domingo, 1 de noviembre de 2015

ÁFRICA TEMA Nº SEIS.

Hubo una época en que Angola tomó la determinación de prohibir la pesca en sus caladeros con el fin de darles un descanso y propiciar su regeneración, ya que la cantidad de pesqueros que operaban en sus aguas era tan grande, que de no hacerlo pronto estarían completamente esquilmadas. Lo gracioso era que los pesqueros rusos seguían pescando haciendo oídos sordos mientras que los españoles tuvieron que buscarse las habichuelas por otros caladeros. Se produjo una desbandada, parte de ellos optaron por dirigirse hacia las costas de Camerún y Gabón y así fue como -de la noche a la mañana- nos vimos obligados a establecer un nuevo lugar de transbordo, y ese sitio fue en Camerún, en Duala para ser más exactos, en la medianía de la desembocadura del rio Wuari, que es el rio que da acceso al puerto de Duala; no recuerdo exactamente  el nº de la boya, sí que era un sitio apropiado para dejar caer el ancla y que a pesar de la fuerte corriente del río y del gran número de pesqueros que por veces se encontraban abarloados a nosotros, nunca tuvimos problemas de garreo. No hay mucho que explicar referente al clima de la región, completamente tropical, húmedo y caluroso a más no poder, un gran inconveniente para efectuar nuestras operaciones de transbordos, que en situaciones parecidas lo solíamos hacer en horas de menor insolación, a veces incluso de noche, pero aquí resultaba completamente imposible ya que enseguida que se ponía el sol, comenzaba a caer agua de una forma descomunal, como si fuese el diluvio universal y no paraba hasta el amanecer, con lo cual el invento y las buenas intenciones se iban a la porra. Esta descarga de agua era ocasionada por nuestra proximidad al monte Victoria, un pico muy elevado que hacía tope a las nubes cargadas de agua que circulaban, quedaban paradas en sus laderas y allí descargaban lo visto y no visto. Según los derroteros, es uno de los lugares del mundo donde más agua cae.

El éxodo de pesqueros hacía esta zona fue tan grande que nos creó un gran problema. El “mercante”, (como solían llamarnos los pesqueros) salía de Huelva completamente cargado de pertrechos para los pesqueros y sin margen de espacio libre en las bodegas para poder iniciar las operaciones de carga del marisco, como se solía hacer siempre hasta el momento en que nos encontramos. Ante la dificultad creada con tanto pertrecho la compañía tomó la determinación de poner en la línea al único buque que le quedaba de carga seca: el “Sierra Blanca”, con lo cual desaparecía el problema. El “Sierra Blanca” transportaba los pertrechos y víveres que no necesitaban frío para su conservación y el mercante frigorífico el resto. La llegada a Duala se procuraba que fuese al mismo tiempo o con la menor diferencia posible y se daba orden de entrada a los pesqueros de acuerdo con la estiba que había realizado el “Sierra Blanca”. El pesquero abarloaba primero al frigorífico para descargar el marisco y después pasaba a tomar sus correspondientes pertrechos al “Sierra Blanca”, de esta forma todo era más sencillo. Nuestra única preocupación era el fuerte calor que no nos permitía tener las bodegas abiertas de una forma muy prolongada y los transbordos los limitábamos dejando un margen de descanso en las horas centrales del día y al llegar la noche ya sabíamos lo que nos esperaba, lluvia y más lluvia. De Camerún y de Duala en particular poco puedo contar, lo leído en los libros, que fue un mercado internacional de esclavos, colonizado por los portugueses, los alemanes y los franceses. Duala la capital económica del país mientras que Yaundee en el interior era la capital administrativa y sede del gobierno. Puede ser que por el hecho de ser la capital económica también fuese la capital de los ladrones, ya que una vez que tuvimos necesidad de fondear justamente en las proximidades de la ciudad, durante la noche nos desvalijaron el pañol de proa; lo único que nos dejaron fueron las anclas, una porque estaba fondeada y la otra me imagino  porque pesaba demasiado, ¡que elegancia robando!, el guardián supongo que estaría soñando con los angelitos, a veces pienso que es mejor que roben sin que se produzcan ataques violentos como lo que nos sucedió en Nigeria.



Y se dejó de transbordar en Duala, me imagino que por el elevado coste de la operación ya que suponía emplear dos buques en un mismo viaje y teniendo en cuenta que los pertrechos no pagaban flete porque era lo acordado en el servicio que se prestaba. Pero no lo sé exactamente, yo marche de vacaciones cuando me tocó el turno y cuando tuve la ocasión de volver a esa misma línea ya los transbordos se efectuaban en Pointe-Noire (Punta Negra), puerto y capital del Congo-Brazzaville, aquí no solamente se hacían transbordos de marisco amarrados al muelle (con más posibilidades de manejar los pertrechos) sino que también se hacían operaciones con atuneros franceses que tenían allí su puerto base durante algunas épocas del año. Recuerdo que mi último viaje a Punta negra fue para tomar un cargamento completo de atunes con destino al puerto de Concarneau en la Bretaña francesa. Durante esta operación recordé mi francés al mismo tiempo que tomaba el aperitivo de “pastis” en el pesquero que se encontraba abarloado y tomaba mi lección sobre la pesca del atún en versión francesa, como complemento de lo que ya sabía a través de los atuneros españoles. Los franceses tampoco perdían el tiempo, ellos intentaban sonsacarme información sobre dónde y cuanto pescaban los españoles.

Cuando digo “de los pesqueros que quedaban en la zona”, es porque en la época en que me sitúo, ya Angola había vuelto a abrir sus caladeros después de dos años de inactividad. Se habían firmado nuevos convenios de pesca y la flota pesquera española nuevamente podía faenar en aguas de Angola. Todo esto, cronológicamente hablando se desarrolla después de haber obtenido la independencia de Portugal y de encontrarse el país dividido por una guerra civil que complicaba un poco la situación y siempre pensando en qué solución final tendría aquel enfrentamiento. Pero vamos por parte, nuestra primera llegada a Angola tuvo lugar antes de la independencia, cuando parte de la flota que faenaba en Senegal decidió probar suerte en otras playas, no recuerdo exactamente el año, pero sí que los portugueses seguían gobernando el país después de un número infinito de años, teniendo en cuenta que llegaron a las costas angoleñas antes de que Colón descubriese el continente americano, y ya son años.

En aquellas primeras entradas todo funcionaba con normalidad, los transbordos se efectuaban fondeados en medio de la gran bahía del puerto de Luanda al principio y posteriormente se estableció otro lugar más de transbordo, que fue el puerto de Lobito, para facilidad de los pesqueros que operaban en la parte sur de la zona.


Antes de seguir adelante deseo resaltar que muy pocos países han tenido la suerte de que la naturaleza les haya otorgado la suerte de tener esas ensenadas fabulosas como Luanda, Lobito, Por Alexandre (Tombwa) y Mossamedes en menor medida. Cuando pienso y recuerdo aquellas primeras entradas, lo hago con alegría ya que fueron muchos los momentos agradables los que pasé. Ya conocíamos a todos los pesqueros de nuestras arribadas a Dakar y, con el transcurso del tiempo, hicimos buenos amigos que se alegraban igualmente de nuestra llegada, ya que para ellos significaba tener unos días de descanso, recibir víveres y correspondencia con noticias de la familia y la oportunidad de tener un poco de diversión.

Después de la independencia aquello cambió un “poco bastante”, las autoridades eran muy exigentes y el ambiente bastante enrarecido; todo cuanto los propios angoleños aguantaron de los portugueses como férreos colonizadores, parecía que querían resarcirse haciendo lo propio con los extranjeros, malos modos en todos los contactos que se tenían con ellos desde nuestra entrada hasta el momento de zarpar.

Las entradas en Lobito llegaron a convertirse en peligrosas, ya que tuvieron la ocurrencia de bombardear a los buques en el trayecto de la enfilación hasta la boya del reviro, lanzaban bombas a babor y estribor para evitar que los enemigos pudieran introducirse en la rada aprovechando la entrada del mercante; ¡de película!, a mi me recordaba una que vi siendo joven que se llamaba “Tiburones de Acero”. Estos momentos eran de una tensión nerviosa muy grande, tanto que un buque de nuestra compañía sufrió un embarrancamiento por los nervios que sufría el Capitán y los olores que se solían percibir en el puente algunas veces daban muestra de que no estábamos pasando un buen momento. El resumen de todo lo narrado es que ya no era una alegría cuando te tocaba hacer la línea de Angola, salvo que el viaje fuese sólo a Port Alexandre (Tombwa)

Tombwa seguía siendo un remanso de paz, situada en el extremo sur de Angola parecía incluso que la guerra se había olvidado de su existencia aunque -en verdad- aquel remanso de paz era consecuencia de la propia guerra, que obligó hacer abandono de todas las industrias pesqueras que en sus tiempos más florecientes allí habían existido. La empresa pesquera española “Gabrielitos” con bases en Vigo y Huelva, se estableció allí aprovechando uno de los muchos almacenes abandonados de las antiguas pesquerías que contaba con un pequeño muelle de madera en el que justamente podía atracar el mercante. Como estaba situado en pleno desierto, todo cuanto allí se consumía tenía que ser llevado por el mercante, para cuyo fin se estableció un viaje cada mes. Salíamos de Huelva cargados hasta la perilla del palo, en Las Palmas tomábamos gasoil para suministrar a los pesqueros y también entrepot con lo cual el servicio a domicilio era casi perfecto, ni “Mercadona” lo hubiera hecho mejor. Primeramente se amarraba al muelle para descargar todo cuanto llevábamos a almacén, esa operación duraba aproximadamente cuatro días y una vez enfriadas las bodegas ordenábamos la entrada de los pesqueros para efectuar el transbordo del pescado y del marisco que se efectuaba fondeados para poder tener los dos costados libres y facilitar las maniobras. Allí daba igual estar fondeados que atracados al muelle, más allá de la puerta del almacén todo era puro desierto, pero el estar fondeados nos permitía de noche dedicarnos algunas horas a la pesca del calamar, con la ayuda de unas potentes pantallas de luz que poníamos alrededor de todo el buque. La pesca no se daba siempre por igual pero durante algunos meses del año – creo recordar que eran Junio y Julio – allí pescaba hasta el más inepto pescador, ya que solo consistía en echar la potera y enganchar el calamar, sin más problemas, noches de hasta trescientos kilos sin exagerar, los cuales metíamos en bandejas y a continuación a los congeladores. Teníamos asegurado comer calamares para rato. Yo tuve un pequeño percance, coincidió que un calamar en el momento de ser enganchado por mi potera era engullido por un pez grande. Cuando noté que tiraba demasiado me lié el sedal a la mano, yo era uno de los ineptos pescadores que comenté anteriormente porque a nadie experimentado se le ocurre hacer tamaña idiotez, a punto estuve de perder la mano cortada por el sedal fino de nylon; menos mal que una luz me iluminó y largué a tiempo todo, potera, carrete, la madre que parió al bicho con el susto que me dio.

Para terminar este relato voy a mencionar también el puerto de Mossamedes, situado entre Lobito y Tombwa, a diferencia de todos los demás puertos angoleños, debido a su configuración en el muelle se sentía una fuerte resaca en algunas ocasiones lo que obligaba a tener muchísimo cuidado con las amarras. Solamente entré en este puerto una vez para cargar un completo de atún o mejor dicho de alistados. Los atuneros creían haber encontrado una mina que después resultó ser un tremendo fracaso, ya que el pescado era tan pequeño que tuvieron grandes dificultades para que fuese aceptado por las industrias conserveras, dado el poco rendimiento económico que suponía la elaboración. El ansia de pesca a veces rompe el saco y nada mejor dicho tratándose de pesca.

Y ya termino porque pasamos a otra zona completamente diferente, a Namibia, Sudáfrica y la verdad es que necesito cambiarme el chip.

Hasta Walvis-bay  un saludo.

Capitán A. de Bonis         

No hay comentarios:

Publicar un comentario