domingo, 1 de marzo de 2020

Recuerdos de Rogelio Garcés Galindo, Capitán de la Marina Mercante, Master Mariner y Comisarío de Averías


CAPÍTULO  XXXII

BUQUE  “CASTILLO DE MONTERREY”  -  3er.  EMBARQUE


        En esta ocasión me mandaron al “Castillo de Monterrey”, embarcando en Valencia y haciendo prácticamente los mismos viajes que en la campaña anterior, con cemento para
Florida y grano para España, aunque con la particularidad de que el segundo viaje volvimos en lastre tras descargar en Tampa.




Vista tomada desde mi camarote, estando atracados y mientras descargábamos en Port Everglades. En ella se aprecia la entrada del puerto un día de los de lluvias tropicales. En el muelle de la izquierda atracaban petroleros para descargar.

Durante la descarga teníamos uno de los motores principales en marcha acoplado a un alternador para producir electricidad; de este modo podíamos trabajar con la maquinaria de la planta de cemento. Por la chimenea salían chispas y en una de las descargas, siendo capitán Luis Domínguez, tuvieron que parar el motor porque las chispas estaban yendo hacia un petrolero y su tripulación de cubierta se apresuraba a apagarlas. Lo cierto es que se pudo crear una situación de peligro ya que el petrolero se encontraba descargando productos refinados muy volátiles.

En otro viaje, siendo yo Capitán, y Abrahán Echebarría jefe de máquinas, volvieron a salir chispas, pero como el viento soplaba para el otro lado no hubo ningún problema. Abrahán aseguraba que las chispas salían con todos pero ‘con Luis’ el viento las llevaba hacia los petroleros atracados. Quiero creer que Luis era un poco “gafe”; y esto no quiero que se entienda por menosprecio, si no que es la verdad, tanto, que su familia no se subía con él en los ascensores. Más adelante comentaré otras anécdotas.

Uno de los días que estábamos descargando subió a bordo el cura del Apostolado del Mar, Joseph Cliff, un hombre mayor al que invité a comer con nosotros. Pasamos un rato muy ameno durante el que nos contó su vida, desde la guerra civil española, de la que estuvo huyendo para que no le mataran con el padre Victoriano Frías (a quién en mis vacaciones saludé en Málaga), hasta la guerra en Cuba con Fidel Castro, del que, si en principio pensaba en sus buenas ideas, más tarde tuvo que huir por oponerse a él.


Una de las veces que nos dirigíamos hacia Florida con cemento, tuvimos un accidente a bordo y el Calderetero se fracturó una pierna, a bordo le hicimos lo que pudimos para inmovilizársela y contactamos con el Centro Radiomédico de Madrid, que nos dio instrucciones para minimizar la fractura y la orden de que lo desembarcáramos lo antes posible.

No dirigimos a Bermudas, el puerto más cercano, y sin poder fondear pues hay mucho fondo, se le desembarcó a una lancha para llevarlo al hospital.

Me llamó la atención que, teniendo una latitud tan alta, el clima fuese benigno debido a la Corriente del Golfo, cosa que había oído pero que nunca había podido observar in situ.

Me hubiese gustado atracar ya que había un compañero del colegio de Inglaterra, David Goodwin, que vivía allí. Hace poco estamos contactando los compañeros del Broadhembury College, y esperamos reunirnos en Marbella en Septiembre de 2011. 



Un día de verano, mientras regresábamos a España tomé unas fotos desde el palo. Ésta está tomada hacia la popa, donde se ve la chimenea causante de las chispas en Port Everglades. La siguiente está tomada hacia proa, y en ella se puede observar mejor que la mar estaba parada. Un día para tomar el sol y bañarse en la piscina.


La estructura del centro es el lugar donde se encontraba la maquinaria y el control para realizar la descarga de cemento. Aquí, los oficiales se pasaban todo el día mientras se realizaba la descarga de cemento por nuestros medios. Propio de Astilleros Españoles es que en este lugar no se había previsto ni un mal servicio donde hacer nuestras necesidades fisiológicas; ni siquiera había una fuente de agua para poder beber. Al final tuvieron que poner una nevera donde se disponía de un poco de agua y algunos refrescos.




Otra limpieza en mitad del mar en el viaje de retorno a España. Solía generarse un polvo que acababa manchando todo el barco, y era imposible separarlo del mismo



En la fotografía anterior, un verano en Valencia. En ella estoy con mis hijos y sobrinos, hijos estos de mis primos Eduardo y Rosa los niños y de mi prima Conchy y de José Antonio las niñas.

Después de la carga de cemento volvimos a Port Everglades. Allí, el Jefe de Máquinas, Paco Thalamas, conoció a un marine americano que debía ser comandante o algo parecido, y lo subió a bordo; venía éste con una borrachera de escándalo, o quizás la cogió con el Jefe en su camarote, lo cierto es que le contó su vida, resultando que la borrachera tenía su origen en los cuernos que la había puesto su mujer mientras tomaban la Isla Granadina. Estuvo toda la noche en el sofá del despacho de Paco, pues no había quién lo moviera, marchándose al día siguiente sin decir ni adiós.

Salimos para Tampa, y mientras descargábamos fui al casetón para ver como iba la descarga; allí me encontré con que el enlace entre el silo y nosotros era un negro que estaba fuera del casetón, a pleno sol, con una temperatura elevadísima. Le pregunté al oficial que por qué no estaba dentro, al fresco, a lo que me contestó que no se atrevía porque éramos blancos, así que salí y le dije que tenía que estar dentro por si se necesitaban sus servicios para comunicar con el silo, y que a nosotros no nos estorbaba ni teníamos ideas racistas.

Algunos viajes después me pidió autorización para traer a su hijo a bordo, a lo que sin dudar le dije que sí. Era un chiquillo de unos diez años, y cuando estuvo a bordo le acompañé por todo el barco, invitándole en mi despacho a un refresco; estaba alucinado y creo que lo recordará toda su vida.   



En la fotografía anterior, a la vuelta de Tampa a Valencia, después de la cena tomándonos una sidra. No sé qué estaríamos celebrando, pero cualquier momento era bueno. De izquierda a derecha, Oscar, segundo maquinista, Antonio Molinero, primer oficial, Hermenegildo, Radiotelegrafista, yo, Manuel Benítez, segundo oficial, y Pepe, primer maquinista.

Desde que empezamos a llevar cemento para Rinker, los viajes eran prácticamente a los mismos puertos, por ello es posible que alguna de las situaciones que describo no estén localizadas en su momento preciso y fuese en otro embarque, pero todo ello ocurrió durante estas navegaciones.


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