miércoles, 20 de marzo de 2019

Recuerdos de Rogelio Garcés Galindo, Capitán de la Marina Mercante, Master Mariner y Comisarío de Averías.

CAPÍTULO XIV

BUQUE “CIUDAD  DE  VALENCIA” -  4to.  EMBARQUE 
         
          

                
         El 27 de Noviembre me llamaron de la Inspección para que preparara lo necesario con el fin de hacer un relevo al Segundo Oficial de la M/N “Ciudad de Valencia”, durante una semana, así que el día 28 embarqué haciendo la ruta Barcelona a Ibiza, Ibiza a Valencia e Ibiza, Ibiza a Alicante e Ibiza. Descansábamos el domingo en Ibiza, y el lunes hacíamos la ruta Ibiza a Barcelona. Se navegaba de noche y durante el día se descansaba en puerto, pero como montaba guardia de 00 a 06 poco tiempo me quedaba libre, pues no quería pasar sueño durante la guardia.
  
En aquellos tiempos, la mayoría del pasaje eran “hippies”, que se estaban poniendo de moda en Ibiza. Me recordaba la línea de Melilla, pero no con moros, pues los residentes españoles que viajaban eran poquísimos, en relación con los otros. 
         
La primera noche de guardia, el timonel me pidió permiso para ir al servicio; como no tenía timón automático tuve llevar la caña hasta que volvió, unos diez minutos después. La noche siguiente me volvió a pedir permiso para lo mismo, tardando esta vez más de diez minutos; cuando le vino el relevo le dije que el próximo día, si no quería cagarse encima, que viniera con todo hecho, pues se había acabado el cachondeo del servicio. Ningún día más volvió a decirme nada sobre el asunto.  

       Mientras estaba en el Ciudad de Valencia, los compañeros me invitaron a cenar en Alicante, lo que se convirtió en una pequeña despedida de soltero. La verdad es que estaba muy reciente la muerte de mis padres y nunca pensé en celebrar nada, pero siempre les he agradecido mucho el detalle. Cenamos cerca del puerto, y recuerdo que tomé cochinillo.

       El domingo, en Ibiza me dediqué a visitar la ciudad y la parte antigua, que es preciosa, o por lo menos lo era, pues desde entonces no he vuelto nunca más a esa isla.


viernes, 15 de marzo de 2019

Recuerdos de Rogelio Garcés Galindo, Capitán de la Marina Mercante, Master Mariner y Comisarío de Averías.

CAPÍTULO XIII

BUQUE “VICENTE  PUCHOL” – 1er.  EMBARQUE       

   

     
Una vez que me dieron el alta médica me mandaron a embarcar a Barcelona a la M/N “Vicente Puchol”, cosa que hice el día 18 de Noviembre. Este barco era gemelo del anterior, incorporándome en Astilleros como Tercer Oficial.

El tiempo que pasé en Barcelona, mientras el buque estaba en Astilleros, fue muy agradable porque prácticamente no hacíamos nada; sólo algún que otro papel pero nada de bajar a dique o ver temas de la reparación, pues esto era exclusivamente de la Inspección, el Capitán y un poco del Primer Oficial. Así que me iba a ver sellos, dar unas vueltas por la ciudad vieja y tratar de pasar el tiempo de la mejor manera posible.



Ya me habían dicho que cuando los barcos estaban reparando, aprovechaban a los Segundos y Terceros Oficiales para hacer los relevos en los que tocaban en Barcelona, y que necesitaban algún oficial por bajas, vacaciones, o cualquier otro motivo, por lo que a los 10 días me transbordaron.


domingo, 10 de marzo de 2019

Recuerdos de Rogelio Garcés Galindo, Capitán de la Marina Mercante, Master Mariner y Comisarío de Averías.

CAPÍTULO XII

BUQUE -  “ANTONIO  LAZAR0”


        
Embarqué de Tercer Oficial el día 28 de Julio de 1970, en Almería. Navegábamos de día y de noche haciendo una semana la línea Almería-Melilla-Almería, y la siguiente semana Málaga-Melilla-Málaga.

Cada dos semanas teníamos un día libre, y por no cobrar los días festivos acumulábamos para las vacaciones. El día de descanso, si estaba un rato sin nadie alrededor, dormía, pues hacía la guardia de 00 a 04 y de 12 a 16, pero entre las guardias, maniobras, comidas, etc. dormía unas 5 horas al día, y partidas.

Una noche, en la maniobra de salida de Melilla, el remolcador, que tenía poca maniobrabilidad, metió la estacha en la hélice de estribor y quedó cogida. Había gran cantidad de medusas, por lo que le dije al Capitán, Antonio Sentí, que yo podía echarme al agua y tratar de sacar la estacha, pero que tendría que hacerlo con el traje de goma para que no me picaran las medusas.

Con el traje puesto estuve buceando y con un cuchillo corté varias veces la estacha hasta que la hélice quedó libre y pudimos zarpar hacia Málaga. Tuve unas pequeñas picaduras de las medusas en las partes libres que me dejaba el traje, aunque de poca importancia.

Al día siguiente, el Capitán me dijo que escribiera una carta detallando lo que había hecho para dirigirla a la empresa; ésta es la fecha en la que todavía estoy esperando noticias de ella. 
    
          

       En un viaje de Melilla a Málaga, a la llegada no permitieron salir a ningún pasajero porque decían que se había declarado un brote de cólera en Melilla, así que retuvieron al pasaje durante unas horas, con el consiguiente disgusto, sobre todo por nuestra parte, pues era domingo y yo lo aprovechaba para dormir, ya que no podía hacerlo otros días.

       En un momento determinado se presentó una familia comunicándonos que les habían robado ropa del coche, que se encontraba en el garaje del buque. Los inspectores de policía a bordo, Pedro, de Almería, y José Luis Asúnsolo, de Madrid, les dijeron que esperaran a que permitieran salir a los pasajeros para situarse con ellos en las dos salidas, y así, cuando vieran a alguien con su ropa, lo detendrían.

       Al rato volvieron a presentarse en la cafetería, donde estábamos esperando la resolución de este hecho, y les dijeron que habían visto a un moro con su ropa. Fueron a por él y lo trajeron a la cafetería; allí mismo se dispuso a interrogarlo José Luis, bastante más joven que Pedro. Aunque poco después, Pedro le pidió que se lo dejara a él, así que se volvió hacia el detenido, le soltó una galleta que le hizo caer al suelo, desde donde decía que había dos más; supongo que para que no fueran todas las galletas solamente para él.
                 
Se trataba de polizones, así que tuvimos que estar de papeleo toda la mañana, con lo que nos fastidiaron el descanso.   

Ese verano lo pasé en Málaga, donde María José veraneaba con sus padres. Allí nos veíamos algunas mañanas y los fines de semana, pero no sé por qué motivo volvieron pronto a Melilla, donde sólo pudimos vernos un rato por las noches.

Como en Málaga bajaba todas las mañanas con el pasaje para ver a María José, un día, los de la brigadilla de la Guardia Civil me pidieron que pasara a un cuarto para cachearme; una vez lo hicieron les pregunté que a qué se debía eso y me dijeron que “porque viajaba todos los días en el barco”. Tuve que explicarles que era el Tercer Oficial y que bajaba a ver a mi novia. Desde ese día no volvieron a molestarme. 

En una ocasión saltó la alarma contra incendios en una de las plantas de camarotes; nuestra sorpresa fue mayúscula cuando comprobamos que una familia de moros había hecho fuego en el suelo del camarote para hacer te.

El 30 de Septiembre tuve que desembarcar por enfermedad, pues durante la guardia de la noche tuve un fuerte dolor en la parte derecha de la ingle.
  
Aunque en Málaga me dijeron que podía ser un ataque de apendicitis, a la vuelta a Melilla, mientras me duchaba observé que tenía un bulto, con lo que quedó claro que lo que tenía era una hernia.

       Algunos días después me operaron, permaneciendo de baja médica hasta mediados de Noviembre. Antes de operarme pasé unos días esperando para que hubiese cama en el hospital, pues aunque me correspondía sala de segunda no tenía ninguna intención de hacerlo así, ya que pensaba estar los días de hospital en una sala de primera.

       Mi suegro, por aquellos entonces Delegado el Instituto Social de la Marina, me dijo que no tenía derecho a ello y que no me pagarían la diferencia.

       Una vez salí del hospital conseguí, gracias a amigos que tenía en la oficina, que me dieran un certificado en el que se hacía constar que cuando ingresé solamente había esa habitación disponible, por lo que no tuvo más remedio que autorizar el pago de la diferencia, muy a pesar suyo.  

       Estuve una semana ingresado, y cuando me dieron el alta yo había dicho que saldría por mi propio pie sin necesitar silla de ruedas; aunque lo conseguí, a la salida, cuando llegué al coche, me arrepentí de haber hecho el comentario.

Tras recibir el alta médica me ordenaron embarcar en Barcelona.