jueves, 12 de septiembre de 2013

EL TIFON

 En los últimos meses del pasado año 2012 recibí el encargo de mi buen amigo y compañero, Capitán de la Marina mercante, Antonio Terrón, para que recrease una situación que él vivió cuando ocupaba el puesto de Primer Oficial en la motonave holandesa “Golden Comet”, matriculada en Guernsey, navegando por el mar de China allá por los años sesenta del pasado siglo.
“Fue el peor tifón que aguanté en mi vida”, me contaba. “Era tal la escora del barco, que se dormía encogiéndome el corazón  ante el temer que no se adrizara”.
Me encargó que recreara ese momento, viéndose el nombre del barco, cuya fotografía –bastante mala- pude conseguir por Internet, ya que él no conservaba ninguna.
Un tifón de esas características no permite que las olas arbolen, pues su durísimo viento arrastra la cresta creando una lámina de agua y espuma que convierte la mar en casi blanca, aunque las ondas siguen siendo desmesuradamente grandes. La espuma que se eleva varios metros y la lluvia que acompaña esos momentos arrastrada por el huracanado viento, hace que la visibilidad sea casi  nula.

El tifón

Si esto se intenta recrear en una pintura, sólo se apreciaría como una mancha confusa sin apenas distinguir formas y menos el nombre del barco y, aún así, la sensación de contemplar lo que fue, se disminuye ante la falta del rugiente sonido de un  viento que puede superar los cien nudos.
Y, finalmente, el tamaño de la obra. Para representar una situación semejante, ha de ser de dimensiones grandes para que impere la mar y. el buque a cierta distancia con tamaño que sirva de referencia para calibrar la magnitud de las olas, aunque lo suficiente como  para distinguir su nombre.
La obra aquí representada es pequeña y el buque no encaja como debería. Para que represente lo que se pretende, tendría que haber más mar. Pero se me exigió este tamaño por el  lugar en que tenía que ubicarse.
He intentado pintar una mar entre arbolada y montañosa, pero sin llegar a confusa, que sería la propia.
De todas formas, dada la escora del “Golden Comet” y el fuerte impacto en su costado de babor, dándole algo de imaginación “oyendo” el rugir del viento, así se puede imaginar el momento; y si el que lo contempla es un marino, pues casi todos los navegantes que pasaron años en la mar han tenido que sufrir alguna vez situaciones semejantes. Lo vivirá.
Creo que esta explicación justifica la completa falta de realismo que exigirían aquellos días que vivió mi querido amigo Antonio Terrón del Río.

 

Vicente Gómez Navas. Pintor Marinista.

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