domingo, 30 de julio de 2017

Y POR FIN LLEGÓ EL MANDO    TEMA Nº  SIETE


Espero que después de haber leído el último tema donde contaba la vida en la isla de Taboga, no se habrá producido una avalancha en las agencias de viajes para reservar billetes con objeto de pasar el fin de semana en la isla. La “tabogueña”, si es que ha vuelto a la isla, debe estar alrededor de los cincuenta años, y pensando que las féminas que habitan en latitudes tropicales envejecen con más rapidez que las demás, supongo que el calificativo de “que estaba como un tren”, se habrá quedado en “un tren de mercancías”.

Yo mismo me asombro cuando me pongo a escribir de la rapidez con la cual transcurre el tiempo. Me jubilé justamente a los 55 años, cuando empezaban a verse los nubarrones en el horizonte de la Marina Mercante, cuando al mirar hacia popa se veía y se comprobaba que la bandera que ondeaba en el mástil tenía cualquier color que nada tenían que ver con la española. Hoy, con 83 años de edad cumplidos el único contacto que tengo con la mar, son los amigos del Circulo Marítimo y las magnificas vistas que del mar y el puerto tenemos donde nos reunimos semanalmente en el Real Club Náutico de Malaga. Si hacemos cuentas, son 28 años, poco a poco me voy aproximando a los que como profesional pasé en la mar, no creo que llegue a igualarlos aunque solo Dios lo sabe, a mí desde luego no me importaría siempre y cuando las condiciones físicas no se deterioren mucho y la cabeza me permita de vez en cuando tener la lucidez necesaria para poder escribir unas cuantas cuartillas que me tengan entretenido.

Como el movimiento demográfico en el Circulo Marítimo es más bien nulo, no existe savia nueva que nos regenere y por consiguiente poco a poco se habla menos de barcos, vamos quedando solo los que pertenecemos a la “generación del sextante”. Sinceramente pienso que una profesión tan bonita como era la nuestra, con el tiempo tienda e extinguirse, las nuevas tecnologías avanzan a pasos agigantados y quién puede negar que si se ha llegado a sacar un coche que circula y aparca  sin conductor, no se pueda obtener en un futuro un buque que navegue sin Capitán y sin tripulación y que atraque solo. Si ese día llega a producirse  y aun estamos en condiciones de asimilarlo, podremos descansar en paz y sin ninguna clase de remordimiento cambiar el nombre de Circulo Marítimo por el de Circulo Gastronómico que tampoco está nada mal, siempre y cuando nuestros estómagos estén en condiciones de soportar tanto jamón, tanto cochinillo y tanto cabrito.

Algunos dirán: “Yo ya sabía que eso iba a terminar en una casa de niñas”, sí, pero bien organizada, ya no habrá miedo a que exista el famoso “Rumbo de Colisión” que tanto nos amedrantó durante cierto tiempo, ya solamente tendremos que tener cuidado con las indigestiones pues de todos es sabido que los cementerios están llenos de grandes panzadas.

Bueno, muchos pensarán que tiene que ver esta parrafada que nos ha endiñado con el tema “Y POR FIN LLEGÓ EL MANDO”, y yo os contesto que nada, absolutamente nada, pero con algo tengo que rellenar tantas cuartillas y con algo tengo que entretener mi cabeza mientras me viene a la imaginación algo relacionado con el tema.

Ya os conté que la primera vez que salí del puerto de Bilbao al mando del “Sierra Blanca”, sentí sensaciones de todos los colores. Yo ya había navegado en ese buque de 1er Oficial y lo conocía perfectamente, pero la responsabilidad es la responsabilidad y resulta que es un factor añadido que hasta que no se experimenta no se puede valorar en su justa medida.

El Sierra Blanca hacia línea regulas entre el Norte de Europa y el Norte de España, pero su cometido era barrer, embarcar toda aquella mercancía que los otros buques que conformaban la línea no habían podido embarcar por falta de espacio, por esa sencilla razón le llamaban el buque escoba. El problema de este sistema era que estábamos obligados a entrar en los puertos establecidos en la línea, hubiera carga o no, con lo cual te paseabas por el norte de Europa con las bodegas medio vacías y ya sabemos que esa zona no es la más propicia para navegar en esas condiciones ni el Golfo de Vizcaya para estar cruzándolo a veces completamente en lastre.

 Se daba el caso que después de navegar hasta el puerto de Hamburgo, llegabas, atracabas y si no había nada de carga volvías a salir una vez formalizadas todas las operaciones burocráticas. Eso también solía ocurrir en Rotterdam y en Amberes, en este último puerto donde yo ya tenía establecido mi domicilio, solo tenía tiempo para citarme en una cafetería con mi esposa (ella también trabajaba) para charlar un poco y darle cuatro besos, dos de llegada y otros dos de despedida y hasta el mes que viene, ya que el viaje redondo duraba aproximadamente un mes. Esta forma de navegar resultaba desesperante, pero como yo era el último Capitán del escalafón no tenía más remedio que apechugar con lo que fuese.

Si mal no recuerdo, dos años permanecí haciendo esta misma línea al Mar del Norte. El único percance grave que tuvimos fue una colisión en el rio Escalda. Estábamos cerrados en niebla y fondeados porque el Práctico consideraba que era la mejor forma de evitar males mayores. En estas condiciones nos encontrábamos cuando fuimos embestidos por un buque que nos abordó casi por la proa y nos dobló casi toda la regala del castillo, con la buena suerte de que no afectó en nada ni al peak de proa ni al molinete y cuando aclaró la niebla pudimos seguir viaje hasta el puerto de Amberes que era nuestro destino. Allí permanecimos aproximadamente una semana reparando los desperfectos sufridos, tiempo que yo aproveché para disfrutar algo más de la familia. Como las condiciones de carga que ya he narrado con anterioridad no eran las más idóneas, estábamos obligados a tener sumo cuidado con la situación meteorológica y durante estos dos años estuvimos obligados a hacer varias arribadas tanto en la costa francesa como en la costa inglesa.

La empresa nunca puso reparos en esta forma de actuar, ya que la mala suerte ya se había cebado con el hundimiento de dos buques en el tiempo que llevaba funcionando la Empresa. Cuando fueron construidos los tres primeros buques frigoríficos, "Sierra Estrella", "Sierra Espuña"  y "Sierra Escudo", obtuve el mando del "Sierra Estrella" con lo cual dejé de ser el buque escoba y al principio todo iba a pedir de boca porque tenía la posibilidad de permanecer más tiempo en casa ya que las estancias en puerto eran más largas. Pero de la noche a la mañana todo cambió, ya que el "Sierra Estrella" fue destinado a cubrir la línea de Huelva-Dakar, con lo cual se iniciaba una nueva andadura de la Compañía y ya solamente veía Amberes cuando me tocaban vacaciones. Lo único que gané con el cambio fue que deje el Mar del Norte por una buena temporada, al mismo tiempo que le tomé el gusto a comer marisco, gusto que por cierto aún no he perdido.

El cambio experimentado cuando dejé el carbón y el granel por la carga general fue grande. Pero dejar la carga general por el congelado aún fue mayor, no porque ello implicara dificultad alguna en cuanto al manejo de la mercancía se refiere, aquí todo consistía en que la planta frigorífica trabajase en buenas condiciones y en ese sentido Marítima del Norte nunca escatimó esfuerzos y dinero para que su flota frigorífica siempre estuviera en condiciones optimas.

Aquí la dificultad consistía en que la línea de Huelva-Dakar aún no estaba consolidada, que no era aceptada por completo por toda la flota marisquera. Los intereses económicos de los Armadores eran contrapuestos al de los marineros, que ganando  prácticamente lo mismo, se veían privados de ir a casa cada vez que el pesquero tuviera que efectuar la descarga. Los únicos que estaban de acuerdo en transbordar el marisco al Mercante eran el Armador y el Patrón de Pesca porque no perdían el tiempo que suponía que el pesquero viniese a Huelva para efectuar la descarga. Tardó algún tiempo en consolidarse y en que los marineros aceptasen ir y venir en avión a Dakar cuando había que efectuar relevos por vacaciones de personal. Los sindicatos tampoco estaban por la labor y utilizaban al Stella Maris para enviar octavillas escondidas entre los pertrechos que llevaba el mercante para familiares y de esa forma hacer su labor sindical.

Como se produjeron algunas situaciones bastante desagradables, el Comandante Militar de Marina de Huelva, se sacó de la manga que los Capitanes de los Mercantes ejerciéramos como representante suyo para imponer un poco de autoridad, todo esto de palabra como no podía ser de otra forma, pero en vedad es que estábamos obligados a visitarlo cada viaje  y comunicarle las novedades que se podrían haber producido. Poco a poco se fue solucionando y formalizando y cuando llegó el momento de tener que cambiar de caladero y marchar a pescar en aguas de Angola, nadie protestó, ni tampoco cuando tuvieron que irse a aguas de Mozambique. Cada vez más lejos de España, pero el que manda en esta vida es el maldito parné y no hay más remedio que aceptarlo, de eso los pescadores saben mucho. Los pescaditos son muy caprichosos y aparecen donde y cuando uno menos se lo espera. 

Saludos para todos y hasta la próxima.    



Capitán Arturo de Bonis