jueves, 20 de noviembre de 2014

Nueva regulación de las titulaciones náuticas para el gobierno de las embarcaciones de recreo


Hace escasamente un mes se publicó en el BOE la nueva regulación de las titulaciones náuticas de recreo: atribuciones y requisitos para la obtención de cada uno de ellos. (RD 875/2014, de 10 de octubre)
Estoy dentro del grupo de convencidos que era necesario un cambio y actualización de la norma, especialmente en el aumento de las prácticas, ¿pero tanto?.
Con la entrada en vigor de esta norma observo con sorpresa  que  el aumento de atribuciones de la titulación de PER viene aparejado con una disminución de los conocimientos exigidos para obtener dicho título. 
Antes las atribuciones eran para el gobierno de embarcaciones de hasta 12 metros de eslora y hasta una distancia máxima de 12 millas de la costa. Ahora, con el nuevo RD no sólo se duplica la eslora, que pasa a ser hasta 24 metros, sino que pueden realizar travesías entre el archipiélago balear y la península. Todo ello acompañado de una disminución de los conocimientos exigidos que eliminan para calcular la situación de estima en la carta el estudio del abatimiento y la deriva causada por las corrientes. El RD indica expresamente: "Rumbo verdadero y rumbo de aguja (en ausencia de viento y corriente)", y  "Situación de estima (en ausencia de viento y corriente)".
Por otra parte, con la nueva normativa, un capitán de yate tiene atribuciones para gobernar  cualquier buque de recreo (megayates) sin limitación de eslora, con hasta 12 pasajeros sin contar a la tripulación mínima de seguridad requerida. Sin embargo, a partir de ahora, esa atribución se concede con una disminución considerable de los conocimientos exigidos para la obtención del título. 
El de Capitán de Yate, hasta donde alcanza mi memoria, siempre ha sido un título de prestigio. De recreo, efectivamente, pero de prestigio porque los conocimientos que se requerían para la obtención del título eran verdaderamente altos y muy exigentes. Aún recuerdo a mi padre, capitán de la marina mercante con mando de buque, luciendo con orgullo el emblema de capitán de yate en su solapa.
Particularmente opino que quizás el título quede muy “descafeinado” y pierda el prestigio con el que contaba hasta la publicación de este RD.
Me pregunto también si la intención de popularizar y dinamizar la actividad marítima recreativa (lúdica), junto al fomento de la actividad económica que ello conlleva, no va a estar finalmente reñida con la seguridad en la mar. 

Agradecería conocer la opinión de otros tripulantes del Círculo Marítimo.

Iñigo de Samaniego Conrado.

sábado, 8 de noviembre de 2014

CONCESION DE LA MEDALLA AL MERITO DE LA MARINA MERCANTE AL PRACTICO MAYOR DE LA CORPORACION DE PRACTICOS DE BARCELONA

 

                                                                         





                                                  Práctico: B. López

lunes, 3 de noviembre de 2014

LA PACOTILLA… Y ALGO MÁS

Hola,  aquí estoy nuevamente a pesar de haberme despedido para siempre en mi último relato;  pero mi amigo Carlos me ha pinchado tanto que no he tenido más remedio que claudicar y ya que claudico lo voy hacer con un tema que durante toda mi vida lleva bullendo en mi cabeza:  El Contrabando.

Algunos de los lectores por no decir todos, pensarán: “este tío se ha vuelto majareta”, pues sí, posiblemente así sea, pero tengo 81 años y es una edad muy propicia para comenzar a desvariar, aunque puedo asegurar que cuando escribo estas líneas estoy con la mente perfectamente clara. Pero leyendo la prensa diaria y viendo la TV, donde no hay día sin que aparezca  un nuevo caso de corrupción, yo me he dicho que hablar de este tema tan escabroso no va a escandalizar a nadie. Eso sí, antes de seguir adelante quiero pedir perdón a todos aquellos compañeros y personas allegadas a la profesión de Marino que puedan sentirse ofendidos con mi relato, ya que mi intención  no es culparlos; cada cual ha sido dueño y señor de sus actos y yo no soy quién para juzgar a nadie, pero como digo al principio este tema lleva dándole vueltas a mi cabeza  casi desde que tengo uso de razón.

Muchos se preguntarán a qué se debe esta obcecación casi enfermiza mía por este tema, yo contestaría simplemente: Herencia Genética.  Mi abuelo y mi tío-padrino llegaron al grado de Coronel de Intendencia y ambos murieron con “lo puesto”, cosa rara con el cargo, la especialidad y los años que les tocó vivir. Mi padre se pasó 5 años en un campo de concentración porque siendo 2º Oficial fue acusado de pertenecer al partido socialista por el simple hecho de intentar oponerse a los trapicheos que en cuestión de contrabando y manutención se cocían a bordo. Cuando yo conocí verdaderamente a mi padre ya había hecho la Primera Comunión. Eso me marcó  para toda la vida.
Ahora vamos al grano. En primer lugar quiero hacer una distinción entre CONTRABANDO con mayúscula  y contrabando o trapicheo.

El enunciado de mi relato es “La Pacotilla y Algo Más”. El término “pacotilla” encontrado en Google es el siguiente: el género que los marineros podían embarcar por su cuenta sin pagar flete. Yo no estoy completamente de acuerdo con esta definición ya que en los 38 años que he estado embarcado, nunca he visto que la tripulación se dedicase al transporte de mercancía por su cuenta, eso sí, cada viaje tenían derecho a un número limitado de artículos sin pagar impuestos, el “entrepot” (especialmente tabaco y alcohol) que se consumían a bordo o bien lo destinaban para sus… Hogares. Creo  sinceramente que esa mezcla entre pacotilla y “entrepot” es la causa y origen de lo que podríamos llamar contrabando y que si se hacía de acuerdo con ciertos elementos de la propia Aduana podría llegar a convertirse en CONTRABANDO,  aún lejos y fuera de lo que hoy día leemos de vez en cuando en los periódicos sobre alijos que los servicios de Aduana interceptan en alta mar y que se dedican al tráfico de estupefacientes. Esas son palabras mayores que no tienen nada que ver con lo que yo intento relatar.

Mi primera experiencia del contrabando la comprobé cuando tenía 17 años; mi familia era amiga del Gerente de la Compañía Cabo Páez de Málaga  y cuando éste se enteró que había obtenido el título de Alumno, me invitó a que hiciera un viaje a bordo de uno de los barcos que cubría la línea de Málaga-Ceuta-Málaga.
Cuando embarqué por la noche en dirección Ceuta, embarcaron al mismo tiempo muchísimas mujeres, todas ellas más bien delgadas tirando a flacas. En el viaje de vuelta a Málaga, esas mismas mujeres se encontraban en la Cámara del barco ayudándose unas a otras a meterse toda la mercancía que habían comprado en Ceuta, en las fajas que ya tenían preparadas alrededor de todo el cuerpo; se pasaron toda la santa noche en esa labor y hablando de precios de la mercancía comprada y a la mañana siguiente a nuestra llegada a Málaga desembarcaban por el portalón gordas como si las hubiesen cebado durante el viaje. Eso me hizo pensar en la época del estraperlo y en lo mucho que tenían que hacer y cavilar la gente para poderse ganar dos pesetas.
¿Quién no recuerda el mercadillo que existía a la salida del puerto de Málaga, donde los malagueños podían comprar tabaco, bebidas, quesos… que los tripulantes del melillero traían  a diario y que se pasaban todo el día abasteciendo a las vendedoras del mercadillo?. Todo ocurría de la forma más impune a la salida del puerto y enfrente de las mismas oficinas de la Aduana. Tenía un amigo que navegaba en Transmediterránea que me contaba que el oficial encargado de pagar y de que le firmaran la nómina las pasaba canutas el día de pago, ya que nadie quería perder tiempo en molestarse por cobrar, porque la nómina era una miseria en comparación con las ganancias que proporcionaba el mercadillo.
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Mi primer embarque fue en un carbonero y en el pasé nueve años; como los viajes que hacíamos eran desde Asturias a puertos españoles del Mediterráneo, allí no había nada que rascar en el sentido de contrabando y fueron años tranquilos en ese sentido. Solamente a mis oídos llegaban comentarios de amigos que hacían viajes al extranjero y todos ellos coincidían en que los puertos ingleses eran temidos por los fondeos que hacían los aduaneros buscando el  coñac que -supuestamente- llevaban los españoles, eran muy severos. Contaban anécdotas, una de ellas era que habían roto una botella de coñac en una de las carboneras para que los perros que llevaban detectasen el olor del coñac, y los aduaneros habían removido todo el carbón que suponían unas cuantas toneladas sin ningún éxito. Otros contaban que solían poner azufre en los rincones  y cuando los perros lo olían quedaban inutilizados para el trabajo que tenían encomendado, todas estas son historietas que ni siquiera sé si son verdaderas. En cuanto a los puertos españoles se refiere, todos coincidían  en que en cada puerto siempre había un miembro del fondeo con fama de duro, pero que esa fama severa de comportarse sola la ejercía con los barcos que hacían escala de forma irregular, con ellos se justificaban, pero con los buques que hacían línea regular procedentes del extranjero o de Canarias, el negocio estaba asegurado salvo en raras ocasiones. Mejor que yo, sobre este tema debería escribir mi buen amigo el “Rey de Duragloss”, bien conocido en Barcelona, un saludo desde la Ciudad del Paraíso a la ciudad del vino Fino.
Solamente una vez que hicimos escala para carbonear en Ceuta, a nuestra llegada a Gijón “sufrimos la embestida” del fondeo, toda una mañana se pasaron para encontrar unos cuantos mecheros, aquellos que llamaban de martillo y que costaban a cinco pesetas y un transistor sin declarar.

Si mi estancia a bordo de este barco durante tantos años fue tranquila en lo referente al tema del contrabando, no fue lo mismo tratándose del tema sindical, me refiero en aquella época a los “SINDICATOS VERTICALES” (otro tema escabroso). Me hice especialista en visitar todas las sedes de los Sindicatos esparcidos por los puertos del Mediterráneo, ya que el equipo de Fogoneros y Paleros que formaban la tripulación del buque, con toda la razón del mundo iban a protestar en todos los puertos, bien fuera por la comida o bien fuera porque el vino tenía más o menos agua. Me explico: hombres que ganaban 800 pesetas al mes, (las horas extras si existían, se compensaban al llegar a puerto), los sobordos para ellos suponían unas 200 pesetas por viaje (uno al mes), y que estos hombres que manipulaban 24 toneladas de carbón diariamente que era el consumo del barco navegando. 24 toneladas que transportaban desde las carboneras hasta las bocas de los hornos, que las metían en los hornos para quemarlas y que una vez quemadas y reducidas a cenizas las tenían que sacar y echarlas al mar, lo menos que podían pedir era estar bien alimentados, cosa que con 17 pesetas por hombre y día (cinco menos que la oficialidad), contando además con lo que solían arañar los Mayordomos para su propio bolsillo, resultaba de todo punto imposible conseguir.  Por esa razón iban un día sí y el otro también para protestar en el Sindicato.  Los Sindicatos les daban normalmente la razón a los tripulantes, a continuación hacían llamar al Capitán y este solía delegar en un Oficial. El Oficial que ya conocía el cuento de memoria lo exponía en el Sindicato y si te vi no me acuerdo, hasta el próximo puerto que se volvía a repetir la historia.
Pero ¿qué se le podía pedir a un Sindicato Vertical?; un Sindicato que la mayoría de las veces estaba presidido por un Empresario (en nuestro caso un Armador o un Almirante). Para evitar tener que hacer lo que verdaderamente podría hacer desaparecer el problema que era aumentar los sueldos y la manutención, lo único que hacían era aumentar la burocracia, editando unos libros de comidas, donde era obligatorio anotar los menús diarios, las cantidades servidas y las calorías suministradas, una verdadera galimatías para que nos olvidásemos de protestar tanto. El Mayordomo era obligado a ser acompañado por un oficial y un subalterno cuando iba al provisionista o al mercado para efectuar las compras. Nunca podré olvidar que en mi buque se dio el caso de un marinero que se tomó tan a pecho lo de llevar el control al Mayordomo, que comenzó a desvariar y como su capacidad para los números no era de lo mejor, finalmente terminó suicidándose.
Hoy en día los Sindicatos son otros bien distintos, pero a juzgar por lo que leemos en los periódicos no hemos mejorado mucho y, si además leemos que un chico de apenas 20 años ha llegado a engañar a tantísima cabeza pensante, incluso ha llegado a colarse sin que nadie lo notase, ni siquiera los medios de seguridad en un acto en el Palacio Real y se le ha visto saludar al Rey, se comprueba que España dispone de una magnifica cantera de sinvergüenzas con lo cual nos podemos preparar para que la corrupción no  sea cosa de dos días. Cierro este tema porque presiento que Pablo Iglesias me va a querer fichar para PODEMOS,  y ya no tengo edad.

Volviendo el tema del contrabando. En 1961 cambié de Compañía, embarqué en un barco que hasta entonces se había dedicado a traer nitrato de Chile, pero como el dólar se puso por las nubes y el paso del Canal de Panamá había que pagarlo en dólares, el Armador consideró que aquel tráfico ya no  resultaba rentable y se terminó Chile. El año que –aproximadamente- permanecí embarcado en él nos dedicamos al transporte de fertilizantes entre Estados Unidos y norte de Europa y España, salvo un viaje que hicimos desde Avilés al puerto cubano de Mariel con lingote de hierro. En esta nueva etapa poco había que rascar, pero no paraban de hablar de lo rentable que resultaban los viajes a Chile, allí se vendía todo, todo lo que tuviese sello español, desde una baraja de cartas hasta una botella de coñac pasando por abanicos…Contaban que se hacían alijos cerca de la costa todo muy bien organizado. Hasta que un viaje el alijo se efectuó a una banda contraria de forma equivocada y el Mayordomo, que era el jefe de todo el cotarro, llegó a ofrecer un millón de pesetas (de aquella época) para intentar saber quiénes fueron los receptores y poder recuperar la mercancía.
El Mayordomo conocía bien los mercados y los mercaderes, le sacaba provecho a todo. Los 15 días que pasamos en Mariel descargando el lingote logró una autorización de la Aduana para abrir una especie de cantina donde se vendían toda clase de productos españoles. Recuerdo que los cubanos se pirraban por una bebida mezcla de coñac y sidra que ellos llamaban: “España en llamas”, todo eso acompañado de chorizo, salchichón y toda clase de embutidos. Un día que me encontraba en mí camarote descansando, sorprendí una conversación del Mayordomo con un oficial de Aduanas, hablaban de negocios, de dinero; el Oficial comentaba: “tenga en cuenta que aquí somos muchos a chupar”, no hay que ser muy astuto para saber de qué iba la cosa.

Desembarqué de este buque y embarqué en la que ha sido mi Compañía durante 27 años, donde llegue a ejercer de Capitán durante 24 y por consiguiente responsable de todo lo que tuviese relación con el tema del contrabando. Durante este periodo de tiempo lo único que puedo decir es que he intentado por todos los medios comportarme lo mejor posible de acuerdo con mis principios.
Embarque por primera vez como 2º Oficial, haciendo la ruta Norte de Europa-Bilbao- Marruecos (Casablanca, Kenitra y Tánger). El Capitán era muy estricto con lo referente al contrabando. No obstante, en la Compañía existía un acuerdo no escrito, por el cual se permitía al Cocinero ayudarse para la mejora de la comida con las ganancias que le pudieran producir la venta de cuatro cajas de tabaco. Eso era todo. El resto sálvese el que pueda. Y como siempre hay gente para todo ya que había infinidad de artículos que no eran tabaco o bebidas que se podían traer del Norte de Europa y que las parejas de carabineros que ponían de guardia en el portalón lo comercializaban sin ninguna clase de pudor.
Al año y medio ascendí a Primer Oficial cambiando al mismo tiempo de buque. El Capitán que me tocó en suerte  no era del mismo talante que el anterior, le gustaba más un duro que a un tonto un lápiz. La línea que hacíamos era solamente Norte de Europa – Norte de España. Su camarote se llenaba de todo lo inimaginable, abrigos, camisas que no era necesario planchar, latas de chata, pastillas para el estómago. Nuestro trato fue el correcto hasta que un día me pidió que le hiciera un rinconcito discreto en la bodega para meter algunas cajas de tabaco. Yo me negué, pero como él era el Capitán se lo encargó directamente al Contramaestre. Pensaba pedir el traslado de buque, pero no fue necesario porque fui transbordado inesperadamente a otro barco que estaba de salida y le faltaba un oficial.
En este barco las normas eran las mismas que para el resto de buques de la Empresa. La diferencia con el anterior era que el Capitán las intentaba cumplir a rajatabla. Aquí puedo contar la anécdota que ya narré en MIL AÑOS DE MAR. La Aduana holandesa tenía por costumbre anotar en un documento que quedaba a disposición del Capitán, cada vez que venía a bordo para meter en el sello los artículos de entrepot que aportaba el provisionista, por esa razón sabía que se habían comprado una gran cantidad de puros holandeses. Cuando salimos a la mar y después de haber indagado que los puros pertenecían al personal de máquinas, hizo llamar al Puente al Jefe de Máquinas y en mi presencia le hizo tirar al agua, caja por caja, todas las que figuraban en el documento de Aduanas. A nuestra llegada a Bilbao tuvimos problemas de maniobra; al pasar por el puente de Deusto, por falta de aire para arrancar el motor, el buque quedó acostado contra los pilares del puente sin que este pudiera cerrarse y se formó un jaleo grande al tener que interrumpirse el tráfico por mucho más tiempo que lo normal. Posteriormente nos enteramos que la falta de aire fue debida a que los puros que deberían haber ocupado las cajas que se arrojaron al mar, se habían reubicado en una de las dos botellas de aire que se utilizaban para arrancar el motor. El Jefe de Máquinas resultó ser más pillo que el Capitán.
El tiempo que estuve ocupando plaza de Capitán, prácticamente lo hice al mando de buques frigoríficos, haciendo rutas en las cuales no se pensaba ni en trapicheos ni en contrabando. Solamente en ocasiones esporádicas que me tocaba hacer algún relevo en  barcos que seguían haciendo la línea al Norte de Europa tuve que tener los cinco sentidos puestos para evitar que se cometieran demasiados excesos, ya que mi sorpresa fue descubrir que existían tanques de combustible que no se empleaban y que estaban perfectamente preparados para albergar cajas de tabaco, lo cual me hizo pensar que el contrabando de tabaco seguía existiendo, ahora a gran escala. Eso correspondía perfectamente con la animadversión que yo presentía hacia mi persona por parte del cuerpo de fondeo y las frecuentes preguntas que me solían hacer sobre mi permanencia en la línea. Durante el tiempo que estuve haciendo la línea Norte de Europa-Norte de España tuve muchas ocasiones de contacto con los funcionarios de Aduana. Una vez, uno de ellos me dijo que a los ojos de la Administración de Aduanas, todos los marinos éramos unos contrabandistas en potencia y me lo tuve que tragar.

Después de tantos años en la profesión tenía la suficiente información para saber que el contrabando en los buques no hubiera sido posible si no hubiera existido un entendimiento mutuo entre ambas partes. Hoy, después de 26 años en que dejé la profesión no sé cómo estará ese ambiente, la vida ha cambiado muchísimo, el principal motivo que llevaba a los marinos a ejercer el contrabando, eran los sueldos de miseria que existían en aquella época, la agonía de muchos por enriquecerse rápidamente, la influencia de muchos provisionistas en el manejo del "entrepot", que de no existir los buques no hubieran tenido la oportunidad de obtener y transportar tantísimo tabaco.

Y como creo que ya he hablado demasiado, gracias amigo Carlos por permitir expresarme de esta forma. Un saludo y hasta siempre.


                                               Capitán A. de Bonis