lunes, 11 de enero de 2016

AMERICA TEMA TRES


Después de desembarcar del “Rita García” en el puerto de Valencia y de embarcar en el “Sierra Urbión” en el puerto de Bilbao, comenzó una vida completamente nueva para mí. Como este tema trata de América, no voy a narrar nada de los dos años que aproximadamente pasé embarcado en el “Urbión” y el “Banderas” haciendo la línea del Norte de Europa y África. Voy a contar a partir de mi embarque en el “Sierra María” como 1er Oficial, con lo cual retomaba mis viajes de “Altura” y precisamente haciendo viajes a Cuba.

No sé exactamente de quien partió la idea, solo sé que de la noche a la mañana Marítima del Norte estableció una línea regular con Cuba, cuando las relaciones comerciales parecían completamente cortadas debido al bloqueo impuesto por los norteamericanos. El “Sierra Madre”, el “Sierra María” y el “Sierra Andía” fueron los tres buques escogidos por la Compañía para cubrir esa línea que -a juzgar por los principios- auguraba un éxito económico total, ya que éramos la única compañía española que mantenía contacto  comercial con la isla. La mercancía a transportar era mucha y los fletes muy elevados, los dos elementos necesarios para que el tráfico fuera considerado un “CHOLLO”. Recuerdo perfectamente que en La Habana había un judío que parecía manejar todo el cotarro. Cuando llegábamos ya tenía una lista con las personas a las cuales había que pasarle invitación para las recepciones que se daban a bordo, y que los capitanes tenían orden de la Compañía de no escatimar en gastos. Muchos huevos tendría que dar la gallina, y si eran de oro mejor que mejor.

Yo efectué tres viajes redondos. El primero bajo el mando del Capitán D. Pedro Ibargurengoitia  y los dos siguientes con el Capitán D. José Manuel Echevarría. Nosotros transportábamos carga general en el más amplio sentido de la palabra. Desde ajos hasta coches Pegasos (por dar nombres que demuestran la diversidad del cargamento) y regresábamos a España con completos  de azúcar y tabaco para diferentes puertos españoles.
Como menciono anteriormente, nuestras llegadas a La Habana iban siempre acompañadas de recepciones a bordo. Por lo visto había muchísima gente a la que mantener contenta. Todo esto se preparaba en la cubierta de botes, para lo cual había sido preparada con anterioridad zallando los botes hacía el exterior.

Nuestra ruta hacia La Habana, salvo por razones meteorológicas siempre se hacía recalando en Abaco para abocar el canal de la Providencia, después navegábamos pegados a la costa de Florida  y desde allí arrumbábamos a La Habana. Pero tres días antes de nuestra recalada en Abaco ya estaban allí los submarinos norteamericanos y los aviones de reconocimiento dando el coñazo no exento de algunos sobresaltos. Al final a todo se acostumbraba uno, pero demuestra hasta qué punto nos tenían controlados y por consiguiente lo mucho que estuvieron implicados en el ataque que sufrió el “Sierra Aránzazu”.
El "Sierra Aránzazu" después del ataque

De nuestra estancia en puerto, hay bastantes cosas que contar, buenas, malas y regulares. Entre las buenas, pues que en La Habana se pasaba estupendamente a pesar de todos los inconvenientes porque el mercado negro funcionaba muy bien a pesar de los controles existentes. Un claro ejemplo: Al salir del puerto en la aduana casi te dejaban en cueros, te controlaban hasta los tacones de los zapatos. Anotaban si salías con una cadena de oro y un sinfín de requisitos más. Sobre todo si te tocaba en suerte un aduanero chino que Dios lo tenga en su santa gloria (¡que mala leche tenía y como se ensañaba con los españoles!). Por el contrario, te dejaban sacar dos paquetes de cigarrillos americanos que te los quitaban de las manos en cualquier bar de los muchos que existían frente al puerto. Con lo que te pagaban ya tenías suficiente para hacer una visita al famoso “Floridita” y tomarte un Daiquiri  y podías pasar la noche en el mejor cabaret del mundo viendo actuar a unas mulatas despampanantes; por diez dólares tenías derecho a una botella de ron y todas las Coca-Colas que fueran necesarias. Que más podías desear. Por otra parte no había problema en conseguir todo el dinero que quisieras  a pagar en España al cambio de siete pesetas el peso, ellos le daban en la isla el mismo valor que si fuese un dólar. Lo único a tener muy en cuenta era no volver a bordo con más dinero del que declaraste al salir.

Entre las cosas malas: Ver como parte de la mercancía que descargabas, después de pasar por un almacén intermedio se volvía a cargar en algún barco ruso que se encontraba en un espigón contiguo. Eso resultaba lamentable, incluso doloroso comprobar en la mierda tan grande que era todo el comercio. Nuestra llegada a la isla era esperada impacientemente por algunos sectores comerciales, especialmente por el cervecero que a menudo quedaba paralizado por la falta de corcho, de esos corchos redonditos que se solía poner en los tapones de chapas de las cervezas para aguantar la presión en los botellines. Desde mi primera llegada en el “Rita García”, casi dos años antes, el ambiente había cambiado muchísimo, el comunismo se había implantado completamente y faltaba de casi todo en la ciudad. Un día que salí con el Capitán Ibargurengoitia, nos sentamos en una terraza y preguntamos por varias bebidas refrescantes que nos fueron negadas, finalmente el camarero nos informó que podíamos quedarnos sentados consumiendo un vaso de agua que era lo único que nos podía servir. A través de mi familia sabía que la situación había empeorado mucho y muchos de ellos habían tomado la de Villa Diego.

Nuestros viajes a Cuba solamente tenían un inconveniente: Las comunicaciones no eran las más idóneas. La Compañía había dotado a los buques que hacían la línea de una estación de radiotelegrafía y del correspondiente oficial para su manejo, pero el resultado (nunca se supo la razón) resultaba muy negativo, hasta tal punto, que a nuestro radiotelegrafista lo bautizamos con el nombre de “BELINDA”, la sordomuda de la famosa película porque ni transmitía, ni recibía nada o muy poco.

Yo realicé dos viajes más con el Sierra María, éstos con el Capitán  D. José Manuel Echevarría,; nada digno de mención que se diferenciaran de los anteriores, salvo que en el último tomamos un cargamento completo de azúcar con destino al puerto de Melilla. Al día siguiente de salir de puerto escuchamos unos golpes procedentes de la bodega. Cuando la abrimos nos encontramos con un polizón que resultó ser el aguador que había estado suministrando agua a los estibadores. El Capitán tomó la determinación de regresar a puerto para hacer entrega a las autoridades del polizón encontrado. Yo desembarqué al finalizar el viaje redondo porque -una vez conseguido los días de Altura que me faltaban- estaba en condiciones de poder obtener el título de Capitán.

Me encontraba en Madrid haciendo el correspondiente cursillo, cuando se recibió la noticia del ataque sufrido por el “Sierra Aránzazu”, nuevo buque incorporado a la línea de Cuba y que casualmente iba comandado por el Sr. Ibargurengoitia, uno de los tres fallecidos por el ataque perpetrado por los anticastristas con el beneplácito de los norteamericanos ya que se encontraban muy cerca de la base de Guantánamo.
El ataque al "Sierra Aránzazu" en la prensa

Deseo incluir en este tema mis dos primeros viajes realizados a América del Sur, ya como Capitán y muchísimo antes de que comenzase a cruzar el Atlántico cargado de atunes o en lastre para cargar merluza o marisco en los puertos argentinos y chileno. Después de obtener mi título de Capitán en Febrero de 1965, embarque como 1erOficial en el “Sierra Aramo”. Aquí solamente permanecí un mes  ya que en Mayo la Compañía consideró que tenía toda la confianza en mi persona como profesional y me concedió el mando del “Sierra Blanca”. Después de casi dos años embarcado en diferentes buques haciendo la línea del Norte de Europa con Marruecos, fui llamado por la Compañía para hacerme cargo de “Sierra Urbión”, buque que ya conocía de anteriores embarques. La verdad es que para mí fue una sorpresa bastante grata por la confianza que eso representaba, ya que el “Sierra Urbión” había sido designado para hacer un transporte especial de maquinaria. Se había firmado un contrato para suministrar dos plantas: una de cemento para Argentina y otra de azúcar para Uruguay.
Antes de iniciar estos viajes, el buque fue sometido a una reparación especial en el puerto de Gijón en cuanto a máquina se refiere. Para mí, la máxima preocupación era el tema de las comunicaciones. Aun recordaba la malísima experiencia que tuvimos con los viajes a Cuba. Esta vez no se optó por poner una estación de radiotelegrafía, sino por dotar de una estación de onda corta de telefonía. Montaron un “Furuno” contra el que tuve que luchar de forma denodada para salir airoso. Solamente era posible conseguir comunicación con Pozuelo del Rey durante las amanecidas debido a la baja potencia del aparato, pero se consiguió a base de tesón y constancia tener comunicación casi a diario con Madrid.

El embarque de la maquinaria tuvo lugar en diferentes puertos, que yo recuerde en Gijón, Barcelona y Málaga. La estiba fue trabajosa y penosa ya que se trataba de muchas piezas dispares y gran tamaño, algunas de mucho peso, lo que nos obligó a hacer escala en Puerto Belgrano, base militar argentina, único puerto que contaba con grúas potentes para desembarcar algunas piezas. Cuando iniciamos el viaje, la verdad es que daba un poco de “repeluco”. Salimos cargados hasta la perilla, la estabilidad era la correcta según los cálculos efectuados, pero resultaba impresionante ver esas piezas enormes cargadas sobre la cubierta, que fueron trincadas por un equipo especializado contratado expresamente para tal cometido. Pero los marinos sabemos sobradamente como se juega la mar en determinados momentos y al “Sierra Urbión” no le sobraban  metros de eslora para cruzar el Atlántico en aquellas condiciones. Había sido elegido por la Compañía por disponer de bodegas con gran abertura de escotilla, cosa que facilitaba mucho la estiba de las grandes piezas.
M/N "Sierra Urbión"

Hicimos escala en Las Palmas para rellenar de combustible, y recuerdo las palabras del Práctico dichas con cierta tono de sorna: “A dónde vais con todo eso”. El viaje se desarrollaba sin novedad, pero a partir de las islas de Cabo Verde tuvimos concierto de grillos durante el resto del viaje, ya que una nube negra (que resultaron ser grillos) se posó en el buque entre toda la maquinaria y fue imposible hacerles callar por mucha agua que mi amigo Eusebio Rodríguez (q.e.p.d.) 1er Oficial, empleaba todos los días intentando que se fueran o que se ahogaran.

La peor parte del viaje nos tocó cuando navegábamos por el Golfo de Santa Catalina, en la costa brasileña, nos pegó un julepe de padre y muy señor mío, no es que el tiempo fuera muy duro, un barco de más porte no hubiera tenido ningún problema. Pero El “Urbión” además de pequeño tenía un inconveniente. El timón se movía eléctricamente. En el puente no existía la clásica rueda de timón sino dos pulsadores que a veces y debido al propio uso creaba carboncillo que impedía hacer un contacto e impedía que todo el sistema de contactares funcionase  y el timón no obedecía, con lo cual muchas veces quedábamos sin gobierno y los guantazos lo mismo lo recibíamos por babor que por estribor. Cuando se navegaba por ríos o a la entrada y salida de puerto, se ponía a un hombre en la sala de contactores para evitar cualquier eventualidad. Pero en mar abierta asumíamos el riesgo ya que era imposible mantener la guardia las 24 horas del día.

Todo mal tiempo tiene sus días contados y nosotros pudimos continuar viaje hasta Puerto Belgrano, donde una vez descargadas las piezas más pesadas zarpamos de aquella base militar de triste recuerdo con destino al puerto de Buenos Aires para finalizar la descarga. La primera vez que navegaba  por el Rio de la Plata rumbo a la ciudad del Tango. Lo que nunca me podía imaginar es que un país como Argentina, que los españoles e italianos lo habíamos tenido siempre en nuestras mentes como país de acogida y de prosperidad, no se diferenciaba en nada a cualquier país africano a la hora de que las autoridades nos pasasen la clásica visita de sanidad y de aduana. Aquello fue un verdadero saqueo en pleno rio, donde se cambiaban los Prácticos y se pasaba la visita de las autoridades. Y ya que hablo de este escabroso tema, antes de marcharme al otro barrio, y recordando las palabras que hace muchos años me dijo un oficial de la aduana en el puerto de Bilbao: “Que para los ojos de la aduana, todos los marinos éramos unos contrabandistas mientras no se demostrase lo contrario”. Yo, hoy después de muchos años también puedo afirmar que no he visitado puerto en todo el mundo, donde algunos miembros del cuerpo de aduanas no estuviesen implicados en asuntos de contrabando, si el pecado no existe, tampoco existirían los pecadores.

La descarga en Buenos Aires se efectuó con normalidad, allí desembarcaron también los grillos que aún quedaban y me imagino que aprenderían a cantar tangos en las noches porteñas. La verdad es que una gran ciudad como Buenos Aires no se puede conocer en pocos días, nos limitamos a visitar el centro de la ciudad , a degustar algunas churrascadas y sorprendentemente comprobamos que un día a la semana no se podía consumir carne de vacuno. De aquí zarpamos para el puerto de Necochea, donde tomamos un cargamento completo de speller de lino para un puerto francés de la Normandía. Los acontecimientos ocurridos en el puerto de Necochea , quedaron reflejados en el libro Mil Años de Mar y sería mucho alargar el tema volviendo a repetirlos aquí, además eran anécdotas que nada tienen que ver con la navegación.

Ya nos encontramos nuevamente en Sudamérica, después de descargar en Normandía regresamos a España para volver a cargar la maquinaria pero esta vez para el puerto uruguayo de Paysandú. En Este viaje no hubo invasión de grillos ni tuvimos mal tiempo en el golfo de Santa Catalina. Todo fue mucho más relajado durante el viaje. La parte adversa del viaje tuvo lugar después de haber descargado en Paysandú, navegando por el rio Uruguay, el que separa Argentina de Uruguay y con los dos Prácticos preceptivos a bordo, embarrancamos en el rio; según los Prácticos el motivo fue a que había una boya desplazada, también pudiera ser a que fuese motivado por un despiste mientras que se preparaban el mate que no se lo quitaban de la boca.  Resultado: nos quedamos clavados en una especie de hoyo y que por mucha máquina que dábamos atrás no lográbamos salir. Como los remolcadores argentinos y uruguayos no llegaban a ponerse de acuerdo de a quien correspondía venir para darnos el tirón. Nos preparamos para intentarlo nuevamente nosotros aprovechando la próxima pleamar. Fondeamos las dos anclas con la ayuda de los puntales de popa, para que trabajasen de codera. En el momento preciso empezamos a virar las dos anclas al mismo tiempo que dábamos toda máquina atrás y metíamos el timón a banda y banda y de esa forma logramos salir de la embarrancada. En este momento deseo tener unas palabras de recuerdo para el ler Oficial D. Francisco Neira que trabajó de forma encomiable durante toda la maniobra. Entramos en Montevideo para dejar los Prácticos de rio y aprovechamos para revisar los fondos y una vez comprobado que no había novedad emprendimos regreso a España donde el Sierra Urbión se incorporó a su línea habitual del Norte de Europa y yo volví a embarcar en la flota frigorífica, con lo cual doy por terminado el presente tema.

Capitán Arturo de Bonis.          


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