Éste será mi último
recordatorio, algunos de los lectores dirán: por fin, ya iba siendo hora. De
cualquier manera, si alguien no estaba contento con tanto rollo, que se queje a
nuestro amigo Carlos Navarrete, administrador y responsable del blog, que me ha
estado dando cuerda durante todos estos meses para que no parase; pero a mí me
ocurre lo mismo que les sucede a los muñequitos que se mueven tocando el tambor
con las pilas “duracell”, al final las pilas se agotan y todo se para, la vaca
ya no da más leche. Yo, después de escribir en MIL AÑOS DE MAR y los artículos
recordatorios del blog me he quedado completamente vacío. A los que han leído
los artículos, les agradezco la paciencia esperando no haberles aburrido
demasiado.
Ahora ya solamente me
queda hacer un recorrido por la pesca de arrastre para dar por terminado mis
vivencias con los profesionales de este sector. La verdad es que el contacto
con este tipo de pesqueros, ha sido mucho menor que con los marisqueros y
atuneros, no obstante, lo suficiente como para poder dedicarles unas cuantas
líneas.
Aquí no fue pionera
Marítima del Norte ya que cuando iniciamos los transbordos en Walvis Bay
aquello ya llevaba funcionando algún tiempo. No recuerdo exactamente el momento
en que se inició el boom de la “Rosada”;
desde luego fue en un abrir y cerrar de ojos, de pronto se corrió la voz y
aparecieron barcos y más barcos arrastreros españoles que, unidos a los de
otros países, convirtió a Walvis Bay en
una base importante de buques de pesca. Durante bastantes años nuestros
buques estuvieron realizando transbordos a los pesqueros de la empresa
Pescanova y otros independientes y transportando la carga a la factoría que
Pescanova tiene en Chapela (Pontevedra). Estos transbordos a veces se
realizaban en Ciudad del Cabo, de acuerdo con las necesidades y preferencia de
los pesqueros.
Buque factoría "Galicia"
De Walvis Bay recuerdo
que aparentaba una ciudad completamente vacía, más bien muerta, la cuestión del
apartheid se llevaba de una forma muy estricta.
La aduana hacía unos controles muy rigurosos a nuestra llegada, incluso
la revista “Interviú” era necesaria ser declarada por el contenido de desnudos
y guardadas en el sello hasta nuestra salida de puerto. Por el contrario, esto
era el reverso de la moneda de las famosas reuniones que se solían tener en
casa de la “panadera” donde un circulo (bastante grande) se reunía para ver las
películas porno que ella proyectaba para tener contenta a su clientela. Una o
dos cafeterías en el centro de la ciudad, donde se podía tomar café o helados
servido por negros que portaban guantes blancos. Los Capitanes solíamos ser
invitados en casa del agente de Pescanova, el Sr. Jalón, donde su esposa nos
obsequiaba con algún que otro refrigerio y se pasaban las tardes-noches con
reuniones bastante amenas.
De repente la flota de
Pescanova le dijo adiós a Namibia y puso rumbo al W. donde encontraron nuevos
caladeros cerca de las costas argentinas, por lo visto bastante fructíferos ya que se comentaba que hacían largadas de 50
toneladas, y como puerto base se estableció el puerto argentino de Bahía
Blanca.
Precisamente en Bahía
Blanca, coincidiendo con unas Navidades, nos reunimos tres buques de Marítima
del Norte y siete de la flota de Pescanova para realizar transbordos. Todos los
mandos de Pescanova se fueron a Buenos Aires para reunirse con las familias que
habían llegado de España con motivo de las fiestas. Solamente un Capitán de
Pescanova quedó en Bahía Blanca al mando de toda su flota para organizar las
operaciones de transbordo. Allí se formó un “cacao” de padre y muy señor mío.
Cuando Pescanova pidió responsabilidades por la tardanza en los transbordos, a
nuestro querido “amigo” no se le ocurrió nada más que decir que los Capitanes
de los “Sierras” nos habíamos dedicado a la “dolce vita”, acusación
completamente falsa; la cosa no llegó a mayores debido a que fue fácilmente
demostrable -por nuestra parte- que todo fue mala intención del Capitán de
Pescanova por exonerar su responsabilidad, ya que la mayor parte del día se lo
pasaba “mamao”. Varios viajes más realicé a Bahía Blanca sin que se produjese
ningún incidente.
Muchos y variados
viajes he realizado con las bodegas llenas de pescado, empezando por
transbordos efectuados en aguas de Villa Cisneros del buque factoría Galicia
(antiguo trasatlántico “Habana” reconstruido por Pescanova) con destino a España. Otros efectuados en aguas de
Irlanda a buques rusos con destino a Nigeria; desde Montevideo para Nigeria; desde
Puerto Deseado (Argentina) para España.
De Puerto Deseado lo
único que puedo decir es que muchísimas ganas de llegar a puerto tendría él que
le puso el nombre a esa ratonera. Las entradas y salidas están supeditadas a la
pleamar. Cuando se arriba por primera vez y después de bajar la marea miras por
dónde has entrado, los pensamientos no son de lo más agradables. Las salidas no
están aseguradas ya que con Práctico a bordo , a veces se tienen que suspender
si no calma el viento que suele soplar casi las 24 horas del día con fuerza 6 o
7, salvo en el repunte de la marea que suele
calmar y se aprovecha para maniobrar. Varias veces he hecho escala en
ese puerto y la verdad es que el nombre no corresponde a las circunstancias que
lo rodean.
Congelador "Conde de Gondomar"
Otros de nuestros
destinos fue el Estrecho de Magallanes donde se solía transbordar en Punta
Arenas y, cuando Pescanova creó Empresas Mixtas en Chile que le permitía pescar
en los canales patagónicos, llegamos hasta el puerto de Chacabuco al que se
arribaba después de navegar dos días por dichos canales. Navegar por los
canales era una gozada, el único inconveniente es que para entrar en ellos era
necesario cruzar el Golfo de Penas, la salida al Pacifico del Estrecho de
Magallanes y eran diez horas de verdadera pena atravesados a la mar que se
pasaban canutas.
De lo que guardo mejor
recuerdo de esta etapa de mi vida profesional, son mis estancias en el puerto
angoleño de Tombwa (antiguo Port-Alexandre). La empresa de “Gabrielitos”,
aprovechando lo que quedaba de la infraestructura en este puerto de las
pesquerías que había cuando era colonia portuguesa, montó un puerto base para
su flota que operaba en la zona. Desde Vigo, Huelva y Las Palmas les llevábamos
todos los pertrechos necesarios, incluido víveres, entrepot y gasoil para poder
mantener aquel puerto base en medio de aquel desierto de arena donde no había
de nada en absoluto. Tombwa era un remanso de paz. Nuestras estancias solían
durar diez días entra la descarga de pertrechos y el transbordo del pescado. En
ciertas épocas del año la bahía se convertía en un paraíso para los pescadores
de calamares, pues no había nada más que echar la potera y al momento ya había
alguno enganchado, era una verdadera
gozada. Existía cierto pique entre algunos miembros de la tripulación por ser
el “Number One” Había noches que antes de las 12, hora de retirada, ya se
habían conseguido hasta doscientos kilos de calamares, que no teníamos ningún
problema en conservar pues se metían en bandejas y al frigorígeno más cercano
se ha dicho.
Estos fueron mis
últimos contactos con los pesqueros y con la gente de la pesca. Mi último viaje
fue uno mixto y por cierto el más largo de mi vida profesional; 32.000 millas
desde nuestra salida de Vigo hasta nuestro regreso al mismo puerto.
Vigo-Irlanda en lastre. Irlanda-Durban con carne. Durban- Punta Arenas en
lastre. Punta Arenas-Montevideo-Vigo con pescado. De Vigo a Huelva con
pertrechos para pesqueros, y si hubiera sido en otra época podría decir: “Y
aquí colgué el sextante”, pero ni una sola vez fue necesario utilizarlo durante
las 32.000 millas. Desde que embarqué por primera vez en el año 1951 hasta el 1988
en que dije adiós a los barcos, muchísimo habían cambiado las cosas. Los GPS ya
se habían impuesto de una forma rotunda y los sextantes se estaban apolillando
irremediablemente. No obstante me gustaría hacer un pequeño comentario a este
respecto. Cuando no existían los GPS, nos conformábamos con el horario de la
mañana y la meridiana del mediodía y todos tan felices y contentos hasta el día
siguiente. Cuando aparecieron los satélites que nos proporcionaba una situación
exacta cada cuatro horas aproximadamente (dependiendo de la zona), cuando por
cualquier causa erraba la situación, ya nos poníamos nerviosos; está visto que
al género humano no hay por donde agarrarlo, cuanto más tiene más quiere, no
solamente tratándose de dinero.
Y tanto hablar de
pesqueros y de pescadores no puedo cerrar mi recordatorio sin expresar mi punto
de vista después de tantos años metido en este mundo tan especial. En primer
lugar decir que el pescado no tiene precio. Recordarle a la señora que se
quejaba en un restaurante porque le habían puesto la rosada congelada,
que hay ciertas especies de pescado que no se pueden consumir frescos, uno de
ellos es la rosada que se pesca a muchas millas de España y eso hace imposible
que llegue fresca a nuestro plato. Expresar mi admiración por todos aquellos
que han dedicado su vida al mundo de la pesca, ya que si el ser marino conlleva
un enorme sacrificio, al pescador hay que darle un plus por la dureza en que se
desarrolla su profesión. En la actualidad los buques pesqueros están dotados de
una tecnología que antes no tenían; antiguamente sólo contaban con la
experiencia, la vista, el oído y hasta el olfato para poder triunfar en su
profesión, eso les hacía ser muy cautelosos y no se fiaban ni de su sombra a la
hora de hablar de capturas, las claves de pesca que se intercambiaban entre los
más íntimos no se las creían ni ellos mismos. Yo he conocido como un padre y un
hijo, ambos patrones de pesca se mentían a la hora de pasarse las notas de
pesca, incluso a los propios Armadores siempre les informaban de las capturas
por defecto para el caso de que vinieran mal dadas. Todos esos detalles los
conocía porque como dije una vez, mi despacho era un confesionario donde no se
podía mentir a la hora de firmar las hojas de transbordos. Y otro detalle más,
dicho por ellos mismos, si quieres triunfar en la pesca, cuando embarcas debes
dejar el corazón en tierra y pensar solamente en que el saco venga siempre
lleno y cuantas más veces mejor. La pesca es así y debido a todas esas
circunstancias el pescado no tiene precio o por lo menos el precio justo.
¡Adiós, amigo Carlos, hasta más ver!.
Capitán
A. de Bonis