domingo, 31 de enero de 2016

AMERICA TEMA CUATRO

Me hubiese gustado navegar por muchas más mares, visitar más países, conocer a más gente y sus costumbres, de esa forma ahora tendría la oportunidad  de seguir recordando nuevos episodios para poder plasmarlos en estos temas que por desgracia ya van tocando a su fin. Digo por desgracia porque a mí me ha gustado escribirlos, debe ser algo heredado de mi abuelo paterno; ni yo mismo sabía que me gustaba tanto darle a la pluma. Pero como digo anteriormente todo tiene su fin y para mí ese fin está próximo, solamente me queda escribir sobre el sur de Argentina, el Estrecho de Magallanes y parte de los Canales Patagónicos, hasta el puerto chileno de Chacabuco (extraño nombre).

Desde luego no puedo quejarme desde el punto de vista profesional, ya que he conocido prácticamente medio mundo. Hay quien se pasa toda su vida haciendo la travesía entre Algeciras- Ceuta –Tánger y se quejan menos aún; ellos han tenido medio asegurada la vida familiar que tampoco es moco de pavo. Yo desde luego estoy contento con la suerte que me ha tocado porque aparte de escribir me ha gustado muchísimo navegar y sabía de antemano que esta profesión era de las que te obligaban a sacrificar parte de la vida familiar. Precisamente de esa circunstancia tengo verdadera constancia personal, ya que mi primer matrimonio solamente duró cuatro años, justamente porque mi esposa no pudo soportar lo que verdaderamente significaba estar casada con un marino, en aquella época no se daban los matrimonios a prueba como si fueran melones (como sucede ahora), las consecuencias de las equivocaciones  se conocían a “toro pasao”.
El capitán de Bonis en el alerón 

Después de esta pequeña divagación personal, quiero comenzar a relatar las vivencias que me quedan de mis viajes al cono sur de América después de los relatados en temas anteriores. Me quedan por citar: Ingeniero White (Bahía Blanca), Puerto Madryn en la península de Valdés, Puerto Deseado, Punta Arenas en el estrecho de Magallanes y Chacabuco en los canales patagónicos. Insisto una vez más que todo cuanto pueda narrar en este tema y en los escritos anteriormente, es más o menos una repetición  de lo contado en el libro MIL AÑOS DE MAR, pues yo solamente he tenido una vida y no siete como se le atribuye a los gatos, es por consiguiente un recordatorio para los que hayan leído el libro y un relato inédito para los que no hayan tenido la ocasión de leerlo.

Comienzo: En uno de mis últimos viajes a Mozambique nos cruzamos con la flota de marisqueros perteneciente a la empresa de Álvarez-Entrena, iban navegando hacia el sur arranchados a son de mar. Como estaban previsto que transbordasen en el puerto de Beira, les hicimos las correspondientes llamadas por telefonía pero obtuvimos la callada por respuesta, lo cual nos mosqueó un poco. Efectivamente, cuando llegamos al día siguiente a Beira nos informaron que habían abandonado la zona de Mozambique. Ignoro en qué condiciones lo hicieron, si salieron por la puerta grande o por la  chica como los toreros, son asuntos que no me incumben a mí ni razonable comentarlo en el tema. Yo solamente puedo decir que los tachamos de la lista prevista para transbordar en Beira y que más tarde volvieron a aparecer en nuestras vidas para hacer transbordos en puertos argentinos. La vida nos suele dar palos que nos obliga a cambiar de forma de actuar y como bien dice la copla: La culpa siempre la tiene el maldito parné.

Si no igual, algo parecido ocurrió con los buques de Pescanova que operaban en Namibia. Estos fueron abandonando la zona paulatinamente y apareciendo en aguas argentinas. No sé exactamente si fue porque la pesca disminuyó en aguas de Namibia, si la rosada bajo de precio o porque la merluza que apareció en Argentina era más rentable. Si estoy seguro que al principio las capturas eran descomunales y que los barcos lo tenían difícil para poder congelar cuanto pescaban.  El resultado de todo esto que cuento, es que Marítima del Norte tenía que acudir a más puertos para atender la demanda de transbordos. También hay que tener presente el boom de las Malvinas, y que muchos de los grandes pesqueros que por aquella zona operaban iban a descargar a Puerto Deseado pero a su llegada a puerto no podían mencionar que operaban en las Malvinas después del encontronazo que tuvieron los argentinos con los ingleses.

Pues bien, después de todo lo dicho anteriormente y concretando, empiezo por Bahía Blanca, más exactamente por Ingeniero White, que es el nombre donde se realizaban las operaciones de carga directamente de almacén o los transbordos de los pesqueros directamente cuando empezamos a transbordar a Pescanova después de abandonar Walvis Bay. El puerto era pequeño, a media hora en autobús de la ciudad de Bahía Blanca. Solíamos visitarla de vez en cuando pero no con mucha frecuencia porque no tenía mucho que ofrecer turísticamente, solamente cuando querías o necesitabas cambiar un poco de ambiente y se aprovechaba para ir de restaurante, siempre en plan de churrascada y como postre de la casa un “D. Pedro”, que era simplemente un helado de vainilla mezclado con una copa de coñac de Pedro Domeq. La propia gente del lugar tenía una forma muy extraña de divertirse los días de fiestas. Salían con el coche con toda la familia dentro, empezaban a dar vueltas lentamente por una gran avenida que tenían y que pienso que fue construida expresamente para eso, cuando encontraban un sitio libre para aparcar, aparcaban y el padre sacaba su periódico para leer mientras el resto de la familia hacía lo propio con revistas. Cuando se cansaban o lo consideraban oportuno se ponían nuevamente en marcha, daban otras cuantas vueltas y nuevamente a empezar. La verdad es que nunca he visto en mi vida forma más económica de pasar un día festivo. No me extrañaría que los emigrantes hicieran lo mismo en su momento para poder ahorrar.

El único incidente a recordar de los transbordos efectuados en Bahía Blanca fue durante unas navidades, en el que coincidimos tres o cuatro barcos de Marítima del Norte y seis o siete de Pescanova. Todos los mandos de Pescanova se fueron a pasar las fiestas a Buenos Aires con sus familiares que habían llegado de España. Toda la operación de transbordo quedó bajo la tutela de un Capitán de Pescanova, el único que quedó en Bahía Blanca. Aquello resultó un desastre de padre y muy señor mío, entre las dificultades que había para maniobrar en un espacio tan pequeño, las muchas “queimadas” que celebraron los paisanos gallegos durante los fiestas, la poca comunicación que hubo entre mercantes y pesqueros porque el responsable designado se pasaba el día nublado desde por la mañana, el resultado fue una queja general tanto de la Dirección de Marítima como de Pescanova por las demoras producidas durante los transbordos y de cuya tardanza tuvimos que dar explicaciones pormenorizadas para eludir responsabilidades. En honor a la verdad, los barcos de Marítima fueron ajenos a todo el desaguisado.

Puerto Madryn en la Península de Valdés era el puerto elegido para efectuar los transbordos a la flota marisquera. Aquí nos volvimos a encontrar con los viejos conocidos de la flota de Álvarez- Entrena y algunos nuevos más que se habían sumado a la pesca del gambón. Una bahía grande y hermosa muy conocida turísticamente por ser lugar de apareamiento de las ballenas en una determinada época del año. Lugar muy ventoso como suele ser toda la parte sur de Argentina pero con un buen tenedero y dos espigones bien proyectados para facilitar tanto las maniobras de atraque como desatraque. La ciudad no sé si era grande o pequeña, la mayor parte del tiempo permanecíamos fondeados  y el viento racheado no incitaba a dejar el barco para ver muy poco de lo que ofrecía la ciudad, según lo contado por los propios habitantes. Los pesqueros se quejaban de las malas condiciones en las que estaban obligados a faenar y del control tan estricto a que estaban sometidos por las autoridades argentinas. Tenían dividido todo el litoral en zonas y cada vez que pasaban de una a otra tenían que dar información inmediata.
Puerto Deseado (pesqueros)

Si en Puerto Madryn hacía viento, en Puerto Deseado mucho más por estar más al sur, quien sería el guapo que le puso Deseado, se quedó descansado aunque me imagino que sus razones tendría. Ignoro si fueron los que llegaron por mar o los que lo hicieron por tierra. Estos últimos fueron asturianos que estaban trabajando en la construcción del ferrocarril y sus descendientes son los que hoy conforman la mayoría de los habitantes de esa pequeña ciudad. El puerto tiene difícil entrada y dificultosa salida a causa del fuerte viento que sopla de forma constante y solamente en el repunte de la pleamar suele existir un momento de calma, momento que se aprovecha para efectuar las maniobras y caso de que no se produjera, a esperar a la pleamar siguiente. Incluso la actividad portuaria de carga y descarga quedaba a veces paralizada por la intensidad del viento, resultaba verdaderamente peligroso el vaivén que tomaban las lingadas al salir de las bodegas y quedar a merced del viento. Varias veces hice escala en Puerto Deseado y no guardo ni buenos ni malos recuerdos. Como ciudad más bien tirando a pueblo nada que destacar y como puerto yo más bien le hubiera puesto el nombre de ratonera. Allí transbordábamos a muchos pesqueros que operaban en las Malvinas y que aprovechaban para avituallarse.  Al sur de Deseado y antes de llegar a Magallanes hay algún otro puerto pero yo no he tenido la oportunidad de tocar, por consiguiente sigo la ruta hacia el sur en demanda del Estrecho. La primera vez que puse el pie en el barrio, de forma inusual había calma chicha pero una niebla que no se veía tres en un burro. Como tenía asumido la dificultad que entrañaba navegar teniendo que sortear las numerosas plataformas petrolíferas, tomé mis precauciones y no me adentré en el Estrecho hasta que no aclaró la niebla, hice bien porque aquello parecía un laberinto que de no verlo con los propios ojos resultaba imposible imaginar. Tantas torres perforadoras no había visto en mi vida. Navegando con precaución llegamos al fondeadero donde deberíamos esperar al Práctico. Decir que la amplitud de la marea ronda entre 11 y 15 metros, algo parecido a lo que ocurre en Mont San Michel en el canal de la Mancha, sería suficiente para indicar que las corrientes son fortísimas y que intentar pasar las dos angosturas que tiene el Estrecho con la misma en contra es imposible . Por esa razón los Prácticos abordan a los barcos teniendo muy en cuenta esta circunstancia y siempre navegando con la corriente a favor se llega felizmente y sin problemas a Punta Arenas, puerto chileno situado prácticamente en la mitad del Estrecho. Ciudad y puerto que tuvo su momento de esplendor antes de que se abriera el Canal de Panamá. Existe en la ciudad un monumento a los yugoslavos, justamente frente a la entrada del cementerio, lo cual me hace pensar que tuvieron su importancia en la ciudad. A pesar de su decaimiento comercial, la ciudad conserva aún ese sabor de lo que fue en tiempos anteriores. Guardo un gratísimo recuerdo de esta ciudad que tuve la ocasión de visitar acompañado de mi esposa.
Punta Arenas (Estrecho de Magallanes)

En el momento cronológico que sitúo este tema, aproximadamente en 1988,  Punta Arenas era centro de transbordo de muchísimos pesqueros que faenaban en la zona, resulta difícil imaginar la cantidad de buques de diferentes banderas, que por muy lejos que estén sus países van a echar las redes allá donde haya la posibilidad de encontrar pescado. De eso tomé nota cuando en una ocasión que coincidimos en Punta Arenas con la visita del Papa Woytila, el más viajero de todos hasta el momento; nos encontramos con que todo el muelle de Punta Arenas estaba ocupado con pesqueros polacos, abarloados unos a otros, que entraron en puerto para darle la bienvenida a su paisano. Nosotros tuvimos que esperar a que se normalizara la vida en la ciudad, a que se marcharan los polacos  para poder reanudar las operaciones de transbordo. La Fé mueve montañas pero por lo visto también a la flota pesquera.

Otra de las veces que he escalado en Punta Arenas ha sido para embarcar los dos Prácticos que son preceptivos para poder navegar por la Canales Patagonicos, ya que nuestro destino era el puerto chileno de Chacabuco, situado en dichos canales, en la medianía. Chacabuco es un puerto formado de una forma extraordinaria que ha tenido a bien regalarle la naturaleza a los chilenos, una rada completamente cerrada y abrigada de todos los vientos, la única pega es que hacía falta muchísima cadena para fondear debido a la gran profundidad, cosa común a lo largo de todo el canal.

Por qué íbamos a Chacabuco, qué se nos había perdido en un sitio donde ni Dios fue a dar las tres voces. Sencillamente porque Pescanova había destinado algunos buques de su flota para crear una empresa mixta hispano-chilena, lo cual le permitía pescar en aguas jurisdiccionales chilenas, exactamente en los canales patagónicos por el sistema de liñas y no de arrastre. Echaban por la popa unas cuantas liñas de unos cuatro mil metros de largo, con una sardina enganchada aproximadamente cada metro, y cuando recogían el resultado era que habían cambiado una escuálida sardina por una hermosa merluza austral pescada a pincho, de lo cual doy fe que resulta una gozada ser comida. 
Puerto de Chacabuco (Chile)

Nosotros les aportábamos las sardinas cargadas en España como el resto de pertrechos y recogíamos la pesca. Ignoro si esta sociedad hispano –chilena seguirá existiendo con todos los follones económicos que ha tenido últimamente Pescanova. Yo me imagino que estas sociedades mixtas, además de pescar, sirven para que los beneficios que reporta la pesca nunca se sepa a qué arcas van a parar, si a las españolas o a las chilenas. Seguramente a la que más interesa fiscalmente  hablando.

Pero hay que ver lo pequeño que resulta el mundo, me encontraba en Amberes visitando un taller de tapices con mi esposa  y me sorprendió encontrar en aquellos lares una chica que hablaba español, cuando le pregunté de dónde era me contestó que era chilena, de la ciudad de Chacabuco.

Después de lo narrado, solamente me queda añadir que navegar por los Canales “turísticamente” hablando resulta una verdadera gozada, a Chile le ha dotado la naturaleza de un esplendor inigualable difícil de igualar, y con ese imagen maravillosa deseo dar por terminado esta serie de relatos que me han servido para rememorar parte de mi vida profesional, esperando no haber sido un pesado y si los lectores no son profesionales de la mar, que sirva para que comprendan que la palabra MAR, significa vocación, entrega y sacrificio.       


Capitán Arturo de Bonis
           

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