LA VIDA A BORDO...UN POCO DE TODO. TEMA CUATRO
Ruego que
me perdonen que sea tan repetitivo en este tema de las comidas a bordo de los
buques. Pero como finalizaba mi artículo anterior, el tema da para escribir
mucho y malo. Yo guardo un malísimo recuerdo sobre este asunto por un hecho que
se produjo a bordo relacionado con este tema.
Como
comenté, se creó un equipo para que controlase al Mayordomo. El 2º Oficial era
el encargado de llevar las cuentas y el libro de comidas y el subalterno que lo
acompañaba solía rotar mensualmente y era el que normalmente solía ir con el
Mayordomo al mercado o al provisionista. Le llegó el turno a un marinero, un
magnifico profesional natural de un pueblo cercano a La Puebla de Caramiñal, no
menciono nombres porque el asunto terminó de una forma muy desagradable; este
marinero que resultaba ser tan buen profesional, los números no iban con él,
pero su empeño por hacer bien el control encomendado era tan fuerte que se
convirtió en una obsesión hasta tal punto que perdió la cabeza, incluso llegó a
convertirse en violento. Su comportamiento a bordo llegó a ser insoportable y
tuvo que desembarcar para ser tratado de la forma conveniente. Un hermano suyo
menor que él, ocupó su plaza de forma interina. Pasaron varios meses antes de
tener noticias suyas, las noticias eran que ya se encontraba restablecido y
solicitaba 15 días de vacaciones para contraer matrimonio. Se le concedió y su
hermano desembarcaría en el momento oportuno para poder asistir a la boda (nos
encontrábamos reparando en Santander). Cuando se recibió un telegrama,
pensábamos que era anunciando la fecha de la boda para que su hermano pudiera
desembarcar, nuestra gran sorpresa fue que era un telegrama de sus padres
comunicando que se había suicidado el día antes de su boda. Por lo visto estaba
más tocado de lo que todos creíamos y todo el mundo a bordo lamentó lo ocurrido
ya que siempre fue una persona querida por todos sus compañeros y por la
oficialidad.
En la
actualidad la mitad de la gente vive pendiente de un nutricionista y de los
anuncios de la tele que hablan de calorías y nos muestran esas beldades en
bañador -incluso de una pieza- que dan verdaderas ganas de seguir los consejos
aunque ya la edad no da para nada de éso. Pero en los años cincuenta, que aún estábamos
padeciendo las secuelas de nuestra guerra civil, hablar de calorías y otras
gaitas era puramente una utopía. Lo que la gente deseaba era comer lo mejor
posible y llenarse el estómago sin tener en cuenta tantas y tantas
recomendaciones. Por esa razón, cuando los Sindicatos se inventaron lo del
libro de control de las calorías consumidas por hombre/día y la obligación de
presentarlo ante cualquier reclamación referente a la comida. Eso fue como
decir: Apaga y vámonos. Todo el mundo comprendió que aquello era simplemente un
ardid burocrático para parar la avalancha de reclamaciones. Cualquier cosa
menos aumentar la manutención.
Recuerdo
que la manutención era de 22 ptas. para los oficiales y cinco pesetas menos para
los subalternos. Todos comíamos la misma comida, la diferencia entre oficiales
y subalternos consistía entre el postre o el café, la verdad es que de ese
detalle no me acuerdo. Pero el tema no quedaba ahí, la manutención se dividía
en dos partes: la computable y la no computable al 50% que no solamente se tenía en cuenta a la hora de confeccionar
la nómina por la cuestión de impuestos, también se tenía en cuenta al
liquidarte las vacaciones, solamente tenías derecho a la mitad de la
manutención.
El "librito" de las calorías se intentó llevar al principio lo mejor posible. Pero no
resulta difícil imaginar el engorro que suponía tener que pesar cada
mañana los alimentos que se iban a
emplear para confeccionar los dos menús del día. Con el transcurso del tiempo
todo el mundo estaba hasta la coronilla con esta obligación que no conducía a
obtener ninguna clase de mejoría. Se rellenaban las casillas del libro a lo
loco pero siempre dentro de cierta sensatez para no meter la pata en el caso de
cualquier inspección por parte del Sindicato.
Teniendo en
cuenta el tema de la corrupción tan de moda hoy día, no resulta nada nuevo
porque desgraciadamente va aparejado a nuestra condición del ser humano. Yo
nunca he dudado que entre los Mayordomos y Provisionistas siempre ha existido
un acuerdo para recibir un porcentaje de las facturas presentadas. Son tan
diversas las formas de defraudar en esta materia que resulta imposible
controlar de forma eficaz, o te engañan en el peso, o te engañan en la calidad
o te engañan el precio, pongas como te pongas si no eres un experto te la dan
por los cuatro costados.
Lo único
que el Mayordomo no manipulaba era el vino que los fogoneros y paleros tenían
derecho de un litro por persona los días que se navegaba y hacían trabajo de
calderas. Ese vino era sagrado, ellos lo compraban y lo administraban y no
había nadie que se atreviese a echarle un poquito de agua, como solía suceder
con el vino que se consumía en las comidas que era mitad vino y mitad agua.
Otro tema
que en aquella época clamaba al cielo, era la cuestión de la “Ayuda Familiar”
que no estaba unificada y que consistía en el 25% del total de la nómina, a
repartir entre los tripulantes casados y con hijos, de acuerdo al número de
puntos que cada uno tuviera y que dependía del número de hijos. Por consiguiente, en cada empresa y en cada buque resultaba diferente. Dándose la paradoja de que
cuando un tripulante nuevo venía para embarcar, se le pedía antes el Libro de
Familia que el Título o la Libreta Profesional. Recuerdo una vez que estando de
salida tuvimos que embarcar a un fogonero en el puerto de Gijón por enfermedad
del titular. El nuevo en ocupar plaza tenía nada menos que diez churumbeles que
alimentar, al final de mes se notó el bajón que se había producido en la Ayuda
familiar. Que Dios me perdone, yo siempre fui contrario a la famosa frase que
tuvo a bien lanzar un día el inolvidable
Sr. Zubizarreta, diciendo que "mientras las
gallegas siguieran trayendo hijos al mundo, la flota española nunca
tendría que parar", pero algunas familias se pasaban y eso que tenían la fama de
que en los pueblos no quedaban hombres.
Las
tripulaciones en los buques eran de muy diversas regiones españolas. Los
Capitanes y Oficiales la mayoría eran de origen vasco, por la sencilla razón
de que Bilbao tenía Escuela de Náutica y de que la mayoría de la grandes
empresas navieras estaban asentadas en Vizcaya y por consiguiente se nutría del
personal de su región, además habría que preguntarle a San Ignacio de Loyola,
si sabría explicarnos el por qué : De cada familia vasca por lo menos un varón se
iba a la Náutica y la mitad de las mujeres se iban de misioneras. Espero no
ofender a nadie, pero en aquella época era la pura realidad. Los gallegos
preferentemente ocupaban las plazas de marinería y sobre todo de máquinas, los
fogoneros y paleros eran gallegos, no he conocido a ninguno que no lo fuese y
además lo tenían a gala y sinceramente era de admirar la maestría con que
manejaban la barra para poder quemar el carbón en esas calderas de llama de
retorno, nada menos que 24 toneladas diarias. Como menciono anteriormente la
marinería la mayoría también eran gallegos aunque no se descartaba encontrar de
otras regiones; "falar" el gallego de los barcos se aprendía rápidamente porque
casi era el lenguaje normal en el día a día. Para explicar bien este asunto no
hay nada mejor que el chiste que corría de boca en boca, en el que se comentaba
que: cuando Colón llegó por primera vez a América, ya se encontró con un gallego
que desde tierra le gritaba en el momento de atracar “bota sisga”. El resto de
las regiones españolas también han dado gente de mar pero en menor medida. Hoy éso -como todo lo demás- ha cambiado enormemente. La flota española ha disminuido
tremendamente, a parte de la crisis laboral que se está viviendo en la
actualidad, la verdad es que nuestra juventud (sea por la razón que sea) le ha
dado la espalda a la mar, posiblemente porque en tierra hoy día las nuevas
tecnologías ofrecen más aliciente y mejores oportunidades para poderse ganar
las habichuelas y no tener que sacrificarse ejerciendo una profesión que como
ya he mencionado con anterioridad es pura vocación y por lo visto la juventud
no está para muchos sacrificios, como dice el refrán: el trabajo para los
romanos.
Sin más por
el momento, gracias por soportarme y hasta la próxima que seguiremos dándole
vuelta al disco de los recuerdos.
Capitán A. de Bonis