En mi tema
anterior había presentado al Capitán y a la oficialidad de cubierta incluido Como
hice constar en el tema anterior, mis historias actuales van dirigidas
principalmente a personas que puedan leer el blog sin ser profesionales de la
mar, de lo contrario sería un poco absurdo intentar contar cosas ya más que
sabidas por todos. Pues bien, siguiendo el tema de La vida a bordo, diré que en
los buques mercantes el personal se reparte en tres departamentos: Cubierta,
Máquinas y Fonda. El personal de Cubierta estaba formado por el Capitán,
Oficiales de Cubierta (Pilotos), Oficial Radio, Contramaestre, Carpintero,
Marineros y Mozos. El personal de
Máquinas lo formaban el Primer Maquinista (en la actualidad Jefe de Máquinas),
Oficiales de Máquinas, Calderetero, Engrasadores, Fogoneros y Paleros. El
personal de Fonda, lo integraban el Mayordomo, Cocinero, Camarero y Marmitón y
por último los Alumnos de Cubierta y Máquinas que son estudiantes en prácticas
que duraban aproximadamente dos años para poder obtener el título
correspondiente.
El número
de tripulantes dependía de varios factores, principalmente del tonelaje del
buque, de su sistema de propulsión que podía ser con máquinas alternativas de
vapor, con turbinas de vapor o bien con motores. He descartado la navegación a
vela porque en mi época este tipo ya quedaba reducido a la navegación
deportiva. Otro factor importante era si se dedicaba exclusivamente al
transporte de mercancías o bien al trasporte de pasajeros o ambos al mismo
tiempo.
En
concreto, a bordo del vapor Norte éramos 35 tripulantes si mal no recuerdo,
número de tripulantes normales en un buque de 5000 tons que siendo propulsado
por una máquina alternativa de vapor, donde el personal de máquinas se veía
incrementado por el necesario numero de fogoneros y paleros para poder atender
el trabajo de las calderas ( 6 fogoneros
y tres paleros).
Hoy de forma más breve lo intentaré hacer con la oficiales de máquinas, por ser
menor el número al mismo tiempo que el trato personal, ya que incluso en
aquella época comíamos en Cámaras separadas y solía existir un pequeño pique
entre las dos especialidades, ese pique venía de tiempos lejanos en la Marina
Mercante y aunque desconozco el motivo verdadero me lo figuro, pero no vale la
pena hacer comentarios. Yo personalmente me he llevado bien con todo el mundo.
El Primer
Maquinista (hoy Jefe de Máquinas) D. Pedro de Vidania, natural de Arrancudiaga,
pueblo vasco donde incluso los del lugar, decían que los que no rebuznaban era
porque eran mudos. D. Pedro era el decano de a bordo, creo que debió nacer el
día que botaron el Norte y ya lo
embarcaron de Jefe. Cuando yo desembarqué después de nueve años, él aún
continuaba embarcado e incluso pasó como Jefe del Norte cuando el buque fue
vendido a la Empresa de Federico Fierros, me imagino que lo desguazaron al
mismo tiempo que al buque cuando llegó el momento oportuno. Su antigüedad creía
que le daba ciertos derechos e incluso llegó a discutir con el Capitán por cuestiones
de trabajo. Exigía que no se hicieran trabajos de piqueta mientras él dormía la
siesta. El Segundo Maquinista, D. Simeón Ochoa, ni fu ni fa, se pasaba todo el
santo día con un destornillador en la mano dando la impresión de que quería
arreglar algo, menos bajar a la máquina cualquier cosa. Como Tercero de
Máquinas, D. Esteban Sanchez Urquijo, natural de Baracaldo, joven y recién
obtenido su título. Me imagino que por ser también joven congeniamos muy bien
el tiempo que estuvo a bordo que no llegó a cumplir un año. El puesto de 2ª y
3er Maquinista solía ser muy cambiante, por dos razones, porque había muchísima
demanda de personal de máquinas y porque estaban obligados a hacer prácticas en
máquinas de vapor y motores para poder obtener el título superior, lo cual
hacía que cada cual se buscara las habichuelas según sus intereses personales.
En el departamento de Máquinas fue donde primero se notó la crisis de falta de
personal y donde primero se tuvo que echar mano de personal con titulación
inferior para cubrir las vacantes que se producían.
El trabajo
que se desarrollaba a bordo y las obligaciones profesionales eran diferentes
según si el buque estuviera navegando o bien en puerto, en este caso concreto
si se estaban haciendo operaciones de carga o si se estaba esperando turno para
cargar en Avilés o Gijón. Por regla general el Primer Oficial era el encargado de la carga y cada mañana le
daba las órdenes pertinentes al Contramaestre para el buen mantenimiento del
buque en cuanto a picado, limpieza y pintado se refiere. El 2º Oficial estaba
encargado de la parte administrativa, principalmente de confeccionar la nómina
a final de mes y el 3er Oficial corría con todo el papeleo burocrático:
Enroles, desenroles, botiquín, acompañar los enfermos al médico y lo más
engorroso: lidiar con los sindicatos verticales. El Alumno (yo mismo) aprender
de todo bajo las ordenes de cualquier oficial. Y el personal de máquinas por
supuesto se dedicaba a tener a punto todos los artilugios que se encontraban en
su departamento, desde la principal hasta las calderas.
Navegando
cada oficial asumía ocho horas de guardia repartidas en turnos de cuatro, en el
Puente estaban acompañados del timonel y en la maquina por un engrasador y el
correspondiente equipo de fogoneros y palero. El Capitán estaba a las duras y a
las maduras. Las 24 horas del día dispuesto para cualquier eventualidad, mal
tiempo, niebla o recalada, pasos donde la navegación era más comprometida………
como el Estrecho de Gibraltar. Esto es a grosso modo las obligaciones de los tripulantes
de un buque tanto en puerto como en la
mar. Creo que queda lo suficientemente claro para los profanos de la mar. Pero
naturalmente todo esto ha cambiado con las nuevas tecnologías, los buques casi
navegan solos, con el menor número posible de personal, ocurre como en los
anuncios de la tele donde se ven que los coches ya andan y aparcan solitos,
pronto el carnet de conducir no servirá para nada, el automatismo nos va dejar
aparcados a los humanos. Este tema es mejor dejarlo para desarrollarlo más ampliamente en otro
momento.
No quiero
dejar de narrar un tema que se me ha venido a la memoria y que al mismo tiempo
que gracioso resulta un poco repugnante, al menos así lo pienso yo. Se trata
sobre el Jefe de Maquinas. D. Pedro no
solía bajar a la sala de máquinas nada más que si era necesario, su guardia de
ocho a doce se la cubría el calderetero que era a bordo tan veterano como él y
en cual tenía plena confianza. En la parte superior de la Sala de Máquinas
existía una pasarela con su correspondiente barandilla desde la cual se
divisaba toda la Sala y principalmente la maquina propulsora que consistía en
una maquina alternativa de vapor de tres cilindros, se dominaba perfectamente
el funcionamiento de la misma, como subían y bajaban los diferentes pistones.
Allí se solía colocar D.Pedro casi las
cuatro horas de su guardia y cada vez
que aparecía un pistón solía largarle un salivazo como si con saliva se
engrasase la maquinaria. Yo pienso que en realidad lo que estaba haciendo eran
pruebas de puntería, con tan mala fortuna que algunas veces iban a parar a la
cabeza del calderetero que era el que efectivamente estaba cumpliendo con su
cometido de engrasar. Los dos eran perros viejos y se conocían desde hacía
muchos años. El calderetero aparentemente ni se inmutaba, me imagino que
interiormente la pagaría con los familiares del Jefe, los que ya estaban
reposando en el Campo Santo y ahí quedaba todo. De D. Pedro recuerdo que de vez
en cuando solía venir su señora acompañada de su hijo Pedrito, quien con el transcurso
de los años se convirtió en Jefe de maquinas al igual que su progenitor, pero
ya de otra generación que no necesitaba engrasar a base de escupitajos.
A D. Pedro
yo lo admiraba, aparte de lo narrado era una persona seria y completo conocedor
de lo que tenía bajo su responsabilidad. Salvo cuando íbamos a Valencia que
solía salir un día a cenar a un restaurante que tenía un cuñado suyo “Casa
Olano”, jamás pisaba el muelle, parecía el perro guardián del barco. Eso sí, de
la vieja guardia ya que siempre que tenía que manipular en el sistema de
distribución, lo hacía cubriéndose con un trapo para que nadie pudiera ver como
lo hacía, se parecía a un fotógrafo de esos que hacen fotos en el parque y en
lugares públicos y que se suelen tapar con un trozo de tela para sacar el
negativo.
Y por hoy ya está bien de criticar, hasta la
próxima. De todos cuanto he mencionado me despido con todo mi cariño, pues
sabiendo de que ya no se encuentran entre nosotros, demuestra obviamente de que
los llevo en mi recuerdo después de tantos años transcurridos.