domingo, 7 de junio de 2015

EL SALARIO DEL MIEDO.

En mi último relato dije que la cuestión de los salarios miserables lo abordaría en otra ocasión y aquí estoy para intentar dar forma a un tema que a mí siempre me ha dado muchísimas vueltas, y me sigue dando a pesar de haber dejado la profesión hace 27 años y de estar ahora disfrutando en mi condición de emérito, de unas condiciones económicas más que aceptables en comparación con los que se siguen dejando el pellejo día a día (quien tiene la oportunidad) debido a la crisis económica, que aunque no tenga nada que ver con la que vivimos en los años 50, los efectos son casi más catastróficos, porque una cosa es ganar poco y otra bien distinta es no ganar nada.

Se me ha ocurrido titular el tema como el Salario del Miedo, recordando una vieja película francesa en la que se ganaban la vida transportando productos explosivos, y que cada viaje cabía la posibilidad de salir volando por los aires. La similitud no era exactamente volar por los aires pero sí en convertirse en pastos de los peces. Esto lo puedo afirmar porque yo me encontraba embarcado en un buque con más de sesenta años, donde una noche, con un poco de marejada en el puerto del Musel, el tolete del chinchorro que usábamos para saltar a tierra , con el roce hizo un boquete en el costado debido naturalmente al mal estado de la plancha, y en esas condiciones había muchísimos más buques en el puerto de Gijón.
Vapor ITA

Además de marino me hubiera gustado ser economista para poder desentrañar tantas incógnitas como siempre me han venido rondando en la cabeza, siempre pensando en lo mismo, en los salarios. Cómo era posible que personas que ejercían la misma profesión, que desempeñaban el mismo trabajo, que rendían lo mismo en su cometido, en algunos países se veían compensados con sueldos que triplicaban a los que navegábamos bajo bandera española.

Cuando yo embarqué en los años 50, la marina mercante española era una de las peor pagadas en el mundo marítimo. Posiblemente fuera debido a la ley de la oferta y la demanda, que éramos muchos los que aspirábamos a una plaza. Se daba el caso que el número de Compañías Navieras era mayor en el país vasco que en el resto de provincias españolas, pero de cada casa, de cada aldea del país vasco solía salir un marino, una monja y un cura (esto lo digo sin ánimo de ofender a nadie pero resulta un hecho constatado), lo mismo que ocurría en Galicia pero allí eran marineros. En cualquier caso, yo pienso que los Armadores tenían muchísima influencia en el Estado, para que estos mantuvieran los sueldos miserables y hasta que no comenzó la desbandada hacía los buques extranjeros se mantuvo la misma tónica.

Recuerdo perfectamente la composición de una nómina, a la cual la denominábamos con el nombre de SÁBANA por su amplitud: Nombre del tripulante, Cargo, días de embarque, Salario base, Quinquenios, Manutención computable, Manutención no computable, Horas extras ordinarias y festivas, Sobordo, Sobordillo, Subsidio familiar, Descuentos varios y Saldo final. En mi barco había un 2º Oficial que era el encargado de hacer la nómina, D. Arturo Raich Lluch, no hace falta decir que era catalán, que era un lince para los números y las bordaba a la primera, sumaba cada columna a la velocidad de un rayo, ni una sola equivocación en las sumas parciales ni en las totales, pero por desgracia , en un barco donde la tripulación alcanzaba el número de 36 tripulantes el total a pagar aproximadamente sumaban unas 60.000 Ptas (todo incluido). Yo que era Alumno tenía solamente una gratificación (no sueldo) de 150 ptas. El 3er Oficial tenía un sueldo 1.150, el de un Fogonero que manejaba 24 toneladas de carbón al día (las singladuras que se navegaba) tenía el asombroso sueldo de 800 ptas y así hasta llegar a la suma de 60.000 equivalente a 358 Euros de hoy en día, lo que cobra de ayuda un trabajador que ni siquiera tiene derecho a paro. Por muchas vueltas que da mi cabeza no llego a comprender como la economía puede llegar a evolucionar de una forma parecida.

Esta SÁBANA era bastante curiosa en algunos conceptos, por ejemplo: La manutención se dividía en dos, computable y no computable, aproximadamente la mitad una de la otra, pero que si estabas de vacaciones solo tenías derecho a una de las partes. Las horas extras que eran ordinarias y festivas, solamente figuraban las que quedaban una vez compensadas las que eran posibles, pues si estabas varios días amarrado de punta y no se preveían maniobras  te mandaban a pasear para compensar las horas que posiblemente hubieras hecho durante el viaje, todo dependiendo del trabajo que hubiese a bordo. Los Sobordos que era un tanto por ciento del flete a repartir entre los tripulantes que efectuaban el viaje, y dependía si el viaje era a puerto extranjero en cuyo caso era un 4%, o a puerto español que solamente se pagaba un 2%. Pero lo que a mi forma de ver resultaba lo más indigno de la nómina era el Subsidio familiar. Esto era una cantidad que se obtenía aplicando un porcentaje al total de la nómina  y que se repartía exclusivamente entre el personal casado y dependiendo del número de hijos que tuviese. Con lo cual  a veces, en algunos buques, se le daba más importancia al Libro de Familia que a la Libreta de Navegación a la hora de contratar a un nuevo tripulante. Cuantos menos hijos tuviese el personal a contratar, mejor resultaba el reparto del pastel, una forma muy inhumana de actuar a la cual daba lugar la reglamentación española.

La desunión de los marinos daba pie al caos que existía en aquella época. Qué podíamos esperar de los Sindicatos Verticales, que era el lugar al que oficialmente podíamos ir a solicitar justicia, cuando estos Sindicatos normalmente estaban presididos por los propios empresarios o por altos mandos de la Armada designados a dedo. Al mismo tiempo que existían personas nefastas con muchísimo poder como se demostró palpablemente en una ocasión si mal no recuerdo en el año 1954, en que el Estado concedió una paga extra a todos los españoles, la situación era bastante critica y el humor nuestro hizo que la denominásemos  "La Bufanda" porque servía para taparnos la boca. Pues bien, cada día iba saliendo en el B.O.E. los diferentes gremios que la iban cobrando. Apareció la Marina Mercante y algunas Compañías la abonaron. Hasta que el Sr. Zubizarreta, gerente de Aznar que se encontraba en Argentina acordando unos contratos, volvió precipitadamente a España y logró que el Estado derogase la paga a los Marinos Mercantes, una injusticia más que demuestra lo mal que lo teníamos los marinos.

Y para terminar mi relato, lo voy hacer narrando un hecho ocurrido en el Valle de los Caídos, en una concentración promovida por la U.O.M.M.  que intentaba levantar el vuelo colegiando a los Oficiales de la Marina Mercante . Todo ello promovido por D. Emilio Ruiz Catarineu, que según tengo entendido había regresado de navegar en buques extranjeros. Nos pasamos tres días y dos noches tratando del tema inútilmente. El acto fue clausurado oficialmente por el entonces Presidente del Sindicato, Sr Azacarraga (Almirante o Contralmirante), quien bien claro hizo saber que no teníamos nada que hacer fuera del Sindicato, ¡toma del frasco Carrasco!, y así nos fueron las cosas hasta que comenzó el éxodo de los marinos al extranjero y las Compañías españolas tuvieron que empezar a echar mano de titulados de rango inferior, incluso la Trasatlántica se vio obligada a recurrir a personal de menor categoría. Para poder desembarcar era necesario presentar un certificado médico que justificase el desembarque y correr con los gastos que podía incurrir el sustituto. Esto me ocurrió a mí estando embarcado en el “Rita García”, en el puerto de Rotterdam se me ofreció plaza de Oficial en un barco de bandera panameña y me vi obligado a rechazarla ante el cumulo de pegas que me pusieron tanto el Capitán como el Armador
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También pienso que por mucha economía que hubiera podido estudiar, nunca hubiese llegado a comprender cómo en los puertos africanos los estibadores negros llegaban a trabajar toda una jornada manejando piezas de atunes de 80 y 100 kilos, por un puñado de arroz y poco más, mientras que en los puerto americanos y europeos ese mismo trabajo era pagado de acuerdo con las exigencias de los estibadores, y si no eran aceptadas allí te dejaban el barco con un par de lingadas en el plan de la bodega hasta el día siguiente.

No se me ocurren más detalles para explicar porque de economía no entiendo ni entenderé nada por mucho que me expliquen y creo que cada vez menos después de lo visto y no visto durante la crisis económica que aún nos atenaza,



Capitan A. de Bonis