Aquí
estamos nuevamente, ya metidos en el tema nº siete y la verdad es, que he
intentado cambiar el chip, pero después de tanto tiempo bregando con todo lo
que queda atrás, cuesta un poco efectuar el cambio y no sé si lo habré
conseguido plenamente. Partiendo del último puerto angoleño, Tombwa, enseguida
se alcanza la costa de Namibia donde se encuentra Walvis-Bay, próximo puerto de
destino.
Nunca se me
hubiera pasado por la cabeza que mi vida profesional, sin ser pescador, fuese a
estar tan ligada con la pesca como así ha sido en realidad, ya que desde 1965
hasta 1988 me los he pasado corriendo detrás de los pesqueros, primero de los
marisqueros, después de los atuneros, por último de los merluceros, solamente
me ha faltado correr detrás de los bacaladeros, y como hasta tal punto no
llegué, después de pasar a ocupar plaza de emérito, la vida me ofreció
establecer estrecha y fuerte amistad con el Capitán de Pesca Sergio Reyes, el
cual toda su vida profesional la pasó él corriendo detrás del bacalao; vaya una
cosa por la otra. He aprendido, ya en secano, algo referente al bacalao, sobre
todo las diferentes formas exquisitas como él lo prepara además de pescarlos, gracias amigo Sergio.
En el alerón de babor
Sobre el
año 1967, si la memoria no me engaña, apareció el boom de Namibia, allí se
pescaba la rosada, especie desconocida en España hasta entonces y que hoy no
falta en ninguna carta de los restaurantes dedicados preferentemente al
pescado. Los pesqueros españoles aparecieron en Namibia atraídos por la
posibilidad de efectuar buenas campañas de pesca, como en realidad sucedió,
además de ser una especie muy aceptable como resultó ser la rosada. A esos
caladeros acudieron numerosas compañías pesqueras, una de las más importantes
fue Pescanova con un nutrido número de buques, capitaneados por personal muy
experimentados ya que Pescanova había echado la red al personal de Pysbe que ya
estaba por aquel entonces en declive. Nombró representante en Walvis y Ciudad
del Cabo que hacían al mismo tiempo las veces de agentes, consignatarios e
incluso de relaciones públicas. Por la parte del transporte frigorífico,
Marítima del Norte hizo transformar los Sierrras: “Aramo”, “Andía” y “Aránzazu”
de carga seca a carga frigorífica y desde ese momento todo cuanto construyó,
fueron buques de este tipo y fueron muchos. Una de las líneas preferente fue
Walvis, donde siempre hubo un “Sierra” dispuesto para cargar.
Pero vamos
a navegar un poco. Zarpamos de Tombwa como narraba en mi tema anterior, después
de bordear la costa, de lo poco que queda de Angola y rebasar el límite
fronterizo con Namibia ponemos proa a Pelican-Point y navegamos prácticamente paralelos
a la costa, una costa de la cual poco puedo decir porque resultaba completamente
inhóspita, solamente un poco antes de llegar a Pélican-Point se divisa un
pequeño reducto de origen alemán que se llama Swakopmund - en aquel entonces
muy poco poblado- y de no haber niebla, a esa distancia ya se divisaba el faro de Pélican Point, nombre que le va
perfectamente porque raras veces no se encuentra aquella zona poblada con
bandadas de pelicanos y yo juraría que también he visto flamencos. De lo que no
estoy muy conforme es con el nombre asignado a la extensa bahía que alberga al
puerto, el de Walvis-Bay, ya que en las muchas veces que hice escala en Walvis,
nunca vi una ballena por los alrededores. El único lugar donde he visto una
congregación de este tipo de cetáceos ha sido en la Península de Valdés en
Argentina cuando hacíamos escala en Puerto Madryn.
Se llega a
la bahía y se fondea en espera del Pilot, esto ya me hacía pensar que estábamos
de vuelta a la civilización, eso de entrar en puerto como perico por su
casa y fondear sin pedir permiso a nadie
se había terminado. Habíamos pasado a otro mundo, todo muy reglamentado, yo
diría que demasiado, pero en fin, si queremos ser civilizados hay que atenerse
a determinadas reglas. Lo único que allí no cuadraba con la civilización era la
rigurosa segregación a la que estaban sometidos los negros en aquella época.
Pasada cierta hora de la tarde no se veía un “alma negra” por las calles, todos
recluidos en sus correspondientes guetos, los únicos que podían transitar eran
los que trabajaban en servicio, en las cafeterías , en los restaurantes.., y que por lo visto estaban obligados a
servir provistos de guantes blancos.
De las
cosas que más me chocaron en Walvis fue su falso puritanismo. Las autoridades
portuarias ejercían un firme control sobre todo aquello relacionado con el
sexo, antes de llegar a puerto era necesario recoger y quitar de la circulación
todas las revistas donde apareciese una mujer semi o desnuda por completo, la
revista “Interviú” que era lo más normal en los barcos españoles (incluso en
las casas), era severamente perseguida por los aduaneros en Walvis, estabas
obligado a declararla y guardar en el sello durante la permanencia en puerto.
Incluso los almanaques de pared y de bolsillo con los que los provisionistas de
buques solían inundar los barcos para el
“ sustento” del marino y, que siempre solían mostrar alguna lindeza
provista de una buenísima delantera, hasta éso era obligatorio de ponerlo a la
sombra durante nuestra permanencia. En Walvis si querías algo que tuviese que
ver con sexo tenías que ser invitado por la panadera que abastecía a los buques
que -para regocijo de su clientela- solía proyectar películas porno en su
domicilio particular, a eso nadie se oponía a pesar de ser de dominio público.
Las operaciones
portuarias se ejecutaban de una forma correcta, bien cargando de almacén o de
transbordo directo, los estibadores no intentaban meter mano en la mercancía
porque sabían muy bien a lo que se exponían, en ese sentido no había ningún
problema, nosotros nos limitábamos solamente a controlar las temperaturas del
pescado embarcado y a que la estiba fuera la correcta.
El "·Sierra Gredos" y el "Sierra Luna" abarloados
Como
mencioné anteriormente, el agente de Pescanova, en mi época: Sr. Jalón, también
hacía de relaciones públicas. En Walvis no había muchos lugares de diversión a
parte de un par de cafeterías donde solíamos ir a tomar un helado o un café,
para de contar, entonces él llenaba este vacío invitándonos a su casa a tomar
un refrigerio por las tardes después de la jornada de trabajo, recuerdo que
solíamos jugar al ping-pong en su garaje y a veces, si la velada se prolongaba,
su esposa Lola nos obsequiaba con una cena; todo muy agradable y de buenos
recuerdos.
Como
anécdota de este puerto, me cabe recordar que atracó un barco que transportaba
helado, (nunca antes había visto cosa parecida), este buque entró en puerto
porque sufría avería en su planta de congelación y aviso a todos los buques
surtos en puerto para que fuésemos a coger todo el helado que quisiéramos antes
de que se estropeara. Tuvimos helado de postre durante muchos días.
Dejamos el
puerto de Walvis para dirigirnos al de Ciudad del Cabo, gran puerto donde las
operaciones y la forma de actuar eran parecidas a las del anterior, pero a mi parecer los nativos
tenían más libertad, posiblemente al ser el número muchísimo mayor, fuese más
difícil de controlar. Me extrañó bastante que las coyas de estibadores
estuviesen formadas preferentemente por hindúes, que por cierto con bastante
menos escrúpulos que los negros a la hora de meter mano a las cajas de pescado
y, lo que no me ocurrió en ningún puerto de África, me sucedió en Ciudad del
Cabo; entraron en mi camarote y me robaron dinero y toda la documentación, de
lo cual tuve que dar parte a la policía y en el consulado español. Solamente he
hecho una vez escala en este puerto y precisamente fue para hacer un transbordo
a buques de Pescanova. Pocas cosas dignas mención aparte de recordar la
facilidad de pescar langostas en el propio muelle, cosa que estaba
terminantemente prohibido por las autoridades pero que algunos se lo saltaban a
la torera. Para nosotros era más rentable comerlas en el restaurante dado su
bajo precio, además cosa extraña para mí, se podía llevar libremente el vino ya
que ellos no disponían de carta a pesar de los buenos vinos que existen en el
país.
Desde aquí
nos vamos para el océano Indico, porque para dar por terminado el tema de
África tengo que navegar hasta el puerto de Beira, en Mozambique, en ese puerto
terminan mis memorias sobre este tema porque de allí no pasé, pero sí que hice
escala también en Maputo (antiguo Lorenzo Marques) y en Durban que son puertos
intermedios.
Menos mal
que al portugués, Bartolomeu Días, se le
ocurrió descubrir el cabo de Buena Esperanza, de lo contrario no hubiéramos
podido llegar navegando hasta el Índico ni
nuestro insigne navegante Vasco de Gama que fue el segundo en pasar por
aquellos mares hubiera podido continuar con sus famosos descubrimientos, lo que
no tengo claro es porque le puso ese nombre de Buena Esperanza, allá él. Como es
natural, la primera vez que tuve que doblar el famoso cabo, tiré del derrotero
para hacerme una idea de cómo se comportaba por aquella zona la meteorología,
ya que aparte de lo que recordaba de los vientos “peroides” de cuando cursé la
náutica, nada más sabía, pero me olía que la cosa no era coser y cantar. Yo no
he tenido “la suerte” de comprobarlo, pero cuando leí en el derrotero que se
producían olas de 22 metros en ciertas condiciones de mar, vientos y
corrientes, la verdad es que era para pensárselo. Siempre que he pasado por el
Cabo, me he acordado de mi padre que navegó en el “Antonia Mambrú”, buque de
vela, de cuatro palos y que hacía la línea entre España y Filipinas. Yo, la
verdad es que en los muchos viajes que efectué a Mozambique, tuve de todo,
malos, regulares y buenos tiempos, nunca tuve que enfrentarme a una mar
arbolada, eso sí, navegando siempre con mucha precaución y atento a los
continuos partes de meteos que emiten las emisoras de radio, incluso las
comerciales. Después de rebasar Cabo de las Agujas, el más al sur de África,
hasta Durban la navegación se hace muy pegado a la costa, naturalmente
dependiendo del tiempo, se hace así para evitar la corriente que procede del
norte y que corre paralela a la costa y a unas dos o tres millas de ella.
Durban en
nada difiere a Ciudad del Cabo y Walvis en cuanto a orden y reglamento portuarios
se refiere. Nuestra entrada en Durban fue para descargar un completo de carne
congelada que habíamos embarcado en Irlanda. La carne resultó ser más golosa
que el pescado. Tuvimos bastantes problemas con los estibadores que cada uno
quería llevarse su filetito para casa.
Durante
nuestra estancia en Durban tuvimos un desagradable problema. Era un domingo por
la mañana, no se trabajaba y todo estaba tranquilo en el muelle. De pronto
aparecieron varios coches de la policía que venían a efectuar un registro a
bordo porque habían recibido un chivatazo denunciando que, un miembro de la
tripulación se dedicaba a atrapar palomas de las muchas que rondaban por los
almacenes para meterlas a bordo, y alegaban que eso estaba completamente
prohibido y por supuesto castigado. Yo que no tenía ni zorra idea de la
acusación di permiso para efectuar el registro. Sabían muy bien de que iba la
cosa porque se fueron directamente al grano. Se dirigieron a uno de los
casetones de cubierta que sirven para
sostener las grúas, abrieron la puerta y efectivamente allí habían por lo menos 20 o 30 palomas que, por cierto,
ya tenían hecho una porquería el habitáculo. No fue necesario indagar por el
autor de los hechos, el contramaestre se declaró culpable alegando naturalmente
que desconocía por completo si aquello era delito pero sus alegaciones no
fueron aceptadas, costó un par de horas de conversación amigable alrededor de
una mesa provista de buen vino, tapas variadas y algunas botellitas de whisky y
cigarrillos para llevar. De esa forma evité que se llevaran esposado al
“jabato” que era el apodo en que se le conocía en la compañía por su buen hacer
profesional. Sin más problemas finalizaron las operaciones de descarga y
después de repostar combustible zarpamos con destino al Estrecho de Magallanes,
valiente viajecito, en lastre, en mi vida he dado tantos pantocazos a pesar de
haber navegado varias singladuras hacia el norte después de rebasar el cabo.
Parecía que
nunca se iba a terminar, pero ya me quedan solamente dos puertos: Maputo y
Beira y los voy a narrar como si fueran uno solo, los dos pertenecen a
Mozambique, a los dos hemos arribado para efectuar transbordo de marisco.
Siempre corriendo tras los pesqueros, que cuando decidieron echar las redes en
los caladeros de Mozambique nos obligaron a darle la vuelta al cabo de Buena
Esperanza y vuelta a cambiar el chip porque nuevamente nos encontrábamos en un
país con las características de Angola, haciendo transbordos a marisqueros con
una mentalidad muy diferente a los merluceros.
Tanto Beira
como Maputo tienen entradas parecidas, muchos bajos que hay que sortear
navegando por canales marcados por boyas, las cuales, en los tiempos que
corrían no eran mucho de fiar por su mal mantenimiento y a veces colocación.
Los Prácticos eran rusos, abordaban los barcos una vez pasados los mencionados
canales y las maniobras de atraque siempre se efectuaban contracorriente y sin
novedad. Maputo situada en la orilla occidental de la bahía es la capital de
Mozambique y principal puerto comercial del país y Beira situada en la
desembocadura del rio Pungue es la
segunda ciudad en importancia y segundo puerto comercial. Los transbordos se
efectuaban indistintamente en un puerto u otro. Allí se encontraban pescando la
flota de los Amasuas, Álvarez Entrena, algunos de Pescanova y otros
independientes, los suficientes para llenar el mercante.
Yo hice
bastantes viajes a la zona, prácticamente hasta que me jubilé y mis últimos
recuerdos relacionados con mi vida profesional son justamente relacionados con
estos viajes. Buenos recuerdos y regulares, como siempre hay de todo en la viña
del Señor. Entre los buenos puedo contar que contribuimos a montar una escuela
de hostelería en Maputo, transportando desde España todo el material y la
maquinaria necesaria para poner aquello en funcionamiento. El director,
español, procedía de una escuela de hostelería de Marbella y resultó tener
amigos comunes. Fuimos invitados a la inauguración -mi esposa me acompañaba en
ese viaje- y obsequiados con una cena en la que lo único destacable era estar
animada por un concertista de piano nativo, que nos amenizó durante la misma,
cenamos una sopa de afrecho y gallina, más no se le podía pedir a los cocineros,
daban lo que tenían. Entre los buenos recuerdos también cuenta el haber
encontrado allí a unos cooperantes españoles, marinos que se habían hecho cargo
de la flota mozambiqueña y entre los cuales se encontraba un viejo conocido:
Juan Zamora, él formaba parte de la tripulación del “Sant Jordi” cuando yo
estuve al mando de ese buque. Aprovecho desde aquí para darle las gracias por
la buena crítica que ha hecho sobre mi persona con ocasión del repaso dado al
libro MIL AÑOS DE MAR. Junto con los demás cooperante fuimos invitado a su casa
donde cenamos bastante mejor que en la escuela de hostelería y donde mi esposa
fue obsequiada con una pulsera de marfil.
Entre los
malos recuerdos, por qué no contarlo después de 27 años, están los abusos que
cometían los pesqueros españoles, con el beneplácito del inspector de pesca de
Mozambique, que era un portugués, en el pesaje de las cajas de marisco, Cajas
que pesaban hasta treinta kilos, se contabilizaban por 20 para pagar menos
canon de pesca. Para los efectos de flete, la compañía cobraba de acuerdo con
el peso en el momento de la descarga en España, y nosotros nos cubríamos la
conciencia con la famosa cláusula de los conocimientos de embarque en el que se
hacía constar “ignoro peso y contenido”.
Y termino
mis memorias africanas, espero que no se hayan aburrido con tanto transbordo,
si pudiese, para compensarles les invitaría a una cervecita acompañada con unos
langostinos tipo tigre que eran los que yo degustaba en mis viajes a
Mozambique.
Muchas
gracias por leerme y hasta otra ocasión.
Capitán A. de Bonis