Después
de escribir el capitulo número catorce con el cual me despedía de los lectores
del blog, pensaba hacer un “mutis por el foro” como suelen decir en el argot
teatral, pues la verdad es que considero que nada me queda por contar de mi
vida profesional después de los numerosos artículos aparecidos en el blog del
Circulo Marítimo y en el libro “MIL AÑOS
DE MAR”; pero algunos amigos-lectores me
siguen pinchando para que no pare, yo diría “de dar la lata”. La única opción
que tengo es la de darle una vuelta de rosca a toda mi historia para ver la
posibilidad de que aún pueda quedar algo por contar, o bien contarla al revés,
porque se da la casualidad que cuanto más lejanos son los acontecimientos más
frescos están en mi memoria; hoy en día necesito hacer ejercicio de memoria
para recordar lo que he comido el día anterior, pero como me han dicho que eso
suele normal, no estoy en absoluto preocupado por mi salud mental y por
consiguiente voy a intentarlo, pero solamente desde el momento de obtener el
título de Capitán y de que la Compañía me concediera el mando de un buque.
Intentaré recordar acontecimientos que haya vivido a bordo aunque nada tengan
que ver con la navegación, simplemente que resulten interesantes para cualquier
tipo de lector, ya que de otra forma no veo la posibilidad de seguir
escribiendo teniendo en cuenta que no soy un articulista profesional, por esa
razón titulo este artículo y los posibles siguientes: “Y POR FIN LLEGÓ EL
MANDO”.
Y
después de este preámbulo, comienzo mi artículo
dándole a la tecla: Pero no comienzo como normalmente debería hacerlo,
escribiendo “por fin llegó el día tan ansiado o soñado”. No, voy a comenzar mi
relato un poco al estilo de Pérez Reverte, soltando un taco que por anticipado explico
que no es de mi cosecha particular, las palabras fueron pronunciadas por una
persona que acababa de obtener su título de Capitán de la Marina Mercante.
Estábamos conversando tranquilamente cuando de pronto se le ocurrió decir:
Cuando nos otorgan el título de Capitán, parece como si nos dieran el título de
“Hijo de la Gran Puta”. En aquel preciso momento me quedé completamente
sorprendido porque las palabras las pronunciaba una persona, la menos indicada -a
mi parecer- para que hablase de aquella forma.
Después de muchos años de mar, de haber tratado con infinidad de
profesionales de todos los rincones de nuestra querida patria, he llegado a la
conclusión y creo que cualquier
profesional que lea este articulo y lo piensa un poco, si lo piensa solamente
un poquito, no tendrá más remedio que darle la razón a mi amigo que pronunció
aquellas duras palabras, porque por desgracias de todo hay en la viña del
Señor. Yo, personalmente, no me puedo
quejar mucho y por consiguiente rebajo el calificativo de mi amigo a
simplemente: Hijo de Puta, creo que es más que suficiente.
Por
otra parte, como desde 1965 hasta 1988, 23 años ejerciendo de Capitán, no sé
exactamente cuál será el calificativo que yo personalmente habré llegado a
obtener. Antes de seguir adelante, deseo expresar que jamás en mi vida
profesional he obrado intencionadamente con ánimo de perjudicar a nadie. Sí
manifiesto que mi aptitud obsesiva por evitar que a bordo se hiciera
contrabando, me haya podido crear, yo diría más bien algún descontento que
enemigo, pero mi intención siempre ha sido la de evitar que tanto el buque como
la Empresa se vieran envueltas en cualquier problema con la Aduana. Más bien,
siempre he hecho la vista gorda cuando se trataba de pequeñas cantidades
siempre y cuando no tuvieran que ver con
droga.
Antes
de continuar, quisiera hacer una pequeña exposición en plan general de la
figura del Capitán y de lo que eran los barcos antiguamente, ya que el concepto
que los profanos puedan tener de este tema queda reducido a lo que se ve en la
publicidad que de los Cruceros hacen la agencias de viaje y algo más. Pues bien, desde que el
mundo es mundo y este está compuesto por tierra y agua, y se sabían hacer
barcos se ha practicado el comercio marítimo y la figura de Capitán ha sido esencial
para que todo eso se pudiera llevar a buen término. Ya antes que se publicase
en el año 1885 el Código de Comercio, donde se recoge la figura del Capitán y
las leyes que regulan el comercio marítimo existían tanto el uno como el otro. También pueden imaginarse los cambios tan
grandes que ha experimentado la navegación, solamente con pensar que
antiguamente un barco que se hacía a la mar el Armador perdía el contacto con
el mismo igual durante meses y todo dependía del Capitán; hoy en día con darle
al botoncito de un teléfono móvil puede ver a su barco donde se encuentra en
cualquier rincón del mundo y mantener una conferencia vía satélite. Este cambio tan enorme hacen que
la figura del Capitán, aunque según el Código de Comercio continua siendo la misma,
haya cambiado de una forma radical, ha dejado de ser el Dios convertido en
hombre y ha pasado prácticamente a convertirse en un simple administrativo que
tiene que estar más pendiente del teléfono que de otra cosa.
Pero
hay que tener muy en cuenta, que un buque que porte la bandera española, se le
considera un trozo de España y el Capitán que lo manda tiene infinidad de
atribuciones que lo convierten prácticamente en un funcionario público de la
máxima categoría. Puede ejercer de Juez, de Notario, puede casar en caso de
muerte inminente, puede hacer un testamento cuando para ello se le requiera.
Creo recordar que lo que no puede es bautizar y no será por falta de agua. En
resumidas cuentas, lo mismo sirve para un roto como para un descosido y añado
de mi cosecha que para que sirva de cabeza de turco en caso necesario. Por
encima de todo cuanto he narrado, es el jefe absoluto del buque y responsable
de todo cuanto en el acontezca.
Lo
mismo que el buque resulta ser un trozo de España, al Capitán se le puede
considerar de forma imaginativa su Jefe de Estado, y dependiendo de su forma de
ser, ese trocito de España se puede convertir en una república, una monarquía,
una democracia o una “casa niñas”, léase como se quiera de acuerdo con las
experiencias vividas. Y para llevar esto a buen término, es necesario que la
persona que encarne al Capitán tenga dotes de mando, mano dura pero con guantes
de seda. Esa es mi forma de pensar. De lo contrario puede ocurrir cualquier
cosa, para muestra véanse las películas inolvidables de “Rebelión a bordo” y “el
Motín del Caine” donde los que ejercen el mando se pasan en sus atribuciones
unos cuantos pueblos y se acercan muchísimo a las palabras que pronunció mi
amigo.
Un
elemento muy importante a tener en cuenta en todo cuanto sucede a bordo es el
famoso Diario de Navegación, resulta ser la Biblia, no porque sirva para ir a
misa, pero sí para ir al juzgado de guardia. En él se anota todo cuanto sucede
a bordo las 24 horas del día. Empezando por el estado meteorológico, rumbos,
situaciones…, resulta ser una copia del Cuaderno de Bitácora que es el libro
que se rellena en el Cuarto de Derrota por cada Oficial al finalizar su
guardia. Por su parte, el Capitán añade en la hoja de acaecimientos todo cuanto
considere oportuno, principalmente para efectos del Seguro, todo esto sirve
para hacer la correspondiente Protesta de Mar.
Recuerdo
perfectamente las fuertes discusiones que solían tener el Capitán
Echevarria con el Inspector D.
Crescencio (el que se estrelló contra un árbol) porque este quería que se
anotase en el Diario hasta un vaso de agua que se rompiera a causa del mal
tiempo, para que el seguro lo pagase. El Capitán que era mucho más inteligente
que el Inspector, le decía que lo único que se conseguía con eso era que el seguro
aumentase la prima al año siguiente. En fin, creo que el Diario de Navegación
merece un capítulo aparte, aunque escribir sobre el mismo resulta un poco
arriesgado y atrevido.
Con
todo cuanto he narrado hasta el momento, parece ser que lo que he hecho ha sido
tirar piedras sobre mi propio tejado. Lo único que he pretendido es hacer ver
que el Capitán debería ser siempre una persona equilibrada y con un sentido de
la responsabilidad. Saber actuar siempre con justicia y si fuese necesario
actuar con mano dura, que sea con guante de seda como ya deje narrado en un
párrafo anterior.
Contado
todo esto, paso a relatar que yo, lo mismo que mi amigo Carlos Navarrete- según
consta en su libro- desde muy joven él sabía que lo que quería era ser Capitán
de barco. Yo recuerdo que con 12 años ya lo tenía fijo en mi cabeza, quería ser
marino como lo había sido mi padre, por esa razón con 14 años cuando aún usaba
pantalones cortos me presenté en la Escuela Oficial de Náutica de Cádiz para
pasar el examen de ingreso. Pienso que todas las personas que eligen esta
profesión, su meta final es llegar a mandar un barco aunque esto en realidad no
depende solo de sus propios deseos, no basta con obtener el título de Capitán,
es necesario que los Armadores confíen en ti y consideren que eres la persona
adecuada para ocupar el puesto, ya que resulta que es la única plaza a bordo
que no se ocupa de acuerdo con un escalafón ni con la edad.
Esta
oportunidad me llegó a mí en Mayo de 1965 a los muy pocos meses de haber
obtenido el título de Capitán. Me encontraba enrolado en el “Sierra Aramo” como
1er Oficial, nos encontrábamos cargando en el puerto de Almería cuando el
Capitán Echevarria me anunció la buena nueva, comunicándome que Marítima del
Norte me daba el mando del “Sierra Blanca” y que tenía que trasladarme al
puerto de Bilbao para hacerme cargo de él. Yo ya conocía el barco porque había
estado allí como 1er Oficial anteriormente. Desde esta fecha hasta que salía
por primera vez como Capitán del “Sierra Blanca” del puerto de Bilbao con
destino al de Rotterdam, se pasaron en un abrir y cerrar de ojos, como si me
encontrarse en una nube, al fin se cumplían mis deseos de llegar a mandar un
barco algún día, y cuando el barco estaba fuera de puntas, ya sin Práctico a
bordo, sentí una serie de sensaciones difíciles de explicar: alegría, por qué
no decirlo: miedo y mucho sentido de responsabilidad y aunque no soy muy
creyente, recé para que Dios me diera un poco de suerte a partir de ese
momento.
Veintitrés
años he estado cumpliendo este trabajo, con mayor o menor acierto. Durante todo
este tiempo como profesional he pasado por momentos difíciles: malos tiempos,
fuego a bordo, varadas, colisiones, ataques de piratas. Muchísimas cosas que ya
tengo más que repetidas en mis anteriores artículos. Ahora intentaré contar
otros temas si es que mi memoria no me traiciona. Espero poder seguir alargando
aunque sea con algunos artículos más mi colaboración en el blog del Circulo
Marítimo.
Un
saludo para todos los lectores.
Capitán Arturo de Bonis.