“Castillo de
Javier” en
Cádiz
“Castillo de
Monterrey” en
Port Everglades
En 1981 Astilleros
Españoles construyó en su astillero de Sestao (Vizcaya) dos
graneleros-cementeros de 44.800 TPM. Fueron el Castillo de Javier y el Castillo
de Monterrey. Al principio solo tenían preparadas para descargar cemento
mediante medios neumáticos dos bodegas de un total de seis, durante la
construcción se “apañó” también la bodega uno, siempre fue un
problema su descarga, por lo que no eran cementeros puros,
Tenían 189,25
metros de eslora, 31,3 de manga y 15,1 de puntal. Tenían dos motores
principales diesel Burmeister&Wain 7K45GUC de 6.160 CV acoplados mediante
reductora a un solo eje, que les daba unos 15,4 nudos. A esta reductora se
podían acoplar también dos alternadores, con lo cual la potencia necesaria para
la planta de descarga de cemento se tomaba de los motores principales. Ambos
barcos fueron vendidos en 1992.
Estuve en estos barcos desde la
construcción hasta su venta, el Castillo de Monterrey se entregó en Port
Everglades, siendo yo capitán del mismo, creo que pasó a llamarse “Port
Everglades”. El Castillo de Javier se entregó en Bilbao y estaba de capitán Ricardo
Motoses Orbe, pasó a llamarse “Texas City”.
La descarga de cemento era por
tubería desde el buque al silo, había mucha maquinaría en el casetón del centro
del buque destinada a ello, el ruido era enorme pero nunca tuvimos problemas por ello.
Aunque se hicieron algunos
viajes esporádicos para cargar cemento a Aalborg (Dinamarca), Barcelona y
Alicante, la mayoría del cemento cargado fue en Valencia, descargando en El
Palito (Venezuela), Freeport (Bahamas), Jacksonville y New Orleans (USA) y
Puerto Haina (Santo Domingo), la mayoría de las descargas de cemento se
hicieron en Port Everglades, Port
Canaveral y Tampa.
Una vez descargado el cemento y
limpiadas las bodegas empezamos a traer grano de USA, la mayoría de la veces en
cargaderos en el Río Mississipi y alguna que otra vez en Norlfolk, Baltimore,
Mobile, etc.
Pero a mediados de los ochenta
algunos viajes de retorno a la península cargábamos pet-coke.
No me olvido de algunos viajes
que la bodega uno se cargaba de cemento blanco, además de los problemas que
siempre planteó para su descarga se añadía otra más, las líneas de descarga
siempre tenían restos de cemento gris y había que tirar cemento blanco antes de
llegar al puerto de descarga para que éste se quedase sedimentado en las
tuberías y así evitar las protestas de los receptores cuando les mandábamos el
cemento blanco a sus silos.
No quiero olvidarme de todas
aquellas personas que tenían la obligación de limpiar las bodegas de cemento y prepararlas para la
carga siguiente, era un trabajo
tremendo, con mucho calor y humedad ambiente, por lo que sudaban muchísimo y el
roce del sudor, el cemento y el mono de trabajo les producía grandes rozaduras
y heridas. Hoy este buque no podría trabajar debido a las nuevas
reglamentaciones.
Tampoco quiero olvidarme de los
malos ratos que he pasado en los viajes desde el último puerto de descarga al
siguiente de carga. Como es lógico se buscaba llegar al puerto de carga
coincidiendo con la finalización de la limpieza de las bodegas de cemento, y
aunque parte de esta limpieza se hacía fondeados otra parte se hacía navegando.
para ello teníamos que abrir las escotillas durante la travesía, y en muchas
ocasiones el buque en lastre daba unas balances muy grandes, tuvimos mucha
suerte todos y nunca se nos fue una tapa de escotilla al agua, aunque muchas
veces lo pasamos muy mal.
No quiero que se me pase una
pieza muy útil en la descarga del cemento que había en las bodegas tres y
cinco, el “gantry”, que llevaba el cemento hacía los costados donde estaban situadas
las tolvas a través de las que se succionaba el cemento hacía unos acumuladores
y desde allí con el aire que suministraban unos enorme es compresores se
mandaba el cemento al silo.
Algunos problemas nos dieron
pero se supo salir adelante, gran labor del Departamento de Máquinas.
Los Oficiales de Cubierta
montaban guardias como si estuviesen en el mar navegando, aunque mucho mas
pesadas, en el control existente en el casetón, con muchísimo ruido, atención a
lo que estaban haciendo y calor o en caso contrario ponían el aire
acondicionado existente en el control y entonces tenían mucho mas ruido.
Para los marinos es sabido que
los buques que van a puertos de Estados Unidos, pasan inspecciones, éstas las
realiza personal del Coast Guard, siendo de dos al año, una corta y otra mucho
mas extensa. Después de estar mas de diez años haciendo estas travesías, lo que
suponía una estancia en Usa cada dos meses, nunca tuvimos problemas graves y
creo que no tuvimos nunca multas ni sanciones de ningún tipo, mantuvimos unas
buenas relaciones con Prácticos, Autoridad Portuaria, Coast Guard, Aduanas,
Inmigración, etc.
Como anécdota quiero referirme a
que cuando un buque sale de cualquier puerto para otra de Estados Unidos, la
compañía debe mandar una Lista de Tripulantes visada por la Embajada de Estados
Unidos del país de bandera del buque, documento sin el cual Inmigración no
permitía la salida a tierra de ningún tripulante.
Como nuestro viaje desde España
a USA duraba menos de dos semanas, creo que nunca llegó la Lista de Tripulantes
visada a tiempo, pero siempre pudimos salir a tierra.
Uno de los últimos viajes el
Inspector de Inmigración se puso muy contento porque el Consignatario
(Philemon), le trajo un sobre la menciona da lista, pero cual fue la sorpresa
que esta lista pertenecía a otro buque de la empresa que iba a New Orleans,
creo que el Castillo de Almansa.
Para terminar diré que nos
dieron un a comida y pongo una foto de la placa que me entregaron como Capitán
del buque Castillo de Monterrey cuando se vendió y se entregó el buque en Port
Everglades.
Estuvieron presentes en la
comida personal de Fillette Green y USA Maritime pero no vino nadie de Rinker
Materials y por ello comento que durante muchos años que hicimos este viaje la
única atención que Rinker tuvo conmigo fue un lápiz de carpintero, no así los
demás de los que siempre guardaré un gran recuerdo.
Esta es la placa dice los
siguiente:
Cuando
las últimas anotaciones en el diario han terminado
Con
nuestros deseos de vientos favorables y
siguientes
mares en todos sus futuros viajes
Y
hasta que nos reunamos de nuevo
“Que
el viento esté siempre a tu espalda,
que
la lluvia caiga suavemente sobre ti”
Hace muchos años, cuando
empezaba a navegar de Agregado, mi tío Pepe, también marino, me comentó, que
los barcos por si solos son unos trozos de hierro con formas soldados sin
ninguna personalidad, esta se la dan los tripulantes que los manejan, desde el
primero al último, sin excepciones, por ello mi reconocimiento a todas aquellas
personas con las que trabajé en estos barcos que supieron darle la
personalidad, por su gran labor y profesionalidad, a todos sin excepción y si
alguno guarda mal recuerdo mío que sepa que nunca antepuse mi “ego” a mi obligación
Rogelio Garcés Galindo
Master Mariner
Capitán de la Marina Mercante
Comisario de Averías
Miembro de Círculo Marítimo – Junta de Desguace
Gran alegría leer ésto sobre el buque Castillo de Monterrey. Dicho nombre se lo puso mi padre que fue muchos años consejero de Elcano. Me dijo que tenían la costumbre los miembros del consejo de la compañía,de bautizar a cada barco con el nombre de un castillo de su patria chica. Mi padre era gallego de Villagarcía de Arosa y le puso el nombre del castillo de Verín, hoy parador de turismo. En memoria de mi padre José Carrasco Duaso.
ResponderEliminarUn saludo.