sábado, 8 de octubre de 2016


LA VIDA A BORDO... UN POCO DE TODO.    TEMA  ONCE

Era sábado, aproximadamente las seis de la tarde cuando el "Sierra Urbión" atracaba en Bilbao, una motonave moderna tipo Astene y por cierto muy bien pintadita. Esperé a que finalizara la maniobra de atraque y todo el jaleo que se forma con las autoridades sanitarias y aduaneras cuando un buque procede de puerto extranjero para entrar a bordo. Me presenté ante el Capitán D. José M. Echevarría Bengoa con el telegrama y mi cartilla de navegación. Recuerdo perfectamente que cuando vio mi libreta de embarque dijo, un poco en broma, que tenía mejor historial que él. A continuación me dijo que me pusiera de acuerdo con el 2º Oficial saliente para que me pusiera al tanto de mi cometido a bordo y que volviese el lunes a primera hora para comenzar a trabajar.

Yo fui el Domingo para hablar más detenidamente con el 2ºOficial, que por cierto se llamaba Cardona y era hijo del Practico del puerto de Larache. Más que ponerme al tanto de mi cometido, lo que hizo fue pintarme muy negro el panorama ya que el trabajo era muy duro y en dos años que el Sierra estaba haciendo la línea yo era el 2ºOficial número trece que ostentaba el cargo. La verdad es que ánimos no me dio muchos para emprender mi trabajo al día siguiente. Se daba la casualidad de que el Primer Oficial también desembarcaba por vacaciones y su sustituto, Antón Aurre, lo mismo que yo, no teníamos ni zorra idea de lo que era carga general, ya que él procedía de la Compañía Naviera Vizcaína y acababa de obtener su titulo de Capitán y embarcaba allí mientras volvía a tener plaza en su anterior Compañía.

La verdad es que no dormí muy bien aquella noche después de mi larga conversación con el Sr. Cardona, todo lo veía muy negro. Yo había desembarcado del "Rita García" porque significaba cambiar a una Compañía con cierto porvenir profesional, pero después de escucharlo pensé que yo iba a durar allí menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Toda la cabeza me daba vueltas y no estaba muy seguro que la decisión tomada de desembarcar del "Rita" había sido la más acertada, pero a lo hecho pecho. El lunes a las ocho de la mañana estaba entrando con mi maleta por el portalón del "Sierra Urbión", dispuesto a afrontar lo que fuere necesario afrontar. He de señalar antes de seguir adelante que permanecí 18 meses seguidos antes de tomar vacaciones.  La primera orden que recibí del Capitán fue que me personara en una sastrería determinada para que me proporcionaran un uniforme de trabajo, ya que era obligatorio en la Compañía.

Como ya he explicado en otros momentos, el Capitán Echevarría hizo de tripas corazón y se tragó sin rechistar los dos "marrones" que le endosó la Compañía al mismo tiempo ya que tanto el Primer Oficial como yo no teníamos experiencia en carga general; Aurre procedía de petroleros y yo me había pasado toda la vida transportando carbón. El Capitán estaba contrariado pero por lo visto tomó la determinación de poner todo su empeño en ponernos al corriente en el menor tiempo posible.

El "Sierra Urbión" y el "Sierra Umbría" eran dos motonaves gemelas construidas en los astilleros de Sevilla y estaban destinadas principalmente para transportar la naranja de la zona del Lucus hacia el puerto de Hamburgo. La tripulación estaba compuesta por 13 tripulantes, incluido Capitán y Oficiales, tanto de cubierta como de máquinas. El Capitán solía hacer guardia de 08 a 12 salvo cuando se pasaba el faro de Ushant y se entraba en el Canal de la Mancha rumbo al mar del Norte. Desde ese momento las guardias nos las repartíamos entre el primero y el segundo y el Capitán se reservaba para cualquier contingencia.  Yo tenía la experiencia adquirida en el "Rita" de los viajes efectuados al mar del Norte y en cuestión de navegación no tuve ningún problema.

En cuanto al personal se refiere me falta por presentarle al jefe de Máquinas, D. Ignacio (apellido vasco muy enrevesado) natural de Bilbao, mayor de edad, sobrepasaba los 60 y era buen jugador de ajedrez. Profesionalmente no tengo puntuación ya que a los únicos que vi bajar a la Sala de Maquinas siempre fueron los mismos, al Primer Maquinista que tenía el título de Jefe, pero cuyo nombre -que Dios me perdone porque era una gran persona- pero mi disco lo ha borrado completamente y de 2º de Máquinas estaba Placido Fernández, Mecánico Naval Mayor, natural de Requejada (magnifico profesional y buena persona). Cuando omito nombres o detalles es porque mi disco duro está algo dañado.

El Cocinero y el Marmitón, Luis y Juan eran hermanos de sangre y de vino, se ponían una garrafa de tinto por la mañana en la cocina y dale que te pego, después de hacer sus deberes profesionales se tumbaban en las banquetas que había en el comedor y dormían a pierna suelta hasta la hora de preparar la cena, a pesar de esta anomalía se comía bastante bien. Salvo el Engrasador que era de un pueblo de la Ria, todo el resto eran gallegos menos el Contramaestre que era de Muros (perdonen por el chiste tan antiguo).

Me falta por hablar del Inspector: D. Crescencio Arechevaleta, si mal no recuerdo, natural de Las Arenas. Era Jefe  de Máquinas de la Naviera Aznar cuando fue fichado por Marítima del Norte para el cargo de Inspector. Era el típico vasco, con su chapela pegada a la cabeza. Tenía muy mal genio y cuando aparecía por el barco siempre lo hacía echando improperios, era el único momento en que se quitaba la chapela y la lanzaba contra lo más cercano que encontraba; pienso que lo hacía como queriendo adelantarse a cualquier problema que se le pudiera plantear, que siempre lo había por supuesto a la llegada del buque a puerto. Pienso que el puesto le venía largo y que le había llegado demasiado tarde, cualquier cosa le parecía un mundo y estuvo obligado a prender a conducir para poder tener la autonomía necesaria. Eso le producía mucho nerviosismo y terminó sus días estrellándose contra un árbol como muchos ya lo habían vaticinado.

Desde el primer momento me di prefecta cuanta de que había embarcado en un barco donde uno se sentía Oficial. Existía una organización y un respeto mutuo que no lo había visto en el barco anterior. Lo único que desentonaba en ese sentido era la siesta que se permitían los dos hermanos que ostentaban la estrella Michelin a bordo. Empecé a tener la esperanza de que todo cuanto me había contado el Sr. Cardona no tendría las consecuencias nefastas que me hizo temer y me hizo perder el sueño en el momento de mi embarque.

Dos días de escala en Bilbao y salida para Marruecos, primero se hacía escala en Ceuta para dejar algo de carga general, pero principalmente para tomar combustible. Después las escalas eran Kenitra, Casablanca y Tanger y vuelta al mar del Norte. He de confesar que los primeros días los pasé fatales, acostumbrado a barco grande con máquina de vapor, embarcar en uno pequeño, de motores, con el peculiar olor a gasoil, con todas las dependencias a popa con su particular movimiento de cuchareo, aquello me hizo revivir mi primer embarque diez años antes, echaba la pota cada vez que intentaba comer algo, hasta que mi estomago se fue calmando y acostumbrando juro que lo pasé fatal. Yo que pensaba que era un marino curtido?

Voy a terminar mi tema de hoy en el puerto de Kenitra, ya que Ceuta lo tengo más que visto después de haberme pasado allí la mitad de la mili, por lo tanto hasta Kenitra, primer puerto marroquí que visité en mi vida profesional.

Hasta la próxima un saludo de amigo y colaborador 



Capitán Arturo de Bonis

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