CAPÍTULO
XLVII
BUQUE
“CASTILLO DE ALMANSA” - 1er.
EMBARQUE
Durante las vacaciones se terminó la etapa de los buques con bandera española, y aunque muchos de los tripulantes nos habíamos resistido a pasar a otra bandera, a pesar de la indemnización que nos daban, al fin todos los barcos pasaron a bandera de Bahamas.
Embarqué en San Ciprián (Lugo), después de pasar por Bilbao, donde la empresa Ibernor se encargaba de la tripulación. Tuve que hacerme unos cuantos análisis, más que nada por asuntos de alcohol y drogas. Desde allí fui a embarcar al “Castillo de Almansa”, otro Panamax muy similar al anterior pero bastante más acondicionado.
Aunque al principio hicimos un par de viaje con bauxita desde Port Kamsar (Guinea Conakri) a San Ciprián, el resto de la campaña fue muy parecida a la que realicé en el “Castillo de Arévalo”, con la diferencia de que me tocaban las vacaciones en New Orleans, para pasar el verano en casa; pero no solamente no me las dieron allí, sino que tuve que llegar hasta Hachinoe (Japón), prolongándose bastante el tiempo de embarque.
En el primer cargamento que hicimos en Port
Kamsar se despistaron y sobrellenaron una bodega, por lo que no podíamos
cerrarla. Me dijeron que una vez terminada la carga saliese a fondear, y que
mandarían personal para trimarla (acondicionarla) con el fin de que la bodega
se pudiese cerrar.
Sabía que presentar una carta de protesta era
una tontería, por lo que me limité a decirles que mientras no arreglasen el
problema no movería el barco del atraque, lo que les hubiese supuesto muchos
retrasos con los barcos que estaban en espera. Tras muchas discusiones lo
hicieron de muy mala gana, sobretodo cuando vieron que mi actitud era no
moverme.
Atracamos en San Ciprián para realizar la
descarga por la tarde, y como había muchos gallegos se llenó el buque de
familiares. Sobre la una de la mañana me llamó el Segundo Oficial, Jaime Oñate
(q.e.p.d.), porque se había puesto muy enfermo el Primer Maquinista. Por la
forma de decírmelo supuse que la cosa era seria.
Enseguida fui a su camarote y nada más verle
subí lo mas rápidamente que pude al puente y contacté con la terminal para que
enviaran al médico de guardia: pensé que le había dado un ataque cardiaco.
Tardaron muy poco en llegar, trataron de reanimarle pero no pudieron hacer
nada.
Lo peor de todo es que la mujer y un hijo de
unos siete años habían llegado hacía unas horas.
Tuve que realizar todo el papeleo, con el
correspondiente parte a la autoridad, visita del Juez y muchas más cosas, y a
las ocho de la mañana los familiares pudieron trasladar el féretro a El Ferrol,
donde residían. Por la tardé asistí al entierro.
A las
nueve de la mañana me puse en contacto con la oficina en Madrid; se pusieron
algo nerviosos preguntando si necesitábamos algo, aunque cuando les aseguré que
todo estaba solucionado se quedaron más tranquilos.
Como he comentado antes, al no mandarme el
relevo tuve que seguir viaje y llegar hasta Japón. La travesía del Pacífico y
la llegada a Japón se hizo muy pesado, pues los pronósticos daban un tifón en
aquella zona para la fecha de llegada; menos mal que pasó entre Japón y China y
no nos afectó.
Al día siguiente hacía un tiempo malísimo de
lluvia y viento. Nos habían avisado de que llegaban los relevos, entre ellos el
mío. Tenía todo preparado, y a eso de las nueve de la noche, bajo una lluvia
torrencial apareció Pablo de Prada, que era mi relevo, como siempre, voceando
porque no habíamos previsto un tripulante para que le cogiera las maletas. Hice
lo único que se podía hacer con Pablo: ni puñetero caso. Al rato, ya ni se
acordaba, así que hicimos el relevo y me fui a dormir porque al día siguiente
nos venían a buscar a las seis de la mañana.
Desde Hachinoe nos llevaron al aeropuerto de
Morioka, y desde allí a Tokyo, donde estuvimos alojados en un Hotel pues hasta
el día siguiente no volábamos.
Como tuvimos tiempo dimos unos paseos por
Tokyo. Hubo dos cosas que me llamaron la atención, una de ellas un bar donde
anunciaban tortilla española, y otro lugar, que me imagino que sería un bar, en
el que en la puerta había un cartel que decía “Only Japanesse”, (sólo
japoneses). Cierto es que son bastantes racistas, aunque a estas alturas esto
es demasiado.
Como en el equipaje de mano llevaba un
ordenador portátil, me hicieron encenderlo para demostrar que, efectivamente,
no era otra cosa. Y así por todos los aeropuertos por los que pasé, hasta
llegar a Málaga; menos mal que no se le agotó la pila y encendió siempre.
Cuando llegué a casa, como me habían
fastidiado el verano, unos pocos días antes de que se me acabaron las vacaciones
fui al médico alegando que había tenido un cólico nefrítico y que no me
encontraba bien.
Hacía años había sufrido uno y expulsado una
pequeña piedra, así que empezaron a hacerme pruebas. Cuando pedí la baja, el
médico me preguntó que para qué la quería, indicándome que si me daba el dolor
acudiese a urgencias. Tras argumentarle que era marino, no puso ninguna pega.
Estuve más de un mes de baja mientras me
hacías radiografías, y al final me mandaron una prueba bastante desagradable,
así que como ya habían pasado las navidades, pedí el alta y, gracias a Dios,
hasta el momento no me ha vuelto a dar. Y que siga así.
Antes de incorporarme tuve que pasar por
Madrid, pues al pasar el buque a bandera extranjera, y nosotros tener otro tipo
de contrato, nos indemnizaron. Desde este momento empezamos a ser tratados como
emigrantes, pues todo teníamos que hacerlo así y debíamos pagar nosotros,
directamente.
Ya se empezaba a escuchar que había barcos
donde sólo quedaban el Capitán y Jefe de Máquinas, españoles, y el resto de
varias nacionalidades.
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