jueves, 12 de octubre de 2017


Futbol

Perdonar los asiduos lectores que haya cambiado de tema, este de futbol posiblemente no les interese a casi nadie y mucho menos si no son malagueños o malaguistas. De cualquier forma se puede considerar como unas pequeñas vacaciones para los lectores y para mí como escritor, pienso que será un pequeño descanso dejar a un lado tanto mar y tanto barco, dejemos un rato que naveguen por su cuenta.

Y cuál es el motivo de este cambio?. Sencillamente porque esta mañana he visto en el periódico local “SUR” una foto que recoge el homenaje ofrecido al jugador más longevo del C.D. Málaga, llamado BORREDÁ, y eso me ha hecho pensar en mi juventud, no solamente por ser jugador del Málaga, sino por otras circunstancias, extrañas circunstancias que se dan en la vida de vez en cuando.

Ni que decir tiene que soy un forofo del balompié, no hay partido que den en la tele que yo no castigue a mi sillón reclinable y me trague sea lo que sea y el tiempo que sea siempre que se trate de un balón y a veintidós tíos corriendo detrás de él, esto de la tele es cosa obligada porque a mis 84 tacos ya mi estado físico no me permite asistir al estadio para ver los partidos en directo como me gustaría hacer. Todo esto tiene su explicación bien sencilla. Nací en el año 1933 en la Plaza del Teatro, en Málaga, zona bastante castigada por los bombardeos de la guerra civil que finalizo en el 1939, cuando yo tenía 6 años. La zona estaba plagada de solares, lo que nosotros llamábamos “Derribos” producidos por las bombas que tiraban los aviones que intentaban atinar en la Iglesia de Los Santos Mártires muy próxima a la Plaza del Teatro y que la mayoría se perdían en el intento.

La juventud que en aquella zona vivíamos la única diversión que teníamos era jugar al futbol con pelotas de trapo que nosotros mismos nos fabricábamos usando calcetines y medias viejas que rellenábamos con más trapos viejos o con hojas de periódicos. Siempre que teníamos tiempo libre estábamos dándole que te pego a la pelota. Quiero decir que aquella generación llevábamos el futbol en la sangre porque otra cosa no existía.

A esa edad ya era socio de C.D. Málaga  y recuerdo que  me costaba el carnet de socio dos pesetas al mes, lo cual te daba derecho a ver los dos o tres partidos que se jugaban a lo cual había que añadir el emblema de auxilio social que costaba una peseta cada vez que entrabas en el campo. El emblema como su nombre indica era para sufragar los gastos de los comedores sociales y muchas otras cosas que nos dejó como secuela nuestra gloriosa guerra civil. Era obligatorio pagarlo para entrar en todos los espectáculos.

El Málaga entonces era equipo de tercera división, hasta entonces se había jugado en los Baños del Carmen y como cosa curiosa, como anécdota, se cuenta que cuando un árbitro no era del gusto de los aficionados al final del partido terminaba en la charca que había al lado del campo o directamente al mar que estaba a dos pasos. Esos terrenos quedaron después para hacer concurso de saltos de caballos durante los juegos de invierno que se celebraban en el mes de Febrero y que no sé por qué puñetas desaparecieron. Recuerdo a bastantes jugadores que formaban el equipo, Mendaro (portero), Salazar y Montoro (defensas), Junco, García y Lecue (medios), Casanova, Teo, Peralta , Pastor y Emilio (delanteros). Si mal no recuerdo con este equipo el Malaga se proclamó Campeón de Campeones de la tercera división y ascendió a segunda, siendo el entrenador el famoso “Chales” que había que ganar o ganar aunque fuese dándole mordiscos en las partes nobles del contrincante.

De los anteriores jugadores destacaban varios, entre ellos: Emilio, extremo izquierdo y encargado de tirar todas  las faltas porque en nada tenía que envidiar a Ronaldo. Otro que destacaba era García, pero este por muy distinta causa, de vez en cuando había que sacarlo de los calabozos de la policía para que pudiese jugar el partido porque estaba metido en todos los berenjenales.

Una vez en segunda división se convirtió en el equipo ascensor, ya que lo mismo estaba en segunda que en primera. Por consiguiente hay buenos y malos recuerdos, entre los primeros se encuentran los nueve goles que metió él solito al Hercules de Alicante, estoy hablando de Perico Bazán, que cuando tiraba a puerta y daba el balón en la madera se escuchaba el "crujio"  en toda la Rosaleda. Recuerdo a Becerril, a Roldan, a Saso, a Zamora como Entrenador el primer año que estaba el Málaga en Primera, a Gonzales, defensa derecho que había pertenecido al Granada y que cuando venía a jugar a Málaga se le llamaba de todo menos bonito, pero que cuando fichó por el Malaga se convirtió en un ídolo y terminó jugando en el Madrid, lo mismo que Becerril. A todos cuanto recuerdo no los puedo meter en la lista porque se haría interminable. Yo solamente quiero hacerme una pregunta, cuanto habría que pagar hoy día por un jugador como Bazán, por ejemplo. A mí me atacan los nervios cuando veo a un jugador que ha metido un gol y enseguida se va hacia la grada besando el escudo que lleva en la camisola como si fuera el equipo de sus amores y fuera capaz de dar hasta su sangre por él, mientras su representante (porque todos tienen su representante) está intentando colocarlo en otro equipo donde él y el jugador puedan ganar un milloncete más.

Pero mi escrito de hoy como he dejado dicho anteriormente se debe a una extraña circunstancia. Yo me preparaba para ingresar en la Escuela de Náutica en una academia que se encontraba al comienzo de la calle Mariblanca, haciendo esquina encima de una farmacia, el Director y único profesor se llamaba D. Ricardo Puente, ingeniero de telecomunicaciones y apartado de su carrera por tener ideas masónicas (según contaban las malas lenguas). La academia se limitaba a una habitación pequeña donde apenas cabíamos diez alumnos. El resto de las habitaciones de la casa que regentaban dos hermanas muy viejecitas eran ocupadas por distintos huéspedes. Y una de aquellas habitaciones contigua a la nuestra estaba ocupada por el jugador del Málaga  BORREDÁ que estaba obligado a pasar por nuestra aula cuando quería salir de su habitación. Algo parecido a la habitación que debe ocupar Ronaldo y compañía en la actualidad. Eso es lo que me ha hecho escribir este relato, viendo y recordando a aquel muchacho que hoy dia tiene 87 años y que como yo soy un sentimental empedernido han hecho que las lagrimas afloren a mis ojos y me diga a mí mismo: Arturo, como ha cambiado esta puñetera vida.

Capitan Arturo de Bonis.                          

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