martes, 14 de marzo de 2017

Y POR FIN LLEGÓ EL MANDO...TRES


Creo que con lo narrado anteriormente, queda más que suficiente claro lo que es un buque mercante, para lo que sirve, la complejidad de la documentación que es necesario manejar, las funciones que debe desarrollar el Capitán en cuanto a administración se refiere, a parte de sus obligaciones profesionales inherentes al mando del buque.

También dije en el primer número de este tema, que mi intención es narrar acontecimientos que no sean estrictamente profesionales, sino simplemente anécdotas o historias que puedan interesar a cualquier tipo de lector, tanto si es un profesional como si es un profano de la mar. Voy a intentarlo, y lo primero que voy hacer es referirme a una palabra que empleé en un capitulo anterior hablando sobre el Capitán. Decía que un buque era un trozo de España siempre que ondee en él la bandera española. Pensándolo bien y dejando aparte el sentido jurídico de esta definición, se me ocurre decir que ese trozo está formado por muchos trocitos, tantos como tripulantes estén enrolados. Aunque parezca que es un tema que no tiene importancia, yo opino -después de haber vivido en estas circunstancias muchos años- que es un tema de primordial transcendencia ya que por todos es sabidos que los españoles aparte de ser paridos por diferentes madres, el lugar donde lo hicieron nos diferencia bastante la forma de ser, de hablar, de pensar, de comer e incluso de nuestra ideología política. Esto, que muchas veces lo queremos amañar diciendo que resulta enriquecedor, siempre ha sido y seguirá siendo un problema; más cuando estas diferencias están metidas en un casco de hierro que es lo mismo que una caja de zapatos pero a lo bruto.

Se me ocurren varias historias o anécdotas que dan crédito a lo expuesto hasta este momento.  De antemano digo que: “cuanto escribo lo hago sin ánimo de ofender a nadie”, porque considero que cada cual tiene derecho a ser como lo ha parido su madre y a tener las ideas que ha mamado desde que vino al mundo.

Sea por las razones que fueran, el mayor número de buques que figuraban en el “Registro de Buques”, pertenecían a Compañías Navieras afincadas en las vascongadas y por consiguiente,  resultaba normal que el personal que componían la oficialidad de esos buques, fueran los titulados que salían de la Escuela de Náutica de Bilbao, que a su vez se abastecían de alumnos procedentes de Bermeo, Lequeitio, Elanchove, Mundaca, Guernica….y muchos más.  Embarcar en una Compañía vasca, no teniendo un apellido de esos que figuran en la película ésa que tan famosa se ha hecho o no siendo hijo de Obispo, resultaba de todo punto imposible. Los únicos que conseguían embarcar en esos buques, eran los fogoneros y paleros gallegos que estaban muy bien considerados por el señor Zubizarreta (de la Naviera Aznar). Se murmuraba en mi época que un alumno andaluz posiblemente hijo de obispo, tuvo la suerte de obtener plaza de agregado en uno de esos buques y que cuando llegó la hora de ocupar su plaza en la Cámara para comer, allí todo quisque parlaba euskera, con lo cual no se lo pensó dos veces, volvió a rehacer su maleta y dijo “agur” que era la única palabra que conocía.

Gracias a Dios todo cambia en esta vida y hubo un tiempo de templanza donde este tipo de situaciones se fue dulcificando. Las dotaciones de oficiales se fueron mezclando, se hablaba un castellano con los diferentes acentos de acuerdo con la procedencia pero no existía ningún problema a la hora de entenderse. Yo he navegado con personal de todas las regiones de España sin ninguna clase de problema, salvo en una ocasión que la considero la más peliaguda que he tenido que “torear” en mi carrera como Capitán y sin tener nada que ver con la profesión. 

Lo que narro a continuación sucedió hace ya más de 30 años. Posiblemente algunos de los actores estén ya fuera de servicio de este mundo. Era el momento álgido del terrorismo de ETA, cuando un día sí y el otro también, se recibían noticias de muertes producidas por los atentados perpetrados por ETA. La oficialidad del “Sierra Gredos” buque en el cual me encontraba mandándolo, estaba integrada por siete Oficiales. Yo, Capitán, andaluz de Málaga, 1er Oficial de Lequeitio (Vizcaya), 2ºOficial asturiano de Gijón, Alumno de Náutica gallego, Jefe de Maquinas de Lequeitio (Vizcaya), 1er Maquinista asturiano de Gijón y 2º Maquinista también gallego. Nos encontrábamos tomando asiento en la mesa para iniciar la comida, cuando de repente el Jefe de Máquinas dirigiéndose al 1er Oficial, su paisano, le dijo: “Hoy estamos de enhorabuena, acaban de decir por la radio que se han cargado a un guardia civil”. En ese preciso momento el 1er Maquinista que era una mole  de hombre se levantó como una centella y cogiendo al Jefe por la solapa casi lo estampa contra el mamparo. Con la ayuda de todos, incluido el Camarero, conseguimos separarlos y apaciguar la situación.

Para mí, como digo anteriormente fue un momento muy difícil ya que se producían al mismo tiempo dos actos violentos, uno de indisciplina y agresión del 1er Maquinista al Jefe de Máquinas (más que justificado) y otro las declaraciones del Jefe que se podían considerar como una exaltación del terrorismo, bastante más difícil de justificar y que se podían considerar muy graves. Me pasé bastantes horas delante de la “Biblia” (léase Diario de Navegación) pensando si debía escribir en la página de acaecimientos lo ocurrido durante la comida o dejar que las aguas se apaciguaran sin más. Se positivamente cual era mi obligación como Capitán, pero mi conciencia como ser humano me decía que no lo hiciera, porque si el Diario de Navegación pasaba por el juzgado de guardia, ello podría significar prisión para los dos leiquitianos con las posibles consecuencias familiares. Sinceramente creo que obré bien en conciencia. El Jefe insistía preguntándome si la agresión sufrida del 1er Maquinista iba a quedar sin castigo, me entraron ganas de llamarle “hijo de puta”, pero opté por contestarle que si prefería que lo denunciara por las palabras pronunciadas yo no tenía ningún inconveniente en hacer una declaración oficial de todo lo ocurrido.

Como contrapartida de todo cuanto acabo de contar, también debo decir que en la Compañía  había un Capitán que cuando le hacía transbordo a los atuneros bermeanos, desde por la mañana hasta la noche ponía los altavoces exteriores de su buque a toda pastilla emitiendo marchas militares con la única intención de joderlos. En fin, ese es otro tema para olvidar, porque en los barcos ya hay bastantes problemas como para tener que hacer frente a los relacionados con la política.

Y para finalizar el tema de hoy, algo que siempre ha ocurrido en nuestra divertida y variada España; siempre fue imposible optar a una plaza de Práctico en la Ría de Bilbao si no eras vasco y lo mismo ocurría en el rio de Sevilla, no solamente era indispensable ser andaluz, además tenías que ser sevillano. Lo que sucede ahora lo ignoro. Hace ya muchos años que no visito Sevilla. Un saludo para los que aún puedan quedar de mis tiempos en que cursé estudios en la Escuela de Náutica de San Telmo de Sevilla, año 1950/51, que ya ha llovido. 

Saludos para todos los lectores y hasta la próxima si Dios me da tema que escribir.


Capitán  A. de Bonis

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