lunes, 10 de marzo de 2014

RECORDATORIO (VI)

Yo de atunes no tenía ni la más remota idea, solo sabía que existía una almadraba en las proximidades de Tarifa que se dedicaba a la captura de estas especies  y que, llegada cierta época del año, desde el puerto de Bermeo salían barcos y más barcos armados con cañas que se dedicaban a la pesca del bonito. Algunas veces vi recalar a estos cañeros en el puerto de Gijón en mi época del carbonero y los recuerdo porque verdaderamente se hacían notar en El Musel, y para de contar. Hoy día no tienes problemas, entras en Google con las palabras “túnidos” ó “buques atuneros” y en 30 segundos ó menos , te ofrecen más de siete mil artículos que te informan de todo lo relacionado con el mundo de los atunes. Yo que  he leído algunos de esos artículos me ha sorprendido lo poco que conocía del tema a pesar de haber transportado miles de toneladas por el Pacifico y todo el Atlántico, llevando la pesca capturada por atuneros españoles y franceses a diferentes factorías repartidas por Puerto Rico, España, Francia e Italia, donde se elaboran esas enormes piezas de pescado hasta dejarlas reducidas a la “casi nada” porción de 112 gramos metidos en una lata.
No obstante, al igual que he narrado mis experiencias vividas con los marisqueros, deseo hacer lo mismo con las vividas con los atuneros que, por supuesto, no figuran hasta el momento en ninguno de los artículos publicados por Google.
Estaba embarcado en el “Sierra Estrella” cuando, desde el departamento comercial de Marítima del Norte, me comunicaron que debía contactar por radio con el Patrón de un buque atunero llamado “Algeciras” que se encontraba pescando en aguas del golfo de Guinea o proximidades. Hacia esa zona arrumbamos y una vez que el contacto fue establecido acordamos entrar en el puerto de Abidjan (Costa de Marfil) para efectuar el transbordo de la pesca que tenía que, si mal no recuerdo, se trataba de unas 120 toneladas. Así lo hicimos; entramos en Abidjan donde ya se encontraba el “Algeciras” esperándonos, nos abarloamos y ese fue mi primer contacto con el mundo del atún. Mundo que -ya por anticipado digo-  resultaba completamente diferente al de la pesca de marisco. El “Algeciras” era un atunero relativamente pequeño comparado con los que en la actualidad se construyen para este tipo de pesca. El Patrón, un vasco nacido en Fuenterrabía, fue mi primer informador de todo lo relacionado  con esta actividad pesquera, por aquel entonces poco desarrollada y donde primaba la flota  francesa muy superior a la española tanto en número de buques como en tecnología. Los franceses siempre nos llevaron delantera porque se gastaban los cuartos en buques científicos que investigaban todo lo relacionado con la pesca del atún.
Creo recordar que el Patrón del “Algeciras” se llamaba más ó menos Endualle o algo parecido, pero de lo que estoy segurísimo es que el mote que tenía entre los propios pescadores franceses era el de “Napoleón”, como se puede suponer este mote correspondía a que por ellos mismos estaba considerado un fuera de serie. Durante el tiempo que duró el transbordo hicimos bastante y buena amistad. Me contó que el hecho de saber francés le permitía enterarse de mucha información que se cruzaba entre los pesqueros franceses y por supuesto de la cruzada entre los españoles. Cuando en aquellos años los buques no disponían de la gran tecnología de que hoy disponen, la información que podían recoger de otros barcos era primordial y naturalmente esta información era a base de ejercer de espía de una forma continuada las 24 horas del día, intentando interceptar las comunicaciones entre unos y otros con la intención de saber dónde aparecían las manchas de atunes. También me explicó cómo se pescaba con el cerco de jarreta y el uso que se le daba a la embarcación auxiliar llamada panga. De las condiciones de temperatura del agua del mar para que pudiera darse la posibilidad de encontrar pesca, de los signos externos que se daban para poder localizarla y muchísimas cosas más, y como “secreto”. la posibilidad de usar pólvora (petardos) para hacer salir a la superficie cuando se suponía que el pescado estaba en el fondo. Según él, esta circunstancia se daba con mucha frecuencia en la desembocadura del rio Congo. Lo único que no me contó fue lo de la pesca “al objeto” porque aún no se había descubierto. Finalizado el transbordo salió a la mar y a los diez días estaba nuevamente abarloado al “Sierra Estrella”. No recuerdo si realizó una o dos salidas más, pero desde luego sí recuerdo perfectamente que en menos de un mes nos llenó el barco, unas 450  toneladas aproximadamente. Esta carga fue descargada en el puerto de Algeciras, para abastecer la fábrica de conservas Garavilla. De esta descarga recuerdo una anécdota graciosa; un periódico local publicó en las reseñas de movimientos portuarios la siguiente nota: Se encuentra en puerto el buque frigorífico “Sierra Estrella” descargando un cargamento de “tunecinos” congelados…y el cronista se quedó tan pancho.
También efectué varios viajes entre Arrecife de Lanzarote y Algeciras para transportar el atún que los barcos cañeros pescaban y vendían directamente a la factoría de Garavilla en Arrecife, ya que ellos controlaban a la flota bermeana  que se desplazaba a la zona de Canarias.
Pero el verdadero boom del atún comenzó cuando varias compañías de Bermeo empezaron a sacar barcos para la pesca de cerco. Recuerdo principalmente a Echebastar, Pevasa y los Albacoras. Toda esta flota se iba desplazando a lo largo de la costa africana de acuerdo con la época del año, montando bases en puertos que empezando por Dakar se proyectaban hacia el sur: Freetown, Abidjan, Punta Negra. Incluso recuerdo que se efectuaron algunos transbordo en el puerto de Mossamedes en Angola. En todos estos puertos citados se efectuaban los transbordos para transportar la pesca a los sitios más dispares, unas veces a Italia, otras a España, muchísimas veces a Puerto Rico (Mayagüez y Ponce), todo dependía del mercado y el mercado aunque parezca mentira estaba controlado por los italianos.
Yo, la pesca del atún la consideraba la pesca de la paciencia, a diferencia de la de arrastre que puede ser considerada la de la constancia. A esta conclusión llegué después de pasarme días y más días fondeados en Abidjan esperando que los atuneros tuvieran la suerte de encontrar los deseados atunes. En Abidjan se concentraba la mayor parte de la flota; a la mañana los patrones de pesca se reunían en la oficina que el agente tenía en el puerto y allí esperaban noticias de la batida que efectuaba la avioneta que tenían contratada, en la cual, además del correspondiente piloto iba acompañado de un patrón de pesca que era el responsable del ojeo. Este sistema lo consideraban más rentable que tener a toda la flota paseándose de un lado para otro. La avioneta tenía una autonomía de unas cuatro horas, lo cual le permitía hacer un buen recorrido. Cada día se turnaba el patrón que acompañaba al piloto. Entre los patrones había de todo: finos, entrefinos……(como dicen los gallegos), había uno que ocupaba el último escalafón del dicho gallego, que se negaba a montarse en la avioneta alegando que su órgano genital no entraba en el tubo que tenía habilitado en la cabina para poder evacuar la orina en caso de necesidad. Había otro bastante zoquete que le hicieron creer que en la compañía donde solían volar para hacer los relevos del personal, si pagabas un suplemento tenías derecho a roce con la azafata. Las mañanas de espera se pasaban de una forma entretenida como se puede ver De vez en cuando se organizaban buenas reuniones en casa del agente alrededor de un buen marmitaco que como se puede deducir lo solían bordar siendo de Bermeo la mayoría. Un punto de coincidencia que tenían muchos de éstos patrones es que habían hecho el servicio militar enrolados de marineros en el “Azor”; por lo visto D. Francisco seleccionaba a la tripulación pensando en la fama de los bermeanos como pescadores de atún.
Con el tiempo, cada año salían barcos más modernos y cada vez era más difícil encontrar pesca, la novedad en aquella época fueron los helicópteros que ayudaron bastante a solucionar el problema. La flota se expandió y una vez fuimos a Cumaná para realizar un transbordo a un barco que se había abanderado en Venezuela por la sencilla razón de que el combustible lo tenía más barato que el agua. Pero el transbordo fue un desastre porque los venezolanos no estaban acostumbrados a manejar esas piezas de pescado y la solución final fue que los marineros tuvieron que hacer la estiba. Más tarde pasamos el Canal de Panamá y entramos en el Pacifico donde ya había llegado buena parte de la flota atunera española, con barcos aún más modernos y provistos de helicópteros y de spidos, unas lanchas rapidísimas que se empleaban para llegar lo antes posible a las manchas de pescado detectadas con lo cual se consideraba  que tenía prioridad. Los transbordos los efectuábamos en la isla de Taboga (en las inmediaciones del Canal), en Vacamonte  y en el puerto ecuatoriano de Manta. Casi un año pasé llevando atunes al puerto de Mayagüez proveniente de la flota que operaba en el Pacifico. Hoy día hasta los helicópteros pasaron a mejor vida; con los medios tecnológicos que disponen ya no los necesitan. En el Índico, en las proximidades de las  islas Seychelles, opera la mayor flota atunera que uno se puede imaginar que yo mismo me recreo viéndolos en los videos que se publican.

Capitán A. de Bonis        

No hay comentarios:

Publicar un comentario