Recordando………… a la “Astur Line”
Deseo aclarar en primer lugar qué, todo cuanto yo pueda escribir en el blog del Circulo Marítimo ya ha sido narrado en el libro Mil Años de Mar, si bien, los temas podrán tener un desarrollo más extenso debido a la libertad de espacio del que ahora puedo disponer, y como mi querido amigo Carlos Navarrete me brinda la oportunidad de hacerlo y a mí me gusta recordar tiempos pasados que tanto significaron en mi vida, pues aquí estoy nuevamente para hurgar en el baúl de los recuerdos.
Como esta narración puede ser leída por personas de cualquier edad, ajenas al mundillo marítimo ,creo necesario aclarar que la Astur Line, no es ni más ni menos, el nombre que los marinos que estábamos embarcados en buques que transportaban carbón, llamados comúnmente Carboneros, le dábamos a la flota que se dedicaba al transporte de dicha mercancía, desde los puertos asturianos de Gijón, Avilés y San Esteban de Pravia al resto de la península española, bien para ser utilizado en altos hornos o para el consumo del ferrocarril. Nos parecía desde el punto de vista profesional más digno el de Astur Line que el de Carboneros. Yo, personalmente, permanecí embarcado en el V. Norte desde el año 1952 hasta 1961 , haciendo continuos viajes desde Gijón o Avilés a los diferentes puertos del Mediterráneo, indistintamente desde Barcelona a Málaga para suministrar los depósitos que RENFE tenía dispuestos en el litoral español. Después de nueve años dedicados al transporte de la misma mercancía, no exagero si digo que era un experto consumado en esta especialidad de cargamento y que podría saber más que cualquier ingeniero de minas. Fueron muchísimos vagones los que vi embarcar en las bodegas del Norte de diferentes clases de carbón y procedentes de diferentes minas de la cuenca asturiana para saber distinguir de que iba la cosa.
El V.Norte era un barco viejo, de construcción inglesa, cuando yo pisé su cubierta por primera vez ya tenía 64 años, entre lo que se cargaba en sus bodegas y lo que se metía en las carboneras se cargaban 5000 Tns aproximadamente, en navegación se consumían 24 tns por singladura, labor que efectuaban seis fogoneros y tres paleros. La tripulación estaba formada de 36 tripulantes y como dato curioso quiero reseñar antes de que se me olvide, que la nómina que se pagaba cada mes ascendía a 60.000 ptas incluidas cargas familiares.
El Norte era lo que vulgarmente los marinos denominamos "Candray", era un barco viejo donde no existía otra cosa que la Magistral en el puente alto y la de Gobierno en la caseta de gobierno, ninguna otra ayuda a la navegación exceptuando un sextante y un cronometro, más o menos como todos los carboneros que en aquella época frecuentábamos los puertos asturianos, incluso llegué a mirar con envidia a los que tenían gonio. Embarqué como Alumno de Náutica y mi camarote estaba ubicado junto a la Cámara de Oficiales en la toldilla de popa, era una cámara preciosa, de madera noble y el tiempo parecía no hacer mella en ella; por el contrario la cubierta de la toldilla era un verdadero desastre, se encontraba en muy malas condiciones y cuando llovía el agua entraba a raudales, el techo lo tenía lleno de latitas de leche condensada para recoger el agua que penetraba y muchas veces dormí con un cubo entre el vientre y las piernas escuchando el caer de las gotas, pero a los 19 años nada de esto te quita el sueño y la ilusión de estar cumpliendo con lo que tanto habías deseado : Navegar.
El Musel (puerto de Gijón) era y es el principal puerto de Asturias, situado al este de cabo Peñas que le da resguardo de los temporales del oeste, pero no lo suficiente en aquella época antes de prolongar los espigones, para evitar en caso de muy mal tiempo, la temida resaca que tantas horas de sueño nos quitó a los marinos que lo frecuentábamos. Qué marino de aquella época habrá podido olvidar los famosos calabrotes que se usaban durante nuestra estancia en puerto, servidos por Baltazar ( cacique en aquella época en el puerto de Gijón) y que ya a nuestra llegada nos tenían preparados sus amarradores para poder amarrar de punta en el espigón y las dos anclas fondeadas por la proa, mientras esperábamos turno y orden de carga, y que cuando eso ocurría nos dirigíamos a los puntos de atraque que nos asignaban, después de una ardua maniobra de largar calabrotes y colocarlos colgados a popa, maniobra que cuando había que efectuarla durante la noche y con mal tiempo, a los contramaestres que eran los que llevaban el trabajo más duro de la operación se les escuchaba proferir más de un improperio. Todo esto entraba dentro de los gajes del oficio, y a pesar de estas molestias e inconvenientes, los que pertenecíamos a la Astur Line preferíamos estar en Asturias y no en otros puertos porque allí considerábamos que estábamos en casa. Efectivamente, qué marino de aquella época no recuerda los chigres que había en El Musel, con especial mención para El Conchita, donde la hija del dueño siempre tenía unas palabras amables cuando nos veía entrar después de haber realizado algún viaje, y donde irremediablemente se solía terminar la velada de forma ruidosa, cantando la Riancheira ó desde Santurce a Bilbao, sin olvidar Asturias Patria Querida que para eso estábamos allí. Quien no recuerda la famosa calle Corrida, con sus numerosos cafés, por cierto uno llamado Calabrote (no recuerdo si como apodo) donde se solían reunir bastantes Capitanes y Jefes de Máquinas para contarse sus batallitas, los que todavía no habíamos logrado ese rango nos dedicábamos a romper suelas de zapatos calle arriba, calle abajo detrás de las mozas a ver si se conseguía pescar algo; recuerdo que las asturianas eran muy simpáticas y fáciles de entablar una conversación y amistad, pero recuerdo igualmente la frase que siempre tenían preparada : “no te pases niñin”. Los mejores momentos para nosotros eran en verano, cuando se podía ir a bailar a Somió Park o a cualquiera de las muchas romerías que solían haber por la zona, contando además que el buen tiempo nos permitía olvidarnos de la resaca y de los calabrotes que tanto nos coartaban durante el invierno la libertad.
Todo cuanto he narrado entraba dentro de los días que estábamos esperando turno para cargar, una vez que se recibía la orden de atraque ya cambiaba el panorama, había dos posibilidades de carga: La Renfe solía disponer de dos puntos de atraque, o bien en la zona llamada de Langreo donde se cargaba directamente de vagones de diez toneladas, y que la duración de la carga oscilaba entre cuatro y cinco días ó bien se atracaba en EL Parque, donde se solía cargar a través de cinta y entonces en 24 horas estabas listo para salir a la mar, más atención requería este último sistema pero de cualquier manera, había que estar siempre vigilante, se trabajaba de noche y de día pero no de forma continuada, ya que dependía de la llegada de los trenes directamente de la mina; Cuando había carga en el muelle, los gruistas echaban carbón sin parar, les daba igual que los barcos escorasen mucho o poco, hasta tal punto que más de una vez había que levantarse de madrugada y parar la carga, y esperar a que los estibadores llegasen al mando de su capataz que de forma eficaz los distribuía por las bodegas y a un compás lento pero seguro adrizaban el barco. Estos estibadores como los calabrotes que anteriormente mencioné, pertenecían a Baltazar y el capataz que los manejaba se llamaba Manolo Cuiñas, el trato que mantuve con él durante nueve años me hacen recordarlo casi de forma fotográfica.
Avilés (San Juan de Nieva) fue otro puerto de carga que regularmente visitábamos con el Norte, las entradas en este puerto no resultaban muy agradables cuando había mal tiempo y no el suficiente para cerrarlo, una vez dentro y si amarrabas en Raíces podías estar tranquilo porque allí se podía amarrar con dos filásticas, si tenías la mala suerte de que te atracasen en la Dársena era otro cantar debido a que la resaca cuando entraba resultaba muy peligrosa. Yo he visto romper de cuajo los calabrotes y levantar las bitas si estos aguantaban más de la cuenta, por veces la situación era angustiosa y no había más remedio que pedir Practico y cambiar de atraque.
La ciudad para el marino resultaba tan acogedora como Gijón ó incluso más, ya que al ser muchísimo más pequeña todo el mundo era conocido y todo resultaba más familiar, los marinos teníamos buen cartel socialmente hablando y el punto de encuentro en el centro fue durante mucho tiempo el café Colón, en el que solían hacer bailes los Domingos, el resto de la semana todo consistía en pasear por la plaza al igual que se hacía por la calle Corrida. Pero Avilés tuvo un antes y un después relacionado con la instalación de ENSIDESA, lo que al principio era un pueblo se fue cambiando en ciudad de una categoría económicamente superior, se abrieron cafeterías y otros lugares de ocio y los marinos teníamos la sensación de haber pasado a una categoría inferior, ya que Avilés se vió inundada por Peritos que trabajaban en Ensidesa, nosotros recuerdo que comentábamos el tema diciendo que los peritos se compraban por metros tal era el numero que había, pero para el marino siempre quedaba la oportunidad de quedarse en San Juan de Nieva donde seguían existiendo los puntos de encuentro cercanos a los barcos pero que resultaban un poco mal visto.
A San Esteban de Pravia nunca fui, debido a que el Norte era un buque de mucho calado y nunca podría completar la carga, pero por compañeros sabía que era un lugar parecido a los anteriores en cuanto a trato humano se refiere, incluso más, había las chicas Lloyd que eran conocedoras de todo el tráfico de la flota carbonera, si querías tener noticia de algún compañero bastaba con preguntarles a ella y te daban pelos y señales, me imagino que ya todo eso habrá cambiado.
Antes de finalizar mi relato, deseo decir que a pesar de todas las cosas negativas que conllevaban estar embarcado en un carbonero, fueron de los mejores años de mi vida y desde aquí deseo enviar un saludo cariñoso a cuantas personas puedan leer este recordatorio y que estén relacionados con el mismo por motivos de profesión, pienso que a pesar del tiempo transcurrido alguien puede quedar y que tenga las mismas sensaciones que yo, con todo mi afecto.
En Málaga , Diciembre de 2012 Capitán A. de Bonis