miércoles, 24 de octubre de 2018


MIRZAK

Hace ya dos meses largos que ni escribo ni publico nada en el blog del “Circulo Marítimo”, a pesar de que hay muchos amigos y lectores que me lo solicitan, pero los meses de Agosto y Septiembre han sido horribles para mí en el aspecto físico, hasta tal punto que ha pasado por mi cabeza mandar todo al garete dando por finalizado mi entretenimiento favorito. Pero hace unos días ha sucedido en mi vida un hecho que incluso podría servir para escribir el guión de una película y que me ha impulsado a tomar la determinación de que al menos, una vez más ponerme delante del ordenador para poder contar una bella historia, una historia que nada tiene que ver con barcos ni con la mar, como corresponde a este blog que está destinado a escribir temas náuticos.
Sé de antemano que escribirla va a suponer para mí un gran sacrificio y una tristeza agridulce ya que se trata de recordar una parte de mi vida familiar durante la cual fui muy feliz y que por desgracia ya pasó a ser historia. Es una historia bastante larga y puede ser que muchos lectores se cansen, pero les aseguro de antemano que merece la pena ser leída hasta el final donde se produce el verdadero desenlace de la misma.

Comenzaré por decirles a los que no tienen nada o poco conocimiento del “Firmamento” y de las estrellas que lo componen, que MIRZAK es el nombre de una estrella al mismo tiempo que se trata del nombre de nuestra última mascota, que resulta ser la verdadera protagonista de ésta para mí bella historia.
La historia comenzó a fraguarse cuando se aprobó la Ley de Divorcio en el año 1981, cambiamos nuestro domicilio de Bélgica donde vivíamos desde el año 1967 por el de Málaga una vez que pudimos contraer matrimonio según la nuevas leyes españolas, lo hicimos pensando en que mi esposa podría acompañarme en algunos de mis viajes y así fue hasta que comprobamos que los mareos eran tan grandes que resultaban dañinos para su salud. En vista de este imprevisto inconveniente, para no estar con los brazos cruzados mientras yo navegaba, Greta se inscribió en una escuela taller de tejidos llamada "La Madraza", allí permaneció aprendiendo a tejer tanto en bajo como en alto liso, hasta que cerraron por falta de subvención ya que la escuela dependía de la Diputación de Málaga y cerraron el grifo.

Yo pasé a convertirme en emérito en Julio de 1988 cuando cumplí los 55 años de edad, aquel mismo año me inscribí en la Escuela de Arte y Oficios en unos cursos monográficos de ebanistería, tema que siempre me había gustado, hice los tres cursos que eran los permitidos y durante los cuales aprendí a manejar todo tipo de máquinas tanto eléctricas como manuales que me permitieron hacer muebles de todo tipo.
El problema de estas aficiones, tanto la mía como la de mi esposa era que ocupaban mucho espacio, el apartamento donde vivíamos a pesar de ser grande se nos quedó pequeño; por si fuera poco, era en una planta 15 y cada vez que el conserje me veía meter material en el ascensor ponía cara de mala uva, esto nos indujo a buscar otro tipo de vivienda. Nos trasladamos al Rincón de la Victoria donde compramos un chalet precioso en el cual yo podía disponer de un garaje de 60 m2 para montar mi taller de carpintería y mi esposa disponía de espacio más que suficiente para montar todos sus telares.

Durante la primera noche que dormíamos en el chalet ya tuvimos la visita de ladrones que ignoraban que la casa ya estaba habitada y eso nos llevó a la conclusión de que teníamos que tener un perro. Así lo hicimos y a los pocos días compramos un pastor alemán o mejor dicho una pastora, a la cual bautizamos con el nombre de “Lubas”. Esa perra durante los ocho años que vivió con nosotros nos proporcionó muchas alegrías además de seguridad, aunque resultó ser muy cabezona. Se le puso un instructor que le enseñó las cuatro reglas principales de comportamiento, pero todo cuanto aprendió dentro del recinto de la casa, una vez fuera ella iba a su bola. A la hora de comer era un suplicio, tuvimos que darle de comer como si fuera una persona, con una cuchara.
Cada vez que la perra tenía el celo, un perrillo que vivía en frente venía a ver si podía entrar por algún hueco y en vista de que no tenía ninguna posibilidad se sentaba delante de la puerta los días que fuesen necesarios y se contentaba el pobre simplemente con olerla, como ni siquiera sabía cómo se llamaba el perrillo, yo le di el nombre de “Yiyi el amoroso”.  Lubas nunca tuvo una camada, la única vez que intentamos cruzarla fue un rotundo fracaso.  El pastor que nos cedieron para efectuar el cruce, por lo visto había visto muchas corridas de toros donde actuaba Curro Romero, y el pobre siempre intentaba  entrar por el costado. Después de tres días de inútiles intentos la perra ya no quería saber nada y el pretendiente que estaba agotado de tantos intentos lo devolvimos a sus propietarios. Lubas solía tener embarazos psicológicos y con el tiempo terminaron por salirle bultos en las mamas, lo cual nos obligó a pasarla por el quirófano.  El veterinario nos la trajo operada y convaleciente y la acomodamos en el porche  donde ya tenía su cama preparada de siempre para que se recuperase. Todos los días me levantaba temprano para ver como se encontraba pero al tercer día no la veía por ningún lugar de la casa, se me ocurrió mirar en la piscina y allí estaba la pobre ahogada, lo mismo que como si se hubiera tirado de cabeza. Avisamos al veterinario que llegó lo antes posible, la sacó del agua ya completamente rígida y para poderla meter en el saco que traía preparado no tuvo más remedio que quebrarle las extremidades. Mi esposa que presenció la operación quedó traumatizada y durante algunos meses sufrió una fuerte depresión y un carácter bastante poco agradable.

Recibimos la visita de una amiga, después de una larga tarde de charla, la amiga habló conmigo  y me recomendó que la mejor forma de darle un cambio a la situación era traer otro perro a casa que la hiciera olvidar a Lubas. Hablamos largo y tendido sobre este tema. Greta era bastante reacia a lo de tener un nuevo perro, pero al final pude convencerla y corría ya el año 2002, creo recordar que era el mes de Mayo cuando paseando por el pueblo en la tienda de mascotas “DON ANIMAL” vimos en el escaparate que tenían dos cachorros de pastor belga de la raza TEVEUREN. Cogimos una al azar porque resultaban ser idénticas. Le pusimos el nombre de MIRZAK y no las trajimos a casa.  En ese momento volvió a entrar la alegría en la casa y en nuestras vidas, mi esposa se fue recuperando del trauma sufrido con la anterior y yo solía gastarle la broma de que con Mirzak (como era belga) se entendía mejor al poder hablar el mismo idioma.

Mirzak resultó ser una perra muy cariñosa pero al mismo tiempo muy juguetona y traviesa. Su juego preferido era siempre que podía entrar en la cocina, coger un cuchillo entre los dientes y venir para enseñar lo que tenía y que la persiguiéramos para quitárselo. Odiaba el sonido de los teléfonos móviles, siempre que tuvo la ocasión trituró más de uno haciéndolos añicos  y se quedaba tan pancha como si no hubiera roto un plato. Era más lista que los ratones coloraos, cuando me veía con las llaves del coche en la mano se iba directamente a la jaula para que yo pudiese abrir la cancela sin temor a que se escapase, cosa que por descuido nuestro sucedió en varias ocasiones, pero cuando comprobaba que nadie la perseguía se volvía a casa, pero cosa curiosa nunca quería entrar en la casa por la cancela por donde salía el coche , se sentaba delante de la puerta peatonal y hasta que no la abríamos no entraba en la casa.
Cuando llegaba el verano y venían los nietos de vacaciones el jolgorio aumentaba  de forma alarmante, sobre todo cuando se metían en la piscina ya que no paraba de dar vueltas a la misma ladrando y saltando. Una tarde apareció con las gafas de la nieta pequeña entre los dientes y nos dio un gran susto ante el temor de que las pudiera triturar como solía hacer con los móviles, pero solo quedó en el susto.

Con mi esposa tenía un trato especial, durante nuestra estancia en el Rincón de la Victoria, Greta perteneció a la Asociación de mujeres de la Axarquía “AMUASA” donde impartió durante bastantes años clases  de RETACERÍA que resultó ser su entretenimiento más bonito. Los días que iba a dar clases, la perra permanecía echada en la puerta desde que se marchaba por la mañana hasta que volvía al mediodía, y un día que la perra logró escaparse fue para ir a reunirse con ella en la sede de la Asociación.  Allá donde se encontrara la perra iba a sentarse a su lado, eso la llevó a consentirle muchas cosas, la dejó entrar en la casa, cosa que nunca le permitió a Lubas, y eso trajo consigo que la perra por las noches entraba en el salón para ver la televisión junto a nosotros, eso sí, parecía que tenía un reloj incorporado porque a las doce en punto se levantaba y se iba directamente al dormitorio y se echaba junto a la alfombra del lado que dormía Greta y en toda la noche no se movía de su lado.
Mi reencuentro con Mirzak

Por todo lo narrado aquí y por muchas más que ya escapan a mi memoria, cuando en el año 2006 decidimos vender el chalet, porque ya no podíamos físicamente dar más de sí, nos encontramos con el dilema de qué hacer con la perra; el apartamento que habíamos alquilado cerca de la playa en la zona de Pedregalejo no admitían animales y mucho menos en la residencia a la cual nos pensábamos trasladar una vez que estuviese terminada. A través de una amiga encontramos a una familia que tenía tres hijos de mediana edad y que estaban dispuestos a quedarse con la perra una vez que la hubieran visto, esta familia vivía en el Puerto de la Torre. Un día se presentó la familia al completo para ver a la perra, los niños quedaron encantados y por lo tanto poco tuvimos que hablar, el tiempo justo para preparar los papeles y la documentación de Mirzak.  El verla partir nos produjo una gran tristeza, habían sido cuatro años de cariño y de alegría lo que había aportado a nuestras vidas, no obstante esta separación mi esposa la soportó con más entereza.
En el año 2010 una vez finalizada las obras del Residencial nos trasladamos a ella, que se encuentra situada colindando al sur de la venta llamada “JOSÉ CARLOS”. Durante muchos años nunca perdimos la esperanza de encontrarnos con  Mirzak en el Puerto de la Torre, incluso con el coche recorrimos muchas de las urbanizaciones que componen este distrito de Málaga pero siempre fue con resultado negativo y con el tiempo perdimos toda la esperanza.

Desgraciadamente mi esposa falleció en Noviembre del 2016 después de una larga enfermedad y yo con 85 años ya no estoy para tirar cohetes. MI hija Marina que vive en Madrid, de vez en cuando viene a Málaga para darme un repaso. Precisamente el día 18 se encontraba aquí porque había venido para acompañarme al médico. Por la tarde una de las empleadas le dijo a mi hija que una chica había llamado por teléfono preguntando si vivía aquí un señor que se llamaba Arturo, le informó que si quería volver a ver a su perra Mirzak debía ponerse en contacto con el teléfono…………. Mi hija dudó si darme la información por temor a que me produjera una reacción mala debido a mi estado físico, pero decidió por decírmelo  y aunque al principio me produjo una gran impresión, enseguida me repuse y le dije que llamase enseguida al teléfono que la chica había proporcionado para concertar un encuentro lo antes posible. En diez minutos nos encontrábamos en la venta de José Carlos, ya que la chica vivía en una finca colindante al norte de dicha venta. Tantos años viviendo a tiro de piedra sin saberlo, las jugarretas que nos gasta la vida.
Narrar el encuentro con Mirzak no resulta nada fácil, ha sido uno de los momentos más emotivos que haya podido vivir en mi vida.

Amanda (que así se llama la nueva propietaria), nos esperaba a pie de carretera dada la cercanía de su domicilio. Cuando la vimos se me hizo un nudo en la garganta, los ojos se me llenaron de lagrimas y me quedé momentáneamente sin habla. Mirzak tiene en la actualidad 17 años, 13 que se la entregamos a la familia de Amanda y que por aquel entonces era una jovencita. En la actualidad es una señorita que se hizo veterinaria por amor a los animales y gracias a ella y a sus cuidados Mirzak ha conseguido llegar a los 17 años aunque en realidad su salud resulta muy precaria. Cuando Amanda dejó suelta a Mirzak, la perra se dirigió directamente hacia mi hija y hacia mí, nos olió y nos lamió la mano que le tendíamos y desde ese preciso  momento no se quiso separar de nosotros. Nos sentamos en la terraza de la venta y se  echó sobre nuestros pies para que la acariciásemos y ya no se movió hasta que dimos por terminado el encuentro. Cuando pude recuperar el habla y se calmaron los sentimientos hablé con Amanda y ella me puso al corriente someramente de la vida que había llevado Mirzak durante esos trece años, del cariño que ellos habían recibido y lo que había significado para sus vidas. Me explicó que muchas veces había estado tentada de llamar por teléfono, que un dia por otro en que se armó de valor lo había ido dejando hasta que llegó el día en que se dijo de hoy no pasa.
Todo el tiempo que estuvimos hablando, de mi mente  no se apartó la figura de Greta, pensando en lo feliz que ella hubiera sido ese día pero las circunstancias son las que son y no tenemos más remedio que aceptarlas tal y como nos vienen dadas. Yo doy por terminado mi relato porque tengo que dejar reposar todos los sentimientos que he vivido durante estos últimos días, dando las gracias a los que han tenido la paciencia de aguantar hasta el final de esta historia.

Capitán Arturo de Bonis