viernes, 24 de mayo de 2013



UNA …………………… DE  “UNIFORMES”
Comienzo a escribir sobre el tema de los uniformes, pero en realidad no estoy muy seguro si llegará a salir de mi ordenador camino del blog, o por el contrario, se quedará en mi carpeta almacenado, sin ser editado, simplemente como recuerdo de las horas que me paso divagando sobre dicho tema, que a decir verdad, cada vez que lo retomo lo considero más escabroso y difícil de desarrollar.
Todo empezó a bullir en mi cabeza a raíz de la publicación en el blog del Circulo Marítimo, de los galones ideados por nuestro compañero Radiomercator, no por sus ideas en sí, si no por la polémica que se ha organizado en varias ocasiones que se ha tratado del correcto o mal uso de nuestro uniforme oficial de la Marina Mercante, y que dada la gran divergencia de las opiniones emitidas, considero que será verdaderamente difícil alcanzar un consenso que sea del agrado de todos, no obstante yo voy a intentar dar mi opinión, la más ecuánime posible, y como estamos rayando casi todos los ochenta, creo que es edad suficiente como para saber aceptar las opiniones que se emiten encaminadas a desenmarañar los entuertos.
En primer lugar, para mí lo más importante de todo es, que sepamos asumir que el uniforme que llevemos puesto debería corresponder exactamente a la titulación que en su día la Administración nos concedió de acuerdo con las pruebas superadas, eso es lo verdaderamente fundamental.  Resulta si la memoria no me falla, que la Administración concede los títulos del personal de la Marina Mercante y estos títulos están refrendados por dos galones de catorce para las máximas categorías y uno de catorce para las siguientes, acompañado del correspondiente distintivo de la especialidad y para de contar, ahí se termina la cosa. Y la Administración igualmente regula los galones de siete milímetros que dicho personal deberá añadir a los anteriores de acuerdo con el cargo que el individuo desempeñe a bordo. Normalmente cada Compañía tiene su escalafón particular que se va modificando por orden de antigüedad menos el puesto de Capitán que suele ser un cargo de suma confianza y por consiguiente puede ser elegido de forma arbitraria por el Armador. Esto tiene como resultado, que si la Administración regula el uso de los galones, son las Compañías las que te los dan o te los quitan, y que si cambias de Compañía dependerá dentro de su particular escalafón el que te corresponda ostentar.  Esa es la reglamentación española y no hay que darle más vuelta de hoja. Ignoro por completo  cual será la de otros Estados, como por ejemplo Panamá.
Ahora bien, somos humanos y como humanos lo fastidiamos todo y esa es la causa de que se  tengan esas polémicas. ¡ Qué bonito es el uniforme de la Marina Mercante ¡ y cuanto más dorado se le eche encima, más bonito resulta y ese es fundamentalmente la raíz del problema. En mi modesta opinión, pienso que la edad también interviene o debería intervenir en este tema. Lógicamente la juventud tiene más razón de querer lucir un uniforme  que cualquier otro que haya tenido por obligación que ponérselo años y años para ejercer su profesión. Yo en estos momentos me encuadro en la segunda categoría.
Pero yo también he sido joven.  Cuando ingresé en la Escuela Oficial de Náutica de Cádiz aún portaba pantalón corto y cuando salí con mi flamante titulo de Alumno aún no tenía 18 años, circunstancia que me otorgaba todo el derecho a usar el uniforme correspondiente. Aquello para mi resultaba una gozada y recuerdo lo muchísimo que “fardaba” aunque solamente llevase en la bocamanga un galón dorado en su mínima expresión, pero un uniforme azul siempre ha sido resultón. Yo he cometido un pecadito contra el uso del uniforme durante mi época de Alumno. Un pecado venial diría yo. Siempre por el mismo motivo: Intentar lucir más dorado del que correspondía y recuerdo perfectamente que los Alumnos no teníamos el derecho de utilizar la gorra con el barboquejo dorado, tenía que ser de charol negro. Pues bien, en el puerto de Alicante se daba la circunstancia de que la Comandancia de Marina en aquella época se encontraba a la misma salida del puerto, y nosotros los alumnos éramos tan bisoños y tan gilipuertas, que nos quitábamos la gorra para pasar por la puerta de la Comandancia por temor a ser amonestados, ya que el barboquejo no era el correcto, ha sido mi único pecado cometido contra el debido uso del uniforme.
Tengo dos anécdotas con relación al uso del uniforme. La primera de las cuales hoy la recuerdo con una sonrisa en los labios, pero en el momento que se produjo me causó una terrible desazón ya que echaba por tierra todas mis teorías del “fardeo”.  Siendo Alumno tuve la necesidad  de desplazarme a Granada por motivos familiares. Pensé entonces que era un buen momento para mostrarme con mi flamante uniforme en la ciudad de La Alhambra, dicho y hecho. Me encontraba apurando un cigarrillo en la puerta del autobús  que tenía que trasladarme a Granada, cuando una chavala de bastante buen ver se me acercó para enseñarme su billete antes de subir porque me había confundido con el controlador de la compañía. Eso fue como recibir una buena patada que echaba por tierra toda la dignidad correspondiente al uniforme que portaba, mi cabeza recibió el impacto, fue como una jaula que se abrió de repente y salieron volando todos los pájaros que había dentro. Estuve a punto de anular el viaje. Muchos años después volví a vivir otra anécdota pero ya no tenía nada que ver con el deseo de tonteo. Me encontraba en el puerto de Gijón, la construcción del Sierra Gredos había finalizado y llegó el momento de bautizarlo. Con motivo de dicho evento la Compañía dio órdenes para que toda la oficialidad luciera unirme completamente nuevo. El tiempo que nos concedió era muy justo y en Gijón no había sastre especializado en uniformes. Nos tuvimos que confiar en la mejor sastrería que nos recomendaron, la entrega se efectuaría el día antes del evento a última hora. Nuestra sorpresa fue enorme cuando nos entregaron los uniformes, todas las indicaciones que se le habían dado al sastre no sirvieron para nada, los galones en vez de colocarlos en la bocamanga los pusieron como si fueran brazaletes. Tuvimos la gran suerte de que el 1er Maquinista era de Gijón y que su hermana era costurera, ella se pasó la noche cambiando galones a toda la oficialidad del Sierra Gredos .
Y después de contar esto ya me queda poca tinta y pocas ideas que añadir, pero vuelvo a repetir que ya no somos niños para andar con muchas tonterías de uniformes, y de cualquier forma lo suficiente mayorcito para que cada cual se vista como quiera pero con cabeza.
                                                 Capitán   A. de Bonis