Leído el
artículo “CEMENTO PETROLERO” de nuestro compañero Rogelio Garcés, aparecido en
el blog con fecha 21 de Enero sobre los problemas que tuvo en Nueva Orleans con
la descarga del cemento petrolero, no hice ningún comentario al respecto, pero
en mi cabeza empezó a fraguarse este articulo que espero sea publicado en su
momento y trata de la estiba en general.
Quién nos
iba a decir, amigo Rogelio, cuando estudiábamos el tercer curso de náutica (que
era cuando correspondía aprender la signatura de “estiba”) que nos íbamos a
encontrar con problemas iguales o parecidos al que describes en tu articulo. No
sé exactamente si cuando tú estudiaste (debido a nuestra diferencia de edad) ya
existían en el transporte marítimo buques especiales cementeros. En mi época,
hablo del año 1951, desde luego que no, al menos en España. Todo cuanto yo
conocía de cemento era que en Málaga existía una fábrica y cerca de Villanueva
y la Geltrú (Barcelona) -en Vallcarca- había otra muchísima
más importante que incluso tenía buques propios para su infraestructura de
transporte, pero todo este cemento era transportado en sacos de papel sin más
requisitos.
La flota
mercante española se limitaba a buques de pasaje, buques de carga seca y buques
petroleros, más o menos. Pero las tecnologías y el mercado han cambiado de tal
forma que en la actualidad es un verdadero galimatías de buques que surcan los
mares, hasta llegar a los supercontenedores que incluso han obligado a
modificar la anchura de las esclusas del Canal de Panamá. Yo me imagino que la asignatura que hoy en
día se estudia en nuestra profesión estará adaptada a todos estos nuevos tipos
de transporte.
Los
primeros recuerdos que tengo sobre esta materia, datan de los años 50-51 cuando
cursé el tercer curso de náutica en la
escuela de San Telmo, en Sevilla. El profe que daba la asignatura era el
Director, también daba Astronomía y Navegación a la cual consideraba de
muchísima mayor importancia. Ni siquiera recuerdo si teníamos libro de texto,
pero sí recuerdo que la asignatura en aquel entonces ya era considerada lo que
hoy los estudiantes llaman asignatura “basura” y todo cuanto aprendimos fue que
las mercancías tenían que ser estibadas con sumo cuidado teniendo en cuenta su poder de
contaminación, en una palabra: no se podían cargar pieles pestosas cerca de
otras mercancías que podían ser impregnadas de su mal olor. Recuerdo que cuando
llegó el momento de pasar el examen, que fue escrito, la pregunta era
cargamento de grano. El Tribunal que pasaba el examen provenía de Cádiz. Pero
nuestro profesor se encargó de pasar cautelosamente entre los alumnos
susurrando cual era la contestación adecuada. La conocida entonces de poner el
10% ensacado sobre el granel para evitar posible corrimiento de la carga, y eso
fue prácticamente todo cuanto aprendí del tema.
Cuando
embarqué, lo hice en un buque carbonero como todos saben por mis artículos
anteriores. Allí pasé aproximadamente unos nueve años y la cuestión “estiba” se
limitaba única y exclusivamente a
vigilar y procurar que los vagones de 20 toneladas que dejaban caer las grúas
en el buque, lo hicieran en el centro de las escotillas para evitar que el buque
escorase. Una vez que los centros de las bodegas estaban abarrotados, los
estibadores entraba provistos de sus palas y escudos para palear el carbón a
las bandas. Al final las bodegas quedaban repletas con un vagón más o menos de
diferencia entre las bodegas una y cuatro para darle el asiento correspondiente
al buque y el calado correspondiente a la época del año. La RENFE, según sus
necesidades era la que disponía que
bodegas se llenaran con una u otra clase de carbón- ya que nunca se mezclaban- y para de contar. Como podrán comprender poco
o nada tenía que ver con el verdadero significado de la palabra “estiba”.
Posteriormente
embarqué en el buque: “Rita García”, en mi época dedicada al transporte de
fertilizantes entre América del Norte y Europa, salvo un viaje que efectuamos
con lingote de hierro desde el puerto de Avilés al de Mariel en Cuba. Los
fertilizantes unas veces iban a granel y otras veces ensacados. La estiba la
organizaba el 1er Oficial, que poco tenía que organizar porque eran cargamentos
completos y el 2º Oficial y yo (que era el tercero), lo único que hacíamos era
contar lingadas de sacos pasando más frío que un tonto en el muelle. Esto de
tonto lo digo porque al final siempre nos poníamos de acuerdo con los listeros
oficiales para que coincidieran el número de sacos descargados. Poco había que
aprender de estiba porque además todo coincidía con la pregunta que me tocó en
el examen de dicha materia.
Tanto en el
“Norte” como en el “Rita García”, una vez finalizadas las descargas, la propia
colla de estibadores se encargaba de darle un buen barrido a las bodegas, con
lo cual se sacaban un buen dinerito que normalmente compartían con la
marinería.
Después de
diez años, por fin embarqué en un buque de carga general, el “Sierra Urbión”,
donde la palabra estiba adquiría su verdadero y más amplio significado. Hacíamos línea regular
entre los puertos de Hamburgo, Bremen, Ámsterdam, Rotterdam, Amberes, Bilbao,
Ceuta, Kenitra, Casablanca y Tánger, (un viaje mensual). Coincidió mi embarque
de 2º Oficial con el del Primero (recién examinado de Capitán) y que
anteriormente había navegado en petroleros y que -como yo- no tenía ni zorra
idea de lo que era la carga general. En
principio, el Capitán se llevó un gran cabreo (bien comprensible) por los dos
muertos que le habían encajado al mismo tiempo. Pero se lo tomó con paciencia y
con su enorme experiencia en el tema, después de haber ejercido como 1er
Oficial en la compañía Ybarra durante muchos años, se convirtió en nuestro gran
maestro y después de dos o tres viajes de aprendizaje, se podría decir -más o
menos- que manejábamos el tema con bastante soltura. Nos hizo medir las bodegas
de cabo a rabo, de cubicar todo lo cubicable, de dividirla por cuarteladas y
creo recordar que fue la primera vez que yo escuché la expresión: “Factor de
Estiba”.
Estibando carga general
Según la
Enciclopedia del Mar, la definición de estibar es la siguiente: Colocar
debidamente las mercancías a bordo de los buques, a fin de darles una
estabilidad conveniente y que no se empache la carga, (a mi parecer bastante
pobre). No deseo que mi artículo se convierta en una clase de estiba, máxime
cuando para poder hacerlo tendría que extenderme en otra materia apasionante
como es la mecánica del buque, ya que ambas están ligadas en el momento de
disponer la mercancía a bordo de un buque. No basta con no mezclar las
mercancías teniendo en cuenta sus efectos contaminantes, hay que tener muy en
cuenta la estabilidad transversal y el asiento del buque para que pueda navegar
en las mejores condiciones y la máxima seguridad. Otro detalle muy importante
en la carga general es tener muy en cuenta evitar las remociones que encarecen
los gastos del transporte. O sea, mover una carga para poder sacar otra que,
por error o por obligación, hubiera tenido que cargarse empachando otra que
tenía que descargarse con anterioridad, a veces imposible de evitar si no se
quiere dejar en tierra y perder su flete. Yo creo que en este tema he salido
bastante airoso en mi vida profesional.
Embarcando una lingada de carga general
Quiero
hacer constar que en Cuba, donde también llegué con el Sierra María con carga
general, eran muy escrupulosos con la cuestión de la contaminación. Después de
descarga una partida de ajos que dejó la bodega muy mal parada en cuanto a
olores se refiere, para poder cargar azúcar, nos hicieron no solo barrer las
bodegas varias veces, nos obligaron a quemar café y a empapelar todas las
bodegas. Pero la verdad es que había que descubrirse cuando se les veía manejar
el saquerío y la estiba que hacían.
Cuando me examiné de Capitán en 1965, coincidiendo con el hundimiento de algunos buques que transportaban grano. El Tribunal nos facilitó un librito con las nuevas instrucciones que la administración había sacado para el transporte de granos. Nos informaron que el problema que ponían relacionado con el tema no iba a puntuar, y menos mal, porque nadie resolvió el problema. Leer y medio comprender el libro ya nos llevó casi todo el tiempo de que disponíamos.
Plano de estiba
Cuando me examiné de Capitán en 1965, coincidiendo con el hundimiento de algunos buques que transportaban grano. El Tribunal nos facilitó un librito con las nuevas instrucciones que la administración había sacado para el transporte de granos. Nos informaron que el problema que ponían relacionado con el tema no iba a puntuar, y menos mal, porque nadie resolvió el problema. Leer y medio comprender el libro ya nos llevó casi todo el tiempo de que disponíamos.
Después de
todo lo mencionado, paso a narrar algunas experiencias relacionadas con la
carga general. Yo personalmente considero que una de las cargas más peligrosas
de transportar, siempre han sido las bobinas de laminas de acero que pesaban
aproximadamente 5 ó 6 toneladas, los cilindros de laminación que de vez en
cuando traíamos para la siderúrgica de Avilés, o las vagonetas para el
transporte de mineral que se traían colocadas sobre las escotillas y que a
pesar de venir bien trincadas, siempre era una preocupación en caso de mal
tiempo. Estas cargas siempre eran embarcadas en puertos del norte de Europa,
donde los capataces encargados de la estiba eran personas muy responsables.
Siempre recordaré a M. Albert en el puerto de Amberes por su buen hacer y por
su buena disposición a resolver cualquier problema relacionado con la estiba
que lo solucionaba con suma maestría.
Después de
estar aproximadamente cinco años en carga general, el destino me llevó a otro
mundo completamente diferente, al transporte frigorífico del que no tenía la
menor idea. La estiba propiamente dicha no tenía ningún problema comparada con
la carga general. Lo importante en este tipo de transporte es que el buque esté
dotado de buena maquinaria frigorífica y que el personal encargado de su manejo
sea lo suficientemente competente, porque de todo hay en la viña del Señor.
Nuestra obligación como transportista, era vigilar extremadamente que la
mercancía que recibíamos estuviera en óptimas condiciones de congelación.
Mantener nuestras bodegas en perfecto estado de frio (nuestro poder de congelación
era de -25º) y de esta forma no tener ninguna reclamación por parte de los
receptores de la carga.
Esto,
contado así resulta fácil de comprender y ningún problema se vislumbra pero
siempre existen motivos que pueden complicar las cosas. En aquella primera
época los pesqueros sufrían muchísimas averías en su sistema de congelación,
estaban preparados para hacer campañas cortas y de pronto fueron destinados a
pescar en aguas de Senegal, con campañas de seis meses como mínimo, pero sin fecha
de retorno a España donde solían reparar. Hasta que no nombraron los
Armadores de los pesqueros un inspector
que se hizo cargo de la flota en Dakar, aquello fue un poco a lo loco en el
sentido de mantenimiento. Recuerdo que había un barco que congelaba el marisco
con salmuera, como sistema era muy bueno porque el marisco conservaba todas sus
propiedades, pero a la hora de descargar, el ritmo de descarga resultaba ser de
una tonelada/hora porque las cajas que eran de madera estaban todas pegadas.
Con el tiempo la flota se fue renovando y los problemas solucionando
progresivamente. Todo lo expuesto hasta el momento se refiere al transporte de
marisco.
La estiba
de túnidos era muchísimo más complicada debido a la diferencia de tamaño de las
piezas que variaban desde 30 a 80 kilos aproximadamente. Yo siempre he admirado
a los estibadores en los puertos africanos, que con solamente un puñado de
arroz al mediodía y la ayuda de un gancho de mano, manejaban las piezas de
atunes sin importar el tamaño, estibándolos de forma ordenada en los espacios
más recónditos de las bodegas. La separación de las diferentes partidas de
pescado se solía hacer con trozos de redes que los mismos pesqueros nos
suministraban. Como siempre, frecuentemente se iban tomando las temperaturas de
los atunes y estas quedaban reflejadas en los conocimientos de embarque. Un
detalle a tener muy en cuenta en este tipo de cargamento, era que durante la
operación de carga el buque mantuviese un asiento apopante, para que la
salmuera que desprendían los atunes pudiera ser recogida en las sentinas del
buque y evacuadas a la mar al final de la jornada, ya que de lo contrario la
maquinaria de frío no podía trabajar en condiciones y los planes de las bodegas
quedaban encharcadas de salmuera.
De
transporte de fruta en buques frigoríficos solo sé que cada tipo de fruta
necesita una temperatura adecuada, pero nunca me ha tocado hacerlo y me alegro
en el alma ya que los armadores se olvidan a menudo de estas normas
establecidas y la orden tajante es de dar el máximo frio en previsión de
posibles averías.
Del
transporte de carne tengo un recuerdo merecido de ser contado. Embarcamos un
cargamento de cerdos en un puerto de Dinamarca con destino a La Coruña. En
principio el cargamento debería ser completo, pero se finalizó la carga y el
entrepuente de la bodega numero uno quedó
a la mitad y estibada contra la popa. En vista de lo cual se tuvo que
trincar la carga echándole por encima redes como solíamos hacer con los atunes.
Durante el viaje, en el golfo de Vizcaya nos pegó un julepe de padre y muy
señor mío y las redes no aguantaron lo suficiente, los cerdos empezaron a
danzar en la bodega al compas de los bandazos y cuando llegamos a La Coruña y
se hizo la apertura de escotilla, parte de ellos estaban incrustados en el embonado
de la bodega con sus patas. La carga no sufrió daño alguno porque solo fue
cuestión de darles un tirón para desengancharlos del embonado, pero el embonado
quedó completamente desecho y hubo que reemplazarlo casi en su totalidad.
Antes de
finalizar mi artículo deseo poner unas palabras dedicadas a las amas de casa
que son por regla general las que tienen que lidiar con todos estos productos que se transportan
en buques frigoríficos. Que tengan muy en cuenta que los productos congelados,
antes de llegar a los expositores del comercio, han pasado por muchísimas
manos, que la cadena de frio se suele romper en muchas ocasiones, cada vez que
se manipula la mercancía, porque no siempre se guardan las medidas necesarias
para evitarlo, y que ese acto de descongelación-congelación va en detrimento de
la calidad del producto.
Y aquí
finalizo, un saludo y hasta...
Capitán Arturo de Bonis