viernes, 12 de noviembre de 2021

Profesionalización de los títulos de náutica deportiva (2)

 Habilitaciones anejas de los títulos náuticos de recreo (Capitán de yate, Patrón de yate y Patrón de embarcaciones de recreo)


El proceso de profesionalización se inició en 2009 creando el Certificado de Patrón profesional de embarcaciones de recreo (PPER), para cuya obtención se precisa ser Capitán de yate, superar una prueba teórica y realizar una serie de cursos, como se detalla en mi entrada anterior.

Poco a poco, la Administración continua otorgando atribuciones profesionales a los títulos de recreo, así diez años después otro Real Decreto (238/2019, de 5 de abril) estableció “habilitaciones anejas” para las titulaciones de Capitán de yate, Patrón de yate y Patrón de embarcaciones de recreo facultándoles para prestar servicios remunerados y justificando su actuación con los siguientes argumentos:

- Existe un campo de prestación de servicios cuyo nivel retributivo no lo hace atractivo para los profesionales de la marina mercante.

- Hay una reclamación, largamente expresada por parte de los titulados náuticos de recreo, para efectuar servicios profesionales acordes con su titulación

- Se ha producido una mejora en la formación de los titulados náuticos de recreo que les capacita para la prestación de determinados servicios.


Según el citado Real Decreto, los poseedores de los títulos de Capitán de yate, Patrón de yate y Patrón de embarcaciones de recreo (PER) podrán ser habilitados para:

1.

a) Prestar servicios de transporte de suministros, siempre dentro las aguas interiores marítimas y del mar territorial españoles hasta una distancia máxima de cinco millas desde el puerto, puerto deportivo, marina o playa de salida, efectuados mediante embarcaciones de recreo y motos náuticas, con destino a otras embarcaciones o buques de recreo.

b) Realizar actividades de atraque, fondeo, remolque o desplazamiento de embarcaciones de recreo dentro de las aguas correspondientes a puertos, puertos deportivos, marinas o playas, así como su traslado a otro puerto o lugar siempre que la navegación no tenga lugar a una distancia superior a cinco millas náuticas de la costa.

c) Realizar pruebas de mar de embarcaciones de recreo y motos náuticas.

d) Gobierno de embarcaciones destinadas al socorrismo en playas.

2. Los poseedores de los títulos de Capitán de yate y Patrón de yate podrán igualmente patronear embarcaciones de recreo transportando hasta 6 pasajeros para la realización de excursiones turísticas y la práctica de pesca de recreo, dentro del mismo ámbito geográfico señalado en el párrafo anterior.

Los requisitos para optar a dichas habilitaciones son:

1. Los Capitanes de yate, los Patrones de yate y los Patrones de embarcaciones de recreo (PER) podrán obtener las habilitaciones anejas cumpliendo los siguientes requisitos:

a) Disponer de las atribuciones complementarias propias de cada título de náutica de recreo.

b) Haber efectuado el curso de Formación básica en seguridad impartido en centros de formación marítima homologados por la Dirección General de la Marina Mercante.

2. La habilitación facultará para realizar las actividades de prestación de servicio a que se refiere el artículo anterior en embarcaciones de recreo para las que tengan facultado su gobierno, incluidas aquellas matriculadas en la lista 6.ª, siempre con respeto a las condiciones de seguridad que sean exigibles.

3. No se podrá trasladar un número de pasajeros o un volumen de carga mayor de aquel para el que estuviesen diseñadas las embarcaciones, sin que, en ningún caso, el número de pasajeros pueda ser superior a 6 personas.

4. Los titulados a que se refiere este artículo, obtenida la habilitación, podrán desarrollar las actividades para cuyo ejercicio faculta este capítulo, en motos náuticas siempre que la distancia desde el puerto, marina o playa de partida no supere las cinco millas, no se transporten más pasajeros que aquellos indicados por el fabricante de las motos en las instrucciones de uso y una carga no superior a 50 kilos.

Cuadro resumen requisitos y atribuciones titulaciones náutica de recreo



domingo, 31 de octubre de 2021

Profesionalización de los títulos de náutica deportiva (1)

 

Certificado de especialidad de Patrón Profesional de embarcaciones de recreo


Seguramente, algunos miembros de este grupo de marinos en proceso de “desguace” no estarán muy al día de los actuales planes de estudio, nuevas titulaciones, atribuciones, etc., así que voy a intentar -en mis próximas entradas- actualizar algunos aspectos de nuestro sector profesional.

Un Real Decreto de 2009, alegando la demanda de profesionales de náutica deportiva para el gobierno de embarcaciones españolas de recreo y para efectuar en puertos deportivos las tareas de movimientos, remolques y otras operaciones, justificaba la creación del Certificado de especialidad de Patrón profesional de embarcaciones de Recreo (PPER) al objeto de regular el desarrollo de las citadas tareas.

Este certificado, que emite la Dirección General de la Marina Mercante, tiene dos niveles PPER A (nivel 1) y PPER B (nivel 2) con diferentes atribuciones, según los requisitos exigidos.


Atribuciones:

I. Atribuciones relativas a la navegación:

Gobierno de embarcaciones de recreo de bandera española matriculadas en las listas sexta o séptima, siempre que no lleven más de 12 pasajeros, de eslora igual o inferior a 24 metros, en las siguientes categorías:

1. Navegaciones a lo largo de la costa dentro de la zona comprendida entre ésta y la línea de 60 millas paralela a la misma. (PPER A)

2. Navegaciones de cabotaje y a lo largo de la costa dentro de la zona comprendida entre ésta y la línea de 150 millas paralela a la misma. (PPER B)

Nota: Ambas categorías de PPER podrán prestar sus servicios profesionales como patrón en todo el mundo, dentro de los límites ya mencionados, en embarcaciones de recreo con bandera española. Es importante tener en cuenta que la legislación de cada país determinará las condiciones.

II. Atribuciones relativas a la formación:

1. (PPER A y PPER B).- Pueden actuar como instructor en las prácticas básicas de seguridad y de navegación para la obtención de las titulaciones: Licencia de Navegación, Patrón de navegación básica y Patrón de embarcaciones de recreo.

2. (PPER B).- Puede ejercer como Instructor en las prácticas reglamentarias de Radio Operador Corto Alcance

Requisitos:

  • Estar en posesión del título de Capitán de Yate (motor y vela).

  • Realizar cursos de formación de náutica de recreo y profesionales STCW de : Formación básica en seguridad, Formación sanitaria inicial o avanzada, Avanzado en supervivencia y botes de rescate (no rápidos)

  • Obtener la tarjeta profesional de operador general (PPER B) o restringido (PPER A) del Sistema Mundial de Socorro y Seguridad Marítima.

  • Aprobar un examen médico realizado por el Instituto Social de la Marina

  • Presentar certificado días de navegación de 24 meses como Patrón (PPER B) o acreditar un periodo de embarque de 50 días y 2500 millas (PPER A).

  • Superar examen (19 temas de legislación) en la Dirección general de la Marina Mercante

Aunque inicialmente algunos grupos interesados criticaron la creación del Certificado PPER por considerarlo “intrusismo profesional”, el tema no llegó a más y - después de diez años de existencia - ha demostrado ser efectivo y útil para lograr los objetivos deseados.

Los títulos de náutica deportiva (como su nombre explicita) no son profesionales y no pueden emplearse para efectuar trabajos o actos profesionales remunerados; sin embargo, la mayoría de implicados en el mundo de la náutica deportiva conocían que Capitanes y Patrones de Yate "trabajaban" cuando ostentaban el mando de yates, hacían "charters" y/o traslados y justificaban esas actuaciones por "razones de amistad" con los propietarios de las embarcaciones

Personalmente entiendo que el “Certificado de Patrón profesional de embarcaciones de recreo” se creó, acertadamente, para resolver y normalizar una realidad no legalizada.

El número de Certificados PPER en vigor sobrepasan los seis mil, según el presidente de ANPPER (Asociación Nacional de Patrones profesionales de embarcaciones de recreo), que vela por los derechos de sus socios, teniendo como una de sus metas próximas la conversión en Título del Certificado actual.


                                                      Carlos Navarrete



lunes, 16 de agosto de 2021

Adiós, Presidente

 

El día 13 de agosto falleció nuestro colega y amigo Enrique Bianchi Ruiz del Portal, Presidente del Círculo Marítimo- Junta de desguace.


Me ha emocionado leer estos días en nuestro WhatsApp, hondas, sentidas y bonitas palabras de pésame y despedida escritas por componentes del grupo.


Quiero que también en éste, nuestro blog, quede constancia de nuestra tristeza por su imprevisto y forzoso desembarque, tras casi siete años al mando de este rol de viejos marinos.


Donde estés, Enrique, te deseo toda la paz que mereces.


                                                        Carlos Navarrete



domingo, 15 de agosto de 2021

Recuerdos de Rogelio Garcés Galindo, Capitán de la Marina Mercante, Master Mariner y Comisarío de Averías

 

CAPITULO XLIX

BUQUE “CASTILLO DE ALMANSA” - 3ro. EMBARQUE


Volvieron a enviarme al ‘Castillo de Almansa’. Embarqué y desembarqué en San Ciprián, aunque en el desenrole pone Port Kamsar.



Desde que pasamos a bandera de conveniencia variaron los contratos de los todos los tripulantes, pues ahora en el sueldo se fijaban unas horas extra fijas que eran remuneradas tanto se hiciesen como si no; no era una mala solución, pero desde Elcano se empeñaron en que fuera mala.


Nada más embarcar se nos exigió que hiciésemos trabajar más horas a los tripulantes, para mantenimiento del buque, por supuesto sin pagárselas, y como se especificada en los contratos, estas horas debían hacerse cuando fuesen necesarias para maniobras, emergencias, etc., pero no como querían los inspectores, que seguían siendo de Elcano.


A cuenta de ello tuve varias discusiones, y en una de ellas le dije a un inspector que si quería que fuese él a explicárlo ya que los argumentos que me daban me parecían escasos y faltos de profesionalidad.


Como comenté antes, aunque todavía éramos todos españoles en este buque, había algunos en los que sólo dejaron al Capitán y al Jefe de Máquinas español, el resto, de varias nacionalidades.


Como no me plegaba a sus requerimientos, a principios de agosto me mandaron a casa en expectativa de embarque, y así estuve hasta finales de Septiembre; de ahí que en el desenrole y en Port Kamsar figure esta fecha, ya que los días de mar no me vendrían nunca mal para mi jubilación.


Me llamaron a Madrid y me comentaron que como el puesto de Capitán era de confianza del Armador, que podía seguir navegando con el mismo sueldo, pero con otra categoría, o acogerme a lo que teníamos firmado e indemnizarme dejando la Compañía.


Opté por lo segundo y me vine a casa, dando por terminada mi vida en los barcos, aunque no con ellos pues seguí, y sigo, vinculado.


Solo quiero añadir que, como siempre, los sindicatos, sean del tipo que sean, no hicieron más que su conveniencia. No es que en este caso los necesitase, pues pude valerme por mí mismo, pero los representantes del personal que quedaba de la Empresa Nacional Elcano, que seguían navegando en banderas de conveniencia, lo hicieron muy bien, pero para ellos.


Cobraban lo mismo que navegando, en su casa, por no dar la cara ni enfrentase a la empresa en ningún caso, y además, con dietas y gastos para visitar los barcos y seguir engañando al personal.


Cuando llegué a Elcano no comprendía la actitud de los oficiales, pues los encontraba a todos con una apatía fuera de lo normal, por eso siempre que tenía ocasión y necesitaban oficiales, los pedía nuevos. Poco a poco me fui dando cuenta y obrando de la misma forma.


Tenía mas valor en la Central el comentario de cualquier tripulante que la palabra de un Capitán o un Jefe de Máquinas, así que ‘puse pies en polvorosa’ y di por terminada esta relación.

Los Capitanes teníamos que informar de cada tripulante cuando desembarcaba. Intenté desde el principio que mis informes fuesen lo más exactos posibles, pero con el paso de los años, al ir dándome cuenta de cómo funcionaba, decidí darle los informes al Primer Oficial y limitarme a firmarlos. De todas formas no creo que sirviesen para mucho, ya que en algunas ocasiones mandé informes de algunos oficiales y pude observar que volvían los que tenían los peores informes.


Escuché muchos comentarios respecto a tripulantes que embarcaban donde querían, y a través de una serie de favores, pero como son comentarios y no puedo confirmar nada, me limito a hacer el comentario. Quizás sea más el ruido que las nueces, pero los había de muchos tipos.


Así se terminan casi 14 años de relación: fui indemnizado con la cantidad que teníamos pactada, y ‘si te he visto no me acuerdo’. No es que tenga malos recuerdos, comprendo que era mucho más rentable para la empresa pagar dos mil quinientos dólares a un ucraniano, que siete mil a un español; el negocio es el negocio y lo demás no importa, mucho menos las personas.


Después de acabar en Elcano, tuve la oportunidad de entrar en una empresa estibadora en Málaga, donde permanecí hasta finales del año 2001 en que me jubilé.


En estos años pasados en Opemar, nunca tuve añoranza del mar, quizás porque seguía en contacto con él, o porque me sentía algo defraudado.


Ahora que han pasado los años a veces me pongo a pensar si acerté volviendo a la mar o de haber seguido en tierra hubiese sido mejor la vida.


Por ello, espero que tanto mi mujer como mis hijos hayan sabido aceptar la vocación de su padre, pues cuando era joven, al llevar unos años en tierra si sentía nostalgia de mi profesión.


En el tiempo que pase navegando las personas que mas pena me dieron, fueron aquellas que habían estudiado esta carrera equivocadamente, ya que se les notaba y en ocasiones hacían la convivencia a bordo muy difícil y a veces poniendo en peligro la vida de los demás.


Este tipo de personas que lo único que deseaban era un puesto en tierra han sido los que mas daño han hecho a la marina, pues una vez conseguido este puesto sólo han luchado por no perderlo. Espero que el daño que han hecho alguien se lo reclame alguna vez.


Durante el tiempo que estuve esperando hice algunos cursos:










Y mientras estuve de Director en Opemr, también hice otros cursos:






Desde mi jubilación he intervenido en algunos casos como Comisario, Surveyor, o bien asistiendo a Capitanes. También suelo dar algunas charlas en las Jornadas sobre Gestión Portuaria, Marítima y Aduanera, que se realizan todos los años en Málaga.


Con esto termino con mis ‘Recuerdos’, esperando que aquellas personas que lo lean pasen un rato agradable. Bueno, un rato largo, y que las que menciono no se sientan ofendidas pues nunca ha estado ello en mi ánimo.


Un recuerdo a todos los familiares que no han podido leerlo por no estar entre nosotros, y a los que podáis leerlos hacerlo con el mismo cariño con el que yo lo he escrito.


Termino un año después de haberlo comenzado, en Torremolinos igualmente, y no creo que me queden ganas de escribir nada más.









viernes, 11 de junio de 2021

Recuerdos de Rogelio Garcés Galindo, Capitán de la Marina Mercante, Master Mariner y Comisarío de Averías

 

CAPÍTULO  XLVIII

 

BUQUE  “CASTILLO DE ALMANSA”  -  2do.  EMBARQUE

 

 

Ya estábamos, definitivamente, sin bandera española, como se puede ver en el sello de caucho correspondiente al embarque.

 

 



Embarqué de nuevo en el ‘Castillo de Almansa, aunque, como antes indiqué, ya no navegábamos con la bandera española a popa, sino que era la de Bahamas.

 

Tanto el embarque como el desembarque lo hice en San Ciprian, y esta vez los viajes fueron mas variados. Cargamos bauxita, que descargamos en San Ciprian, Port Vesme (Italia), Aughinish (Irlanda), siempre en Port Kamsar (Guinea Conakry), y petcoque para Gijón, en el Golfo de Méjico.

 


 En este pequeño puerto de San Ciprian se puede distinguir un buque descargando bauxita en el único atraque existente en la factoría dedicada a la fabricación de aluminio.

 

En un momento determinado de una de las descargas que hicimos en esta campaña, tuvimos que parar porque se desencadenó un temporal que originaba una corrida del buque sobre el muelle, lo que hacía imposible que entrara la cuchara de la grúa sin peligro, ya que el buque se desplazaba de proa a popa con una corrida de más de treinta metros.

 

Como el temporal fue a más tuve que llamar a los remolcadores para que le empujasen por el costado exterior del buque, a fin de parar las corridas sin que se partiesen los cabos de amarre.

 

El temporal duró un par de días durante los que no faltó mucho para que los remolcadores tuviesen que marchar a repostar, pues comenzaron a quedarse sin combustible para el motor principal.

 

A la salida había sido instalado un aparato para medir la altura de las olas y, según me comentaron, hubo algunas de catorce metros de altura. Por el espigón de la izquierda saltaban las olas con tal fuerza que su contemplación era un verdadero espectáculo.

 

Dentro del puerto había cuatro pequeños barcos fondeados que habían entrado de arribada para refugiarse y esperar que pasara el temporal.

 

Una de las mañanas que estábamos con el temporal, Miguel Ángel Lourenzo, director de Alumina-Aluminio, me trajo un fax que me enviaba el Capitán Marítimo de Burela dándome instrucciones para que abandonara el puerto y saliese a la mar, para lo que alegaba motivos de seguridad.

 

Una vez leído le contesté que, si quería, que viniese él a sacar el buque, que mi mujer, mi perro y yo nos quedábamos en el muelle. Para que se comprenda un poco la situación: habíamos tenido que quitar la escala real, con lo que para subir al barco había que hacerlo por el costado del mar, utilizando una lancha y la escala de prácticos para subir.

 

Le comenté a Miguel Ángel que con esas olas era una locura dejar el puerto, ya que la maniobra había que hacerla con poca máquina, pues enfrente hay un par de islotes que, en el momento que saliésemos, el mar no permitiría la maniobra por no tener arrancada, y eso si que sería un peligro.  

 

Horas más tarde vino uno de los Prácticos, quién me dijo que “menos mal que me había negado”, pues a él también le parecía una locura salir de puerto con este tiempo pero que él no hubiese podido negarse.

 

No hubo más comunicaciones de la Capitanía, así que terminamos la descarga y aquí acabó esta anécdota.

 

Salimos para Port Kamsar. Mientras estábamos en el fondeadero interior esperando que terminase un barco del cargadero para pasar nosotros a cargar, me llamó por el VHF Miguel Ángel Lourenzo, que se encontraba allí, pidiéndome que diera una cena para una serie de personas que le habían atendido muy bien durante la visita que había realizado a las instalaciones, ya que no había ningún lugar donde poder hacerlo.

 

Le comenté que no había ningún problema y quedamos para un par de días después, para cenar a bordo, le pregunté que cuántos eran, respondiéndome que sobre unas diez personas.

 

El VHF es un sistema de radio que todo el que se encuentra en el mismo canal puede escuchar la conversación. Me imaginé que, aunque toda la conversación se había realizado en castellano, lo habrían escuchado todas las autoridades, por lo que, previniendo que se podían presentar, ordené que se preparase la cena para unas treinta personas.

 

Media hora antes de la señalada para la cena, empezaron a llegar las autoridades con sus correspondientes esposas, y cuando llegó Miguel Ángel con sus invitados me preguntó que quién los había invitado.

 


 Le conté como se había desarrollado todo y que ellos se habían apuntado, así que la cena se hizo para todos.

 

Yo me senté un el centro de la mesa; a mi derecha lo hicieron todos los invitados ‘negros’ y a mi izquierda los ‘blancos’.

 

A mi derecha tenía al Alcalde, y a la izquierda al Ministro de Minas Canadiense.

 

Una vez cenaron y se tomaron su correspondiente copa se levantaron y nos quedamos solamente los ‘blancos’.  

 

Se hizo la sobremesa cuando las autoridades locales se dieron por satisfechas y decidieron que ya estaban llenos. No sé qué religión profesaban, pero daba lo mismo: comieron de todo lo que se les puso sin preguntar nada, pues todo les gustaba.

 

Como dije antes, en este viaje estaba María José a bordo, y desde que salimos a navegar no dejaba de recordarme que en todos los puertos que tocásemos tenía que comprar un dedal para una amiga que los coleccionaba.

 

No le hice mucho caso, pero insistió tanto que bajamos a tierra, donde el comercio más grande que encontró fue una mesa de mala muerte con unos refrescos, jabón y algunas latas de conserva. En vista de ello desistió de buscar el dedal.

 

Salimos para Porto Vesme y aquí lo único digno de mención es la terminación de la descarga. Como el plan de las bodegas había que barrerlo para sacar toda la carga, y esta tarea era demasiado trabajo para los estibadores italianos, estos negociaron con los marineros del barco para que la hicieran ellos.

 

Todo esto, como es lógico, a través de mí, pero dejándo que ellos decidieran el dinero que querían cobrar. Así que, con independencia del dinero que ganaban, salíamos de puerto con las bodegas limpias, sólo a falta de un pequeño baldeo, evitando así el peligro que supone a veces abrir las escotillas de las bodegas con mala mar.

 

Hicimos un viaje al Golfo de Méjico y volvimos a Gijón. A la vuelta del viaje se puso enfermo un agregado, tenía fiebre y dolores en la parte derecha del bajo vientre, por lo que supuse que podía tratarse de apendicitis.

 

Contacté con el Centro Radiomédico de Madrid; me pidieron hacerle unas pruebas que confirmaron que era una apendicitis bastante avanzada.

 

Nos mandaron dirigirnos al puerto más cercano, en las Islas Azores, que estaba a más de tres días de navegación. De momento, era todo lo que se podía hacer, pero como no estaban muy seguros de que pudiese llegar sin tener más problemas, opté por una segunda solución.

 

Siempre habíamos pasado el telegrama Amver, era un formato para el Coast Guard Americano donde se pasaba la entrada y la salida de puerto, el destino y la carga y, cada tres días, la situación. Esto les servía para tenernos localizados por si podíamos asistir a algún buque en un momento determinado, como había sucedido años antes.

 

Por hacer esto nos prestaban una serie de ayudas, entre ellas la asistencia médica a los tripulantes en cualquier parte del mundo.

 

Actué como decían en sus instrucciones: contacté con el Coast Guard en New York, informándoles del problema, pero nada más decirle que era una emergencia médica me pusieron con un persona que hablaba perfectamente castellano para que pudiese explicarme mejor.

 

Me pidieron que contactara nuevamente con ellos un par de horas más tarde. Me indicaron entonces que a las 8 de la mañana del día siguiente estuviese en una situación determinada, y esperara nuevas instrucciones.

A la hora indicada estábamos parados, cuando se oyó el motor de un avión, que apareció y contactó con nosotros para indicarnos que nos preparásemos para recibir a bordo un equipo médico.

 

Soltaron unos cuantos paracaídas y comprobamos que venían dos médicos, dos ayudantes y un quirófano. Había olas de más de cinco metros, pero debían estar acostumbrados porque lo hicieron todo con mucha rapidez.

 

A bordo, instalaron todo en la enfermería, y una vez reconocido el enfermo me dijeron que pusiese rumbo a Azores, pues de momento no le operarían. Si fuese necesario –dijeron– lo harían, pero de no ser así preferían hacerlo en tierra que dispondrían de más medios.

 

No hizo falta operarle debido a toda la medicación que le dieron, ya que a bordo no teníamos nada para poder parar la infección unos días. Otra vez la efectividad en lugar de la burocracia.

 


 Este es el título que nos expidieron cuando se pasaron los barcos a bandera de Bahamas, así no teníamos problemas de compatibilidad entre nuestro título español y la nueva bandera del barco.

 

A la llegada a Gijón tuvimos que fondear por estar el muelle ocupado, y como hice siempre, en el exterior, pues prefería no hacerlo cerca de tierra ya que esta mar no es de fiar.

 

Había servicio de lancha, y en el relevo de las ocho de la tarde, Arturo Bertrand, que salía para ir a pasar la noche a casa en Oviedo, al ir a saltar a la lancha cayó al mar.

 

Yo estaba en el puente con María José y el Oficial de Guardia, cuando vi como caía. Reaccioné como un cohete, y aunque al costado junto a la lancha había dos personas, fui yo quien le tiró el aro salvavidas que siempre se tiene dispuesto para estos casos, y le retiré de la popa de la lancha para que no pudiese cogerle la hélice.

 

Gracias a Dios no pasó nada más que el susto y la mojadura, así que se cambió y se fue para casa. Poco después empecé a tener molestias en las palmas de las manos: las tenía con ampollas. Había bajado los seis pisos desde el puente a la cubierta sin tocar los escalones, sólo deslizándome sobre los pasamanos.

 

 El siguiente viaje fuimos a descargar a Aughinish, en la Bahía de Limerick, en Irlanda. Desde que habíamos dejado atrás las Islas Canarias, tuvimos un tiempo fatal, sobre todo los dos últimos días: las olas pasaban por encima del buque como Pedro por su casa.

 

A la llegada contacté con Prácticos y me dijeron que no podían salir fuera por el mal tiempo, y que, si quería, que entrara y me recogerían dentro de la bahía.

 

Así que para adentro, pues, como siempre he dicho, los únicos momentos en los que he mandado fueron cuando estaba de Capitán en un barco, ‘siempre y cuando no estuviese mi mujer’.

 

Una de las mañanas nos fuimos a Limerick, y a la vuelta llegamos un poco tarde para la comida y dejamos los pasaportes encima de la mesita de noche. Cuando después de comer fuimos al camarote, vimos que “Pepe”, nuestro perro, había hecho de ellos más de cien pasaportes; menos mal que desembarcamos en España y no nos hicieron falta.

 

Cuando fuimos a renovarlo le llevamos los restos, pues no estaban caducados, para demostrar lo que había pasado.