Hubo una
época en que Angola tomó la determinación de prohibir la pesca en sus caladeros
con el fin de darles un descanso y propiciar su regeneración, ya que la
cantidad de pesqueros que operaban en sus aguas era tan grande, que de no
hacerlo pronto estarían completamente esquilmadas. Lo gracioso era que los
pesqueros rusos seguían pescando haciendo oídos sordos mientras que los
españoles tuvieron que buscarse las habichuelas por otros caladeros. Se produjo
una desbandada, parte de ellos optaron por dirigirse hacia las costas de
Camerún y Gabón y así fue como -de la noche a la mañana- nos vimos obligados a
establecer un nuevo lugar de transbordo, y ese sitio fue en Camerún, en Duala para
ser más exactos, en la medianía de la desembocadura del rio Wuari, que es el
rio que da acceso al puerto de Duala; no recuerdo exactamente el nº de la boya, sí que era un sitio
apropiado para dejar caer el ancla y que a pesar de la fuerte corriente del río
y del gran número de pesqueros que por veces se encontraban abarloados a
nosotros, nunca tuvimos problemas de garreo. No hay mucho que explicar
referente al clima de la región, completamente tropical, húmedo y caluroso a
más no poder, un gran inconveniente para efectuar nuestras operaciones de transbordos,
que en situaciones parecidas lo solíamos hacer en horas de menor insolación, a
veces incluso de noche, pero aquí resultaba completamente imposible ya que
enseguida que se ponía el sol, comenzaba a caer agua de una forma descomunal,
como si fuese el diluvio universal y no paraba hasta el amanecer, con lo cual
el invento y las buenas intenciones se iban a la porra. Esta descarga de agua
era ocasionada por nuestra proximidad al monte Victoria, un pico muy elevado
que hacía tope a las nubes cargadas de agua que circulaban, quedaban paradas en
sus laderas y allí descargaban lo visto y no visto. Según los derroteros, es
uno de los lugares del mundo donde más agua cae.
El éxodo de
pesqueros hacía esta zona fue tan grande que nos creó un gran problema. El “mercante”,
(como solían llamarnos los pesqueros) salía de Huelva completamente cargado de
pertrechos para los pesqueros y sin margen de espacio libre en las bodegas para
poder iniciar las operaciones de carga del marisco, como se solía hacer siempre
hasta el momento en que nos encontramos. Ante la dificultad creada con tanto
pertrecho la compañía tomó la determinación de poner en la línea al único buque
que le quedaba de carga seca: el “Sierra Blanca”, con lo cual desaparecía el
problema. El “Sierra Blanca” transportaba los pertrechos y víveres que no
necesitaban frío para su conservación y el mercante frigorífico el resto. La
llegada a Duala se procuraba que fuese al mismo tiempo o con la menor
diferencia posible y se daba orden de entrada a los pesqueros de acuerdo con la
estiba que había realizado el “Sierra Blanca”. El pesquero abarloaba primero al
frigorífico para descargar el marisco y después pasaba a tomar sus
correspondientes pertrechos al “Sierra Blanca”, de esta forma todo era más
sencillo. Nuestra única preocupación era el fuerte calor que no nos permitía
tener las bodegas abiertas de una forma muy prolongada y los transbordos los
limitábamos dejando un margen de descanso en las horas centrales del día y al
llegar la noche ya sabíamos lo que nos esperaba, lluvia y más lluvia. De
Camerún y de Duala en particular poco puedo contar, lo leído en los libros, que
fue un mercado internacional de esclavos, colonizado por los portugueses, los
alemanes y los franceses. Duala la capital económica del país mientras que
Yaundee en el interior era la capital administrativa y sede del gobierno. Puede
ser que por el hecho de ser la capital económica también fuese la capital de
los ladrones, ya que una vez que tuvimos necesidad de fondear justamente en las
proximidades de la ciudad, durante la noche nos desvalijaron el pañol de proa;
lo único que nos dejaron fueron las anclas, una porque estaba fondeada y la
otra me imagino porque pesaba demasiado,
¡que elegancia robando!, el guardián supongo que estaría soñando con los
angelitos, a veces pienso que es mejor que roben sin que se produzcan ataques
violentos como lo que nos sucedió en Nigeria.
Y se dejó
de transbordar en Duala, me imagino que por el elevado coste de la operación ya
que suponía emplear dos buques en un mismo viaje y teniendo en cuenta que los
pertrechos no pagaban flete porque era lo acordado en el servicio que se
prestaba. Pero no lo sé exactamente, yo marche de vacaciones cuando me tocó el
turno y cuando tuve la ocasión de volver a esa misma línea ya los transbordos
se efectuaban en Pointe-Noire (Punta Negra), puerto y capital del
Congo-Brazzaville, aquí no solamente se hacían transbordos de marisco amarrados
al muelle (con más posibilidades de manejar los pertrechos) sino que también se
hacían operaciones con atuneros franceses que tenían allí su puerto base
durante algunas épocas del año. Recuerdo que mi último viaje a Punta negra fue
para tomar un cargamento completo de atunes con destino al puerto de Concarneau
en la Bretaña francesa. Durante esta operación recordé mi francés al mismo
tiempo que tomaba el aperitivo de “pastis” en el pesquero que se encontraba
abarloado y tomaba mi lección sobre la pesca del atún en versión francesa, como
complemento de lo que ya sabía a través de los atuneros españoles. Los
franceses tampoco perdían el tiempo, ellos intentaban sonsacarme información
sobre dónde y cuanto pescaban los españoles.
Cuando digo
“de los pesqueros que quedaban en la zona”, es porque en la época en que me
sitúo, ya Angola había vuelto a abrir sus caladeros después de dos años de
inactividad. Se habían firmado nuevos convenios de pesca y la flota pesquera
española nuevamente podía faenar en aguas de Angola. Todo esto,
cronológicamente hablando se desarrolla después de haber obtenido la independencia
de Portugal y de encontrarse el país dividido por una guerra civil que
complicaba un poco la situación y siempre pensando en qué solución final
tendría aquel enfrentamiento. Pero vamos por parte, nuestra primera llegada a
Angola tuvo lugar antes de la independencia, cuando parte de la flota que
faenaba en Senegal decidió probar suerte en otras playas, no recuerdo
exactamente el año, pero sí que los portugueses seguían gobernando el país
después de un número infinito de años, teniendo en cuenta que llegaron a las
costas angoleñas antes de que Colón descubriese el continente americano, y ya
son años.
En aquellas
primeras entradas todo funcionaba con normalidad, los transbordos se efectuaban
fondeados en medio de la gran bahía del puerto de Luanda al principio y
posteriormente se estableció otro lugar más de transbordo, que fue el puerto de
Lobito, para facilidad de los pesqueros que operaban en la parte sur de la
zona.
Antes de
seguir adelante deseo resaltar que muy pocos países han tenido la suerte de que
la naturaleza les haya otorgado la suerte de tener esas ensenadas fabulosas
como Luanda, Lobito, Por Alexandre (Tombwa) y Mossamedes en menor medida.
Cuando pienso y recuerdo aquellas primeras entradas, lo hago con alegría ya que
fueron muchos los momentos agradables los que pasé. Ya conocíamos a todos los
pesqueros de nuestras arribadas a Dakar y, con el transcurso del tiempo,
hicimos buenos amigos que se alegraban igualmente de nuestra llegada, ya que
para ellos significaba tener unos días de descanso, recibir víveres y
correspondencia con noticias de la familia y la oportunidad de tener un poco de
diversión.
Después de
la independencia aquello cambió un “poco bastante”, las autoridades eran muy
exigentes y el ambiente bastante enrarecido; todo cuanto los propios angoleños
aguantaron de los portugueses como férreos colonizadores, parecía que querían
resarcirse haciendo lo propio con los extranjeros, malos modos en todos los contactos
que se tenían con ellos desde nuestra entrada hasta el momento de zarpar.
Las
entradas en Lobito llegaron a convertirse en peligrosas, ya que tuvieron la
ocurrencia de bombardear a los buques en el trayecto de la enfilación hasta la
boya del reviro, lanzaban bombas a babor y estribor para evitar que los
enemigos pudieran introducirse en la rada aprovechando la entrada del mercante;
¡de película!, a mi me recordaba una que vi siendo joven que se llamaba
“Tiburones de Acero”. Estos momentos eran de una tensión nerviosa muy grande,
tanto que un buque de nuestra compañía sufrió un embarrancamiento por los
nervios que sufría el Capitán y los olores que se solían percibir en el puente
algunas veces daban muestra de que no estábamos pasando un buen momento. El
resumen de todo lo narrado es que ya no era una alegría cuando te tocaba hacer
la línea de Angola, salvo que el viaje fuese sólo a Port Alexandre (Tombwa)
Tombwa
seguía siendo un remanso de paz, situada en el extremo sur de Angola parecía
incluso que la guerra se había olvidado de su existencia aunque -en verdad-
aquel remanso de paz era consecuencia de la propia guerra, que obligó hacer
abandono de todas las industrias pesqueras que en sus tiempos más florecientes
allí habían existido. La empresa pesquera española “Gabrielitos” con bases en
Vigo y Huelva, se estableció allí aprovechando uno de los muchos almacenes
abandonados de las antiguas pesquerías que contaba con un pequeño muelle de
madera en el que justamente podía atracar el mercante. Como estaba situado en
pleno desierto, todo cuanto allí se consumía tenía que ser llevado por el
mercante, para cuyo fin se estableció un viaje cada mes. Salíamos de Huelva
cargados hasta la perilla del palo, en Las Palmas tomábamos gasoil para
suministrar a los pesqueros y también entrepot con lo cual el servicio a
domicilio era casi perfecto, ni “Mercadona” lo hubiera hecho mejor.
Primeramente se amarraba al muelle para descargar todo cuanto llevábamos a
almacén, esa operación duraba aproximadamente cuatro días y una vez enfriadas
las bodegas ordenábamos la entrada de los pesqueros para efectuar el transbordo
del pescado y del marisco que se efectuaba fondeados para poder tener los dos
costados libres y facilitar las maniobras. Allí daba igual estar fondeados que
atracados al muelle, más allá de la puerta del almacén todo era puro desierto,
pero el estar fondeados nos permitía de noche dedicarnos algunas horas a la
pesca del calamar, con la ayuda de unas potentes pantallas de luz que poníamos
alrededor de todo el buque. La pesca no se daba siempre por igual pero durante
algunos meses del año – creo recordar que eran Junio y Julio – allí pescaba
hasta el más inepto pescador, ya que solo consistía en echar la potera y
enganchar el calamar, sin más problemas, noches de hasta trescientos kilos sin
exagerar, los cuales metíamos en bandejas y a continuación a los congeladores.
Teníamos asegurado comer calamares para rato. Yo tuve un pequeño percance,
coincidió que un calamar en el momento de ser enganchado por mi potera era engullido
por un pez grande. Cuando noté que tiraba demasiado me lié el sedal a la mano,
yo era uno de los ineptos pescadores que comenté anteriormente porque a nadie
experimentado se le ocurre hacer tamaña idiotez, a punto estuve de perder la
mano cortada por el sedal fino de nylon; menos mal que una luz me iluminó y
largué a tiempo todo, potera, carrete, la madre que parió al bicho con el susto
que me dio.
Para
terminar este relato voy a mencionar también el puerto de Mossamedes, situado
entre Lobito y Tombwa, a diferencia de todos los demás puertos angoleños,
debido a su configuración en el muelle se sentía una fuerte resaca en algunas
ocasiones lo que obligaba a tener muchísimo cuidado con las amarras. Solamente
entré en este puerto una vez para cargar un completo de atún o mejor dicho de
alistados. Los atuneros creían haber encontrado una mina que después resultó
ser un tremendo fracaso, ya que el pescado era tan pequeño que tuvieron grandes
dificultades para que fuese aceptado por las industrias conserveras, dado el
poco rendimiento económico que suponía la elaboración. El ansia de pesca a
veces rompe el saco y nada mejor dicho tratándose de pesca.
Y ya
termino porque pasamos a otra zona completamente diferente, a Namibia,
Sudáfrica y la verdad es que necesito cambiarme el chip.
Hasta
Walvis-bay un saludo.
Capitán A. de Bonis
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