martes, 29 de octubre de 2013

MIS RECUERDOS


Desde que empecé a escribir sobre el tema del Alzheimer, intentando recordar nombres y más nombres de compañeros que hemos recorrido juntos parte de nuestra  vida profesional, la verdad es qué tengo removido un poco el disco duro y cuanto más escarbo más temas florecen a mi memoria que me gustaría desarrollar con el beneplácito de los lectores del blog.

Por ejemplo: hacer un repaso a los años de profesión, no solamente teniendo en cuenta las navegaciones realizadas, sino el tipo de barcos y mercancías transportadas. Yo no dispongo como nuestro amigo Rogelio de material suficiente para poder dar una conferencia como él ya hizo hace algunos meses en el Ateneo, pero sí aún la suficiente memoria para escribir unos cuantos párrafos que puedan ser leídos de forma amena recordando viejos tiempos, esos que ya no volverán.

Echando una mirada a los compañeros que nos reunimos habitualmente los jueves en el club, creo que no me engaño si digo que solamente uno o dos han pisado la cubierta de un carbonero, y pienso que ya no quedan muchos marinos de aquella gloriosa época que puedan contar batallitas de la Astur Line. Lo de gloriosa es por decir algo. Yo, por suerte o por desgracia, estuve pisando la cubierta de un carbonero durante nueve años seguidos, el mismo barco, el “Norte”, ya que embarqué en el año 1952 y desembarqué en el 1961, ausentándome solamente cuatro meses para examinarme de piloto y seis meses para realizar el servicio militar.

Para mí, la palabra carbonero tiene un sabor agridulce, dulce porque el Norte fue mi primer barco y en el pasé los mejores años de mi juventud y agrio porque a nadie se le puede ocultar que navegar en un carbonero era lo último que se podía desear desde el punto de vista profesional, pero era lo que había y cada cual tenía que conformarse con su suerte.
                                                            Vapor "Norte"
Los “carboneros” españoles nos dedicábamos a suministrar primordialmente los depósitos que Renfe tenía establecidos por el territorio nacional, a los Altos Hornos y a alguna que otra térmica que funcionaba a base de carbón.  Los puertos de embarque eran  San Esteban de Pravia, Avilés  y Gijón. Los puertos de descarga (en lo que a Renfe se refiere) eran todos los puertos principales del mar Mediterráneo, algunos con más frecuencia que otros y, si mal no recuerdo, era Tarragona uno de los que más frecuentábamos. Como caso anecdótico, recuerdo que la única vez que fuimos a descargar a Cartagena, la descarga se efectuó con una cadena humana formada por estibadores, y no con grúas como era lo normal en aquella época en cualquier puerto español. Otro caso anecdótico que recuerdo es, que corría el rumor de que un cargamento completo de carbón descargado en el puerto de Tarragona, había desaparecido por completo, nadie daba razones de dónde habían ido a parar las 4000 tns de carbón. Como se puede comprobar en cualquier época y no solamente ahora, existieron gente propicia para favorecer la corrupción, aunque bien es verdad que en aquella época los asuntos de este tipo quedaban en el rumor porque los medios de comunicación se dedicaban a otros menesteres.

En los puertos asturianos antes mencionados nos reuníamos la flota de la Astur Line, como yo  la llamo. A mi memoria vienen los nombres de Cilurnun,  Ciaño, Valentín Ruiz Senén, Maruja y Aurora, los Minas, Genoveva Fierro, Ita, Abando donde estuvieron embarcados mis amigos Julio Pineda y Juanito Zaragoza. Y otros muchos que harían esta lista interminable.

El Norte tenía contrato con Renfe para hacer catorce viajes al año entre los puertos de Gijón o Avilés y los puertos del Mediterráneo, el Armador cobraba un suplemento extra de lastrada, que nos obligaba a retornar en lastre a Asturias una vez finalizada la descarga. Paradójicamente, la tripulación solamente cobraba sobordo por los viajes realizados y no por los que tenía asegurado el Armador y mucho menos en el sobordo entraba a formar parte el suplemento de lastrada, pero era lo que había. Yo solamente recuerdo haber hecho dos viajes con carga de retorno, una con mineral embarcado en el rio de Sevilla para el puerto de Avilés y otra con azufre embarcado en Huelva para el puerto de Bilbao.

Una vez arribados al puerto de carga, Avilés o Gijón, se le comunicaba a la oficina de Renfe nuestra llegada y desde ese preciso momento quedábamos en lista de  espera, dispuestos para iniciar otro nuevo cargamento, esperábamos amarrados de punta en el espigón de Gijón o amarrados en el muelle de Raíces si nuestra llegada había sido al puerto de Avilés; nunca entrabamos en San Esteban porque el calado de la ría no permitía efectuar un cargamento completo debido a que el Norte superaba en máxima carga los 24 pies.

El carbón no ofrece ninguna dificultad en cuanto a estiba se refiere y tampoco en cuanto al transporte. Su factor de estiba hace que las bodegas queden completamente abarrotadas y el peligro de corrimiento sea completamente nulo. Aunque técnicamente hablando el carbón mineral tiene cuatro denominaciones: Antracita, Hulla, Lignito y Turba, y que de las minas asturianas se extrae principalmente la hulla; nosotros a la hora de cargar los únicos nombres que empleábamos eran los de galleta y menudo. La Renfe se encargaba de planificar los embarques de acuerdo con sus necesidades y ellos decidían cuanto de menudo y cuanto de galleta se iban a embarcar, nunca se mezclaban. Nuestro cometido desde el punto de vista de la estiba, consistía solo en vigilar que el buque se mantuviera adrizado y lo más posible en aguas iguales. Esa era una atención constante ya que cada vagón de carga suponían 20 toneladas y si de noche los gruístas no andaban muy finos, enseguida empezaba a tomar escora el barco. Igualmente  teníamos que vigilar que no quedaran las bodegas empachadas para poder permitir la entrada de los estibadores.

El consumo propio del barco lo suministraba Renfe, la cantidad que proporcionaba eran aproximadamente unas 450 tons, capacidad de las carboneras y la lucha constante del Jefe de Maquinas era vigilar que no le suministraran más menudo que galleta, ya que la diferencia del poder calorífico entre uno y otro era bien patente, amén de la cantidad de ceniza que proporcionaban. Por esa razón y para curarse en salud, el Jefe de Máquinas siempre andaba con la misma cantinela cuando se tomaba el consumo :”valiente  mierda nos están metiendo, después querrán que el barco ande”, pero fuera lo que fuese, a la hora de la verdad el barco no hacía más de nueve nudos, lo normal era que la velocidad de “crucero” no sobrepasara los 8,5, la velocidad ideal para que de vez en cuando se pescara algún bonito a la altura de las Berlingas, cosa que era digna de agradecer aún a sabiendas que la ventrisca del bonito sería para el Capitán.

Y para finalizar mi relato de hoy ya que de carbón se trata, narraré lo que presencié en el puerto de Ceuta mientras hacía el servicio militar a bordo del dragaminas “Eo”.  La flotilla de dragaminas se encontraba amarrada de forma abarloada en el muelle Alfau de Ceuta. Este muelle estaba destinado para el carboneo de los buques.  Las autoridades portuarias decidieron hacer obras para poder suministrar igualmente combustible líquido, para lo cual tuvieron que levantar todo el muelle con el objeto de meter la tubería correspondiente. Todos los escombros que iban sacando, los vertían sobre las pilas de carbón que allí se encontraban para suministrar. Después llegaron barcos carboneros que abastecían dicho depósito y que descargaron el cargamento sobre los escombros, por último llegaban buques para repostar carbón y el final del cuento es fácil de  adivinar. Ellos se llevaban los escombros mezclado con el carbón, me imagino cual sería el asombro de los correspondientes Jefes de Máquinas cuando los fogoneros se quejasen de que le habían dado gato por liebre, que no era todo carbón lo que tenían en las carboneras. Hasta ese momento no se habían inventado calderas que quemasen piedras, pero sí ya se habían inventado gente sin escrúpulos. Me hubiera gustado oír decir a mi Jefe “qué mierda nos han metido”. Esa vez con razón.

Hasta la próxima que ustedes lo pasen bien. Espero que a los que estuvieron en carboneros les haya refrescado la memoria y los que tuvieron la suerte de navegar en buques mejores, por el contrario no tuvieron la suerte de disfrutar de la buena “sidrina” que se tomaba en el Musel o en San Juan de Nieva.

                                                Capitán A. de Bonis

 

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