CAPITULO
XLIX
BUQUE
“CASTILLO DE ALMANSA” - 3ro. EMBARQUE
Volvieron
a enviarme al ‘Castillo de Almansa’. Embarqué y desembarqué en
San Ciprián, aunque en el desenrole pone Port Kamsar.
Desde
que pasamos a bandera de conveniencia variaron los contratos de los
todos los tripulantes, pues ahora en el sueldo se fijaban unas horas
extra fijas que eran remuneradas tanto se hiciesen como si no; no era
una mala solución, pero desde Elcano se empeñaron en que fuera
mala.
Nada
más embarcar se nos exigió que hiciésemos trabajar más horas a
los tripulantes, para mantenimiento del buque, por supuesto sin
pagárselas, y como se especificada en los contratos, estas horas
debían hacerse cuando fuesen necesarias para maniobras, emergencias,
etc., pero no como querían los inspectores, que seguían siendo de
Elcano.
A
cuenta de ello tuve varias discusiones, y en una de ellas le dije a
un inspector que si quería que fuese él a explicárlo ya que los
argumentos que me daban me parecían escasos y faltos de
profesionalidad.
Como
comenté antes, aunque todavía éramos todos españoles en este
buque, había algunos en los que sólo dejaron al Capitán y al Jefe
de Máquinas español, el resto, de varias nacionalidades.
Como
no me plegaba a sus requerimientos, a principios de agosto me
mandaron a casa en expectativa de embarque, y así estuve hasta
finales de Septiembre; de ahí que en el desenrole y en Port Kamsar
figure esta fecha, ya que los días de mar no me vendrían nunca mal
para mi jubilación.
Me
llamaron a Madrid y me comentaron que como el puesto de Capitán era
de confianza del Armador, que podía seguir navegando con el mismo
sueldo, pero con otra categoría, o acogerme a lo que teníamos
firmado e indemnizarme dejando la Compañía.
Opté
por lo segundo y me vine a casa, dando por terminada mi vida en los
barcos, aunque no con ellos pues seguí, y sigo, vinculado.
Solo
quiero añadir que, como siempre, los sindicatos, sean del tipo que
sean, no hicieron más que su conveniencia. No es que en este caso
los necesitase, pues pude valerme por mí mismo, pero los
representantes del personal que quedaba de la Empresa Nacional
Elcano, que seguían navegando en banderas de conveniencia, lo
hicieron muy bien, pero para ellos.
Cobraban
lo mismo que navegando, en su casa, por no dar la cara ni enfrentase
a la empresa en ningún caso, y además, con dietas y gastos para
visitar los barcos y seguir engañando al personal.
Cuando
llegué a Elcano no comprendía la actitud de los oficiales, pues los
encontraba a todos con una apatía fuera de lo normal, por eso
siempre que tenía ocasión y necesitaban oficiales, los pedía
nuevos. Poco a poco me fui dando cuenta y obrando de la misma forma.
Tenía
mas valor en la Central el comentario de cualquier tripulante que la
palabra de un Capitán o un Jefe de Máquinas, así que ‘puse pies
en polvorosa’ y di por terminada esta relación.
Los
Capitanes teníamos que informar de cada tripulante cuando
desembarcaba. Intenté desde el principio que mis informes fuesen lo
más exactos posibles, pero con el paso de los años, al ir dándome
cuenta de cómo funcionaba, decidí darle los informes al Primer
Oficial y limitarme a firmarlos. De todas formas no creo que
sirviesen para mucho, ya que en algunas ocasiones mandé informes de
algunos oficiales y pude observar que volvían los que tenían los
peores informes.
Escuché
muchos comentarios respecto a tripulantes que embarcaban donde
querían, y a través de una serie de favores, pero como son
comentarios y no puedo confirmar nada, me limito a hacer el
comentario. Quizás sea más el ruido que las nueces, pero los había
de muchos tipos.
Así
se terminan casi 14 años de relación: fui indemnizado con la
cantidad que teníamos pactada, y ‘si te he visto no me acuerdo’.
No es que tenga malos recuerdos, comprendo que era mucho más
rentable para la empresa pagar dos mil quinientos dólares a un
ucraniano, que siete mil a un español; el negocio es el negocio y lo
demás no importa, mucho menos las personas.
Después
de acabar en Elcano, tuve la oportunidad de entrar en una empresa
estibadora en Málaga, donde permanecí hasta finales del año 2001
en que me jubilé.
En
estos años pasados en Opemar, nunca tuve añoranza del mar, quizás
porque seguía en contacto con él, o porque me sentía algo
defraudado.
Ahora
que han pasado los años a veces me pongo a pensar si acerté
volviendo a la mar o de haber seguido en tierra hubiese sido mejor la
vida.
Por
ello, espero que tanto mi mujer como mis hijos hayan sabido aceptar
la vocación de su padre, pues cuando era joven, al llevar unos años
en tierra si sentía nostalgia de mi profesión.
En
el tiempo que pase navegando las personas que mas pena me dieron,
fueron aquellas que habían estudiado esta carrera equivocadamente,
ya que se les notaba y en ocasiones hacían la convivencia a bordo
muy difícil y a veces poniendo en peligro la vida de los demás.
Este
tipo de personas que lo único que deseaban era un puesto en tierra
han sido los que mas daño han hecho a la marina, pues una vez
conseguido este puesto sólo han luchado por no perderlo. Espero que
el daño que han hecho alguien se lo reclame alguna vez.
Durante
el tiempo que estuve esperando hice algunos cursos:
Y
mientras estuve de Director en Opemr, también hice otros cursos:
Desde
mi jubilación he intervenido en algunos casos como Comisario,
Surveyor, o bien asistiendo a Capitanes. También suelo dar algunas
charlas en las Jornadas sobre Gestión Portuaria, Marítima y
Aduanera, que se realizan todos los años en Málaga.
Con
esto termino con mis ‘Recuerdos’, esperando que aquellas personas
que lo lean pasen un rato agradable. Bueno, un rato largo, y que las
que menciono no se sientan ofendidas pues nunca ha estado ello en mi
ánimo.
Un
recuerdo a todos los familiares que no han podido leerlo por no estar
entre nosotros, y a los que podáis leerlos hacerlo con el mismo
cariño con el que yo lo he escrito.
Termino
un año después de haberlo comenzado, en Torremolinos igualmente, y
no creo que me queden ganas de escribir nada más.