martes, 14 de julio de 2015

"EL DESGUACE" A SECAS

Después de vivir 15 años en Bélgica, en Julio de 1982 fijé mi domicilio en Málaga y desde entonces venía a pasar mis vacaciones  a la Ciudad del Paraíso como la denomina nuestro amigo Gómez Navas.  Un día que me encontraba paseando por el parque malagueño (no estaba contando las baldosas como solía hacer en mis tiempos  en que estaba esperando embarcar de alumno junto a mi amigo Rafael Moreno) sino que estaba disfrutando de unas plácidas vacaciones, cuando de sopetón me encuentro con mi viejo amigo Blas al que hacia infinidad de tiempo que no veía, ya que por vivir en Bélgica rara  vez solía venir por Málaga de vacaciones. Fue mucha la alegría de verlo después de tantos años; él ya había cumplido con creces su vida profesional embarcado en la Campsa y desde entonces se dedicaba a lo que muchos malagueños en las mismas condiciones: Pasear por el parque.

Fue entonces cuando me puso al corriente que solían reunirse en la cafetería SOLYMAR los Jueves unos cuantos compañeros de profesión, entre los que se encontraban, Antonio Hernández (el promotor), Miguel Casas, Ángel Cilveti, Joaquín Jurado, Pedro Bosch  y algunos más cuyos nombres no recuerdo, que formaban la vieja guardia de los marinos mercantes que residían en Málaga una vez jubilados y que por lo tanto ya se encontraban cobrando del Erario Público.

Durante mi estancia en Málaga asistí a varias reuniones, dándome a conocer y conociendo al mismo tiempo al por entonces pequeño grupo que lo integraban, que salvo Casas y Archivel  para mí resultaban caras completamente desconocidas. Las reuniones eran muy amenas, solían durar dos horas, se hablaba de todo un poco incluyendo, naturalmente, temas profesionales; al final, Antonio Hernández pedía la cuenta de lo consumido y tras hacer la prueba del nueve ajustaba lo que cada cual tenía que pagar, se pagaba  y cada mochuelo a su olivo hasta el jueves siguiente, así de fácil.

Yo me incorporé nuevamente a mi trabajo y hasta 1988 en que engrosé la lista de jubilados, cada una de mis vacaciones solía hacer visitas esporádicas, para saludar al grupo y ver cómo iba aumentando el número de miembros. En el intervalo transcurrido entre 1983 y 1988, se habían producido algunas variaciones, especialmente dos: la primera que las reuniones ya no se celebraban en la cafetería Solymar y la segunda que el grupo había sido bautizado con el nombre de “Desguace”. El nuevo lugar de reunión era en el bar de  la casa de botes del Club Mediterráneo. Todo ello según tengo entendido a propuesta de Rafael de la Cámara, marino de profesión y por aquel entonces empleado de la Junta de obras del Puerto. La propuesta fue aceptada porque el lugar era más idóneo y el nombre de “Desguace” además de ser ingenioso resultaba más acorde con nuestra situación profesional, de cualquier forma aquello seguía siendo un grupo de amigos que se reunían los jueves para pasar un rato agradable y sin otras miras, ya que el promotor convertido ahora en Presidente, Antonio Hernández, era completamente reacio a cualquier cambio que pudiese alterar la forma de ser del grupo, ni estatutos, ni gaitas, ni nada parecido tenía cabida en su cabeza.

En 1988 también se incorporó al grupo, de forma definitiva, José A. Tentor (él también en sus periodos de vacaciones solía asistir de forma esporádica a las reuniones, aunque nunca tuvimos la ocasión de coincidir). Tentor y yo éramos amigos desde nuestra infancia, ya que vivíamos muy cerca uno del otro y fuimos amigos de correrías desde nuestra niñez y nos unía una gran amistad. Nos jubilamos el mismo año y día. Su definitivo ingreso en el grupo supuso un cambio en el plan recreativo del Desguace, más en plan familiar, ya que disponiendo de una gran finca agrícola en la pedanía de Campañillas perteneciente a su familia, con bastante frecuencia organizábamos reuniones incluidas las esposas, donde solíamos pasar un agradable día de recreo y  donde solían hacer paellas, migas, gazpachos….y se regaba todo con bastante líquido negro. Lo pasábamos estupendamente e incluso en ocasiones se amenizaba la fiesta con la actuación del compañero Luis Romero tocando la guitarra.

Esperando la paella

Sin tener muy en cuenta el orden cronológico, sigo con mi relato comentando que se fueron sumando nuevos “desguazados” como Julio Pineda que se jubiló después de una dilatada vida profesional en la Compañía de Butano, Félix Ballesteros  que ya llevaba en tierra algún tiempo después de haber experimentado la navegación por el Caribe y donde según él, aprendió a manejar el sextante con una maestría difícil de igualar. Pero Antonio Hernández seguía haciendo la prueba del nueve todos los jueves a la hora de pagar y sin tener en cuenta los cantos de sirena de algunos miembros que deseaban que aquel grupo de amigos tomase una forma más oficial.
Miguel Casas, Julio Pineda, Arturo de Bonis y José A. Tentor

Con la incorporación de Ignacio Ortega, Vicente Gómez Navas, Julio Monedero, y otros, parece ser que Antonio Hernández comenzó a ceder en su negativa de hacer cambios. Ignacio Ortega que procedía de la administración de Transmediterránea, donde creo que ejerció de inspector en el puerto de Algeciras y era amante de la burocracia y de la vida social, en principio intentó que hubiese un acercamiento con la Peña Malaguista, cosa que no llegó a cuajar porque la mayoría no deseaba para nada este acercamiento, todo continuaba desarrollándose de igual forma con nuestras reuniones en la casa de botes y de vez en cuando con excursiones a la finca de Campanillas.

Se produjo un ingreso en el grupo que a lo largo hizo que se produjesen ciertos cambios en los hábitos del Desguace, se trataba de Sergio Reyes, Capitán de Pesca, prácticamente su vida profesional dedicada a la pesca del bacalao y como añadido Cocinero Mayor del Reino. Un pequeño grupo de los que asistían a la Casa de Botes, posteriormente se quedaban a comer en la camareta del yate “Capitán Navarrete”, propiedad de Emilio Navarrete que ejercía de cocinero. Pero ese grupo fue aumentando de tal forma que ya no cabían en la camareta y se optó por poner mesas fuera junto al varadero propiedad del mismo Emilio y cuya zona era conocida con el nombre de Chinatown.  Cuando Sergio Reyes propuso hacer una paella los segundos jueves de cada mes, aquello fue como si tocaran a arrebato, dicho de otra manera, fue el desmadre, las paellas estaban tan buenas que la publicidad corrió de boca en boca y hasta la prensa gráfica hizo acto de presencia, el único que faltó a la mesa fue el Alcalde, cosa rara en él porque suele estar en todos los eventos importantes de la ciudad. Pero todo tiene su límite y el abuso lo hace a veces insostenible.

Fue por aquella época cuando apareció Juan Zurita, delegado en Málaga del Apostolado del Mar, quien nos ofreció el local del Apostolado para que efectuásemos allí nuestras reuniones semanales. Allí nos trasladamos y allí continuó el jolgorio de las paellas, con aumento de comensales, se alternaban con migas, con pulpo a la gallega porque la verdad es que aparecieron cocineros de todos los rincones, unos con más fortuna que otros a la hora de demostrar sus cualidades, aquello fue como un anticipo del concurso de Master Chef, pero por encima de cualquier plato predominaron las paellas inolvidables de nuestro amigo Sergio.

También el Apostolado se nos quedó pequeño, está visto que cuando la comida es gratis, acuden moscas de cualquier sitio, los días de paella aparecían gente que ni siquiera conocíamos, me hacía recordar el chiste de Gila, que decía que en su casa eran trece y un señor vestido de gris que se paseaba por el pasillo y nadie sabía quién era.

Después de algunos años, unas desavenencias con Juan Zurita que nos invitó a abandonar el Apostolado, nos hizo cambiar nuevamente de ubicación, encontrándonos  otra vez en la Casa de Botes durante algunos meses, pero ya sin el jaleo de las paellas gratis y después nos trasladamos definitivamente al Club Náutico a un local conocido con el nombre de “la Pajarera”, donde en la actualidad permanecemos muy tranquilamente y sin aglomeraciones. Pero cualquiera que lea mi escrito pensará que aquí solamente hemos pensado en comer, ya hay quien lo piensa, cuando en realidad han ocurrido muchos acontecimientos como a lo largo de tantos años suelen ocurrir en todas las sociedades y grupos como el nuestro.

En este momento ya no somos el Desguace, ahora somos Circulo Marítimo-Junta de Desguace, pero como el enunciado de mi relato dice, yo solamente me limito a narrar los acontecimientos ocurridos hasta que se cambió en Circulo Marítimo en Marzo del 2008 y, como es fácil de comprender, en 25 años de Desguace no solo de paellas vivió el hombre. La partida más importante corresponde al movimiento demográfico, con las entradas y salidas del personal, para tener una idea clara de este movimiento comentaré que yo que tenía el número 13 en la lista, en este momento tengo el número 2 si no me equivoco y en “capilla”, todos los demás estarán en el Reino que se hayan merecido. Precisamente el último en emprender el vuelo ha sido Antonio Hernández que dejó su puesto de Presidente a Ignacio Ortega, ocupando él el puesto de Comodoro hasta que le llegó su hora, y desde aquí le doy las gracias por haber tenido la ocurrencia de formar este grupo que llámesele como se le llame, ha servido para mantenernos en pie.  Ignacio Ortega, desgraciadamente nos dejó demasiado pronto, pero indiscutiblemente su forma de ser y de pensar supuso un primer paso para que el Desguace fuera adquiriendo otro talante y un camino más abierto para que su sucesor al mando del grupo, Vicente Gómez Navas se dedicase de lleno a la transformación que intentaban dar, otro grupo de más interés social al Desguace, ya que era firme partidario de otorgarle unos estatutos, de permitir la entrada a personas sin necesidad de poseer titulación náutica, dada la circunstancia de que cada día hay menos vocaciones para cursar la carrera de Náutica. Otra de sus grandes aspiraciones era el editar un libro que recopilara la vida profesional de los componentes del grupo. A todos estos temas se dedicó en cuerpo y alma y hasta culminar en el cambio no cejó en su empeño y otros muchos logros posteriores que ya no corresponden a este relato.

Al mismo tiempo que yo he avanzado en el escalafón, otros compañeros que estaban por detrás nos han dicho adiós para siempre, para mí la perdida más significativa ha sido la de José A. Tentor por la amistad que me unía a él desde la niñez, la de Julio Pineda y la de Julio Monedero por su calidad humana que demostró el tiempo que estuvo entre nosotros. Por el contrario, una incorporación muy apreciada por mí fue la de Carlos Navarrete ya que ambos hemos dedicado casi por completo nuestra vida profesional a la misma Compañía “Marítima del Norte” y, ya mencioné en su momento al Rey del Bacalao, nuestro amigo y compañero Sergio Reyes.

Todo esto forma parte de mi vida como jubilado desde 1988 en que dejé la mar salada y que han servido para mantenerme a flote, compartiendo mi vida a parte de la familiar, con personas que hemos vivido en la mar con los mismos problemas y las mismas ilusiones.



Capitán Arturo de Bonis

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