MIRZAK
Hace ya dos meses largos que ni escribo ni publico
nada en el blog del “Circulo Marítimo”, a pesar de que hay muchos amigos y
lectores que me lo solicitan, pero los meses de Agosto y Septiembre han sido
horribles para mí en el aspecto físico, hasta tal punto que ha pasado por mi
cabeza mandar todo al garete dando por finalizado mi entretenimiento favorito.
Pero hace unos días ha sucedido en mi vida un hecho que incluso podría servir
para escribir el guión de una película y que me ha impulsado a tomar la determinación
de que al menos, una vez más ponerme delante del ordenador para poder contar
una bella historia, una historia que nada tiene que ver con barcos ni con la
mar, como corresponde a este blog que está destinado a escribir temas náuticos.
Sé de antemano que escribirla va a suponer para mí
un gran sacrificio y una tristeza agridulce ya que se trata de recordar una
parte de mi vida familiar durante la cual fui muy feliz y que por desgracia ya
pasó a ser historia. Es una historia bastante larga y puede ser que muchos
lectores se cansen, pero les aseguro de antemano que merece la pena ser leída
hasta el final donde se produce el verdadero desenlace de la misma.
Comenzaré por decirles a los que no tienen nada o
poco conocimiento del “Firmamento” y de las estrellas que lo componen, que
MIRZAK es el nombre de una estrella al mismo tiempo que se trata del nombre de
nuestra última mascota, que resulta ser la verdadera protagonista de ésta para
mí bella historia.
La historia comenzó a fraguarse cuando se aprobó la
Ley de Divorcio en el año 1981, cambiamos nuestro domicilio de Bélgica donde
vivíamos desde el año 1967 por el de Málaga una vez que pudimos contraer
matrimonio según la nuevas leyes españolas, lo hicimos pensando en que mi
esposa podría acompañarme en algunos de mis viajes y así fue hasta que
comprobamos que los mareos eran tan grandes que resultaban dañinos para su
salud. En vista de este imprevisto inconveniente, para no estar con los brazos
cruzados mientras yo navegaba, Greta se inscribió en una escuela taller de
tejidos llamada "La Madraza", allí permaneció aprendiendo a tejer tanto en bajo
como en alto liso, hasta que cerraron por falta de subvención ya que la escuela
dependía de la Diputación de Málaga y cerraron el grifo.
Yo pasé a convertirme en emérito en Julio de 1988
cuando cumplí los 55 años de edad, aquel mismo año me inscribí en la Escuela de
Arte y Oficios en unos cursos monográficos de ebanistería, tema que siempre me
había gustado, hice los tres cursos que eran los permitidos y durante los
cuales aprendí a manejar todo tipo de máquinas tanto eléctricas como manuales
que me permitieron hacer muebles de todo tipo.
El problema de estas aficiones, tanto la mía como la
de mi esposa era que ocupaban mucho espacio, el apartamento donde vivíamos a
pesar de ser grande se nos quedó pequeño; por si fuera poco, era en una planta
15 y cada vez que el conserje me veía meter material en el ascensor ponía cara
de mala uva, esto nos indujo a buscar otro tipo de vivienda. Nos trasladamos al
Rincón de la Victoria donde compramos un chalet precioso en el cual yo podía
disponer de un garaje de 60 m2 para montar mi taller de carpintería y mi esposa
disponía de espacio más que suficiente para montar todos sus telares.
Durante la primera noche que dormíamos en el chalet
ya tuvimos la visita de ladrones que ignoraban que la casa ya estaba habitada y
eso nos llevó a la conclusión de que teníamos que tener un perro. Así lo
hicimos y a los pocos días compramos un pastor alemán o mejor dicho una
pastora, a la cual bautizamos con el nombre de “Lubas”. Esa perra durante los
ocho años que vivió con nosotros nos proporcionó muchas alegrías además de
seguridad, aunque resultó ser muy cabezona. Se le puso un instructor que le
enseñó las cuatro reglas principales de comportamiento, pero todo cuanto
aprendió dentro del recinto de la casa, una vez fuera ella iba a su bola. A la
hora de comer era un suplicio, tuvimos que darle de comer como si fuera una persona,
con una cuchara.
Cada vez que la perra tenía el celo, un perrillo que
vivía en frente venía a ver si podía entrar por algún hueco y en vista de que
no tenía ninguna posibilidad se sentaba delante de la puerta los días que
fuesen necesarios y se contentaba el pobre simplemente con olerla, como ni
siquiera sabía cómo se llamaba el perrillo, yo le di el nombre de “Yiyi el
amoroso”. Lubas nunca tuvo una camada,
la única vez que intentamos cruzarla fue un rotundo fracaso. El pastor que nos cedieron para efectuar el
cruce, por lo visto había visto muchas corridas de toros donde actuaba Curro
Romero, y el pobre siempre intentaba entrar por el costado. Después de tres días de
inútiles intentos la perra ya no quería saber nada y el pretendiente que estaba
agotado de tantos intentos lo devolvimos a sus propietarios. Lubas solía tener
embarazos psicológicos y con el tiempo terminaron por salirle bultos en las
mamas, lo cual nos obligó a pasarla por el quirófano. El veterinario nos la trajo operada y
convaleciente y la acomodamos en el porche donde ya tenía su cama preparada de siempre
para que se recuperase. Todos los días me levantaba temprano para ver como se
encontraba pero al tercer día no la veía por ningún lugar de la casa, se me
ocurrió mirar en la piscina y allí estaba la pobre ahogada, lo mismo que como
si se hubiera tirado de cabeza. Avisamos al veterinario que llegó lo antes
posible, la sacó del agua ya completamente rígida y para poderla meter en el
saco que traía preparado no tuvo más remedio que quebrarle las extremidades. Mi
esposa que presenció la operación quedó traumatizada y durante algunos meses
sufrió una fuerte depresión y un carácter bastante poco agradable.
Recibimos la visita de una amiga, después de una
larga tarde de charla, la amiga habló conmigo
y me recomendó que la mejor forma de darle un cambio a la situación era
traer otro perro a casa que la hiciera olvidar a Lubas. Hablamos largo y
tendido sobre este tema. Greta era bastante reacia a lo de tener un nuevo perro, pero al final pude convencerla y corría ya el año 2002, creo recordar que era
el mes de Mayo cuando paseando por el pueblo en la tienda de mascotas “DON
ANIMAL” vimos en el escaparate que tenían dos cachorros de pastor belga de la
raza TEVEUREN. Cogimos una al azar porque resultaban ser idénticas. Le pusimos
el nombre de MIRZAK y no las trajimos a casa.
En ese momento volvió a entrar la alegría en la casa y en nuestras
vidas, mi esposa se fue recuperando del trauma sufrido con la anterior y yo solía
gastarle la broma de que con Mirzak (como era belga) se entendía mejor al poder
hablar el mismo
idioma.
Mirzak resultó ser una perra muy cariñosa pero al
mismo tiempo muy juguetona y traviesa. Su juego preferido era siempre que podía
entrar en la cocina, coger un cuchillo entre los dientes y venir para enseñar
lo que tenía y que la persiguiéramos para quitárselo. Odiaba el sonido de los
teléfonos móviles, siempre que tuvo la ocasión trituró más de uno haciéndolos añicos y se quedaba tan pancha como si no hubiera
roto un plato. Era más lista que los ratones coloraos, cuando me veía con las
llaves del coche en la mano se iba directamente a la jaula para que yo pudiese
abrir la cancela sin temor a que se escapase, cosa que por descuido nuestro
sucedió en varias ocasiones, pero cuando comprobaba que nadie la perseguía se
volvía a casa, pero cosa curiosa nunca quería entrar en la casa por la cancela
por donde salía el coche , se sentaba delante de la puerta peatonal y hasta que
no la abríamos no entraba en la casa.
Cuando llegaba el verano y venían los nietos de
vacaciones el jolgorio aumentaba de
forma alarmante, sobre todo cuando se metían en la piscina ya que no paraba de
dar vueltas a la misma ladrando y saltando. Una tarde apareció con las gafas de
la nieta pequeña entre los dientes y nos dio un gran susto ante el temor de que
las pudiera triturar como solía hacer con los móviles, pero solo quedó en el
susto.
Con mi esposa tenía un trato especial, durante
nuestra estancia en el Rincón de la Victoria, Greta perteneció a la Asociación
de mujeres de la Axarquía “AMUASA” donde impartió durante bastantes años
clases de RETACERÍA que resultó ser su
entretenimiento más bonito. Los días que iba a dar clases, la perra permanecía
echada en la puerta desde que se marchaba por la mañana hasta que volvía al
mediodía, y un día que la perra logró escaparse fue para ir a reunirse con
ella en la sede de la Asociación. Allá
donde se encontrara la perra iba a sentarse a su lado, eso la llevó a
consentirle muchas cosas, la dejó entrar en la casa, cosa que nunca le permitió
a Lubas, y eso trajo consigo que la perra por las noches entraba en el salón
para ver la televisión junto a nosotros, eso sí, parecía que tenía un reloj
incorporado porque a las doce en punto se levantaba y se iba directamente al
dormitorio y se echaba junto a la alfombra del lado que dormía Greta y en toda
la noche no se movía de su lado.
Mi reencuentro con Mirzak
Por todo lo narrado aquí y por muchas más que ya
escapan a mi memoria, cuando en el año 2006 decidimos vender el chalet, porque
ya no podíamos físicamente dar más de sí, nos encontramos con el dilema de qué
hacer con la perra; el apartamento que habíamos alquilado cerca de la playa en
la zona de Pedregalejo no admitían animales y mucho menos en la residencia a
la cual nos pensábamos trasladar una vez que estuviese terminada. A través de
una amiga encontramos a una familia que tenía tres hijos de mediana edad y que
estaban dispuestos a quedarse con la perra una vez que la hubieran visto, esta
familia vivía en el Puerto de la Torre. Un día se presentó la familia al
completo para ver a la perra, los niños quedaron encantados y por lo tanto poco tuvimos que hablar, el
tiempo justo para preparar los papeles y la documentación de Mirzak. El verla partir nos produjo una gran
tristeza, habían sido cuatro años de cariño y de alegría lo que había aportado
a nuestras vidas, no obstante esta separación mi esposa la soportó con más
entereza.
En el año 2010 una vez finalizada las obras del
Residencial nos trasladamos a ella, que se encuentra situada colindando al sur
de la venta llamada “JOSÉ CARLOS”. Durante muchos años nunca perdimos la
esperanza de encontrarnos con Mirzak en el
Puerto de la Torre, incluso con el coche recorrimos muchas de las
urbanizaciones que componen este distrito de Málaga pero siempre fue con
resultado negativo y con el tiempo perdimos toda la esperanza.
Desgraciadamente mi esposa falleció en Noviembre del
2016 después de una larga enfermedad y yo con 85 años ya no estoy para tirar
cohetes. MI hija Marina que vive en Madrid, de vez en cuando viene a Málaga
para darme un repaso. Precisamente el día 18 se encontraba aquí porque había
venido para acompañarme al médico. Por la tarde una de las empleadas le dijo a
mi hija que una chica había llamado por teléfono preguntando si vivía aquí un
señor que se llamaba Arturo, le informó que si quería volver a ver a su perra
Mirzak debía ponerse en contacto con el teléfono…………. Mi hija dudó si darme
la información por temor a que me produjera una reacción mala debido a mi
estado físico, pero decidió por decírmelo
y aunque al principio me produjo una gran impresión, enseguida me repuse
y le dije que llamase enseguida al teléfono que la chica había proporcionado
para concertar un encuentro lo antes posible. En diez minutos nos encontrábamos
en la venta de José Carlos, ya que la chica vivía en una finca colindante al
norte de dicha venta. Tantos años viviendo a tiro de piedra sin saberlo, las
jugarretas que nos gasta la vida.
Narrar el encuentro con Mirzak no resulta nada
fácil, ha sido uno de los momentos más emotivos que haya podido vivir en mi
vida.
Amanda (que así se llama la nueva propietaria), nos
esperaba a pie de carretera dada la cercanía de su domicilio. Cuando la vimos
se me hizo un nudo en la garganta, los ojos se me llenaron de lagrimas y me
quedé momentáneamente sin habla. Mirzak tiene en la actualidad 17 años, 13 que
se la entregamos a la familia de Amanda y que por aquel entonces era una
jovencita. En la actualidad es una señorita que se hizo veterinaria por amor a
los animales y gracias a ella y a sus cuidados Mirzak ha conseguido llegar a
los 17 años aunque en realidad su salud resulta muy precaria. Cuando Amanda
dejó suelta a Mirzak, la perra se dirigió directamente hacia mi hija y hacia mí,
nos olió y nos lamió la mano que le tendíamos y desde ese preciso momento no se quiso separar de nosotros. Nos
sentamos en la terraza de la venta y se
echó sobre nuestros pies para que la acariciásemos y ya no se movió
hasta que dimos por terminado el encuentro. Cuando pude recuperar el habla y se
calmaron los sentimientos hablé con Amanda y ella me puso al corriente someramente
de la vida que había llevado Mirzak durante esos trece años, del cariño que
ellos habían recibido y lo que había significado para sus vidas. Me explicó que
muchas veces había estado tentada de llamar por teléfono, que un dia por otro
en que se armó de valor lo había ido dejando hasta que llegó el día en que se
dijo de hoy no pasa.
Todo el tiempo que estuvimos hablando, de mi
mente no se apartó la figura de Greta,
pensando en lo feliz que ella hubiera sido ese día pero las circunstancias son
las que son y no tenemos más remedio que aceptarlas tal y como nos vienen
dadas. Yo doy por terminado mi relato porque tengo que dejar reposar todos los
sentimientos que he vivido durante estos últimos días, dando las gracias a los
que han tenido la paciencia de aguantar hasta el final de esta historia.
Capitán Arturo de Bonis