martes, 6 de septiembre de 2016


LA VIDA A BORDO... UN POCO DE TODO.  TEMA NUEVE

Transcurridos los tres meses de embarque en el Dragaminas “EO”, llegó el momento de licenciarme una vez cumplidas mis obligaciones con la “Madre Patria”. Por cierto que salí por el portalón con todo mi petate completo, sin que me obligasen a entregar la mitad del equipo al no haber hecho nada más que seis meses de servicio militar como según tenía entendido era lo reglamentario, nunca me hicieron reclamación alguna.

Llegué a Málaga y solamente tuve tiempo para cambiarme de ropa y salir pitando para Cádiz, ya que el "Norte" estaba a punto de terminar su gran reparación, se habían producido grandes cambios en cuanto a la tripulación se refiere. Una agencia de viajes llamada “BAKUMAR” había reclutado personal para formar dos tripulaciones que debían embarcar en EE.UU. en dos buques tipo "Liberty" de los usados en la segunda guerra mundial y abanderados no recuerdo si en Liberia o Panamá. En el "Norte" se produjo una desbandada debido a la enorme diferencia de sueldos que ofrecían con relación a lo que se ganaba en España. El primero en cambiar fue el Capitán, D. Joaquín Palacios, con lo cual mi padre ocupó su plaza de forma fija; el que ejercía la plaza de 1er Oficial interino D. Julio Valderrama y el Alumno Antonio Terrón también tomaron rumbo a las Américas. Del personal de cubierta -incluido el Contramaestre- abandonaron el "Norte". Solamente y no me explico la razón, en el personal de máquinas no se produjeron cambios. En ese sentido hubo suerte porque buscar y encontrar fogoneros y paleros en Cádiz hubiera sido harto difícil.

Resumiendo: La tripulación quedó formada por mi padre como Capitán, yo asumí la plaza de 1er.Oficial. El 2º oficial era inamovible por propio deseo y el tercero seguía D. Pedro Rodríguez con sus achaques de siempre. Recuerdo que como Alumno embarcó  José Barcelona Marquet, natural y residente en Cádiz. Los tripulantes de cubierta fueron tantos los cambios que me resulta difícil enumerarlos y nombrarlos. De Cocinero -para bien y para mal-seguimos con el mismo de siempre, Pedro Vallina, asturiano de Gijón, que era capaz de hacer cualquier tipo de potaje, todos con el mismo sabor, hay que reconocer que eso no lo hace cualquiera, ni siquiera esos que se creen dioses de la cocina y que actúan semanalmente en la tele.

Salimos de Cádiz para Ceuta para carbonear, allí volví a encontrarme con los Dragaminas que solamente unas semanas antes habían sido mi domicilio patrio y adverti al Jefe de Máquinas que tuviese cuidado con el carbón que le daban porque yo había presenciado durante mi estancia en el “EO” muchas barrabasadas con la manipulación del carbón. Si no lo tenías en cuenta, te metían más escombros que carbón. Desde Ceuta nuevamente para Asturias para incorporarnos a la Astur Line después de una larga temporada.

La vida a bordo siguió su curso normal, pero con el buque remozado y reforzado de una forma extraordinaria después ocho meses cambiando planchas, renovando baos, reforzando trancaniles y bulárcamas y todo aquello que olía herrumbre. Lástima que no hubiesen cambiado las calderas para que el buque hubiera  salido casi nuevo.

Yo aproveché la primera ocasión que tuve para embarcar a mi amigo de la mili, Eíias, quien pronto ascendió a Contramaestre, no por amiguismo sino por buen profesional. Reculando un poco en el tiempo, me encontraba disfrutando de una vacaciones en Málaga cuando volví a encontrarme con Julio Valderrama y Antonio Terrón que estaban de vuelta de su aventura americana una vez cumplido el contrato que habían firmado por un año. Contaban maravillas del país americano, pero allí estaban de vuelta. Julio ya no volvió a navegar; el año transcurrido en el buque extranjero lo aprovechó bien para ejercitarse en el inglés y se estableció como constructor en su pueblo de Benalmádena,  que se encontraba en pleno auge turístico y prosperó muy bien como contratista de obras. Pero toda la suerte que tuvo con el trabajo le faltó en lo referente a salud, ya que falleció muy joven como consecuencia de un ataque al corazón que lo dejo parapléjico durante varios años.  Terrón continuó navegando algunos años más hasta conseguir el título de Capitán. Contrajo matrimonio y eso hizo que cambiara sus miras profesionales; le tiraban los negocios más que la mar. Se estableció en Alicante donde abrió un mesón especializado en tortillas, justamente le puso el nombre de “El mesón de la Tortilla” y abrió un sinfín de negociaos nuevos, de cerámica, de complementos, su vida como comerciante la terminó en Mijas y actualmente vive en Madrid, esperando como todos cambiar de aires pero sin fecha de caducidad. Mantenemos una relación por teléfono en determinadas fechas del año y un cariño que no depende de fechas sino que entra en lo que un día escribí con el título  “amigos del alma”.

Y la vida siguió su curso natural, los viajes se sucedieron al servicio de Renfe año tras año. Llegó el 1958 y nuevamente se volvió a entrar en dique, esta vez fue en los astilleros Juliana de Gijón donde se hicieron bastantes cambios en el buque, se cambio el puente de madera por uno de hierro, se cambió el mamparo del peak de popa con lo cual fue necesario desmontar la Cámara de Oficiales que era de caoba pieza a pieza para poder rehacerla nuevamente en su forma original. Pero volvimos a salir de dique sin haber tocado las calderas y sin haber conseguido instalar siquiera un gonio como ayuda a la navegación en el puente recién estrenado.

En cuanto a mí respecta, yo aproveché esta reparación para contraer matrimonio con mi primera esposa de nacionalidad francesa, y de cuyo matrimonio deseo pasar de puntillas porque lo único bueno que aportó a mi vida fueron los dos hijos nacidos de dicho matrimonio. En 1962, aprovechando su nacionalidad francesa y de que nos habíamos establecido en Casablanca, solicitó el divorcio dando fin a una vida llena de desavenencias.

La verdad es que me gustaría seguir hablando del "Norte", ya que fueron tantos años que me cuesta trabajo decirle adiós, pero lo único que me queda por narrar es la entrada dramática que hicimos en el puerto de Santander, precisamente porque fallaron las calderas que tanto habíamos solicitado de ser cambiadas. Y esa entrada ya la he contado en diversas ocasiones, en el libro MIL AÑOS DE MAR y en el artículo aparecido en el blog “Su último viaje como Capitán”.

Por lo tanto doy por terminado una parte muy importante de mi vida profesional y a partir de ahora continuaré narrando como se me vengan a la memoria el resto hasta que le diga adiós a la mar,  para establecerme en la Ciudad del Paraíso con mi familia, donde afortunadamente se había creado una asociación de jubilados de la mar con el nombre más apropiado que se le pueda poner “El Desguace”, de la cual y sin darme cuenta he llegado a ser el decano, pido perdón a los que me han dado paso para poder llegar a ocupar este puesto y de paso mi cariño y un fuerte abrazo allá donde se encuentren porque de seguro que nos volveremos a reunir y no me importa en absoluto volver a ser el último de la lista.   

Saludos y hasta la próxima  


Capitán A. de Bonis           

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