jueves, 17 de noviembre de 2016


LA VIDA A BORDO... UN POCO DE TODO.   TEMA CATORCE

Aquí estamos nuevamente, ya en el "Sierra Umbría", gemelo del "Sierra Urbión", lo cual quiere decir que no tenía secretos para mí, aunque tan solo hice dos viajes en este buque. El primero estaba al mando de forma interina el Primer Oficial D. Justo Pérez Amazarray, de Santander, conocido por haber coincidido ya en algún otro puerto por ser veterano de la Empresa. Tenía un carácter muy raro, lo mismo estaba de un humor desbordante de optimismo, como hacía un giro de 180 º y lo tenía de "perros". Todo el mundo sabía y decía que lo mejor era no cruzarse con él acabado de levantarse de la siesta, ya que con toda seguridad te llevabas un rapapolvo sin comerlo ni beberlo y, lo peor de todo, sin saber por qué. Por lo demás nada que mencionar. El "Sierra Umbría" continuaba haciendo la línea con Marruecos y yo tuve la ocasión de ver una vez más a mi hijo aunque solo fuera de pasada. El segundo viaje que hice en el "Sierra Umbría", estaba al mando de D. Julián Justes, natural de Mongat, un pueblecito próximo a Barcelona, quien acababa de dejar el mando del "Sierra Blanca" después de cuatro años, considerado como un ascenso en el escalafón de Capitanes.

D. Julián no era raro, era rarísimo, lo apodaban “el bastones” porque era su hobby, no solamente por  coleccionarlos sino por usarlos a pesar de estar hecho un roble; se reía cuando contaba que algunas veces le cedían el asiento en los servicios públicos por considerar que era un inválido. Además era lo que se considera un "manitas", una persona muy inquieta, un día se fabricó una muela con un hueso que le había proporcionado el cocinero. El único problema de navegar con él, es que tenías que tragarte todos los temporales que aparecieran, porque para él no existía la palabra arribada en el diccionario. En los cuatro años que estuvo en el "Sierra Blanca" ninguna vez hizo uso de esa prerrogativa que todo Capitán tiene derecho a ejercer en caso de que vengan mal dadas, y presumía de eso. La verdad es que tuvo muchísima suerte con eso de capear temporales, toda la que le faltó un día que saliendo del rio Elba colisionó con un buque a causa de la densa niebla y el "Sierra Umbría" entró a formar parte del pasivo de la  Compañía.

El viaje que yo hice con él transcurrió de forma muy normal, pero para mí personalmente resultó ser muy especial, ya que fue cuando tuve la suerte de conocer a la que más tarde se convirtió en mi segunda esposa, de nacionalidad belga, ya que fue en la escala que hicimos en el puerto de Amberes donde tuve la oportunidad de conocerla. Yo me encontraba de 2ºOficial en el "Sierra Umbría" como consecuencia del hundimiento del Sierra Banderas, pero después de efectuar ese segundo viaje mencionado, me transbordaron al "Sierra Blanca" con plaza de 1er Oficial. En ese momento se encontraba al mando de D. Antonio Olondo, natural de Bermeo. Capitán con muchísima experiencia  y con un carácter completamente opuesto al del Capitán Justes, ya que con él conocí todos los rincones donde resguardarse del mal tiempo tanto en la costa inglesa como en la francesa. Esto no significa que fuese un Capitán miedoso sino precavido, era muy consciente del barco que mandaba y de la meteorología que se daba en la zona, la Mar del Norte cuando se cabrea y lo hace con muchísima frecuencia, hay que darle todo el respeto que se merece.

El tiempo que estuve navegando en el "Sierra Blanca" con el Capitán Olondo, como he mencionado anteriormente fue un periodo provechoso profesionalmente hablando para mí, pero su forma de pensar era muy diferente a la mía. Como la jerarquía es la jerarquía y estás obligado a respetarla si no quieres tener problemas, el problema lo solucioné solicitando cambiar de barco. Aproximadamente cinco meses permanecí en el Blanca  antes de transbordar al "Sierra María" donde seguí ocupando plaza de 1er Oficial. El buque estaba bajo el mando del Capitán D. Pedro Ibargurengoitia. Este buque, junto con el "Sierra Madre" eran los dos más grandes que tenía la Compañía y los que puso a disposición de la línea que se inauguró con Cuba. Ya estaban en construcción otros tres buques en los astilleros de Santander que llevaron el nombre de "Sierra Andía", "Sierra Aránzazu" y "Sierra Aramo·Aramo. Yo solamente hice un viaje a Cuba con D. Pedro. El viaje fue largo y complicado ya que empezamos a cargar en el puerto de Rotterdam y antes de salir para Cuba tuvimos que entrar en dique en Santander para lo cual tuvimos que descargar parte de la carga embarcada para poder entrar en varadero; todo esto lo que produjo fueron quebraderos de cabeza pero que se solucionaron de la mejor forma posible. Fueron otros problemas de índole personal los que me demostraron  que D. Pedro (que Dios me perdone) no merecía el respeto, no como Capitán, sino como ser humano. Capitán a la vieja usanza, se creía un Dios y sus cojones eran los únicos que valían a bordo. Estando justamente reparando en Santander, él junto con el 2º Oficial Juan Unibaso se fueron a Bilbao para pasar unos días con la familia. Yo quedé encargado en lo relativo a los trabajos de cubierta. Una mañana, el 1er Maquinista me comunicó que se había recibido una llamada telefónica del Jefe de Personal desde Madrid para comunicar que la hija de Arturo había sufrido un accidente y que había fallecido. Sin pensarlo dos veces hice mi maletín con lo más necesario y en un taxi salí pitando para Málaga, cuando llegué a casa mi propia hija fue la que me abrió la puerta y estaba vivita y coleando. La accidentada había sido la hija del Camarero que también se llamaba Arturo. Todo fue un mal entendido del 1er Maquinista que no supo interpretar el comunicado. Cuando regresé a Santander, las únicas palabras “amables” que escuché de los labios del Sr. Capitán fueron: ¿Por qué se ha marchado usted sin mi permiso?. Y en otra ocasión y por diferente motivo tuve que aguantar su falta de humanidad que a veces se convertían en grosería.

Después del único viaje que realicé con él a Cuba, desembarcó para hacerse cargo del "Sierra Aránzazu" que también entró a formar parte de la línea establecida con Cuba y cuyo desenlace fatal todo el mundo conoce. Fue atacado por lanchas anticastristas cuando navegaba cerca de la base de Guantánamo. D. Pedro, que se encontraba en el puente, fue alcanzado por los disparos y perdió la vida junto a dos tripulantes más. Yo entre tanto había realizado un viaje más a Cuba con D. José M. Echevarría al mando del "Sierra María", al final del cual desembarqué para realizar el curso de Capitán en Madrid. Y fue durante mi estancia en Madrid cuando sucedió el luctuoso acontecimiento del "Sierra Aránzazu". Yo estaba en Barajas el día que un avión de Iberia llegó a Madrid con los tripulantes que habían sobrevivido y los féretros de los tres asesinados. La comitiva fue recibida por las Autoridades, Ministro de Comercio Sr. Ullastre y por supuesto el Presidente de la Compañía Sr. Sendagorta. El recibimiento fue apoteósico y festivo, si no fuera por la tristeza que implicaba los tres féretros con los compañeros fallecidos.

En ese momento pasaron por mi mente muchos de los acontecimientos vividos con D. Pedro Ibargurengoitía; con el corazón puedo afirmar que todo quedó en el olvido, todo resultaban pequeñeces comparado con la triste realidad. Prueba de cuanto hoy escribo es que muchos años después tuve la ocasión de navegar con su hijo Pedro como Alumno del "Sierra Lucena" y mi trato con él no pudo ser más exquisito. Muchos de los tripulantes que sobrevivieron navegaron posteriormente conmigo, recuerdo algunos como Guillermo Manjón, Ramón Ugarte, Manuel Caamaño…..

Obtuve el título de Capitán en Febrero de 1965 (acabo de leer el diploma que tengo colgado en la pared). Hice un viaje en el "Sierra Aramo" como 1er Oficial  nuevamente bajo el mando de D. José M. Echevarria y no me cabe duda de que gracias a los buenos informes suyos, solo tres meses después -en el mes de Mayo- la Empresa me concedió el mando del "Sierra Blanca". De esta forma se cierra el círculo de la historia de mi vida profesional, ya bien conocida por todas después de haber leído el libro MIL AÑOS DE MAR y todos los temas desarrollados en el blog del Circulo Marítimo.

Ahora sí que ya no hay más que contar, la vaca se secó. Quiero dar las gracias a todas las personas que me han animado y alentado a escribir todo esto que guardaba dentro de mí y que gracias a Dios me ha dado la posibilidad de hacerlo al mantener mi mente con la suficiente claridad  y pido perdón a los que consideran que ya estaban hasta la coronilla de tanta "batallita".

A unos y a otros un fuerte abrazo. 


Capitán Arturo de Bonis                      

lunes, 31 de octubre de 2016


LA VIDA A BORDO...  UN POCO DE TODO.  TEMA TRECE

Pasado el mal trago de Casablanca, cuyo contenido estuve dudando muchísimo si debería contarlo o no, al final decidí hacerlo ya que me encontraba en una encrucijada. Aunque parezca una idiotez, al llegar a este punto me encontraba atascado, era un tema tan importante en mi vida personal que llegaba a interferir en la profesional y de no haberlo hecho seguramente hoy no estaría escribiendo este nuevo capítulo. Como he hecho anotar en el tema anterior, fue mucha la ayuda moral que recibí de mis compañeros para soportar el varapalo que me llevé  y poder ejercer mi trabajo a bordo con la mayor eficacia posible.

Al puerto de Tánger llegábamos con los planes de las bodegas repletos y los entrepuentes vacios, dispuestos para el embarque de la naranja producida en el Lucus, que era la razón de ser de la Compañía Marítima del Norte, fundada en su día por D. José Gomendio, Ingeniero Agrónomo y no sé si propietario de la mercancía que se embarcaba. Posteriormente pasó a ser propiedad de D. Jesús de Sendagorta, quien desde la fundación de la Compañía ejerció de Director.

Tánger comparado con Casablanca era un puerto tranquilo, nuestra estancia en puerto era de dos o tres días, todo dependía de la celeridad con la que iba llegando la mercancía. De cualquier forma todo se programaba más o menos con la necesidad de llegar al puerto de Hamburgo o bien en sábado o lo más tardar en domingo para que la mercancía pudiera estar lista para la subasta que se hacía los lunes por la mañana.

Ya he contado más de una vez, con ocasión de otros temas, que en Tánger algunos aprovechaban para ir a probar suerte en el Casino; otros iban y se  sentaban en cualquier café del centro de la ciudad para ver pasear a la gente (siguiendo la costumbre española) y también solíamos frecuentar un bar que tenía un malagueño mariquita, donde se tomaba un buen vino fino y se escuchaban chistes que los contaba con el salero que suelen tener los de su clase, con tantísima gracia que mi amigo Eloy Zabala llegó a mearse por los pantalones abajo en una ocasión. Tánger era nuestra última escala en Marruecos y allí nos preparábamos para dar el salto al Mar del Norte.

De 18 viajes que hice aproximadamente en el "Sierra Urbión", es fácil imaginar que hubo de todo, buenos, malos y regulares, pero ninguno tan malo como para hacernos entrar de arribada o impedir que llegásemos en la fecha prevista al puerto de Hamburgo. La línea la compartíamos con el "Sierra Umbría", que estaba mandado por D. José María Berenguer y siempre existió un pequeño pique entre los dos buques por servir la línea en las mejores condiciones. Durante nuestra estancia en Hamburgo, al menos un día lo dedicábamos a visitar el famoso barrio de St. Pauli y su famosa sala "Zillertaal" donde tomábamos unas cuantas cervezas, a veces más de las necesarias, pero la cerveza alemana tiene el don de no marear, eso sí, mear y mear sin parar. Como en el puerto se trabajaban los turnos seguidos, no había muchas posibilidades de diversión.

En Julio de 1962, el Capitán Echevarría casi me obligó a pedir vacaciones, yo me encontraba casi al límite de mis posibilidades, entre el duro trabajo de la línea unido un poco a la vida algo desordenada que yo llevaba con la intención de olvidar el duro varapalo sufrido, además las vacaciones las tenía bien merecidas. Desembarqué y me fui nuevamente a la casa familiar de Málaga con la intención de pasar las vacaciones lo más tranquilas posible. El comienzo fue duro, la verdad que muy duro. Encontrarme a cada paso con amigos y familiares y tener que revolver toda la porquería que conllevaba el tema, ir a la playa acompañado de mi hija y tener que dar explicaciones a los conocidos de donde estaba la madre, todas estas cosas hicieron que al principio lo pasara fatal, pero todo tiene su limite y poco a poco las aguas se fueron calmando, yo me fui animando y al final conseguí pasar unas vacaciones como Dios manda.

También lo bueno se termina y al final llegó el temido telegrama de la incorporación al trabajo. Fui ascendido a ler Oficial y destinado al buque "Sierra Banderas" que hacía la línea norte de España  con el norte de Europa y que estaba bajo el mando del Capitán D. Antonio Salgado. La línea era más corta pero no menos dura ya que no salíamos del Mar del Norte y del Cantábrico y además el "Sierra Banderas" era aún más pequeño que el "Sierra Urbión". Era gemelo de una serie construida en Bilbao, formada por el "Sierra Bermeja", Bravía, Blanca y Banderas.  El "Sierra Banderas" era el último de la serie y por ser el recién nacido le tocó la china, ya que había una ley administrativa que obligaba a los Armadores a poner un motor de marca española después de cierto número de buques construidos con motores extranjeros. El motor asignado al Sierra Banderas era de la MAQUINISTA NAVAL TERRESTRE, que Dios la tenga en su santa gloria. Tantas eran sus cualidades que nosotros llegamos a recalificar al "Sierra Banderas" con el sobrenombre de BISCUTER. No sé si ustedes recordaran aquella maravilla salida de la industria española, que consistía en un cajón de hojalata con cuatro ruedas, provisto de un motor que carecía de marcha atrás. Esto era lo más parecido al "Sierra Banderas". El motor resultaba imposible arrancarlo en frio, era necesario rodearlo de calentadores eléctricos al menos media hora antes de arrancarlo y una vez arrancado lo teníamos que dejar rodar cierto tiempo para asegurarnos que tendríamos marcha atrás en caso necesario. Como pueden imaginar una delicia de barco, eso sí, salvadas estas irregularidades el barco no había quien lo parase.

Con el "Sierra Banderas" se puede aplicar ese dicho que dice que "hay quien nace con estrella y otros que nacen estrellados". Desde un principio, por una razón u otra, esta serie de cuatro construidos en Bilbao, tuvieron mala estrella, empezando por el ·Sierra  Bermeja" que se hundió por un corrimiento de carga frente a Monte Igueldo justamente el día de Navidad y no quiero equivocarme, pero creo recordar que era su primer viaje; el "Sierra Bravía" se fue a pique tras colisionar con otro buque en el mismísimo Canal de la Mancha, con la mala suerte de que hubo perdida de varias vidas. Y nosotros el "Sierra Banderas" terminamos también de mala manera, partidos en dos a la entrada del puerto de Requejada, accidente que contaré con más detenimiento posteriormente después de contar otras anécdotas de menor importancia.

Desde que embarqué en el "Sierra Banderas" no había viaje que no tuviésemos algún contratiempo. La línea que hacíamos no era precisamente una línea turística. La meteorología, no es siempre la misma, hay años mejores y otros peores y el de 1963 no fue precisamente de los mejores. Uno de los viajes permanecimos fondeados en el río Weser cerca de Bremen cuatro o cinco días con niebla cerrada y la calefacción estropeada que no sabíamos como quitarnos el frio, si a guantazos o metidos todos en la cocina haciéndole compañía al cocinero.

Pienso que los alemanes estaban un poco más atrasados que los holandeses en el tema de dirigir por radio la navegación fluvial en caso de niebla, ya que yo, dos o tres años antes, había amarrado en el puerto de Rotterdam a boyas con el "Rita García" sin siquiera ver las boyas, todo dirigido por radioteléfono desde la torre de control.

Ese mismo viaje, cargados de bobinas de acero y dispuestos para salir del puerto de Bremen, el Capitán dio la orden de llenar el tanque de lastre  de la bodega dos  para poder disponer de agua para refrigeración del motor en caso de que nos encontrásemos con el rio congelado dado la época en que nos encontrábamos. El Maquinista encargado del cometido era un poco brutote, comenzó a llenar el tanque sin tener en cuenta que los suspiros del tanque estaban congelados y por consiguiente no podían rebosar al estar taponados. En vez de parar el llenado cuando la presión se lo indicaba, continuó rellenando con la intención de romper el tapón de los suspiros, pero lo único que consiguió fue que se escuchara en la bodega un estruendo terrible como consecuencia de que las soldaduras que soldaban el tanque y las sentinas reventaron, y lo único que impidió que todo el plan se levantase, eran las bobinas de acero que iban en la bodega. Comprobado el alcance de la avería, lo cual significaba que navegaríamos sin doble fondo en la zona de la bodega dañada, salimos con destino a Bilbao, donde una vez descargadas las bobinas se procedió a la reparación.

Después sucedió cuando nos quedamos abarloados a los pilares del puente de Deusto por falta de aire en las botellas de arranque, aunque esto como ya he contado en otra ocasión fue debido a un fallo o mejor dicho a una maldad humana, ya  que una de las dos botellas de que disponía el buque, los maquinistas la tenían llenas de "cigarros puros" introducidos en el puerto de Rotterdam.

Y para finalizar, la historia del "Sierra Banderas", cuya estrella se apagó definitivamente cuando saliendo del puerto de Requejada una roca en forma de aguja rajó el casco en la zona de la sala de máquinas que carecía precisamente de doble fondo, produciendo una gran vía de agua que hizo que el motor se inundase en pocos minutos, sin dar tiempo siquiera a dar la vuelta para volver a entrar en el canal. Se fondearon las dos anclas pero no fueron suficientes para evitar que garrease y  el fuerte maretón existente llevase al buque contra la costa y a dar con las rocas fuertes golpes que lo hicieron partirse en dos. El salvamento de la tripulación se llevó a cabo con uno de los botes salvavidas que fue remolcado hasta la misma playa por la lancha del Práctico y el Capitán y el Práctico abandonaron el buque cuando comprobaron que nada se podía hacer por lograr salvarlo. Yo desembarqué por naufragio, me dirigí a Málaga en espera de acontecimientos después de haber declarado en la Comandancia de Marina de Santander. Algunos días después fui llamado para embarcar de forma interina como segundo oficial a bordo del "Sierra Umbría".

Hasta el "Sierra Umbría" me despido de ustedes como siempre, con un afectuoso saludo. 



Capitán  Arturo de Bonis                   

    

sábado, 22 de octubre de 2016

LA VIDA A BORDO… UN POCO DE TODO. TEMA DOCE

Como ya anuncié en mi tema anterior, el primer puerto marroquí que tuve ocasión de visitar fue el de Kenitra- antiguo Port Lyautey- único puerto fluvial de Marruecos, construido aprovechando las aguas del rio Sebou, el segundo rio más importante de Marruecos que nace en las estribaciones del Atlas y que justamente es navegable hasta el puerto de Kenitra. Su entrada es peligrosa ya que tiene una barra completamente abierta a cualquier tipo de mal tiempo que se produzca en sus proximidades. Pero una vez sorteada la barra, en el puerto se puede amarrar con filásticas ya que no existe el menor síntoma de resaca, lo contrario que en Mohammedia e incluso en Casablanca donde se hace sentir algunas veces.

En Kenitra existió en su momento una base americana que le daba algo de vida a la ciudad, no mucha, porque como ya sabemos, los yanquis, se crean su propia ciudad allí donde se encuentran y muy poco suelen consumir fuera de ella.

Nuestra escala en Kenitra estaba justificada por las toneladas de fardos de papel usado que se embarcaban en el puerto de Amberes con destino a ese puerto. Allí lo único que se solía cargar eran balas de crin y algún que otro fruto seco, pero era tan poco, que ni siquiera recuerdo el puerto del norte de Europa al cual iban destinados. Las operaciones en ese puerto solían durar dos o tres días y desde allí nos dirigíamos al puerto de Casablanca, el puerto más importante en nuestra línea regular ya que allí se descargaba toda la maquinaria embarcada en los puertos del norte de Europa e incluso en el puerto de Bilbao; aún recuerdo las muchas máquinas de coser "Alfa" que conté estando de 2ºOficial  en el “Sierra Urbión” y que se embarcaban con destino a Casablanca.

Viendo fotos en internet de la actual Kenitra, para mí resulta prácticamente irreconocible, también es verdad que lo que yo pueda contar de Kenitra se remonta al año 1962 y desde entonces ha llovido mucho en todos los rincones del mundo. Recuerdo que era un puerto y una ciudad tranquila, tan tranquila que nosotros no salíamos del recinto portuario y preferíamos quedarnos a bordo jugando al ajedrez  o a las cartas, según los gustos o preferencias. Esta postura también se debía en parte al mal recuerdo que guardábamos del intento de visitar en una ocasión la “Casa de España”, que más bien debería haberse llamado “Casa de España Republicana”, ya que era un reducto de los republicanos que huyeron con motivo de la guerra civil española y se establecieron en Marruecos al sur de Larache. Fuimos recibidos de forma muy hostil alegando que nuestro barco portaba la bandera franquista. Nosotros, que lo único que deseábamos era tomar una cerveza fresquita y charlar un poco con algunos compatriotas, nunca más volvimos por aquella España fuera de lugar.

Otro recuerdo que guardo de Kenitra, fue una llegada a puerto después de varios días soportando un dolor horrible de muelas y para colmo de males era día festivo. Pero gracias al guardián que teníamos y al cual apodábamos “agua negra” porque era como solía pedir el vino tinto, hizo posible que un dentista me atendiera y que me extrajera la muela, a pesar del aspecto que tenía la consulta todo salió bien y no tuve ningún problema de infección. Para mí resultó un gran alivio y nunca dejé de agradecérselo a nuestro amigo “agua negra”, que por cierto era el guardián oficial del barco y nos solía acompañar a todos los puertos de Marruecos donde hacíamos escala.

Y de Kenitra a Casablanca, este era puerto base de la línea con el norte de Europa en cuanto a descarga se refiere, ya que prácticamente todo cuanto se embarcaba en Hamburgo, Rotterdam, Amberes e incluso en Bilbao era con destino al puerto de Casablanca. El retorno al norte el puerto más importante era Tánger ya que allí se embarcaba toda la naranja que iba destinada al puerto de Hamburgo.

Para mí, hablar de Casablanca resulta bastante doloroso, ya que lo que en principio iba ser una panacea, un lugar idílico para vivir, se  convirtió de la noche a la mañana en un completo infierno. Desde que embarqué en el “Sierra Urbión” y mi esposa supo que Casablanca era nuestro puerto base y que nuestra permanencia en Casablanca sería de una semana aproximadamente todos los meses, yo pienso que con muy buen criterio, tuviese la idea de establecer nuestro domicilio conyugal en Casablanca. Su padre sólo unos años antes, había sido Jefe de la “Liaison française” en Marruecos, un cargo diplomático dentro de la Embajada. Conservaba muchas amistades y muy influyentes en Casablanca. Con solo tocar unos cuantos hilos, nos concedieron para vivir un chalecito en la Avenida de Hassan II, de forma gratuita ya que pertenecía a la propia Embajada. En aquella época, mi esposa se encontraba en Francia dando a luz a nuestra  hija, ya que como en el caso de nuestro primer hijo quiso dar a luz en su patria y al lado de su familia. Una vez recuperada del parto se trasladó a Casablanca para establecerse como habíamos acordado y en la casa que nos habían concedido, sería aproximadamente Agosto o Septiembre de 1961.

Es posible imaginarse la alegría que yo sentía al llegar a Casablanca en mi primer viaje después de los acontecimientos narrados anteriormente, con la alegría que me dirigí a la casa donde iba a conocer a mi hija y me iba a reencontrar con mi mujer después de muchos meses de separación. También podrán imaginarse el momento tan duro, lo que significó para mí cuando las primeras palabras que escuché de los labios de mi esposa fueron textualmente: “Estoy aquí para que mis hijos tengan un padre, pero entre tú y yo está todo acabado y pienso pedir el divorcio”; me quedé petrificado y en ese preciso momento sin saber qué decir ni cómo reaccionar, pero me di perfectamente cuenta que todo su interés por vivir en Marruecos era precisamente para aprovechar su nacionalidad francesa y poder obtener el divorcio y subsanar de esa forma el error de haberse casado con un marino, situación a la que no se acostumbraba.

Sólo voy a decir que en Marruecos tampoco dan los divorcios sin una justificación lógica, a pesar de sus muchas influencias que también las utilizó, los  trámites duraron aproximadamente dos años y se vio obligada a tener que hacer uso de un testimonio falso, una enfermera amiga testificó que tuvo que curarle una herida ocasionada por mi brutalidad. Yo lo único que exigí para no poner impedimento alguno, es que me entregase a mi hija antes de iniciar cualquier procedimiento, cosa que hizo sin ningún problema. Esto es un pequeño resumen de lo que pudo haber sido y no fue. Toda una vida echada por la borda sin tener en cuenta las terribles consecuencias que podría tener para los hijos.

Hoy día doy gracias a Dios porque aquello sucediera en aquella época tan temprana de nuestro matrimonio y que me dio la ocasión a que pudiese rehacer mi vida sentimental después de cierto tiempo de incertidumbres. Indudablemente de todo esto podría escribir un libro ya que hasta que la ley de divorcio no se aprobó en España en 1982, no pude regularizar mi vida con la que actualmente es mi esposa y con la que contraje matrimonio en 1967 en Inglaterra. Durante todo este tiempo estuve luchando para obtener la anulación de mi primer matrimonio, cosa a la cual se oponía incomprensiblemente mi primera esposa. Ocho años luchando con el Tribunal Eclesiástico hasta que un día sentado en el despacho del secretario del tribunal de La Rota en Granada, me dijo con descaro y sin tapujos que para que un coche anduviese eran necesarios echarle litros de  gasolina. Ahí terminaron mis relaciones con la Iglesia y aquí doy por terminado este tema tan desagradable y tan doloroso para mí.

Como narré en su momento, permanecí 18 meses embarcado en el “Sierra Urbión”, todo un reto digno de figurar en el libro Guinness, ya que el trabajo era muy duro y mis circunstancias personales no eran las mejores, pero fue justamente por estos motivos personales que soporté tanto tiempo embarcado, ya que los viajes a Casablanca me permitían poder ver a mi hijo, a parte tenía el apoyo moral de todos mis compañeros incluido el Capitán que se portó de una forma extraordinaria.

Pero además, a mí, el puerto de Casablanca me gustaba, hablo del puerto, todos los días se producían acontecimientos dignos de mención. La lucha con los estibadores era una lucha continua para evitar que robaran en las bodegas. La lucha con los apuntadores al final de la jornada era una lucha constante para hacer coincidir el número de bultos desembarcados. La semana que estábamos en Casablanca resultaba muy entretenida. Recuerdo que hice mucha amistad con uno de los controladores que incluso un día me invitó a comer a su casa, la que más sufrió de aquel convite fue la esposa que además de cocinera, permaneció todo el tiempo con la cara tapada. Pero yo salí bastante bien informado de los tejes y manejes que se producían en los almacenes del puerto donde quedaban las mercancías. Cuando la situación era extrema no tenían ningún problema en provocar cualquier tipo de accidente en la que tuviese que intervenir el seguro, con lo cual todo quedaba solventado.

Volví a Casablanca varios años después, siendo ya Capitán del “Sierra Blanca” y fue un viaje aislado para suplir al “Sierra Umbría”. Ese viaje sirvió para informarme que mi esposa había contraído matrimonio con un funcionario de la ONU y que se habían traslado a Ginebra, con lo cual hizo que los perdiese de vista y a mi hijo lo volví a encontrar treinta años después en Madrid, cuando vino apadrinar a una hija de su hermana.

Hasta el puerto de Tánger me  despido de ustedes  con un saludo afectuoso.


Capitán Arturo de Bonis
  

               

sábado, 8 de octubre de 2016


LA VIDA A BORDO... UN POCO DE TODO.    TEMA  ONCE

Era sábado, aproximadamente las seis de la tarde cuando el "Sierra Urbión" atracaba en Bilbao, una motonave moderna tipo Astene y por cierto muy bien pintadita. Esperé a que finalizara la maniobra de atraque y todo el jaleo que se forma con las autoridades sanitarias y aduaneras cuando un buque procede de puerto extranjero para entrar a bordo. Me presenté ante el Capitán D. José M. Echevarría Bengoa con el telegrama y mi cartilla de navegación. Recuerdo perfectamente que cuando vio mi libreta de embarque dijo, un poco en broma, que tenía mejor historial que él. A continuación me dijo que me pusiera de acuerdo con el 2º Oficial saliente para que me pusiera al tanto de mi cometido a bordo y que volviese el lunes a primera hora para comenzar a trabajar.

Yo fui el Domingo para hablar más detenidamente con el 2ºOficial, que por cierto se llamaba Cardona y era hijo del Practico del puerto de Larache. Más que ponerme al tanto de mi cometido, lo que hizo fue pintarme muy negro el panorama ya que el trabajo era muy duro y en dos años que el Sierra estaba haciendo la línea yo era el 2ºOficial número trece que ostentaba el cargo. La verdad es que ánimos no me dio muchos para emprender mi trabajo al día siguiente. Se daba la casualidad de que el Primer Oficial también desembarcaba por vacaciones y su sustituto, Antón Aurre, lo mismo que yo, no teníamos ni zorra idea de lo que era carga general, ya que él procedía de la Compañía Naviera Vizcaína y acababa de obtener su titulo de Capitán y embarcaba allí mientras volvía a tener plaza en su anterior Compañía.

La verdad es que no dormí muy bien aquella noche después de mi larga conversación con el Sr. Cardona, todo lo veía muy negro. Yo había desembarcado del "Rita García" porque significaba cambiar a una Compañía con cierto porvenir profesional, pero después de escucharlo pensé que yo iba a durar allí menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Toda la cabeza me daba vueltas y no estaba muy seguro que la decisión tomada de desembarcar del "Rita" había sido la más acertada, pero a lo hecho pecho. El lunes a las ocho de la mañana estaba entrando con mi maleta por el portalón del "Sierra Urbión", dispuesto a afrontar lo que fuere necesario afrontar. He de señalar antes de seguir adelante que permanecí 18 meses seguidos antes de tomar vacaciones.  La primera orden que recibí del Capitán fue que me personara en una sastrería determinada para que me proporcionaran un uniforme de trabajo, ya que era obligatorio en la Compañía.

Como ya he explicado en otros momentos, el Capitán Echevarría hizo de tripas corazón y se tragó sin rechistar los dos "marrones" que le endosó la Compañía al mismo tiempo ya que tanto el Primer Oficial como yo no teníamos experiencia en carga general; Aurre procedía de petroleros y yo me había pasado toda la vida transportando carbón. El Capitán estaba contrariado pero por lo visto tomó la determinación de poner todo su empeño en ponernos al corriente en el menor tiempo posible.

El "Sierra Urbión" y el "Sierra Umbría" eran dos motonaves gemelas construidas en los astilleros de Sevilla y estaban destinadas principalmente para transportar la naranja de la zona del Lucus hacia el puerto de Hamburgo. La tripulación estaba compuesta por 13 tripulantes, incluido Capitán y Oficiales, tanto de cubierta como de máquinas. El Capitán solía hacer guardia de 08 a 12 salvo cuando se pasaba el faro de Ushant y se entraba en el Canal de la Mancha rumbo al mar del Norte. Desde ese momento las guardias nos las repartíamos entre el primero y el segundo y el Capitán se reservaba para cualquier contingencia.  Yo tenía la experiencia adquirida en el "Rita" de los viajes efectuados al mar del Norte y en cuestión de navegación no tuve ningún problema.

En cuanto al personal se refiere me falta por presentarle al jefe de Máquinas, D. Ignacio (apellido vasco muy enrevesado) natural de Bilbao, mayor de edad, sobrepasaba los 60 y era buen jugador de ajedrez. Profesionalmente no tengo puntuación ya que a los únicos que vi bajar a la Sala de Maquinas siempre fueron los mismos, al Primer Maquinista que tenía el título de Jefe, pero cuyo nombre -que Dios me perdone porque era una gran persona- pero mi disco lo ha borrado completamente y de 2º de Máquinas estaba Placido Fernández, Mecánico Naval Mayor, natural de Requejada (magnifico profesional y buena persona). Cuando omito nombres o detalles es porque mi disco duro está algo dañado.

El Cocinero y el Marmitón, Luis y Juan eran hermanos de sangre y de vino, se ponían una garrafa de tinto por la mañana en la cocina y dale que te pego, después de hacer sus deberes profesionales se tumbaban en las banquetas que había en el comedor y dormían a pierna suelta hasta la hora de preparar la cena, a pesar de esta anomalía se comía bastante bien. Salvo el Engrasador que era de un pueblo de la Ria, todo el resto eran gallegos menos el Contramaestre que era de Muros (perdonen por el chiste tan antiguo).

Me falta por hablar del Inspector: D. Crescencio Arechevaleta, si mal no recuerdo, natural de Las Arenas. Era Jefe  de Máquinas de la Naviera Aznar cuando fue fichado por Marítima del Norte para el cargo de Inspector. Era el típico vasco, con su chapela pegada a la cabeza. Tenía muy mal genio y cuando aparecía por el barco siempre lo hacía echando improperios, era el único momento en que se quitaba la chapela y la lanzaba contra lo más cercano que encontraba; pienso que lo hacía como queriendo adelantarse a cualquier problema que se le pudiera plantear, que siempre lo había por supuesto a la llegada del buque a puerto. Pienso que el puesto le venía largo y que le había llegado demasiado tarde, cualquier cosa le parecía un mundo y estuvo obligado a prender a conducir para poder tener la autonomía necesaria. Eso le producía mucho nerviosismo y terminó sus días estrellándose contra un árbol como muchos ya lo habían vaticinado.

Desde el primer momento me di prefecta cuanta de que había embarcado en un barco donde uno se sentía Oficial. Existía una organización y un respeto mutuo que no lo había visto en el barco anterior. Lo único que desentonaba en ese sentido era la siesta que se permitían los dos hermanos que ostentaban la estrella Michelin a bordo. Empecé a tener la esperanza de que todo cuanto me había contado el Sr. Cardona no tendría las consecuencias nefastas que me hizo temer y me hizo perder el sueño en el momento de mi embarque.

Dos días de escala en Bilbao y salida para Marruecos, primero se hacía escala en Ceuta para dejar algo de carga general, pero principalmente para tomar combustible. Después las escalas eran Kenitra, Casablanca y Tanger y vuelta al mar del Norte. He de confesar que los primeros días los pasé fatales, acostumbrado a barco grande con máquina de vapor, embarcar en uno pequeño, de motores, con el peculiar olor a gasoil, con todas las dependencias a popa con su particular movimiento de cuchareo, aquello me hizo revivir mi primer embarque diez años antes, echaba la pota cada vez que intentaba comer algo, hasta que mi estomago se fue calmando y acostumbrando juro que lo pasé fatal. Yo que pensaba que era un marino curtido?

Voy a terminar mi tema de hoy en el puerto de Kenitra, ya que Ceuta lo tengo más que visto después de haberme pasado allí la mitad de la mili, por lo tanto hasta Kenitra, primer puerto marroquí que visité en mi vida profesional.

Hasta la próxima un saludo de amigo y colaborador 



Capitán Arturo de Bonis

martes, 20 de septiembre de 2016


LA VIDA A BORDO...  UN POCO DE TODO.   TEMA DIEZ

Coincide mi artículo nº diez con un cambio de vida completamente radical, pasé de ser 1er Oficial del "Norte", en el que llevaba aproximadamente nueve años y conocía todo y a todos, a tercer Oficial del "Rita García", donde no conocía nada ni a nadie, solamente a su Armador, en un cerrar y abrir de ojos, de la noche a la mañana.

Resulta que el Armador del "Rita", D. Francisco García, era al mismo tiempo consignatario del "Norte" en el puerto de Santander, donde una vez más nos encontrábamos reparando en el pueblo de Astilleros, después de la entrada dramática que tuvimos que hacer por fallo en las calderas. De forma un poco engañosa se presentó una mañana a bordo para preguntarme si estaba interesado en embarcar en su barco donde podría efectuar los días de altura para poder examinarme de Capitán. Respondiendo a mi pregunta de si la plaza era fija, me contestó que sí a sabiendas que era interina.

Yo embarqué en el "Rita" con mal pie, ya que el primer día de embarque tuve una accidente en el puerto, una carretilla de las que transportaba los sacos que estábamos descargando me cogió dándome un fuerte golpe que me hizo perder el conocimiento. Una vez repuesto del accidente y comprobado que no padecía lesión alguna, me dijeron que me fuese a descansar al camarote. Cuando desperté ya nos encontrábamos navegando, si mal no recuerdo, con destino al puerto de Valencia para completar la descarga. Hice varios viajes en el "Rita" al continente americano, cuando de pronto el Capitán me comunica que tengo que desembarcar porque el Oficial que yo estaba sustituyendo, volvía a embarcar porque no había aprobado el examen de Practico, plaza a la cual había optado en el puerto de la Coruña.

Posiblemente, este comportamiento del Armador es la causa por la cual siempre que escribo sobre el Rita, lo haga de forma negativa. Pero encontrarme desembarcado y estando obligado a levantar la casa que acababa de montar en Santander, para dirigirme a vivir a Málaga, a casa de mis padres ante la incógnita de cuándo y cómo volvería a embarcar, ya con una mujer y un hijo a los cuales alimentar, eso fue para mí un verdadero varapalo que trastornaba por completo mi vida económica y familiar.

Gracias a Dios esta situación no duró mucho tiempo, ya que -inesperadamente- fui llamado para volver a embarcar en el "Rita" que se encontraba en el puerto de Motril porque el causante de todo este desaguisado, después de efectuar un viaje redondo optó por desembarcar y quedarse en tierra, y yo fui requerido para ocupar su plaza nuevamente pero esta vez con carácter efectivo.

Como es de  suponer, el tiempo que permanecí en tierra no estuve con los brazos cruzados, sino que traté por todos los medios de encontrar embarque en otras compañías, trabajo que llegó a dar sus frutos como narraré en su momento oportuno. Mi reembarque en el "Rita García" tuvo lugar en el puerto de Motril, nada ni nadie había cambiado a bordo, continuaba mi amigo Pedro Cajigas de 2º Oficial con el que reanudé la amistad y me puso al corriente de lo sucedido durante los casi dos meses de mi ausencia. Desde Motril salimos hacia el puerto de Hamburgo  para cargar fertilizantes para el de Jacksonville en EE.UU. Estando en este puerto recibí noticias de que mi esposa estaba embarazada de nuestro segundo hijo (en esta ocasión hija). Una vez finalizada la descarga en este puerto salimos con rumbo al de Hope Well, para cargar nuevamente fertilizantes con destino al de Rotterdam, parecía como si  hubiese un intercambio de fertilizantes entre Europa y América.

Estando en Rotterdam me encontré en el Stella Maris con mi amigo Rafael Lara que se encontraba reparando con el buque "Cinderella" de bandera liberiana. Me ofreció embarcar con él ya que la plaza de tercer oficial se encontraba libre. Fuimos a bordo y me presentó a su Capitán que era un alemán y que corroboró su ofrecimiento. Quedamos en que les daría contestación una vez que yo hubiera hablado con el Capitán del "Rita García", ya que sería quien debería autorizar mi desembarque. Cuando me presenté delante de él, yo no las tenía todas conmigo y efectivamente su contestación fue un NOOOO tan grande que aún me resuena en los oídos. Empezó a enumerarme motivos para justificar su negativa, entre ellas, que no había tiempo para enviar un relevo desde España, que todos los gastos que se produjesen serían a costa mía porque no se cumplía el tiempo reglamentario para pedir el desembarque y así blá, blá, blá…., pero lo que más me dolió fue cuando me espetó si era así como yo agradecía el haber sido llamado por el Armador para embarcar por segunda vez. Volví al "Cinderella" para comunicar al Capitán que no podía aceptar su ofrecimiento.

Si las relaciones con el Capitán del "Rita" nunca fueron muy alegres ya que se trataba de una persona muy seria e introvertida, que solamente reía cuando contaba una anécdota ocurrida a su mujer que solía venir a bordo cuando viajábamos entre puertos españoles. Ella se mareaba con solo oler el agua salada. Pues bien, un día que se encontraba en la cama mareada como un pato, él para animarla un poco le dijo que se levantara y que mirase por el portillo porque estaba pasando un barco muy bonito, y ella le contestó de sopetón, "a mi me avisas cuando esté pasando un tranvía". Eso lo contaba siempre que la ocasión era propicia y era cuando se reía con verdaderas ganas. Pues bien, desde el momento de su negativa la relación se tensó un poco más.

Nunca se sabe con certeza dónde y cuándo se produce un hecho que sirve para cambiar nuestro destino. Yo pienso que el día que el Capitán del "Rita" se negó tan rotundamente a concederme el desembarque en el puerto de Rotterdam, fue para mí ese día tan especial. Como narré en su momento, el tiempo que estuve desembarcado moví todos los hilos que me fueron posibles para poder embarcar cuanto antes en otras compañías. Pues bien, la misma noche que salimos de Rotterdam con destino a Valencia, el "chispas" me entregó un telegrama que había recibido, en el cual Marítima  del Norte me ofrecía plaza de 2º Oficial , para embarcar en el puerto de Bilbao a bordo de la motonave "Sierra Urbión". Como según las fechas tenía margen suficiente para ir a Valencia y poder estar en la fecha convenida en el puerto de Bilbao, enseguida le comuniqué al Capitán mi deseo de desembarcar a nuestra llegada a Valencia, aunque estaba en mi pleno derecho, él no pudo ocultar su enfado y no pudo evitar decir algo desagradable que a mí aunque me dolieron un poco, preferí no contestar. De haber desembarcado en Rotterdam para embarcar en el "Cinderella", yo no sé qué hubiera sido de mi vida, tanto profesional como familiar. Una incógnita que  nunca podré llegar a resolver. Mi amigo Rafael Lara, terminó su vida profesional trabajando en el sector vinícola, como representante de las bodegas  Gonzalez Biass para EE.UU., después de haber pasado por otra empresa de papeles pintados de Cataluña. Yo no se que hubiera sido de mí, porque de lo que estoy completamente seguro es que para comercial no sirvo.

Pues bien, ya estoy en Bilbao, esperando la llegada del "Sierra Urbión" que tiene anunciada su llegada para mañana sábado a las seis de la tarde -según me han comunicado en la casa consignataria  Bergé- procedente de Amberes y con destino al puerto de Casablanca. Mañana empieza otra historia, tanto profesional como personal.

Hasta pronto, un saludo   



Capitán A. de Bonis            

martes, 6 de septiembre de 2016


LA VIDA A BORDO... UN POCO DE TODO.  TEMA NUEVE

Transcurridos los tres meses de embarque en el Dragaminas “EO”, llegó el momento de licenciarme una vez cumplidas mis obligaciones con la “Madre Patria”. Por cierto que salí por el portalón con todo mi petate completo, sin que me obligasen a entregar la mitad del equipo al no haber hecho nada más que seis meses de servicio militar como según tenía entendido era lo reglamentario, nunca me hicieron reclamación alguna.

Llegué a Málaga y solamente tuve tiempo para cambiarme de ropa y salir pitando para Cádiz, ya que el "Norte" estaba a punto de terminar su gran reparación, se habían producido grandes cambios en cuanto a la tripulación se refiere. Una agencia de viajes llamada “BAKUMAR” había reclutado personal para formar dos tripulaciones que debían embarcar en EE.UU. en dos buques tipo "Liberty" de los usados en la segunda guerra mundial y abanderados no recuerdo si en Liberia o Panamá. En el "Norte" se produjo una desbandada debido a la enorme diferencia de sueldos que ofrecían con relación a lo que se ganaba en España. El primero en cambiar fue el Capitán, D. Joaquín Palacios, con lo cual mi padre ocupó su plaza de forma fija; el que ejercía la plaza de 1er Oficial interino D. Julio Valderrama y el Alumno Antonio Terrón también tomaron rumbo a las Américas. Del personal de cubierta -incluido el Contramaestre- abandonaron el "Norte". Solamente y no me explico la razón, en el personal de máquinas no se produjeron cambios. En ese sentido hubo suerte porque buscar y encontrar fogoneros y paleros en Cádiz hubiera sido harto difícil.

Resumiendo: La tripulación quedó formada por mi padre como Capitán, yo asumí la plaza de 1er.Oficial. El 2º oficial era inamovible por propio deseo y el tercero seguía D. Pedro Rodríguez con sus achaques de siempre. Recuerdo que como Alumno embarcó  José Barcelona Marquet, natural y residente en Cádiz. Los tripulantes de cubierta fueron tantos los cambios que me resulta difícil enumerarlos y nombrarlos. De Cocinero -para bien y para mal-seguimos con el mismo de siempre, Pedro Vallina, asturiano de Gijón, que era capaz de hacer cualquier tipo de potaje, todos con el mismo sabor, hay que reconocer que eso no lo hace cualquiera, ni siquiera esos que se creen dioses de la cocina y que actúan semanalmente en la tele.

Salimos de Cádiz para Ceuta para carbonear, allí volví a encontrarme con los Dragaminas que solamente unas semanas antes habían sido mi domicilio patrio y adverti al Jefe de Máquinas que tuviese cuidado con el carbón que le daban porque yo había presenciado durante mi estancia en el “EO” muchas barrabasadas con la manipulación del carbón. Si no lo tenías en cuenta, te metían más escombros que carbón. Desde Ceuta nuevamente para Asturias para incorporarnos a la Astur Line después de una larga temporada.

La vida a bordo siguió su curso normal, pero con el buque remozado y reforzado de una forma extraordinaria después ocho meses cambiando planchas, renovando baos, reforzando trancaniles y bulárcamas y todo aquello que olía herrumbre. Lástima que no hubiesen cambiado las calderas para que el buque hubiera  salido casi nuevo.

Yo aproveché la primera ocasión que tuve para embarcar a mi amigo de la mili, Eíias, quien pronto ascendió a Contramaestre, no por amiguismo sino por buen profesional. Reculando un poco en el tiempo, me encontraba disfrutando de una vacaciones en Málaga cuando volví a encontrarme con Julio Valderrama y Antonio Terrón que estaban de vuelta de su aventura americana una vez cumplido el contrato que habían firmado por un año. Contaban maravillas del país americano, pero allí estaban de vuelta. Julio ya no volvió a navegar; el año transcurrido en el buque extranjero lo aprovechó bien para ejercitarse en el inglés y se estableció como constructor en su pueblo de Benalmádena,  que se encontraba en pleno auge turístico y prosperó muy bien como contratista de obras. Pero toda la suerte que tuvo con el trabajo le faltó en lo referente a salud, ya que falleció muy joven como consecuencia de un ataque al corazón que lo dejo parapléjico durante varios años.  Terrón continuó navegando algunos años más hasta conseguir el título de Capitán. Contrajo matrimonio y eso hizo que cambiara sus miras profesionales; le tiraban los negocios más que la mar. Se estableció en Alicante donde abrió un mesón especializado en tortillas, justamente le puso el nombre de “El mesón de la Tortilla” y abrió un sinfín de negociaos nuevos, de cerámica, de complementos, su vida como comerciante la terminó en Mijas y actualmente vive en Madrid, esperando como todos cambiar de aires pero sin fecha de caducidad. Mantenemos una relación por teléfono en determinadas fechas del año y un cariño que no depende de fechas sino que entra en lo que un día escribí con el título  “amigos del alma”.

Y la vida siguió su curso natural, los viajes se sucedieron al servicio de Renfe año tras año. Llegó el 1958 y nuevamente se volvió a entrar en dique, esta vez fue en los astilleros Juliana de Gijón donde se hicieron bastantes cambios en el buque, se cambio el puente de madera por uno de hierro, se cambió el mamparo del peak de popa con lo cual fue necesario desmontar la Cámara de Oficiales que era de caoba pieza a pieza para poder rehacerla nuevamente en su forma original. Pero volvimos a salir de dique sin haber tocado las calderas y sin haber conseguido instalar siquiera un gonio como ayuda a la navegación en el puente recién estrenado.

En cuanto a mí respecta, yo aproveché esta reparación para contraer matrimonio con mi primera esposa de nacionalidad francesa, y de cuyo matrimonio deseo pasar de puntillas porque lo único bueno que aportó a mi vida fueron los dos hijos nacidos de dicho matrimonio. En 1962, aprovechando su nacionalidad francesa y de que nos habíamos establecido en Casablanca, solicitó el divorcio dando fin a una vida llena de desavenencias.

La verdad es que me gustaría seguir hablando del "Norte", ya que fueron tantos años que me cuesta trabajo decirle adiós, pero lo único que me queda por narrar es la entrada dramática que hicimos en el puerto de Santander, precisamente porque fallaron las calderas que tanto habíamos solicitado de ser cambiadas. Y esa entrada ya la he contado en diversas ocasiones, en el libro MIL AÑOS DE MAR y en el artículo aparecido en el blog “Su último viaje como Capitán”.

Por lo tanto doy por terminado una parte muy importante de mi vida profesional y a partir de ahora continuaré narrando como se me vengan a la memoria el resto hasta que le diga adiós a la mar,  para establecerme en la Ciudad del Paraíso con mi familia, donde afortunadamente se había creado una asociación de jubilados de la mar con el nombre más apropiado que se le pueda poner “El Desguace”, de la cual y sin darme cuenta he llegado a ser el decano, pido perdón a los que me han dado paso para poder llegar a ocupar este puesto y de paso mi cariño y un fuerte abrazo allá donde se encuentren porque de seguro que nos volveremos a reunir y no me importa en absoluto volver a ser el último de la lista.   

Saludos y hasta la próxima  


Capitán A. de Bonis           

lunes, 22 de agosto de 2016


LA VIDA A BORDO... UN POCO DE TODO.   TEMA  OCHO

La vida en el Cuartel se desarrollaba de una forma bastante monótona. Instrucción militar y más instrucción durante toda la mañana hasta la hora de la comida. Por cierto, que cuando nos encontrábamos en la explanada haciendo esta tarea, solía entrar el camión que transportaba el pescado y teníamos que dejar el mosquetón para taparnos la nariz; lo único comestible eran los potajes, el resto lo suplíamos en la cantina a base de bocadillos y cuando salíamos por las tardes en un restaurante que si mal no recuerdo se llamaba la “Cepa Gallega”, donde por cinco pesetas te ponías a reventar de callos y de huevos fritos con patatas. Lo que son las cosas, en la mili empecé a engordar.

Los tres meses de cuartel pasaron en un abrir y cerrar de ojos, llegó el ansiado día de la jura de bandera y a continuación conocer los destinos correspondientes. Por cierto que el día de la jura se convirtió en un día bastante triste. Nos encontrábamos paseando con nuestras respectivas familias por el entorno del cuartel, cuando el padre de Rafael Moreno cayó en una zanja plagada de chumberas, con tan mala fortuna que se le clavó una penca en un ojo y perdió la vista del mismo. Rafael Moreno fue destinado al "Canarias". Bonilla había abandonado el cuartel por enfermedad unas semanas antes y yo fui destinado al Dragaminas “EO” con base en Ceuta. O sea, que hice mi petate y me dirigí al puerto de Algeciras y desde allí al de Ceuta donde me estaba esperando el “EO”.

No recuerdo exactamente si eran cuatro o cinco los dragaminas que se encontraban abarloados y amarrados en el muelle Alfau, en el espigón de babor entrando en el puerto de Ceuta. Tuve mucha suerte con ser destinado al “EO”. El 2º Comandante, Alférez de Navío, Sr. Bedoya, era hijo de mi profesor de Astronomía y Navegación de Cádiz, cuando vio mi historial y supo que era Oficial de la Marina Mercante enseguida me dio un destino a bordo acorde con mi título, me destinó al Cuarto de Derrota para que me encargase de corregir las cartas náuticas, dar cuerda al cronometro  y tener siempre en orden las banderas.  El Comandante se llamaba González de Aldama, era naúfrago del dragaminas "Guadiaro", hundido en el Mediterráneo a causa de un fuerte temporal frente a las costa de Estepona.  Según las buenas lenguas se salvó gracias a que un marinero le dio su salvavidas. Parce ser que ese detalle le hizo inclinarse por facilitarle la vida a la marinería bajo su mando. Era una excelente persona. Tenía fijado su domicilio en Ceuta y solía aparecer por las mañanas a bordo, después todo quedaba bajo el mando del 2º Comandante. El único hueso a roer a bordo del “EO” era el Contramaestre, un gallego con verdadera cara de contramaestre y con bigote estilo inglés, que cumplía con creces su cometido de mantener alerta a toda la dotación que tenía bajo su mando, pero sin pasarse, ya que sabía muy bien que el Comandante no tenía mucho apego a la mano dura.

Personalmente he de  confesar que muchas veces trabajábamos más evitando hacer el trabajo que nos encomendaban, que haciéndolo con voluntad. Cada mañana el Contramaestre reunía al personal en cubierta y con cara de pocos amigos dabas las órdenes pertinentes, pues bien, todos nos dedicábamos y no evitábamos esfuerzos por vigilar por donde andaba el Contramaestre para no hacer los que estaba mandado. De cualquier forma no era tan fiero el león como lo pintan y para demostrar mi teoría tengo una buena anécdota que contar sobre el Contramaestre.

Por las tardes nos solíamos reunir en el Puente un buen número de personal, todos fumábamos como carreteros, el hecho de que no hubiese ceniceros donde depositar las colillas apagadas, desde siempre se tuvo la costumbre de echarlas entre el frente del Puente y el embonado, a través de los ventanales que eran de sube y baja, aquel espacio debía estar completamente atestado de colillas después de  años haciendo la misma operación. El Contramaestre solía dormir la siesta debajo del Puente echado sobre una tumbona. Un día de los que nos encontrábamos reunidos, una de las colillas depositadas sin estar debidamente apagada, prendió fuego en todo lo que allí había depositado. Nuestra reacción inmediata fue vaciar botellas de agua para intentar apagar el fuego provocado. Cuando el espacio quedó completamente anegado de agua, comenzó a salir por el espiche que existía para tal menester en el frente del Puente, con tan mala fortuna que daba justamente donde se encontraba durmiendo el Contramaestre y cayéndole encima de su cara. Ya os podéis imaginar el zipi zape que se montó. Pues bien, a pesar de la falta tan grave cometida y que nos podía haber costado un buen paquete, el Contramaestre se olvidó por completo del tema y no hizo ninguna denuncia que nos pudiese acarrear consecuencias.

El inconveniente de esos buques es que permanecían con las calderas apagadas, y cualquier tipo de maniobra que se realizaba de cambio de atraque o cambio de posición entre los buques abarloados, era a base de fuerza humana, mismo si teníamos que virar el ancla se hacía a mano, y naturalmente todo dependía de lo bien o mal que estuviese agarrada el ancla al fondo. En fin, todo aquello pasó como suelen pasar todas cosas en la vida. Durante los tres meses que estuve embarcado en el “EO”, salimos a navegar en dos ocasiones, la primera solo los mandos sabían el por qué y donde nos dirigíamos en realidad, todo resultaba un secreto y después de dar algunas vueltas por el Mediterráneo terminamos fondeados en una pequeña cala al W. de Cabo Tres Forcas donde pasamos la noche y después emprendimos rumbo a nuestra base en el puerto de Ceuta. La segunda vez que salimos a la mar fue para efectuar el relevo de la dotación que se encontraba en la isla de Alborán. No recuerdo el número de hombres que formaban dicha dotación, pero para efectuar el relevo, primeramente tuvimos que ir al puerto de Málaga, para recoger al personal de infantería de marina, agua, víveres y todo lo necesario para el periodo de tiempo que tuvieran asignado hasta el próximo relevo. Toda esta operación se efectuaba a través de una pequeña cala que había al sur de la isla y una vez realizada la operación volvíamos al puerto de Málaga para dejar al personal sustituido y desde allí nuevamente a nuestra base en el puerto de Ceuta. Lo peor de estas salidas a la mar era que una vez que se daba la orden de cerrar puertas y portillos estancos de acuerdo con el protocolo, en el sollado de marinería que era contiguo al compartimento donde se encontraban los aseos y las duchas al no  existir ventilación, el olor era verdaderamente insoportable.

Y hoy voy a terminar mi narración hablando de una buena amistad que hice mientras me encontraba embarcado en el “EO”. Se trata de Elías Ruiz San Isidro, de la Pueble del Caramiñal, si se diese la casualidad de pudiera leer estas líneas, le envio más cordial saludo y un entrañable abrazo. Nos hicimos buenos amigos en el “EO”, posiblemente porque los dos éramos profesionales de la mar. Ël desde muy joven y como buen gallego tuvo que marcharse a la mar para ganarse el sustento y lo hizo de la forma más dura que existe en la profesión, se enroló en los bacaladeros y allí permaneció varios años hasta que fue llamado a filas para cumplir el  servicio militar, en los bacaladeros llegó a ocupar plaza de 2º contramaestre. Me contó todo cuanto se puede contar de la vida en los bacaladeros, me explicó que solían mearse en las manos para curarse las heridas que se producían como consecuencia de las bajísimas temperaturas. Yo desembarqué a los tres meses del “EO”, a él aún le quedaban algunos meses de mili. Cuando nos separamos, en nombre de la amistad que nos unió durante los tres meses que pasamos juntos, me pidió que si alguna vez tenía la oportunidad de ayudarle para embarcar en la mercante, que no me olvidase de él.

En la primera ocasión que tuve al producirse una baja en el "Norte", lo embarqué como marinero y al poco tiempo estaba ocupando plaza de contramaestre debido a su gran profesionalidad. Cuando yo desembarqué del "Norte" nos separamos definitivamente, pero la casualidad hizo que nos volviésemos a encontrar en el puerto de Casablanca cuando yo estaba en el "Sierra Urbión" y él estaba enrolado en un barco que -si mal no recuerdo- tenía bandera panameña y me contó que pensaba desertar a la llegada a un puerto americano. Desde entonces nunca más he sabido de él y espero que las cosas le hayan ido bien. Un abrazo por si lo puedes recibir.

Y hasta la próxima entrega, un saludo para todos los lectores.  


Capitán A. de Bonis.               

sábado, 6 de agosto de 2016

LA VIDA A BORDO... UN POCO DE TODO. TEMA SIETE

Durante el tiempo que yo estuve haciendo el cursillo de Piloto, donde volví a encontrarme con los profesores de antaño: D. Mario Vallejo, D. José Bedoya, D. Fernando Portillo, D. Carlos Cavijoli……la vida a bordo del “Norte” siguió su curso normal. El Capitán D. Joaquín Palacios regresó de sus prolongadas vacaciones y mi padre volvió a ocupar la plaza de 1er oficial. La gran novedad y al mismo tiempo gran sorpresa fue, que D. Joaquín volvió acompañado de su reciente  contraída esposa. Nadie sabía que tenía novia y todo el mundo pensaba que se quedaría para vestir santos ya que rondaba los sesenta años de edad, pero nunca has de decir “de ese agua no beberé, ni nunca es tarde cuando la dicha es buena”.

Yo mientras tanto me encontraba en Málaga esperando la oportunidad de volver al “Norte” cuando hubiese una plaza libre que cubrir por vacaciones, como me habían prometido. Hasta el mes de Julio no se produjo esa oportunidad y fue para cubrir la plaza del tercer oficial que al parecer se encontraba enfermo. El “Norte”, en ese  momento, se encontraba en los astilleros de Cádiz pasando la revisión anual. Como es de suponer fue una alegría recibir la orden de embarcar, pero al mismo tiempo un contratiempo ya que acababa de conocer a la que tres años después se convertiría en mi primera esposa. Pero de esa forma comenzaba a valorar lo que siempre ha sido la esencia en la vida del marino, vivir separado de las personas queridas para poder cumplir con la profesión.

Hice las maletas y a trabajar que ya iba siendo hora. El viaje de Málaga a Cádiz fue accidentado. Una vez que el autobús dejó atrás Tarifa y tomó los llanos de Maspalomas se le reventó una rueda delantera, el chófer no pudo hacerse con la dirección del autobús y fuimos a parar después de dar varias vueltas de campana a un descampado que afortunadamente no tenía mucho desnivel con la carretera. Milagrosamente no se produjeron desgracias personales de gran importancia, a pesar de lo aparatoso del accidente. Yo tuve la suerte por ir sentado en el primer asiento, de darme cuenta de lo que se nos venía encima, agarrándome a las barras del portaequipaje soporté las varias vueltas de campana que dimos, con el único resultado de tener que padecer durante varias semanas una tortícolis. Algunas ambulancias se llevaron a las personas en peores condiciones y el resto esperamos pacientemente a que otro coche de la empresa nos trasladara, y con varias horas de retraso y las maletas completamente rotas arribamos a la “Tacita de Plata”, así fue mi entrada triunfal en Cádiz donde se encontraba el “Norte” en el cual me enrolé estrenando el título de Piloto que justamente había obtenido en el mes de Febrero en dicha ciudad.

A mi regreso al “Norte”, nada ni nadie había cambiado, solamente -como he mencionado anteriormente- que el Capitán había contraído matrimonio y que su esposa se encontraba a bordo. El matrimonio parece ser que le sentó bien ya que su carácter algo había cambiado, estaba mucho más comunicativo que cuando era un triste solterón.

Salimos del astillero con destino Asturias, era mi primer viaje como Oficial, la única diferencia era la responsabilidad que como oficial había adquirido tanto en mis guardias de mar como en el trabajo diario a bordo. Conocía perfectamente la costa después de dos años haciendo los mismos viajes y conocía igualmente mis obligaciones durante las guardias de mar, ya que las prácticas siempre acompañando al tercer oficial D. Pedro, me hicieron actuar más como oficial que como alumno dado su mal estado físico.

Transcurrieron los meses, el tiempo pasó volando, continué embarcado hasta finales de 1955 ya que hice varios relevos seguidos, pero en Enero de 1956 después de haber consumido tres años de prorroga me decidí por efectuar mi servicio militar, aprovechando las circunstancias de que el “Norte” se había visto obligado a entrar nuevamente en dique. En Diciembre de 1955 una denuncia presentada en la Comandancia de Marina de Gijón alertaba de las malas condiciones en que se encontraba el casco del buque, la denuncia siguió su curso administrativo y se recibió orden de las autoridades de marina, para que el buque procediera a Cádiz para pasar una inspección extraordinaria. Así se procedió y en vista que la reparación sería larga yo aproveché para desembarcar y efectuar mi servicio militar en el primer reemplazo de 1956.

Recibí una gran alegría al tener conocimiento de que  coincidiríamos varios amigos al mismo tiempo en el que habíamos decidido servir a la Patria. Se trataba de Rafael Moreno, de Eduardo Sanz y de Antonio Bonilla.  El día 1 de Enero de 1956, siguiendo instrucciones de la Comandancia Militar de Marina, a las ocho de la mañana nos encontrábamos en la puerta del recinto militar una cantidad bastante numerosa de “quintos” para ser trasladados a San Fernando (Cádiz) para ingresar en el “Cuartel de Instrucción”. El traslado se iba a efectuar a bordo del buque transporte de la Armada “Contramaestre Casado” que venía haciendo un recorrido por la costa andaluza recogiendo a los mozos de dicha zona. El tema comenzó de mala manera, ya que al mediodía aún no se tenían noticias del ETA (hora de llegada) del “Contramaestre Casado”, por ese motivo nos dieron permiso para que fuésemos a comer a nuestros domicilios y que volviésemos a presentarnos a primera hora de la tarde. Loa amigos citados anteriormente nos fuimos a comer a un restaurante situado en la misma playa y muy próximo a la Comandancia de Marina. En aquella época era un chamizo hecho de madera y se llamaba “Antonio Martín”, fuimos allí pensando en que posiblemente sería la última comida decente que comeríamos en bastante tiempo.

El “Contramaestre Casado”  hizo su entrada triunfal en Málaga sobre las 1800 horas y a las 20 h,  “los borregos”  que desde la 08 estábamos esperando, fuimos alojados en el entrepuente del buque. Eso sí, cada cual escogió el rincón que más le gustaba. Como no estaba permitido salir del entrepuente, no sabíamos en que otros puertos parábamos, pero la travesía se hizo interminable y una vez que el buque salió de Estrecho y comenzó el zarandeo, empezaron las vomiteras. Cuando desembarcamos en la Carraca la dotación del buque supongo que tuvo que emplearse a fondo para dejar aquello decentemente limpio.

La llegada a la Carraca tuvo lugar el día 2 de Enero sobre las 16 00 h. Nos pusieron en una explanada delante del cuartel, parecíamos cadáveres vivientes después de la malísima noche que habíamos pasado entre tanta vomitera, y en vez de darnos ánimos con una arenga de tipo patriótico o algo parecido, el Sargento (con cara de sargento) encargado de recibirnos, las únicas palabras enternecedoras de bienvenida que tuvo fueron las siguientes textualmente: “ Y una cosa os digo: a partir de ahora y antes de entrar por esa puerta, los cojones los dejáis fuera porque dentro no os van a servir para nada”.

A continuación llegó el momento de pasar por la peluquería, momento inolvidable donde el peluquero con cara de recochineo te preguntaba que como querías el pelado, cuando al finalizar te ofrecía un espejo para ver como habías quedado, te daban ganas de cagarte en todos su muertos porque ni tu madre sería capaz de reconocerte.

Todos los amigos que éramos Oficiales de la Marina Mercante fuimos destinados a la sexta brigada, que era la brigada de los analfabetos, en plan de instructores. A la siete de la mañana del día siguiente escuchamos el primer toque de corneta y la desagradable voz del cabo de guardia que decía que había que dirigirse a las duchas, menos mal que los cojones los habíamos dejado fuera el día anterior, porque ducharse en el mes de Enero a las siete de la mañana con agua casi fría era motivo suficiente para que se te congelasen.

A la rutina del cuartel de aprender la instrucción a fuerza de machaqueo impartido por el cabo primero todos los días  y supervisado por el Capitán los fines de semanas. Nosotros teníamos el cometido de alfabetizar a los 150 angelitos de la 6ª brigada, e incluso prepararlos para hacer la Primera Comunión  para los que no la hubiesen hecho.

Voy a terminar mi artículo narrando una anécdota sobre este tema. Entre mis discípulos había uno de Motril de profesión cabrero; no me explico cómo vino a parar un cabrero a la Marina, entre sus historia había una muy singular; contaba que él no tenía ningún problema sexual cuando se encontraba pastando por el monte con sus cabras, Si tenía alguna necesidad y le gustaba alguna, “aquí te pillo y aquí te mato”. Y cuando le pregunté si había hecho la Primera Comunión, me contestó que no sabía, que solamente recordaba que cuando era pequeño en la Iglesia le dieron una pastilla muy grande. Este individuo sin duda pertenecía a la España Profunda. Recordando a este motrileño no puedo dejar de pensar en las duchas, que era un pasillo largo con tubo de agua fría en un costado y otro de agua menos fría en el otro, lo peor que te podía ocurrir era que se te cayese la pastilla de jabón y tuvieras que agacharte para recogerla, sobre todo pensando que el cabrero pudiera venir detrás de ti.

Hasta el próximo un saludo  


Capitán Arturo de Bonis.