sábado, 22 de febrero de 2014

MIS RECUERDOS (V)

Una vez desembarcado del “Sierra Blanca”, donde di por terminado mis viajes de carga general, pasé al “Sierra Estrella” que -en aquel entonces- estaba experimentado una nueva línea de tráfico frigorífico entre el puerto de Huelva y el de Dakar (Senegal).
Exceptuando unos seis meses que estuve embarcado en el buque gasero “Sant Jordi” toda mi vida profesional (a partir de entonces) ha transcurrido en buques frigoríficos. Esta última y larga etapa (22 años) es la que, a partir de ahora, intentaré comentar en  mi recordatorio. Son muchos los años que ejercí la profesión en este ambiente y también son muchos los años (25) los que han transcurrido desde que dije adiós a los barcos, pero ha sido una vida tan apasionante que son muy pocos los recuerdos que actualmente se me escapan.
Exceptuando algunos viajes que hice con las bodegas repletas de cerdos, corderos, carne de vacuno e incluso de mantequilla, todos estos años los he dedicado al transporte de pescado, cargado casi todo directamente de los pesqueros. Transbordos  efectuados en los lugares más dispares y remotos que se puede uno imaginar, ya que Marítima del Norte no escatimó nada a la hora de prestar sus servicios y ayuda a la gran expansión de la flota pesquera española, que también significaba la suya propia.
No voy a explicar aquí como se carga el marisco, el pescado o las piezas de atunes, esto no tiene ningún misterio, aunque sí existen ciertas reglas o normas para que la carga sufra lo menos posible. Mi intención es contar algunas de las vivencias que durante el transcurso de todos estos años  que permanecí en continuo contacto con los profesionales de la pesca, me hicieron conocer mejor los sacrificios de esa profesión, y desde esa época jamás se me ocurriría  decir que el pescado es caro.
Todos los que hemos navegado tenemos una cosa en común que nos une, es el sacrificio que supone tener que apartarse de la familia para poder ejercer la profesión que nos gusta. A parte de esto, existe bastante diferencia en la profesión, dependiendo del tipo de barco en el cual se navegue y por supuesto dentro de la pesca también existen diferencias, dependiendo a qué tipo de pesca se dediquen.
Yo empezaré mi narración por los marisqueros que fueron los primeros con los que tuve contacto. Ya hace muchísimos años que las mal llamadas gambas de Huelva no son de Huelva, aunque los armadores y el personal que permanece embarcado en este tipo de barcos, continúe siendo preferentemente de Huelva, dándose al mismo tiempo la paradoja, que casi todos los patrones de pesca eran oriundos  de Lepe y alrededores, (al menos en aquella época), que conocían perfectamente el oficio a pesar de ser nacidos en tierras del interior, pero las familias se pasaban los secretos de la profesión de padres a hijos o sobrinos. Yo llegué a conocer a una familia bastante numerosa que todos era patrones de pesca y por cierto bastante buenos.
La flota de Huelva salía y volvía con las capturas efectuadas en la costa de  Marruecos hasta que tuvieron que buscar otros caladeros más lejanos y se plantearon la opción de pescar, transbordar la pesca y seguir pescando en los caladero sin tener que volver al puerto base (Huelva).  Fue en ese preciso momento, allá por el año 1965, cuando Marítima del Norte ofreció el servicio del “Sierra Estrella” y del “Sierra Espuña” para efectuar los transbordos a la flota marisquera  de Huelva que se encontraba faenando en aguas de Senegal, y así comenzó todo. No fue empresa fácil al principio. Los intereses de los Armadores no coincidían con los intereses de las tripulaciones que veían de esa forma cortadas las posibilidades de regresar a casa una vez finalizadas las capturas, como solían hacer hasta entonces. Hasta que se firmaron contratos de larga duración  con la obligación de efectuar relevos de personal cada cierto tiempo acordado  y estos acuerdos se llevaron a cabo, la situación fue muy tensa entre el personal y los únicos que verdaderamente estaban contentos con la situación creada eran los Patrones de pesca ya que suponía para ellos un elevado incremento en sus ganancias.
Poco a poco la situación se fue normalizando, la decisión de transbordar que en un principio dependía de los Patrones de pesca, pasó a  ser tomada conjuntamente con los Armadores en Huelva, ya que al decidir enviar pertrechos a sus pesqueros a través del mercante (los “Sierras”) se comprometían a que sus pesqueros efectuaran los transbordos. Al comienzo la capacidad de carga frigorífica  de cada “Sierra” era de aproximadamente 60 o 65 toneladas, en poco tiempo esto resultó insuficiente ya que Armadores de otras zonas diferentes a Huelva empezaron a enviar sus barcos a la zona de Dakar ante la perspectiva de poder efectuar transbordos y Marítima del Norte no dudó un instante para reconvertir sus tres barcos: Estrella, Espuña y Escudo en frigoríficos totales con una capacidad de carga de 450 toneladas.
Dos años aproximadamente duró este tira y afloja, hasta que finalmente quedó consolidada la línea entre Huelva y Dakar. El numero de pesqueros que faenaban en aguas de Senegal aumentó de forma considerable, hasta tal punto que la Autoridad de Marina de Huelva, ante los problemas del personal que a veces se presentaban a tantas millas de distancia, “verbalmente” nos concedió poderes a los Capitanes que hacíamos la línea para impartir la disciplina que fuese necesaria.
La llegada del mercante a Dakar, que en un principio era visto con malos ojos, al final se convirtió en una pequeña fiesta, ya que significaba poder recibir paquetes enviados por los familiares, correspondencia, pertrechos, víveres…, los pesqueros abarloaban al mercante con cierta alegría e incluso nos traían gambas del último lance, ya cocidas en agua de mar, para obsequiarnos de su mejor manera posible; también nos obsequiaban regalándonos esas bocas y pechos que actualmente alcanzan en el mercado unos precios desorbitados y que en aquella época era una mercancía que pertenecía a las tripulaciones, que justamente aprovechaban el mercante para enviárselo a sus familiares que a sus vez lo vendían particularmente en Huelva. Este tipo de marisco se empezó a consumir en España por primera vez en un famoso bar de Huelva llamado “En la esquinita te espero”. ¡Quien no lo recuerda!
Hasta la Iglesia se dio cuenta del auge que adquirió la flota pesquera en aguas de Senegal y no quiso perder la oportunidad de hacer catequesis en aguas tan lejanas; fue el Arzobispo de Huelva, el entonces Cardenal Cantero Cuadrado, quien se embarcó un viaje en uno de los “Sierras” para poder hacer una visita a sus feligreses pescadores que se encontraban en Senegal alejados de la mano de Dios. El viaje resultó un éxito desde el punto de vista mediático, ya que el Stella Maris de Huelva  lo preparó concienzudamente recopilando cintas grabadas a familiares de los pescadores, y que estas cintas fueron oídas a medida que los pesqueros entraban en Dakar para efectuar los transbordos, todo resultaba muy emocionante, se vieron derramar lagrimas a muchos tripulantes emocionados al poder escuchar las voces de sus familiares queridos.
El Stella Maris de Huelva trabajó de lo lindo en esa etapa difícil, procurando el bienestar de las tripulaciones, luchando por los derechos sociales de tantísimos tripulantes que de la noche a la mañana se habían visto “casi” obligados a emigrar con la nueva situación creada al tener que ejercer su trabajo en unos caladeros tan lejanos. Mi opinión muy personal sobre la mayor parte de los descontentos que se creaban, es que la flota no reunía las condiciones necesarias para que las tripulaciones pudieran hacer su trabajo de una forma digna. El trabajo era agotador, realizado en unas condiciones climatológicas altamente calurosas a la cual no estaban habituados y que les hacía casi imposible poder descansar; ésto unido a que los Armadores no cumplían rigurosamente los contratos en cuanto a relevos se refiere, hacía que a veces se crearan situaciones verdaderamente desagradables. Hubo un momento en que el ambiente estuvo bastante enrarecido. El Stella Maris creyéndose responsable del bien y del mal que pudiera darse en la zona y creo que de acuerdo con los sindicatos, editó una revista llamada “EL CAMARON”, que los Armadores consideraron subversiva  y contraria a sus intereses. Como esa revista llegaba a aguas de Senegal a través de los “Sierras”, algún que otro Capitán tuvo que limar asperezas con los Armadores aunque, al final, todo se resolvió sin problemas.
Mi trato con los Patrones siempre fue bueno; verdad es que había que tener mano izquierda en algunas ocasiones, porque no siempre era posible cumplir con el calendario previsto de transbordo y si ellos consideraban que no se les daba el mismo trato sin una razón justificada, podría haber malos entendidos, pero ése nunca fue mi caso. En la mayoría de las ocasiones, el momento en que venían al despacho para formalizar los transbordos y firmar las hojas de embarque, era como una especie de confesionario; basándome en esas confesiones, llegué a conocer a las personas más profundamente, con algunos intimé más que con otros, pero de todos cuantos traté guardo un grato recuerdo.
Los problemas a la hora de firmar nuevos acuerdos de pesca con las autoridades senegalesas, obligaron a buscar nuevos caladeros. La flota había continuado aumentando de forma considerable, parte de ellos quedaron pescando en Senegal, otros se fueron al golfo de Guinea y la mayoría buscó y encontró nuevos caladeros en aguas de Angola.
Los caladeros de Angola eran los más fructíferos, allí se concentró la mayor parte de la flota marisquera, fue como un volver a empezar, pero esta vez los transbordos eran obligatorios por la lejanía de los caladeros con respecto a Huelva y la necesidad de recibir pertrechos que le permitieran seguir faenando. La pesca en Angola sufrió altos y bajos  debido a varias causas. Cuando la flota llegó a las aguas angoleñas, Angola era colonia portuguesa, poco tiempo después Portugal le dio la independencia y al poco de obtener la independencia se declaró la guerra civil que dividió al país en dos zonas. Las  nuevas autoridades establecieron épocas de veda, unos barcos hacían los transbordos en Luanda y otros en el puerto de Lobito que estaban dominados por facciones contrarias.  Todo esto creó cierta incertidumbre que con el tiempo se fue normalizando pero que nunca llegó a ser como cuando Angola pertenecía a Portugal. Al principio, recalar en Luanda o Lobito era lo mismo que llegar a cualquier puerto de Portugal, era disfrutar de la amabilidad, de las costumbres y de la buena mesa de nuestro país vecino. Una vez que Angola se independizó todo cambió radicalmente, las autoridades se volvieron muy exigentes, todo eran pegas y si a eso añadimos los inconvenientes que supone una guerra civil, resulta que recalar en Angola no resultaba nada atrayente ni suponía ningún placer.
Para los barcos que optaron en quedarse en el golfo de Guinea, los transbordos se efectuaban en el puerto de Duala. Un inconveniente que tenía esta zona, era que cuando se ponía el sol, empezaba a caer agua a mantas y no paraba hasta el amanecer. Por el contrario, durante el día todo era un sol abrasador que hacían peligrar los transbordos por temor a la descongelación. A trancas y barrancas se llevaban a cabo las operaciones siempre dejando a un lado las horas centrales del día que se aprovechaban únicamente para entregar pertrechos.
Yo alterné mis embarques en otros buques de la empresa que se dedicaban a otros menesteres: al transporte de atún y al transporte del pescado normal y cuando volví a embarcar en buques dedicados al transporte del marisco resulta que ya parte de la flota se había desplazado  a Mozambique, que había que doblar el cabo de Buena Esperanza para poderse comer un langostino con la etiqueta de Huelva. No sé por dónde andarán ahora, algunos que se cansaron de Mozambique se fueron a probar fortuna en aguas argentinas, allí encontraron el “gambón” que hoy en día abarrotan los supermercados españoles.
No quiero olvidarme de mencionar que tampoco el Gobierno español dejó pasar el fuerte auge de la flota pesquera española en aguas de África y abrió centros del Instituto Social de la Marina en Dakar y Luanda donde eran atendidas las tripulaciones tanto médicamente como socialmente.
Y ya está bien de tanto marisco, ahora que casi no lo pruebo es cuando tengo a menudo ataques de gota. Espero que cuando narre mis recuerdos de los atuneros no se me declare ninguna enfermedad relacionada con el mercurio.
¡Hasta la próxima!  

Capitán A. de Bonis
     


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