Abandonamos
Senegal para dirigirnos a Sierra Leona, país que se hizo famoso en su momento
por la sangrienta guerra de los “diamantes de sangre” que según parece ser aún
colea, ya que justamente hace unos días he leído en un periódico que ha sido
detenido precisamente en el aeropuerto de Málaga, un belga cuando intentaba
embarcar con destino EE.UU. y que -al parecer- estaba implicado en el tema de
los diamantes de sangre, porque según la información ofrecida en el periódico
era controlador en una de las minas de diamantes. Alguno se le debió quedar
pegado en la mano, ya que el simple hecho de ser controlador no creo que sea
motivo que esté penado por la ley, a no ser, como digo anteriormente que al
mismo tiempo que controlaba se dedicase a otras cosas más rentables.
Pero bueno,
ésto que es, nos hemos olvidado de nuestro propósito, el de navegar en demanda
de Freetown, capital y principal puerto de Sierra Leona. A la salida de Dakar
arrumbamos al sur y vamos dejando a babor progresivamente las desembocaduras de
los importantes ríos Gambia y Casamance, en este último se encuentra un puerto
fluvial bastante importante: Ziguinchor en el cual nunca hice escala pero tenía
la referencia de algunos pesqueros que se vieron obligados a entrar por
diferentes motivos. Seguimos navegando bordeando los países de Guinea Bissau y
Guinea Conakry dándoles el correspondiente resguardo y una vez rebasados damos
rumbo a la gran ensenada formada en la
desembocadura del rio Sierra Leona, donde está ubicado el puerto de Freetown.
Sierra
Leona al igual que Liberia fue creada por los esclavos liberados y precisamente
en su momento fue considerado un centro importante en el comercio de esclavos.
Fue colonia inglesa durante algún tiempo. El puerto de Freetown situado en la
desembocadura del rio, debido a las corrientes producidas por las mareas y la
propia corriente del rio que depende de la época, las maniobras de atraque se hacen más o menos
dificultosas, motivos por los cuales los Prácticos, que en aquella época solían
ser ingleses, se negaban a efectuarlas fuera del repunte de la marea.
B/F "Sierra Luna"
En dos
ocasiones he hecho escala en este puerto, ambas para cargar atún, la primera
directamente de frigorífico y la segunda transbordando de los atuneros
bermeanos que por entonces tenían allí establecida su base de operaciones. Al
frente de estas operaciones se encontraban ya dos viejos conocidos, el Sr. Leopoldo
Campos, santanderino que atendía a la flota del armador bermeano Portuondo y
Jesús Mujica, apodado tronco móvil por su rigidez mental, bermeano también y
representante del armador Plácido Echevarría, conocido en su época de pescador
por “Alacrán” y cuyo apodo fue transmitido a uno de los buques que formaban su
flota.
De mi
estancia en Freetown, de la ciudad poco o nada puedo decir porque el ambiente
no incitaba ni siquiera a salir del recinto portuario, y de las operaciones que
se realizaban anotar mi extrañeza o mejor dicho consternación, al ver como los
estibadores entraban en las bodegas sin apenas ropa de frio, simplemente con un
gancho para poder manipular las piezas de pescado y que se pasaban ocho horas
estibando piezas de más de ochenta kilos y al mediodía paraban para comer, se
ponían todos alrededor de una palangana que les traían con arroz blanco cocido
y unas cuantas latas de conservas esparcidas por encima, se aproximaban a la
palangana y tomaban con la mano un puñado de arroz, a continuación se
apartaban dando un paso hacia atrás para
que pudiera tomar el siguiente y de esta forma hacían la ronda hasta que la
palangana quedaba limpia como los chorros del oro, como una patena.
De mi
segunda guardo peor recuerdo, ya que a las pocas horas de nuestra salida con
destino al puerto de Dakar donde deberíamos completar la carga con marisco, se
declaró un incendio a bordo, incidente que ya he narrado en otra ocasión y
además figura en el libro MIL AÑOS DE MAR. Y como consecuencia de este desgraciado
accidente fuimos asistidos por el buque de bandera sudafricana “Kapland”, con
tripulación alemana quienes, una vez que se extinguió el fuego por sí solo,
dieron remolque y nos condujeron al puerto más cercano en su travesía hacia
Ciudad del Cabo, que era Monrovia en
Liberia. Esta entrada forzosa en Monrovia no la hicimos con nuestros propios
medios, sino el buque remolcado y nosotros embarcados en el “Kapland” en calidad de náufragos ya que fuimos
recogidos del bote salvavidas en el cual nos
encontrábamos resguardados del fuego cuando el “Kapland” llegó a nuestra
posición. Durante esta corta travesía yo fui sometido a una punción de pulmón
para poder descongestionarlo del humo inhalado y una vez atracados en el puerto
de Monrovia fui trasladado al hospital de los Hermanos de San Juan de Dios
donde se me apreció una lesión en una vértebra causada por la caída que sufrí
durante el incendio. El resto de la tripulación fue alojada en un céntrico
hotel hasta que fuimos repatriados días más tarde a España por vía aérea; por consiguiente debo considerar que
esta entrada en Monrovia no debe figurar en mi curriculum profesional sino en
mi apartado de accidentes para no recordar.
B/F "Sierra Gredos"
Después de
lo narrado, muchísimas veces he pasado frente a Monrovia -incluso antes- ya que
con anterioridad hice un viaje al puerto de Abidjan que es el próximo puerto de
la costa africana que corresponde en mi periplo de viajes por África.
Liberia y
Costa de Marfil son países fronterizos, una vez rebasado el primero se arrumba
al E. y navegando paralelo a la costa se llega a la entrada del puerto de
Abidjan. Este puerto está construido aprovechando la gran laguna de Ebrie que
se encuentra muy cercana a la costa y que con solo construir un canal entre la
laguna y el mar abierto se consiguió un gran puerto, puerto donde he hecho
infinidad de escalas con el propósito de efectuar transbordos a los atuneros
que en algunas época del año hacían de Abidjan su puerto base de operaciones.
Pero la
primera vez que hice escala fue para transbordar al atunero “Algeciras”, fue mi
primer contacto con este tipo de buques, allí permanecimos durante algún tiempo
ya que el Algeciras tenía capacidad para 120 toneladas y nosotros para
450/460 dependiendo del tipo y tamaño de
pescado. El “Algeciras” nos descargaba y volvía a salir a pescar y así
estuvimos casi un mes hasta completar la carga. Durante este mes aprendí todo
cuanto me quiso enseñar el patrón de pesca referente a los atunes. Si mal no
recuerdo era de Fuenterrabía, se apellidaba Endualle y de apodo “Napoleón”, el
apodo se lo pusieron los mismos atuneros franceses como prueba de su buen hacer como pescador. En muchas otras
ocasiones entré en este tranquilo puerto contratado por los armadores
bermeanos para efectuar los transbordos
de su flota, ya que como he dicho en otras ocasiones el puerto base de
operaciones cambiaba de acuerdo con la época del año y con los cambios
migratorios de los deseados túnidos.
La duración
de estas escalas eran impredecibles ya que todo dependía de la buena suerte que
tuvieran los atuneros con la pesca, si aparecían o no los atunes. Tanto el
mercante como los pesqueros permanecíamos fondeados en puerto, mientras tanto,
una avioneta contratada por los atuneros salía por la mañana para hacer un
reconocimiento, el piloto iba acompañado por un patrón de pesca que era el que
decidía si las manchas que se observaban eran atunes y si merecía la pena dar
el aviso al resto de los buques que esperaban noticias en puerto, en caso
positivo lo comunicaban por radio y se producía la estampida de los atuneros,
que a la voz de “maricón el último” salían de puerto en busca de las manchas detectadas: nosotros
permanecíamos fondeados en espera de que la salida de los pesqueros hubiera
dado sus frutos para que el mercante pudiese seguir llenando las bodegas y emprender
el viaje de regreso de acuerdo con las ultimas órdenes recibidas y sobre este
punto me gustaría hacer un comentario: España que era y creo que lo sigue
siendo, una potencia en este tipo de pesca, a la hora de comercializarla tenía
que ponerse en manos de los italianos que eran los que manejaban el mercado del
atún, no me extrañaría nada que fuese cosa de la mafia, lo que recuerdo
perfectamente que en los puertos de descarga siempre aparecía un italiano que
llevaba la voz cantante.
Cuando yo
transbordé por última vez a un atunero, año 1988, ya algunos contaban con helicóptero
que había relevado a la avioneta y según tengo visto en internet, actualmente
los pesqueros que ya operan en el Indico son tan modernos que se parecen a los
yates de los jeques árabes, esos que solemos ver en Marbella, Puerto Banus, lo
único que lo diferencian son los enormes palos que llevan para el manejo de las
inmensas redes que utilizan para cercar las capturas. Hoy en día están
provistos de una tecnología tan moderna y potente que ya ni siquiera necesitan
helicóptero.
Y para
terminar con Abidjan, puedo decir que al igual que Senegal, los franceses
dejaron su huella en sus costumbres y forma de vivir, sobre todo la
gastronómica. La ciudad era bastante agradable y poseía magníficos hoteles,
nada que envidiar a los construidos en España a lo largo de sus diferentes
costas, donde suelen disfrutar los turista en su periodo de vacaciones. De
Abijan guardo un bonito recuerdo en casa, un Korogó que compré por encargo de
mi mujer y lo coloca en la pared cada vez que hemos cambiado de domicilio, se
trata de un tapiz muy decorativo adquirido en el mercado artesanal que se
ubicaba en el mismo centro de la ciudad. De este mercado recuerdo una anécdota
graciosa, se trata de un negrito que quería venderme con mucha insistencia una
pulsera de pelo de elefante, me pedía por ella un dineral, le pregunté por qué
era tan cara, y con su inocente cara de pillo me contestó que tenían que dar
muerte a un elefante para hacer la pulsera. Cara dura más que cara inocente,
diría yo.
Últimamente
parece ser que las cosas han cambiado bastante en Costa de Marfil, después de varios
golpes de Estado la situación no es la misma que antaño, incluso he leído que
los extranjeros no son bien vistos y que la ciudad resulta bastante peligrosa
para los visitantes. Y nada más por hoy, próxima escala Lomé, en Togo. Hasta
pronto.
Capitán A. de Bonis