MANDO CONSOLIDADO TEMA UNO
Después de
estar ejerciendo como Capitán varios años, me parece un poco ridículo seguir
escribiendo mis artículos bajo el lema Y POR FIN LLEGÓ EL MANDO, creo más
lógico dejarlo aparcado , y si continuo escribiendo , que sea por lo menos bajo
la condición de veterano. Aunque todos los profesionales de la mar sabemos
perfectamente que el cargo de Capitán es algo parecido al de un entrenador de
futbol, siempre estás en la cuerda floja, si no cumples con las
expectativas te puedes ver relegado y
ser rebajado de categoría y ocupar un puesto de menor responsabilidad, sobre
todo cuando nos referimos a los capitanes de pesca que si la campaña resulta
mala lo más seguro es que te veas con las patitas en la calle.
Yo, he de confesar que como consecuencia del incendio sufrido en el "Sierra Estrella" en las navidades de 67, me vi más bien con un pie fuera que dentro, por la sencilla razón de que el jefe de Personal tenía metido entre ceja y ceja que toda nuestra actuación se había producido como consecuencia de un PANICO COLECTIVO. Aunque yo me encontraba en casa de baja por accidente, estaba al tanto de lo que se cocía en Madrid. Fue pura casualidad que se produjera un pequeño incendio en otro buque de la compañía, sin graves consecuencias, y que el Capitán testificara la rapidez con la cual se habían propagado las llamas a causa del poliéster, material con el cual estaban fabricado los mamparos, para que el Jefe de Personal cambiase de forma de pensar sobre el pánico colectivo, al parecer por otra más razonable y que coincidía con las declaraciones que habíamos formulado los tripulantes.
Yo, he de confesar que como consecuencia del incendio sufrido en el "Sierra Estrella" en las navidades de 67, me vi más bien con un pie fuera que dentro, por la sencilla razón de que el jefe de Personal tenía metido entre ceja y ceja que toda nuestra actuación se había producido como consecuencia de un PANICO COLECTIVO. Aunque yo me encontraba en casa de baja por accidente, estaba al tanto de lo que se cocía en Madrid. Fue pura casualidad que se produjera un pequeño incendio en otro buque de la compañía, sin graves consecuencias, y que el Capitán testificara la rapidez con la cual se habían propagado las llamas a causa del poliéster, material con el cual estaban fabricado los mamparos, para que el Jefe de Personal cambiase de forma de pensar sobre el pánico colectivo, al parecer por otra más razonable y que coincidía con las declaraciones que habíamos formulado los tripulantes.
No
comprendo cómo las autoridades competentes permiten que se construya con este
tipo de material plastificado, pensando solamente en el abaratamiento y la
rapidez de su montaje, sin tener en cuenta el peligro que eso supone, más aún
en un buque donde todo está impregnado por el gasoil lo cual constituye un
acelerador del fuego. Supongo que pruebas habrán tenido que hacer antes de dar
su visto bueno. Sin ir más lejos, recientemente una torre de viviendas ha sido
calcinada en la ciudad de Londres al ser revestida su fachada con algún
producto plastificado, según las informaciones ofrecidas por todos los medios
televisivos
De todo lo
expuesto con anterioridad, el pie que tenía fuera de la Compañía volvió a
entrar y una vez que finalicé mi
convalecencia me reintegré a mi puesto de trabajo en el puerto de Santander
donde se encontraba el "Sierra Estrella" reparando.
Después de navegar durante varios meses en el "Sierra Estrella", como siempre, haciendo la ruta del marisco entre Huelva y Dakar. La Compañía me sorprendió al desembarcarme del "Sierra Estrella" urgentemente para tomar el mando del buque gasero "Sant Jordi", por aquel entonces buque insignia de la Compañía, en el cual se había producido la primera huelga de la Marina Mercante.
Según se mire, se podía pensar que era una prueba de confianza de la Compañía en mi persona como Capitán, o mirándolo de otro lado se podía considerar que era un caramelo envenenado por la responsabilidad que suponía hacerse cargo del mando de un buque en aquellas condiciones, máxime cuando yo no tenía ni zorra idea de lo que era navegar en un buque que se dedicaba al transporte de gases licuados. Con lo cual cabe deducir que yo embarcaba allí para torear con la mano izquierda a los cabecillas de la huelga. Seis meses permanecí embarcado en el "Sant Jordi", cuando el resto de la tripulación tenían sus relevo a los tres meses de embarque, lo cual da una idea de la clase de "come coco" que era aquel buque. Yo me limité a llevar y traer el buque entre Terneuzen y Tarragona al mismo tiempo que se iban calmando las aguas turbulentas. Creo que cumplí con el cometido para el cual me dio el mando la Compañía. Para mí fueron meses duros, muy duros desde el punto de vista psicológico, ya que no hay peor cosa que estar al mando de un buque que cuando suena una alarma cualquiera, estés obligado a preguntar: ¿qué ocurre?, como suele decirse, estaba más despistado que un pulpo en un garaje desde el punto de vista profesional.
Por fin también llegó mi relevo; a bordo solo quedaba uno de los cabecillas que habían promovido la huelga: el maquinista que era el encargado de la carga, pero que al encontrase completamente aislado no había nada que temer. El buque siguió haciendo su tráfico normal entre Holanda y España cumpliendo el contrato que tenía firmado con la Dow-Chemical para el transporte de etileno. Algunos detalles curiosos que tuvieron lugar durante mi estancia en el "Sant Jordi" ya quedan reflejados en el libro MIL AÑOS DE MAR, pero que nada tienen que ver con el asunto por el cual estoy narrando lo escrito anteriormente.
Buque "Sant Jordi"
Después de navegar durante varios meses en el "Sierra Estrella", como siempre, haciendo la ruta del marisco entre Huelva y Dakar. La Compañía me sorprendió al desembarcarme del "Sierra Estrella" urgentemente para tomar el mando del buque gasero "Sant Jordi", por aquel entonces buque insignia de la Compañía, en el cual se había producido la primera huelga de la Marina Mercante.
Según se mire, se podía pensar que era una prueba de confianza de la Compañía en mi persona como Capitán, o mirándolo de otro lado se podía considerar que era un caramelo envenenado por la responsabilidad que suponía hacerse cargo del mando de un buque en aquellas condiciones, máxime cuando yo no tenía ni zorra idea de lo que era navegar en un buque que se dedicaba al transporte de gases licuados. Con lo cual cabe deducir que yo embarcaba allí para torear con la mano izquierda a los cabecillas de la huelga. Seis meses permanecí embarcado en el "Sant Jordi", cuando el resto de la tripulación tenían sus relevo a los tres meses de embarque, lo cual da una idea de la clase de "come coco" que era aquel buque. Yo me limité a llevar y traer el buque entre Terneuzen y Tarragona al mismo tiempo que se iban calmando las aguas turbulentas. Creo que cumplí con el cometido para el cual me dio el mando la Compañía. Para mí fueron meses duros, muy duros desde el punto de vista psicológico, ya que no hay peor cosa que estar al mando de un buque que cuando suena una alarma cualquiera, estés obligado a preguntar: ¿qué ocurre?, como suele decirse, estaba más despistado que un pulpo en un garaje desde el punto de vista profesional.
Por fin también llegó mi relevo; a bordo solo quedaba uno de los cabecillas que habían promovido la huelga: el maquinista que era el encargado de la carga, pero que al encontrase completamente aislado no había nada que temer. El buque siguió haciendo su tráfico normal entre Holanda y España cumpliendo el contrato que tenía firmado con la Dow-Chemical para el transporte de etileno. Algunos detalles curiosos que tuvieron lugar durante mi estancia en el "Sant Jordi" ya quedan reflejados en el libro MIL AÑOS DE MAR, pero que nada tienen que ver con el asunto por el cual estoy narrando lo escrito anteriormente.
Buque "Sant Jordi"
Otra
ocasión en que tuve que desembarcar de forma urgente del buque con el cual
cubría la línea de Huelva-Dakar, fue cuando tuve que tomar nuevamente el mando
del “Sierra Urbión”. La Compañía había firmado una póliza de fletamento para
transportar la maquinaría y montar una fabrica de cemento en Argentina y una
azucarera en Uruguay, más exactamente en la ciudad de Paysandú. Consideraban
que el “Sierra Urbión” era el buque más apropiado para efectuar ese transporte
ya que las bocas de escotillas eran lo suficientemente anchas como para poder
estibar grandes piezas de la maquinaria en los planes de las bodegas y lo que
no cupiese iría como cubertada. A mi
modo de ver el asunto, el buque era demasiado pequeño para plantearse hacer un
viaje trasatlántico cargado hasta la perilla, pero donde hay patrón no manda
marinero. Pero ni yo mismo me explico cómo las autoridades de marina nos
permitieron salir en esas condiciones sin pedirnos ni siquiera un estudio de
estabilidad, que teníamos hecho por supuesto, pero había piezas de maquinaria
que sobrepasaban la altura del puente. La estiba fue muy laboriosa ya que
resultó lo mismo que hacer un puzzle de mil piezas pero todas diferentes. Nos
costó muchos quebraderos de cabeza pero al final lo conseguimos hacer en un par
de viajes. El primero fue a Argentina, el destino final era Buenos Aires, pero
estuvimos obligados a hacer escala primeramente en la base militar de Puerto
Belgrano para descargar algunas de las piezas que por ser muy pesadas no se
podían descargar en Buenos Aires.
"Sierra Urbión"
Capitán A. de Bonis