocía de anteriores embarques. La verdad es que para mí
fue una sorpresa bastante grata por la confianza que eso representaba, ya que
el “Sierra Urbión” había sido designado para hacer un transporte especial de
maquinaria. Se había firmado un contrato para suministrar dos plantas: una de
cemento para Argentina y otra de azúcar para Uruguay.
Antes de iniciar estos viajes, el buque
fue sometido a una reparación especial en el puerto de Gijón en cuanto a
máquina se refiere. Para mí, la máxima preocupación era el tema de las
comunicaciones. Aun recordaba la malísima experiencia que tuvimos con los
viajes a Cuba. Esta vez no se optó por poner una estación de radiotelegrafía, sino
por dotar de una estación de onda corta de telefonía. Montaron un “Furuno”
contra el que tuve que luchar de forma denodada para salir airoso. Solamente
era posible conseguir comunicación con Pozuelo del Rey durante las amanecidas
debido a la baja potencia del aparato, pero se consiguió a base de tesón y
constancia tener comunicación casi a diario con Madrid.
El embarque de la maquinaria tuvo lugar
en diferentes puertos, que yo recuerde en Gijón, Barcelona y Málaga. La estiba
fue trabajosa y penosa ya que se trataba de muchas piezas dispares y gran tamaño,
algunas de mucho peso, lo que nos obligó a hacer escala en Puerto Belgrano,
base militar argentina, único puerto que contaba con grúas potentes para
desembarcar algunas piezas. Cuando iniciamos el viaje, la verdad es que daba un
poco de “repeluco”. Salimos cargados hasta la perilla, la estabilidad era la
correcta según los cálculos efectuados, pero resultaba impresionante ver esas
piezas enormes cargadas sobre la cubierta, que fueron trincadas por un equipo
especializado contratado expresamente para tal cometido. Pero los marinos
sabemos sobradamente como se juega la mar en determinados momentos y al “Sierra
Urbión” no le sobraban metros de eslora
para cruzar el Atlántico en aquellas condiciones. Había sido elegido por la
Compañía por disponer de bodegas con gran abertura de escotilla, cosa que
facilitaba mucho la estiba de las grandes piezas.
M/N "Sierra Urbión"
Hicimos escala en Las Palmas para
rellenar de combustible, y recuerdo las palabras del Práctico dichas con cierta
tono de sorna: “A dónde vais con todo eso”. El viaje se desarrollaba sin
novedad, pero a partir de las islas de Cabo Verde tuvimos concierto de grillos
durante el resto del viaje, ya que una nube negra (que resultaron ser grillos)
se posó en el buque entre toda la maquinaria y fue imposible hacerles callar
por mucha agua que mi amigo Eusebio Rodríguez (q.e.p.d.) 1er Oficial, empleaba
todos los días intentando que se fueran o que se ahogaran.
La peor parte del viaje nos tocó cuando
navegábamos por el Golfo de Santa Catalina, en la costa brasileña, nos pegó un
julepe de padre y muy señor mío, no es que el tiempo fuera muy duro, un barco
de más porte no hubiera tenido ningún problema. Pero El “Urbión” además de
pequeño tenía un inconveniente. El timón se movía eléctricamente. En el puente
no existía la clásica rueda de timón sino dos pulsadores que a veces y debido
al propio uso creaba carboncillo que impedía hacer un contacto e impedía que
todo el sistema de contactares funcionase
y el timón no obedecía, con lo cual muchas veces quedábamos sin gobierno
y los guantazos lo mismo lo recibíamos por babor que por estribor. Cuando se
navegaba por ríos o a la entrada y salida de puerto, se ponía a un hombre en la
sala de contactores para evitar cualquier eventualidad. Pero en mar abierta
asumíamos el riesgo ya que era imposible mantener la guardia las 24 horas del
día.
Todo mal tiempo tiene sus días contados y
nosotros pudimos continuar viaje hasta Puerto Belgrano, donde una vez
descargadas las piezas más pesadas zarpamos de aquella base militar de triste
recuerdo con destino al puerto de Buenos Aires para finalizar la descarga. La
primera vez que navegaba por el Rio de
la Plata rumbo a la ciudad del Tango. Lo que nunca me podía imaginar es que un
país como Argentina, que los españoles e italianos lo habíamos tenido siempre
en nuestras mentes como país de acogida y de prosperidad, no se diferenciaba en
nada a cualquier país africano a la hora de que las autoridades nos pasasen la
clásica visita de sanidad y de aduana. Aquello fue un verdadero saqueo en pleno
rio, donde se cambiaban los Prácticos y se pasaba la visita de las autoridades.
Y ya que hablo de este escabroso tema, antes de marcharme al otro barrio, y
recordando las palabras que hace muchos años me dijo un oficial de la aduana en
el puerto de Bilbao: “Que para los ojos de la aduana, todos los marinos éramos
unos contrabandistas mientras no se demostrase lo contrario”. Yo, hoy después
de muchos años también puedo afirmar que no he visitado puerto en todo el
mundo, donde algunos miembros del cuerpo de aduanas no estuviesen implicados en
asuntos de contrabando, si el pecado no existe, tampoco existirían los
pecadores.
La descarga en Buenos Aires se efectuó
con normalidad, allí desembarcaron también los grillos que aún quedaban y me
imagino que aprenderían a cantar tangos en las noches porteñas. La verdad es
que una gran ciudad como Buenos Aires no se puede conocer en pocos días, nos
limitamos a visitar el centro de la ciudad , a degustar algunas churrascadas y
sorprendentemente comprobamos que un día a la semana no se podía consumir carne
de vacuno. De aquí zarpamos para el puerto de Necochea, donde tomamos un
cargamento completo de speller de lino para un puerto francés de la Normandía.
Los acontecimientos ocurridos en el puerto de Necochea , quedaron reflejados en
el libro Mil Años de Mar y sería mucho alargar el tema volviendo a repetirlos
aquí, además eran anécdotas que nada tienen que ver con la navegación.
Ya nos encontramos nuevamente en Sudamérica,
después de descargar en Normandía regresamos a España para volver a cargar la
maquinaria pero esta vez para el puerto uruguayo de Paysandú. En Este viaje no
hubo invasión de grillos ni tuvimos mal tiempo en el golfo de Santa Catalina.
Todo fue mucho más relajado durante el viaje. La parte adversa del viaje tuvo
lugar después de haber descargado en Paysandú, navegando por el rio Uruguay, el
que separa Argentina de Uruguay y con los dos Prácticos preceptivos a bordo,
embarrancamos en el rio; según los Prácticos el motivo fue a que había una boya
desplazada, también pudiera ser a que fuese motivado por un despiste mientras
que se preparaban el mate que no se lo quitaban de la boca. Resultado: nos quedamos clavados en una
especie de hoyo y que por mucha máquina que dábamos atrás no lográbamos salir.
Como los remolcadores argentinos y uruguayos no llegaban a ponerse de acuerdo
de a quien correspondía venir para darnos el tirón. Nos preparamos para
intentarlo nuevamente nosotros aprovechando la próxima pleamar. Fondeamos las
dos anclas con la ayuda de los puntales de popa, para que trabajasen de codera.
En el momento preciso empezamos a virar las dos anclas al mismo tiempo que dábamos
toda máquina atrás y metíamos el timón a banda y banda y de esa forma logramos
salir de la embarrancada. En este momento deseo tener unas palabras de recuerdo
para el ler Oficial D. Francisco Neira que trabajó de forma encomiable durante
toda la maniobra. Entramos en Montevideo para dejar los Prácticos de rio y
aprovechamos para revisar los fondos y una vez comprobado que no había novedad
emprendimos regreso a España donde el Sierra Urbión se incorporó a su línea
habitual del Norte de Europa y yo volví a embarcar en la flota frigorífica, con
lo cual doy por terminado el presente tema.
Capitán Arturo de Bonis.
Después de desembarcar del “Rita García”
en el puerto de Valencia y de embarcar en el “Sierra Urbión” en el puerto de
Bilbao, comenzó una vida completamente nueva para mí. Como este tema trata de
América, no voy a narrar nada de los dos años que aproximadamente pasé
embarcado en el “Urbión” y el “Banderas” haciendo la línea del Norte de Europa
y África. Voy a contar a partir de mi embarque en el “Sierra María” como 1er
Oficial, con lo cual retomaba mis viajes de “Altura” y precisamente haciendo
viajes a Cuba.
No sé exactamente de quien partió la
idea, solo sé que de la noche a la mañana Marítima del Norte estableció una
línea regular con Cuba, cuando las relaciones comerciales parecían
completamente cortadas debido al bloqueo impuesto por los norteamericanos. El
“Sierra Madre”, el “Sierra María” y el “Sierra Andía” fueron los tres buques
escogidos por la Compañía para cubrir esa línea que -a juzgar por los
principios- auguraba un éxito económico total, ya que éramos la única compañía
española que mantenía contacto comercial
con la isla. La mercancía a transportar era mucha y los fletes muy elevados,
los dos elementos necesarios para que el tráfico fuera considerado un “CHOLLO”.
Recuerdo perfectamente que en La Habana había un judío que parecía manejar todo
el cotarro. Cuando llegábamos ya tenía una lista con las personas a las cuales
había que pasarle invitación para las recepciones que se daban a bordo, y que
los capitanes tenían orden de la Compañía de no escatimar en gastos. Muchos
huevos tendría que dar la gallina, y si eran de oro mejor que mejor.
Yo efectué tres viajes redondos. El
primero bajo el mando del Capitán D. Pedro Ibargurengoitia y los dos siguientes con el Capitán D. José
Manuel Echevarría. Nosotros transportábamos carga general en el más amplio
sentido de la palabra. Desde ajos hasta coches Pegasos (por dar nombres que
demuestran la diversidad del cargamento) y regresábamos a España con
completos de azúcar y tabaco para
diferentes puertos españoles.
Como menciono anteriormente, nuestras
llegadas a La Habana iban siempre acompañadas de recepciones a bordo. Por lo
visto había muchísima gente a la que mantener contenta. Todo esto se preparaba
en la cubierta de botes, para lo cual había sido preparada con anterioridad
zallando los botes hacía el exterior.
Nuestra ruta hacia La Habana, salvo por
razones meteorológicas siempre se hacía recalando en Abaco para abocar el canal
de la Providencia, después navegábamos pegados a la costa de Florida y desde allí arrumbábamos a La Habana. Pero
tres días antes de nuestra recalada en Abaco ya estaban allí los submarinos
norteamericanos y los aviones de reconocimiento dando el coñazo no exento de
algunos sobresaltos. Al final a todo se acostumbraba uno, pero demuestra hasta
qué punto nos tenían controlados y por consiguiente lo mucho que estuvieron
implicados en el ataque que sufrió el “Sierra Aránzazu”.
El "Sierra Aránzazu" después del ataque
De nuestra estancia en puerto, hay
bastantes cosas que contar, buenas, malas y regulares. Entre las buenas, pues
que en La Habana se pasaba estupendamente a pesar de todos los inconvenientes
porque el mercado negro funcionaba muy bien a pesar de los controles existentes.
Un claro ejemplo: Al salir del puerto en la aduana casi te dejaban en cueros,
te controlaban hasta los tacones de los zapatos. Anotaban si salías con una
cadena de oro y un sinfín de requisitos más. Sobre todo si te tocaba en suerte
un aduanero chino que Dios lo tenga en su santa gloria (¡que mala leche tenía y
como se ensañaba con los españoles!). Por el contrario, te dejaban sacar dos
paquetes de cigarrillos americanos que te los quitaban de las manos en
cualquier bar de los muchos que existían frente al puerto. Con lo que te
pagaban ya tenías suficiente para hacer una visita al famoso “Floridita” y
tomarte un Daiquiri y podías pasar la
noche en el mejor cabaret del mundo viendo actuar a unas mulatas
despampanantes; por diez dólares tenías derecho a una botella de ron y todas
las Coca-Colas que fueran necesarias. Que más podías desear. Por otra parte no
había problema en conseguir todo el dinero que quisieras a pagar en España al cambio de siete pesetas
el peso, ellos le daban en la isla el mismo valor que si fuese un dólar. Lo
único a tener muy en cuenta era no volver a bordo con más dinero del que
declaraste al salir.
Entre las cosas malas: Ver como parte de
la mercancía que descargabas, después de pasar por un almacén intermedio se
volvía a cargar en algún barco ruso que se encontraba en un espigón contiguo.
Eso resultaba lamentable, incluso doloroso comprobar en la mierda tan grande
que era todo el comercio. Nuestra llegada a la isla era esperada
impacientemente por algunos sectores comerciales, especialmente por el
cervecero que a menudo quedaba paralizado por la falta de corcho, de esos
corchos redonditos que se solía poner en los tapones de chapas de las cervezas
para aguantar la presión en los botellines. Desde mi primera llegada en el
“Rita García”, casi dos años antes, el ambiente había cambiado muchísimo, el
comunismo se había implantado completamente y faltaba de casi todo en la ciudad.
Un día que salí con el Capitán Ibargurengoitia, nos sentamos en una terraza y
preguntamos por varias bebidas refrescantes que nos fueron negadas, finalmente
el camarero nos informó que podíamos quedarnos sentados consumiendo un vaso de
agua que era lo único que nos podía servir. A través de mi familia sabía que la
situación había empeorado mucho y muchos de ellos habían tomado la de Villa
Diego.
Nuestros viajes a Cuba solamente tenían
un inconveniente: Las comunicaciones no eran las más idóneas. La Compañía había
dotado a los buques que hacían la línea de una estación de radiotelegrafía y
del correspondiente oficial para su manejo, pero el resultado (nunca se supo la
razón) resultaba muy negativo, hasta tal punto, que a nuestro radiotelegrafista
lo bautizamos con el nombre de “BELINDA”, la sordomuda de la famosa película
porque ni transmitía, ni recibía nada o muy poco.
Yo realicé dos viajes más con el Sierra
María, éstos con el Capitán D. José
Manuel Echevarría,; nada digno de mención que se diferenciaran de los
anteriores, salvo que en el último tomamos un cargamento completo de azúcar con
destino al puerto de Melilla. Al día siguiente de salir de puerto escuchamos
unos golpes procedentes de la bodega. Cuando la abrimos nos encontramos con un
polizón que resultó ser el aguador que había estado suministrando agua a los
estibadores. El Capitán tomó la determinación de regresar a puerto para hacer
entrega a las autoridades del polizón encontrado. Yo desembarqué al finalizar
el viaje redondo porque -una vez conseguido los días de Altura que me faltaban-
estaba en condiciones de poder obtener el título de Capitán.
Me encontraba en Madrid haciendo el
correspondiente cursillo, cuando se recibió la noticia del ataque sufrido por
el “Sierra Aránzazu”, nuevo buque incorporado a la línea de Cuba y que
casualmente iba comandado por el Sr. Ibargurengoitia, uno de los tres
fallecidos por el ataque perpetrado por los anticastristas con el beneplácito
de los norteamericanos ya que se encontraban muy cerca de la base de Guantánamo.
El ataque al "Sierra Aránzazu" en la prensa
Deseo incluir en este tema mis dos
primeros viajes realizados a América del Sur, ya como Capitán y muchísimo antes
de que comenzase a cruzar el Atlántico cargado de atunes o en lastre para
cargar merluza o marisco en los puertos argentinos y chileno. Después de
obtener mi título de Capitán en Febrero de 1965, embarque como 1erOficial en el
“Sierra Aramo”. Aquí solamente permanecí un mes
ya que en Mayo la Compañía consideró que tenía toda la confianza en mi
persona como profesional y me concedió el mando del “Sierra Blanca”. Después de
casi dos años embarcado en diferentes buques haciendo la línea del Norte de
Europa con Marruecos, fui llamado por la Compañía para hacerme cargo de “Sierra
Urbión”, buque que ya conocía de anteriores embarques. La verdad es que para mí
fue una sorpresa bastante grata por la confianza que eso representaba, ya que
el “Sierra Urbión” había sido designado para hacer un transporte especial de
maquinaria. Se había firmado un contrato para suministrar dos plantas: una de
cemento para Argentina y otra de azúcar para Uruguay.
Antes de iniciar estos viajes, el buque
fue sometido a una reparación especial en el puerto de Gijón en cuanto a
máquina se refiere. Para mí, la máxima preocupación era el tema de las
comunicaciones. Aun recordaba la malísima experiencia que tuvimos con los
viajes a Cuba. Esta vez no se optó por poner una estación de radiotelegrafía, sino
por dotar de una estación de onda corta de telefonía. Montaron un “Furuno”
contra el que tuve que luchar de forma denodada para salir airoso. Solamente
era posible conseguir comunicación con Pozuelo del Rey durante las amanecidas
debido a la baja potencia del aparato, pero se consiguió a base de tesón y
constancia tener comunicación casi a diario con Madrid.
El embarque de la maquinaria tuvo lugar
en diferentes puertos, que yo recuerde en Gijón, Barcelona y Málaga. La estiba
fue trabajosa y penosa ya que se trataba de muchas piezas dispares y gran tamaño,
algunas de mucho peso, lo que nos obligó a hacer escala en Puerto Belgrano,
base militar argentina, único puerto que contaba con grúas potentes para
desembarcar algunas piezas. Cuando iniciamos el viaje, la verdad es que daba un
poco de “repeluco”. Salimos cargados hasta la perilla, la estabilidad era la
correcta según los cálculos efectuados, pero resultaba impresionante ver esas
piezas enormes cargadas sobre la cubierta, que fueron trincadas por un equipo
especializado contratado expresamente para tal cometido. Pero los marinos
sabemos sobradamente como se juega la mar en determinados momentos y al “Sierra
Urbión” no le sobraban metros de eslora
para cruzar el Atlántico en aquellas condiciones. Había sido elegido por la
Compañía por disponer de bodegas con gran abertura de escotilla, cosa que
facilitaba mucho la estiba de las grandes piezas.
M/N "Sierra Urbión"
Hicimos escala en Las Palmas para
rellenar de combustible, y recuerdo las palabras del Práctico dichas con cierta
tono de sorna: “A dónde vais con todo eso”. El viaje se desarrollaba sin
novedad, pero a partir de las islas de Cabo Verde tuvimos concierto de grillos
durante el resto del viaje, ya que una nube negra (que resultaron ser grillos)
se posó en el buque entre toda la maquinaria y fue imposible hacerles callar
por mucha agua que mi amigo Eusebio Rodríguez (q.e.p.d.) 1er Oficial, empleaba
todos los días intentando que se fueran o que se ahogaran.
La peor parte del viaje nos tocó cuando
navegábamos por el Golfo de Santa Catalina, en la costa brasileña, nos pegó un
julepe de padre y muy señor mío, no es que el tiempo fuera muy duro, un barco
de más porte no hubiera tenido ningún problema. Pero El “Urbión” además de
pequeño tenía un inconveniente. El timón se movía eléctricamente. En el puente
no existía la clásica rueda de timón sino dos pulsadores que a veces y debido
al propio uso creaba carboncillo que impedía hacer un contacto e impedía que
todo el sistema de contactares funcionase
y el timón no obedecía, con lo cual muchas veces quedábamos sin gobierno
y los guantazos lo mismo lo recibíamos por babor que por estribor. Cuando se
navegaba por ríos o a la entrada y salida de puerto, se ponía a un hombre en la
sala de contactores para evitar cualquier eventualidad. Pero en mar abierta
asumíamos el riesgo ya que era imposible mantener la guardia las 24 horas del
día.
Todo mal tiempo tiene sus días contados y
nosotros pudimos continuar viaje hasta Puerto Belgrano, donde una vez
descargadas las piezas más pesadas zarpamos de aquella base militar de triste
recuerdo con destino al puerto de Buenos Aires para finalizar la descarga. La
primera vez que navegaba por el Rio de
la Plata rumbo a la ciudad del Tango. Lo que nunca me podía imaginar es que un
país como Argentina, que los españoles e italianos lo habíamos tenido siempre
en nuestras mentes como país de acogida y de prosperidad, no se diferenciaba en
nada a cualquier país africano a la hora de que las autoridades nos pasasen la
clásica visita de sanidad y de aduana. Aquello fue un verdadero saqueo en pleno
rio, donde se cambiaban los Prácticos y se pasaba la visita de las autoridades.
Y ya que hablo de este escabroso tema, antes de marcharme al otro barrio, y
recordando las palabras que hace muchos años me dijo un oficial de la aduana en
el puerto de Bilbao: “Que para los ojos de la aduana, todos los marinos éramos
unos contrabandistas mientras no se demostrase lo contrario”. Yo, hoy después
de muchos años también puedo afirmar que no he visitado puerto en todo el
mundo, donde algunos miembros del cuerpo de aduanas no estuviesen implicados en
asuntos de contrabando, si el pecado no existe, tampoco existirían los
pecadores.
La descarga en Buenos Aires se efectuó
con normalidad, allí desembarcaron también los grillos que aún quedaban y me
imagino que aprenderían a cantar tangos en las noches porteñas. La verdad es
que una gran ciudad como Buenos Aires no se puede conocer en pocos días, nos
limitamos a visitar el centro de la ciudad , a degustar algunas churrascadas y
sorprendentemente comprobamos que un día a la semana no se podía consumir carne
de vacuno. De aquí zarpamos para el puerto de Necochea, donde tomamos un
cargamento completo de speller de lino para un puerto francés de la Normandía.
Los acontecimientos ocurridos en el puerto de Necochea , quedaron reflejados en
el libro Mil Años de Mar y sería mucho alargar el tema volviendo a repetirlos
aquí, además eran anécdotas que nada tienen que ver con la navegación.
Ya nos encontramos nuevamente en Sudamérica,
después de descargar en Normandía regresamos a España para volver a cargar la
maquinaria pero esta vez para el puerto uruguayo de Paysandú. En Este viaje no
hubo invasión de grillos ni tuvimos mal tiempo en el golfo de Santa Catalina.
Todo fue mucho más relajado durante el viaje. La parte adversa del viaje tuvo
lugar después de haber descargado en Paysandú, navegando por el rio Uruguay, el
que separa Argentina de Uruguay y con los dos Prácticos preceptivos a bordo,
embarrancamos en el rio; según los Prácticos el motivo fue a que había una boya
desplazada, también pudiera ser a que fuese motivado por un despiste mientras
que se preparaban el mate que no se lo quitaban de la boca. Resultado: nos quedamos clavados en una
especie de hoyo y que por mucha máquina que dábamos atrás no lográbamos salir.
Como los remolcadores argentinos y uruguayos no llegaban a ponerse de acuerdo
de a quien correspondía venir para darnos el tirón. Nos preparamos para
intentarlo nuevamente nosotros aprovechando la próxima pleamar. Fondeamos las
dos anclas con la ayuda de los puntales de popa, para que trabajasen de codera.
En el momento preciso empezamos a virar las dos anclas al mismo tiempo que dábamos
toda máquina atrás y metíamos el timón a banda y banda y de esa forma logramos
salir de la embarrancada. En este momento deseo tener unas palabras de recuerdo
para el ler Oficial D. Francisco Neira que trabajó de forma encomiable durante
toda la maniobra. Entramos en Montevideo para dejar los Prácticos de rio y
aprovechamos para revisar los fondos y una vez comprobado que no había novedad
emprendimos regreso a España donde el Sierra Urbión se incorporó a su línea
habitual del Norte de Europa y yo volví a embarcar en la flota frigorífica, con
lo cual doy por terminado el presente tema.
Capitán Arturo de Bonis.
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