Espero que después de haber leído el último
tema donde contaba la vida en la isla de Taboga, no se habrá producido una
avalancha en las agencias de viajes para reservar billetes con objeto de pasar
el fin de semana en la isla. La “tabogueña”, si es que ha vuelto a la isla,
debe estar alrededor de los cincuenta años, y pensando que las féminas que
habitan en latitudes tropicales envejecen con más rapidez que las demás,
supongo que el calificativo de “que estaba como un tren”, se habrá quedado en
“un tren de mercancías”.
Yo mismo me asombro cuando me pongo a
escribir de la rapidez con la cual transcurre el tiempo. Me jubilé justamente a
los 55 años, cuando empezaban a verse los nubarrones en el horizonte de la Marina
Mercante, cuando al mirar hacia popa se veía y se comprobaba que la bandera que
ondeaba en el mástil tenía cualquier color que nada tenían que ver con la
española. Hoy, con 83 años de edad cumplidos el único contacto que tengo con la
mar, son los amigos del Circulo Marítimo y las magnificas vistas que del mar y
el puerto tenemos donde nos reunimos semanalmente en el Real Club Náutico de
Malaga. Si hacemos cuentas, son 28 años, poco a poco me voy aproximando a los
que como profesional pasé en la mar, no creo que llegue a igualarlos aunque
solo Dios lo sabe, a mí desde luego no me importaría siempre y cuando las
condiciones físicas no se deterioren mucho y la cabeza me permita de vez en
cuando tener la lucidez necesaria para poder escribir unas cuantas cuartillas
que me tengan entretenido.
Como el movimiento demográfico en el Circulo
Marítimo es más bien nulo, no existe savia nueva que nos regenere y por
consiguiente poco a poco se habla menos de barcos, vamos quedando solo los que
pertenecemos a la “generación del sextante”. Sinceramente pienso que una
profesión tan bonita como era la nuestra, con el tiempo tienda e extinguirse,
las nuevas tecnologías avanzan a pasos agigantados y quién puede negar que si
se ha llegado a sacar un coche que circula y aparca sin conductor, no se pueda obtener en un
futuro un buque que navegue sin Capitán y sin tripulación y que atraque solo.
Si ese día llega a producirse y aun
estamos en condiciones de asimilarlo, podremos descansar en paz y sin ninguna
clase de remordimiento cambiar el nombre de Circulo Marítimo por el de Circulo
Gastronómico que tampoco está nada mal, siempre y cuando nuestros estómagos
estén en condiciones de soportar tanto jamón, tanto cochinillo y tanto cabrito.
Algunos dirán: “Yo ya sabía que eso iba a
terminar en una casa de niñas”, sí, pero bien organizada, ya no habrá miedo a
que exista el famoso “Rumbo de Colisión” que tanto nos amedrantó durante cierto
tiempo, ya solamente tendremos que tener cuidado con las indigestiones pues de
todos es sabido que los cementerios están llenos de grandes panzadas.
Bueno, muchos pensarán que tiene que ver esta
parrafada que nos ha endiñado con el tema “Y POR FIN LLEGÓ EL MANDO”, y yo os
contesto que nada, absolutamente nada, pero con algo tengo que rellenar tantas
cuartillas y con algo tengo que entretener mi cabeza mientras me viene a la
imaginación algo relacionado con el tema.
Ya os conté que la primera vez que salí del
puerto de Bilbao al mando del “Sierra Blanca”, sentí sensaciones de todos los
colores. Yo ya había navegado en ese buque de 1er Oficial y lo conocía
perfectamente, pero la responsabilidad es la responsabilidad y resulta que es
un factor añadido que hasta que no se experimenta no se puede valorar en su
justa medida.
El Sierra Blanca hacia línea regulas entre el
Norte de Europa y el Norte de España, pero su cometido era barrer, embarcar
toda aquella mercancía que los otros buques que conformaban la línea no habían
podido embarcar por falta de espacio, por esa sencilla razón le llamaban el
buque escoba. El problema de este sistema era que estábamos obligados a entrar
en los puertos establecidos en la línea, hubiera carga o no, con lo cual te
paseabas por el norte de Europa con las bodegas medio vacías y ya sabemos que
esa zona no es la más propicia para navegar en esas condiciones ni el Golfo de
Vizcaya para estar cruzándolo a veces completamente en lastre.
Se
daba el caso que después de navegar hasta el puerto de Hamburgo, llegabas,
atracabas y si no había nada de carga volvías a salir una vez formalizadas
todas las operaciones burocráticas. Eso también solía ocurrir en Rotterdam y en
Amberes, en este último puerto donde yo ya tenía establecido mi domicilio, solo
tenía tiempo para citarme en una cafetería con mi esposa (ella también
trabajaba) para charlar un poco y darle cuatro besos, dos de llegada y otros
dos de despedida y hasta el mes que viene, ya que el viaje redondo duraba
aproximadamente un mes. Esta forma de navegar resultaba desesperante, pero como
yo era el último Capitán del escalafón no tenía más remedio que apechugar con
lo que fuese.
Si mal no recuerdo, dos años permanecí
haciendo esta misma línea al Mar del Norte. El único percance grave que tuvimos
fue una colisión en el rio Escalda. Estábamos cerrados en niebla y fondeados
porque el Práctico consideraba que era la mejor forma de evitar males mayores.
En estas condiciones nos encontrábamos cuando fuimos embestidos por un buque
que nos abordó casi por la proa y nos dobló casi toda la regala del castillo,
con la buena suerte de que no afectó en nada ni al peak de proa ni al molinete
y cuando aclaró la niebla pudimos seguir viaje hasta el puerto de Amberes que
era nuestro destino. Allí permanecimos aproximadamente una semana reparando los
desperfectos sufridos, tiempo que yo aproveché para disfrutar algo más de la
familia. Como las condiciones de carga que ya he narrado con anterioridad no
eran las más idóneas, estábamos obligados a tener sumo cuidado con la situación
meteorológica y durante estos dos años estuvimos obligados a hacer varias arribadas
tanto en la costa francesa como en la costa inglesa.
La empresa nunca puso reparos en esta forma
de actuar, ya que la mala suerte ya se había cebado con el hundimiento de dos
buques en el tiempo que llevaba funcionando la Empresa. Cuando fueron
construidos los tres primeros buques frigoríficos, "Sierra Estrella", "Sierra Espuña" y "Sierra Escudo", obtuve el mando del "Sierra Estrella" con lo cual dejé de ser el buque
escoba y al principio todo iba a pedir de boca porque tenía la posibilidad de
permanecer más tiempo en casa ya que las estancias en puerto eran más largas.
Pero de la noche a la mañana todo cambió, ya que el "Sierra Estrella" fue
destinado a cubrir la línea de Huelva-Dakar, con lo cual se iniciaba una nueva
andadura de la Compañía y ya solamente veía Amberes cuando me tocaban
vacaciones. Lo único que gané con el cambio fue que deje el Mar del Norte por
una buena temporada, al mismo tiempo que le tomé el gusto a comer marisco,
gusto que por cierto aún no he perdido.
El cambio experimentado cuando dejé el carbón
y el granel por la carga general fue grande. Pero dejar la carga general por el
congelado aún fue mayor, no porque ello implicara dificultad alguna en cuanto
al manejo de la mercancía se refiere, aquí todo consistía en que la planta
frigorífica trabajase en buenas condiciones y en ese sentido Marítima del Norte
nunca escatimó esfuerzos y dinero para que su flota frigorífica siempre
estuviera en condiciones optimas.
Aquí la dificultad consistía en que la línea
de Huelva-Dakar aún no estaba consolidada, que no era aceptada por completo por
toda la flota marisquera. Los intereses económicos de los Armadores eran
contrapuestos al de los marineros, que ganando
prácticamente lo mismo, se veían privados de ir a casa cada vez que el
pesquero tuviera que efectuar la descarga. Los únicos que estaban de acuerdo en
transbordar el marisco al Mercante eran el Armador y el Patrón de Pesca porque
no perdían el tiempo que suponía que el pesquero viniese a Huelva para efectuar
la descarga. Tardó algún tiempo en consolidarse y en que los marineros
aceptasen ir y venir en avión a Dakar cuando había que efectuar relevos por
vacaciones de personal. Los sindicatos tampoco estaban por la labor y
utilizaban al Stella Maris para enviar octavillas escondidas entre los
pertrechos que llevaba el mercante para familiares y de esa forma hacer su labor
sindical.
Como se produjeron algunas situaciones
bastante desagradables, el Comandante Militar de Marina de Huelva, se sacó de
la manga que los Capitanes de los Mercantes ejerciéramos como representante
suyo para imponer un poco de autoridad, todo esto de palabra como no podía ser
de otra forma, pero en vedad es que estábamos obligados a visitarlo cada
viaje y comunicarle las novedades que se
podrían haber producido. Poco a poco se fue solucionando y formalizando y
cuando llegó el momento de tener que cambiar de caladero y marchar a pescar en
aguas de Angola, nadie protestó, ni tampoco cuando tuvieron que irse a aguas de
Mozambique. Cada vez más lejos de España, pero el que manda en esta vida es el
maldito parné y no hay más remedio que aceptarlo, de eso los pescadores saben
mucho. Los pescaditos son muy caprichosos y aparecen donde y cuando uno menos
se lo espera.
Saludos para todos y hasta la próxima.
Saludos para todos y hasta la próxima.
Capitán Arturo de Bonis