Durante el año 2008 y
tras una secuencia de serios problemas de salud, que me llevarían más tarde a
la incapacidad laboral absoluta, quise
cumplir un sueño: navegar como tripulante
en un Clipper de 1911 hasta la Antártida atravesando el temido Mar de
Hoces y doblando el mítico Cabo de
Hornos.
Clipper “Europa” Características técnicas
Construcción:
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1911
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Matricula:
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Scheveningen,
Holanda
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Eslora total:
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56 metros
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Manga:
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7.4 metros
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Calado:
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3.9 metros
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Guinda:
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33 metros
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Superficie vélica:
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1.250 m2
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Motores:
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Carterpillar 2 x 365 hp (268kw)
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Fue una locura por las
condiciones físicas que presentaba en aquellos momentos y los riesgos añadidos que conllevaban, tanto para mí como para el resto de la tripulación, pero la
fascinación que sentía pudo con mis limitaciones, las advertencias de
mi padrino, resto de familiares y amigos, mis propios temores y la lógica de la razón. El 30 de
diciembre de 2008, aprovechando la conmemoración del Año Polar internacional,
emprendí viaje para sumarme a esa expedición tan soñada.
De
guardia nocturna fondeados. Islas
Melchior.
Zarpamos desde “la ciudad del fin del mundo”,
Ushuaia – l= 54º 48’ S – L= 68º 19’ W -
y alcanzamos los 65º 15’ S, navegando transportados por sus fuertes vientos, tan temidos por
intensificarse a causa del sistema de
depresiones que circula alrededor de la Antártida, conocidos como los 40º
rugientes, los 50º bramantes y los 60º aulladores debido al ruido ensordecedor
que producen al chocar contra la jarcia y la arboladura.
Avistamiento
de icebergs en navegación. Punta Hannah.
La presencia de enormes icebergs hacía extremar la vigilancia durante las gélidas guardias de puente. Todo mientras nuestra proa se iba hundiendo con majestuosidad para volver a emerger orgullosa, rodeados por una mar a veces serena, con amplias y lentas olas, y a veces pesadilla inolvidable con montañas de agua de más de 12 metros de altura.
El dormir entre las guardias se convertía en tarea casi imposible, ya que uno se mueve en la litera como una pequeña pelota dentro de una caja de zapatos, la única solución consistía en el viejo truco marinero de encajar el chaleco salvavidas y el traje de supervivencia bajo la colchoneta de apenas 60 cms. de anchura y así tratar de contrarrestar los incesantes balances y cabezadas, a veces acompañadas de fuertes pantocazos.
Jarcia
de labor cubierta de nieve desde un ojo de buey.
Iñigo de Samaniego Conrado.
Todavía quedan quienes a la adversidad le sacan punta. Enhorabuena don Íńigo.
ResponderEliminarMuchas gracias y un saludo.
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