sábado, 11 de enero de 2014

MIS RECUERDOS ((III)

  Como narraba en mi recordatorio anterior, desembarqué del “Rita García” en el puerto de Valencia y me trasladé a Bilbao para embarcar en el “Sierra Urbión”, moderna motonave perteneciente a la Compañía Marítima del Norte.  Llegué a Bilbao un sábado y el buque tenía prevista la llegada para el domingo al mediodía, circunstancia que aproveché para darme un garbeo por Bilbao, ciudad y puerto que solamente una vez había visitado estando embarcado en el V.”Norte” para descargar azufre.

El domingo, a la hora justa, me encontraba en el muelle de Mendizorroza para presenciar la llegada del “Sierra Urbión” y presentarme a bordo como tenía ordenado. Cuando lo vi atracado al muelle me dio un pequeño vuelco el corazón  ya que su tamaño comparado con el buque que había dejado en el puerto de Valencia era bien patente, eso sí, el “Sierra Urbión” era una motonave moderna y toda recién pintadita que entraba por los ojos.  La tarde del domingo la empleé en ponerme al tanto de  mi futuro cometido como segundo oficial, de la mano precisamente del oficial que era relevado, que por cierto me lo puso muy crudo y me hizo pensar que yo iba a durar allí menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Lo primero que me hizo saber fue que yo hacia el número trece de los segundos oficiales que habían cubierto la plaza en los dos años que el “Sierra Urbión” llevaba navegando, lo cual te hacía pensar muchísimas cosas, amén de que todo el tiempo transcurrido de mi vida profesional jamás había tocado la carga general, y ya hacía diez años que había dejado a un lado la poca teoría de estiba que se aprende cuando se estudia la carrera. Daba la coincidencia de que también embarcaba por primera vez el 1er Oficial Antón Aurre, que tampoco tenía idea de carga general ya que anteriormente había estado embarcado en la Naviera Vizcaína y a la cual pensaba volver. 

"Sierra Urbión"
El Capitán del Sierra Urbión era D. José Manuel Echevarría Bengoa, como otros capitanes de la compañía, habían pertenecido a Ibarra y por consiguiente estaba bastante impuesto en lo que a carga general se refiere. Le bastaba con leer la lista de carga para casi con los ojos cerrados decir esta partida en el entrepuente del uno… esto para el dos… y así sucesivamente. Nosotros, los dos neófitos, nos quedábamos con los ojos abiertos al ver la rapidez con la cual resolvía cualquier problema de estiba.
El hecho de que le embarcasen dos oficiales al mismo tiempo sin experiencia en carga general, no creo que le sentase muy bien, pero posiblemente estaba hasta la coronilla de estar cabreado por la misma razón, que pensó tomárselo por las buenas y decidió tener paciencia con los dos “marrones” que le habían colocado y trasladarnos toda su sabiduría en la materia. El caso es que yo permanecí quince meses seguidos ocupando la plaza de segundo oficial y el primero que embarcó al mismo tiempo que yo, permaneció casi un año, porque como expliqué anteriormente volvió a embarcar en la Naviera Vizcaína. Todo un record hasta ese momento en el “Sierra Urbión”. Tiempo que el Capitán Echevarría aprovechó de forma sobresaliente para trasladarnos todos sus conocimientos adquiridos durante los muchos años que ocupó plaza de primer oficial en la Compañía Ibarra.

Antes de entrar en materia, quiero decir que los primeros viajes los pasé canuta, mareao como una cuba. Acostumbrado a barco relativamente grande y con toda la acomodación en el centro, de repente embarcar en un buque pequeño con todo a popa donde el rebaneo de cuchara se hacía sentir en el estomago con el menor movimiento del barco  y para más inri el intenso olor a gasoil que se respiraba en cualquier rincón del barco, me hizo visitar más de una vez el alerón del puente para echar la pota como si de mi primer embarque se tratara. Gracias a Dios, mi estómago se fue acostumbrando poquito a poco y evitó que tuviese que tirar la toalla  como en más de una ocasión se me pasó por la cabeza hacer.

No pretendo dar lecciones de estiba ni de carga general, solamente explicar que, según mi parecer, era dentro de nuestra profesión una de los temas más apasionantes y difíciles de resolver. Cada viaje es diferente y por consiguiente los problemas que se presentan tienen diferente solución. Depende del tamaño del buque, de los puertos de carga y descarga, de la variedad de las mercancías que se suelen embarcar, y aunque parezca mentira hasta de las reglamentaciones internas de cada puerto en materia de estiba había que tener presente a la hora de programar el embarque de mercancías. Yo creo que durante los años que estuve haciendo viajes de línea regular entre el norte de Europa, norte de España y Marruecos he conocido toda clase de mercancía, desde maquinaría pesada hasta mantequilla, sin olvidar las mercancías peligrosas. Todo era como una  especie de puzle que había que ir encajando de puerto en puerto. Como nos hizo saber desde un principio nuestro capitán y profesor Echevarría, había varias reglas principales que había que tener en cuenta para hacer una buena estiba a parte de todo cuanto se estudiaba sobre la materia en las Escuelas de Náutica. Era conocer perfectamente cada rincón de la bodega, la cubicación por cuarteladas, el factor de estiba de cada mercancía y no perder nunca de vista el centro de gravedad. Todo ello con el propósito de evitar las remociones de carga que suponían un coste añadido, la agilidad para acelerar los movimientos de carga y descarga y sobre todo la seguridad del buque. Sobre este último punto hacía mucho hincapié, ya que desgraciadamente en la Compañía ya se había dado el caso del hundimiento del “Sierra Bermeja” por una mala estiba, producido frente a Cabo Machichaco precisamente en una mala noche de Navidad.
 
Sierra Bravía
En carga general recuerdo que la figura del bodeguero era sumamente importante. Las bodegas de los barcos siempre han tenido un parecido a las cuevas de Alí Babá, y dependía de las cuadrillas que entraban que el número de ladrones fueran más menos cuarenta, pero desde luego todos tenían buenísimas intenciones. El bodeguero se encargaba de evitar en lo posible que los robos fueran mínimos, pero su cometido principal era que los estibadores cumplieran a rajatabla las órdenes del oficial encargado de la estiba, de rellenar todos los huecos debidamente, de no sobrepasar los límites asignado a cada partida, que se respetaran los pasillos de ventilación si fuesen necesarios……

Nuestra línea regular fue ideada principalmente para sacar las naranjas de la región del Lucus (Marruecos) hacia Alemania. Iniciábamos el viaje en el puerto de Tánger donde completábamos el cargamento  rellenando los entrepuentes de naranjas con destino al puerto de Hamburgo. Una vez descargada la naranja se iniciaba el viaje de vuelta, teniendo en cuenta que el viaje se realizaba con las escala en Rotterdam, Amberes, Bilbao, Ceuta, Kenitra, Casablanca y Tánger para volver a empezar  y que prácticamente toda la carga embarcada en Europa era para ser descargada en el puerto de Casablanca, algo de maquinaria para el puerto de Bilbao y muchas balas de papel para Kenitra.

De los puertos que regularmente tocábamos Hamburgo era el más pesado y trabajoso ya que nos hacían efectuar muchos movimientos y cambiar de muelle con mucha frecuencia y, si la carga estaba toda lista para embarcar, se trabajaban tres turnos al día sin parar, cosa que nos complicaba bastante la vida ya que nuestra oficialidad era bastante mermada y nadie se quería quedar sin poder visitar por lo menos una vez el barrio de Sant Pauli. El segundo puerto de escala era Rotterdam, la única atracción que tenía era la visita al Stella Maris del padre Adriano para compartir algunas cervezas con viejos conocidos. El trabajo en este puerto se realizaba siempre de una forma muy seria y profesional, todo muy bien programado y sin sobresaltos. Y para rematar la faena nuestra última escala era Amberes, la preferida, el ambiente de la ciudad era el más parecido a cualquier ciudad española y desde el punto de vista profesional pienso que Amberes era para nosotros un oasis en el desierto, la profesionalidad de los estibadores era fabulosa, contábamos con un capataz que estaba dispuesto para resolver cualquier problema de estiba que se presentase, su competencia profesional nos ayudó muchísimo, aún recuerdo su nombre: Albert.

Desde Amberes salíamos hacia el puerto de Bilbao, normalmente el único del norte de España, donde nos preparábamos para adentrarnos en la jungla de Marruecos. Casablanca era el puerto básico de descarga en Marruecos ya que la mayor parte de la carga embarcada estaba destinada a ser desembarcada allí. Nuestra estancia en Casablanca solía ser de una semana aproximadamente y había que tener los nervios muy templados para no morir en el intento. Aquello era un verdadero caos, una lucha constante que empezaba a las siete de la mañana cuando entraba a bordo el primer estibador y finalizaba por la noche cuando salía el último. Había que doblar el servicio de bodegueros porque los estibadores tenían un don muy especial de querer saber cuál era el contenido de cada caja que había en la bodega y si comprobaban que les servía para algo, para eso estaba la chilaba. No se daba abasto en este sentido. Los problemas surgían al final de la jornada cuando había que cuadrar las notas de carga y descarga de los apuntadores que nombraba la Compañía y los anotadores oficiales que designaba la autoridad portuaria, nunca coincidían y el problema se trasladaba a la hora de confeccionar los conocimientos de embarque, que todos estaban llenos de observaciones con el fin salvar la responsabilidad por todos los robos que se cometían.

El peor caso que se me ha presentado en este sentido lo tuve en el puerto de Cádiz, no era necesario ir a Marruecos para toparse con el mismo problema. Atracamos en el muelle franco para tomar una partida de Nescafé de más o menos cien toneladas, toda la carga venía muy bien presentada en pallets y aparentemente en perfecto estado, hasta que un bodeguero comunicó que la mayoría de la cajas al ser pasadas del pallet a la bodega se mostraban que habían sido abiertas y que les faltaba parte del contenido. Ese robo había sido producido en el almacén que se supone estaba bajo la vigilancia de la aduana.
 "Sierra María"
Después del “Sierra Urbión”, estuve embarcado como primer oficial en el “Sierra Banderas”, “Sierra Blanca” y “Sierra María”. En los dos primeros haciendo línea entre el norte de Europa y norte de España. En el “Sierra María” volví a coincidir con el Capitán Echevarría, esta vez haciendo viajes a Cuba. En estos viajes a Cuba, el puerto principal de descarga era La Habana y la carga que se transportaba era la más variopinta que se puede uno imaginar, embarcada no solamente en España sino también en puerto europeos. En Cuba cargábamos azúcar y tabaco para España. Precisamente recuerdo que uno de los viajes que cargamos azúcar para el regreso, nos costó muchísimo hacer desaparecer el fuerte olor a ajos que tenía una de las bodega cuyo entrepuente había sido cargado con ajos en Bilbao para la Habana. Cargamento que en realidad no llegó a ser consumido en Cuba, pues una vez descargado del “Sierra María” y tras pasar por un almacén intermedio era cargado directamente en un barco ruso. Los negocios siempre han tenido la misma cara sucia de siempre. Recuerdo que en Barcelona estábamos embarcando una partida de alubias para La Habana, y en el mismo puerto le daban la vuelta a los sacos porque la procedencia verdadera era de Estados Unidos y así constaba en la rotulación de los mismos. Historias de estas o parecidas hay para escribir un libro. Quiero terminar mi relato de hoy, diciendo que la línea regular con Cuba, que tanto nos gustaba y que tan buen rendimiento económico le proporcionaba a  la empresa, se suspendió tras el ataque sufrido por el “Sierra Aránzazu” por fuerzas anticastristas salidas de un lugar próximo a la base de Guantánamo, y donde desgraciadamente fallecieron el Capitán y dos oficiales. En Septiembre de 1964 desembarqué del “Sierra María” para hacer el curso de Capitán, objetivo que cumplí en el mes de Febrero de 1965 y ya pasamos a otra historia.

                                           Capitán A. de Bonis Macías